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Un conductor enarbola las banderas de EE UU y la amarilla de Gadsden, asociada al libertarianismo, durante una manifestación motorizada contra el confinamiento domiciliario por la pandemia de covid-19 (Madison, Wisconsin, abril de 2020). Shutterstock / Aaron of L.A. Photography

Libertarismo en tiempos de pandemia: ¿una reacción temporal o el resurgir de una ideología?

Michael G. Heller, autor de Capitalismo, instituciones y desarrollo económico (2011), decía hace algunos años que las ideas en sí mismas e incluso su confluencia en las ciencias y los procesos económicos no hacen que las cosas sucedan a gran escala. Para eso se necesita una ideología intermitente, un mecanismo para simplificar, congelar y difundir ideas a una misma generación. La ideología, no las ideas, afirmaba Heller, da la vuelta al mundo.

¿Obedece a este diagnóstico la difusión que hoy está adquiriendo el libertarismo, principalmente entre sectores de la juventud?

¿Qué entendemos hoy por libertarismo?

Si bien algunas veces se ha considerado históricamente este pensamiento como heredero del anarquismo o del liberalismo clásico, alejémonos de estos orígenes para explicarlo mejor y destaquemos los rasgos que definen esta ideología en la actualidad. Conviene al hacerlo tomar las debidas cautelas, ya que los movimientos de este género pocas veces exhiben unanimidad y monolitismo.

El libertarismo hoy considera que la libertad es el valor fundamental que subyace a todas las relaciones sociales. No se preocupa por las desigualdades; las considera inevitables. No confía en el Estado, más bien aboga, como sostiene Robert Nozick, uno de sus mentores teóricos, por un Estado mínimo. Defiende con devoción el libre mercado.

Históricamente, el libertarismo ha sido aliado del pensamiento conservador. Pero no siempre ha sido así, y tampoco hoy lo es: se autodefine como una ideología de rebelión, de necesidad de cambio. Sin embargo, no identifica esta necesidad de modificar las relaciones sociales con los cambios que persiguen algunos movimientos sociales como el feminista. En este terreno, se opone a la cuarta ola del feminismo, al lenguaje inclusivo y a la que denomina “ideología de género”.

En el plano político, históricamente ha buscado un nicho particular al margen de los partidos conservadores y socialistas, pero hoy no tiene inconveniente en autodefinirse como de derecha e incluso de derecha radical.

¿Por qué está resurgiendo en la actualidad?

No cabe duda de que las coyunturas especiales pueden favorecer el nacimiento o el resurgimiento de determinadas ideologías adaptadas a nuevos contextos. Creemos que esto está ocurriendo en la actualidad con el libertarismo. Hay dos motivos destacados para que esto suceda.

Por una parte, el papel que se han visto obligados a jugar los gobiernos en la restricción de las libertades para limitar los efectos de los contagios por la covid-19. Ello ha hecho que las mentalidades que cultivaban prejuicios anti-Estado le hayan disparado sus críticas. Un síntoma fue el hecho de que hasta algunos sectores intelectuales de izquierda caracterizaran el orden preventivo instaurado por los Estados frente a la pandemia como Estado de excepción.

La caída de popularidad de diversos gobiernos que han gestionado la pandemia, como en Alemania, Italia, Francia y España, evidencian que la tensión entre libertad y defensa de la vida no se resuelve fácilmente sin pagar un cierto precio.

Por otra parte, los efectos del confinamiento pandémico han revalorizado el ansia de libertad, especialmente en los jóvenes. Se ha abierto una brecha generacional entre mayores y jóvenes en lo que concierne a la percepción de los efectos de la pandemia.

Los contagios y la mortalidad no han afectado de la misma forma a toda la población. La generación de los mayores ha sido la más golpeada. Esto influye en la distinta legitimación que entre unos sectores y otros tienen las medidas de restricción de libertades, y también en el mayor sentimiento de hartazgo y de cansancio de los jóvenes, quienes, sintiéndose casi inmunes a los riesgos del contagio, se han visto obligados a soportar un régimen bastante estricto de confinamiento.

Trumpismo y ayusismo

La medida en la que la ideología del libertarismo ha permeado movimientos de protesta como las violentas manifestaciones de Ámsterdam contra los toques de queda, las mareas trumpistas en EE. UU. y otros países, o el movimiento de jóvenes de apoyo al ayusismo en Madrid, está todavía por ver. No sabemos todavía si obedece a un efecto de coyuntura o ha llegado para quedarse.

Pero lo más problemático es que esta ideología renace en un mal momento. El gran problema al que se enfrentan los Estados es la reconstrucción de las economías para hacer frente a las secuelas de la pandemia. Uno de los consensos más positivos que se han ido gestando entre los economistas y políticos más inteligentes es que la desigualdad no es sólo un problema más, sino uno de los más importantes que afectan a la cohesión de las sociedades, y que el llamado trickle down, el goteo espontáneo sobre la sociedad de los esperados beneficios de los más ricos, es un fracaso como elemento redistributivo.

Un elemento más de este consenso se centra en el nuevo y más intenso papel que debe jugar el Estado como organizador de la economía de mercado y como agente emprendedor e innovador, frente a la exclusiva misión de corrector de los fallos de mercado que se le había asignado hasta el momento.

La ideología del libertarismo apunta precisamente en sentido contrario a estos consensos clave para que los países se recuperen de la pandemia: el Estado está de sobra, salvo para funciones de seguridad y orden social, y la igualdad depende del espíritu emprendedor que muestre cada cual en un mundo de fantasía en el que se supone que los individuos gozan de igualdad de oportunidades.

Nuestras sociedades requieren un cambio de rumbo, pero no en la dirección a la que apunta la ideología libertarista.


Este artículo ha sido escrito en colaboración con Javier Álvarez Dorronsoro. Ingeniero, colaborador de Pensamiento Crítico.


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