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Científicos del IGME-CSIC con equipos de protección integral en la cercanía del cráter del nuevo volcán de La Palma. IGME-CSIC

Los peligros para los ojos de la erupción volcánica de La Palma

Las dos semanas transcurridas desde que entró en erupción el volcán de Cumbre Vieja han bastado para cubrir la atmósfera de la isla de la Palma de ceniza volcánica y gases tóxicos. Este volcán estromboliano lanza desde sus entrañas, material piroclástico y gases, a temperaturas superiores a los 1 000 grados. Lo que es peor, el material magmático puede salir disparado cual proyectil, a gran velocidad. Incluso producir varias explosiones esporádicas a lo largo del tiempo.

Los daños ocasionados por estas erupciones no son únicamente materiales, sino que pueden tener consecuencias importantes sobre nuestra salud física y mental. En relación con la salud mental, no son despreciables las cifras de individuos que sufren ansiedad, cefaleas y alteraciones del sueño. Físicamente, se ha comprobado que las grandes nubes de ceniza suponen un riesgo importante para la vía respiratoria y el sistema cardiovascular.

¿Y qué hay de la salud ocular? Sobre este tema se ha hablado mucho menos en la literatura científica.

Para entender cómo se pueden producir las lesiones oculares, cabe matizar algunas palabras pertenecientes a la jerga de los vulcanólogos que no significan exactamente lo mismo que en otros contextos más cotidianos. En cada erupción, el volcán emana material piroclástico, es decir, fragmentos sólidos que incluyen enormes bombas, lapilli y cenizas.

Pero nada que ver con la ceniza de una chimenea: la ceniza volcánica está formada por micro partículas de piedra volcánica pulverizada de menos de 2 milímetros que simulan pequeños alfileres o microcristales, mucho más agresivas para la superficie ocular.

Además, el volcán expulsa gases entre los que se incluye abundante vapor de agua pero también monóxido y dióxido de carbono, dióxido de azufre, ácido clorhídrico, mercurio, magnesio y bromo y arsénico. La dispersión generalizada de gases volcánicos mezclados con agua da lugar a gases ácidos con gran capacidad abrasiva capaces de generar diversos síntomas y signos de irritación ocular durante y tras la caída de cenizas.

Los productos químicos que causan mayor irritación ocular son el dióxido de azufre y los aerosoles de sulfato como el ácido sulfúrico, sulfato de amonio y bisulfato de amonio.

Los individuos sometidos a la exposición crónica de estos agentes químicos pueden presentar edema palpebral y del punto lagrimal. Esta alteración en el inicio de la vía de drenaje lagrimal puede favorecer la epífora, que es como se llama en oftalmología a un lloro continuo.

La conjuntiva y la córnea, especialmente vulnerables

Cuando la afección causada por las cenizas y gases tóxicos se limita a la conjuntiva los síntomas más frecuentes son sensación de cuerpo extraño y de quemazón, escozor y lagrimeo. Aunque las pequeñas partículas de polvo volcánico suelen ser bien toleradas en pacientes sin patología previa, lo más frecuente en estos casos es que se produzca una conjuntivitis bilateral irritativa, observándose signos de inflamación ocular como hiperemia conjuntival mixta (enrojecimiento de los ojos) y secreciones mucosas (“legañas”).

Se ha demostrado que la alta concentración de partículas de ceniza emitida por algunos volcanes tiene efectos citotóxicos en las células epiteliales conjuntivales. Entre otras cosas, impiden que las células proliferen, aumenta la expresión de citoquinas pro inflamatorias como las interleucinas 6 y 8, y hace que se dispare el estrés oxidativo en estas células. Sin olvidar que provoca una inflamación crónica y conjuntivitis irritativa.

Asimismo, uno de los motivos más frecuente de urgencias oftalmológicas en estas situaciones es la sensación de cuerpo extraño debida a la introducción de material particulado volcánico en la superficie ocular (principalmente conjuntival y corneal).

Estos cuerpos extraños pueden causar una queratitis superficial o erosiones y úlceras corneales importantes, en cuyo caso los pacientes aquejan frecuentemente dolor y fotofobia. La única solución posible es la meticulosa retirada de los cuerpos extraños bajo un microscopio ocular (lámpara de hendidura).

Fotografía de microscopio electrónico de barrido donde se observa la morfología de detalle de las partículas de cenizas expulsadas el primer día de la erupción. IGME - CSIC

Con lentes de contacto aumenta la sensibilidad

Cabe destacar que los individuos con una patología de la superficie ocular de base –por ejemplo, la enfermedad de ojo seco– o los portadores de lentes de contacto son especialmente susceptibles a padecer estas patologías y presentar mayor gravedad sintomatológica. Así lo muestra la encuesta realizada por Fraunfelder y otros a 425 oftalmólogos que atendían a pacientes afectados por la erupción del monte Santa Helena al suroeste de Washington.

Aquel artículo concluyó también que los pacientes portadores de lentes de contacto duras padecían más molestias que los de lentes de contacto blandas. Además de que la ceniza volcánica actúa como material abrasivo y puede rayar tanto las lentes de contacto duras como las gafas. Afortunadamente, no se han reportado casos de disminución de agudeza visual o infecciones secundarias.

Finalmente, cabe destacar que aquellas personas involucradas en tareas que suponen un mayor nivel de exposición a las cenizas volcánicas tales como policías, bomberos, operarios responsables de la remoción de cenizas, científicos en primera línea, etc., tienen un riesgo superior de desarrollar irritación respiratoria y ocular respecto a las personas sometidas a menor exposición.

Medidas concretas para proteger los ojos mientras dure la erupción

Como hemos visto, la ceniza volcánica puede representar un peligro para la superficie ocular, ya que está constantemente expuesta a partículas ambientales. La adopción de medidas encaminadas a la protección ocular es de especial importancia en estas situaciones.

Para proteger los ojos en las proximidades de las erupciones volcánicas, se recomienda:

  1. Utilizar gafas protectoras, para minimizar la entrada de partículas volcánicas.

  2. Evitar las lentes de contacto, para reducir la irritación ocular.

  3. Evitar el frotamiento ocular.

  4. Emplear lágrimas artificiales o, en su defecto, suero fisiológico.

  5. Si ha estado en contacto con ceniza volcánica, lávese los ojos con agua abundante y limpia.

  6. Permanecer dentro de casa en la medida de lo posible.

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