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May pide un respiro: a vueltas con la prórroga del Brexit

Los acontecimientos acaecidos en torno al Brexit durante las últimas semanas se asemejan a una de las películas más reconocidas en la carrera de Coppola: Apocalypse Now. Ese rodaje se convirtió en una odisea que a punto estuvo de cobrarse la vida de su protagonista y la salud del propio director. También el incierto camino emprendido por el Reino Unido en marzo de 2017 está derivando en una historia interminable.

Un guión que está poniendo a prueba no sólo la paciencia de sus protagonistas, sino los de la ciudadanía europea, que va camino de sumirse en una especie de sopor o epidemia de frustración, hartazgo y desinterés.

Como los protagonistas del film, May, otrora líder respetada por sus homólogos europeos, lleva tiempo actuando de manera imprudente y temeraria, siendo conocedora de que incluso cumpliendo su misión, la contienda está perdida. Arengada por unos pocos y creyéndose el vivo estandarte de una empobrecida y maniquea versión de la democracia, se empeña en no soltar el timón de una embarcación que lleva tiempo remontando un peligroso y turbulento río, poniendo en riesgo a toda su tripulación.

La Unión Europea debe evitar poner un pie en esa lancha. Bastante han hecho ya los líderes europeos advirtiendo en reiteradas ocasiones del desastre que se avecina, con o sin acuerdo.

La prórroga

El periodo para que la salida del Reino Unido de la Unión Europea sea efectiva culmina el próximo 29 de marzo, dos años después de que el embajador británico ante la UE, Tim Barrow, le hiciera entrega al Presidente del Consejo Europeo (Donald Tusk) de la carta en la que, invocando el Artículo 50 del Tratado de la Unión Europea, el Reino Unido manifestaba su deseo formal de salir de la organización.

Dicho plazo o periodo de transición, previsto en el párrafo 3 del citado precepto, es susceptible de prórroga si, próximo a alcanzarse, las partes no hubieran logrado cerrar un Acuerdo de Retirada.

A pocos días vista de la fecha crítica, no parece que la Cámara de los Comunes permita que esto último suceda, por lo que ese mismo órgano, ad cautelam, decidió la semana pasada votar a favor de solicitar un aplazamiento del divorcio, sin definir hasta cuándo y para qué.

La prórroga no es automática. Establece el Artículo 50 del TUE que la concesión de ese periodo extra depende en última instancia del Consejo Europeo, quien de manera unánime y de acuerdo con la voluntad y los motivos expresados por la contraparte, deberá decidir si concederla o no.

Tusk se reunirá con los líderes de la UE esta semana. EPA/Olivier Hoslet

Prorroga exprés, corta o larga

El Artículo 50 no define el periodo de duración de dicha prórroga. La buena lógica jurídica y el sentido común nos hacen concluir, no obstante:

  • Que dicho periodo en ningún caso debería ser superior al de transición (esto es, dos años);

  • Que, en caso de ser concedida, no cabría a la postre solicitar una nueva prórroga sobre la ya otorgada (prórroga improrrogable).

Con la solicitud formal del gobierno británico encima de la mesa, varios eran los posibles escenarios que con esta opción se abrían. Ni que decir tiene que ninguno de ellos nos libraría del desasosiego y la incertidumbre reinante en torno a esta cuestión.

Prórroga exprés (varios días)

El primer escenario que se barajó fue el de una prórroga exprés de muy corta duración, lo que se traducía en alargar el periodo de transición tan solo unos días. Los suficientes para que, impelidos por la urgencia, los Comunes más recalcitrantes dieran su brazo a torcer y bendijeran de una vez por todas el Acuerdo de Retirada con sus garantías adicionales.

Este escenario –preferido inicialmente por May- se nos antoja el más arriesgado y el menos conveniente, habida cuenta de la transcendencia de la decisión y de la ya mencionada falta de consenso en la cámara legislativa británica, que a punto estuvo de decantarse por un Brexit duro hace apenas una semana.

Prórroga corta (3 meses)

Esta segunda opción perseguiría el mismo objetivo que la anterior, concederle al Reino Unido un periodo de tiempo adicional para lograr el tan anhelado consenso parlamentario en torno al Acuerdo de Retirada, solo que vendría condicionada por otros plazos. En ningún caso más de tres meses, pues de lo contrario el proceso interferiría gravemente en las próximas elecciones del Parlamento Europeo (23-26 de mayo de 2019) y en la futura constitución de la Eurocámara (prevista para el 2 de julio).

Esta alternativa se desvela como la más razonable de todas en el supuesto de que no hubiera más remedio que activar la extensión, siendo, además, por la que finalmente parece haberse decantado el gobierno de Su Majestad con la fecha límite del 30 de junio.

El Consejo Europeo y Theresa May acordaron anoche retrasar dicha salida, pero sólo hasta el 22 de mayo (jornada previa al inicio de las elecciones al Parlamento Europeo), siempre que la cámara baja británica de su visto bueno al Acuerdo de Retirada antes del 12 de abril (que se convierte ahora en la nueva fecha límite por ser el último día del plazo en que todos los miembros de la UE tienen que haber convocado las elecciones europeas). En caso de que esto último no sucediera, cabrían dos posibles escenarios: un Brexit duro a mediados de abril o que el Reino Unido volviera a Bruselas a solicitar una segunda prórroga (sic.) más larga y de inciertas consecuencias.

Prórroga larga (uno o dos años)

Este último escenario es el que parecía estar cobrando más fuerza durante los últimos días en Bruselas entre los líderes europeos, aunque podría quedar finalmente en nada, habida cuenta que dicho aplazamiento se concedería tan solo en el supuesto de que se produjera un cambio sustancial de circunstancias, lo que traducido del lenguaje diplomático implicaría: cambio de gobierno y/o nuevo referéndum sobre el Brexit. Ninguna de estas dos opciones parece vislumbrarse en el horizonte cercano.

A la espera de un nuevo capítulo de lo que ya se ha convertido en una soap opera, a los partidarios del remain les recomendamos emular al Capitan Willard al inicio del film, y esperar el desenlace final tumbados plácidamente, con la mirada fija en un hipnótico ventilador de una calurosa habitación de Saigón o Benidorm, saboreando un buen coñac o un buen brandy. De fondo, la épica a la par que trágica y envolvente sintonía de The End interpretada por la aterciopelada y psicodélica voz de Jim Morrison y en la memoria, el susurrante a la par que agonizante grito del endiosado y dantesco General Kurtz desde el borde de su precipicio: “el horror, el horror”.

Entretanto, que los partidarios del Brexit sigan danzando inconscientemente a bordo de su particular Titanic al elocuente ritmo de Satisfaction.


El autor es director académico del Centro de Documentación Europea de la Universidad de Alcalá.


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