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Medidas para garantizar la sostenibilidad de la agricultura mediterránea

Para impedir los desequilibrios medioambientales y sociales ligados al cambio climático indicados en el último informe del IPCC (2019), es necesario definir las acciones que se deben implementar coordinadamente por todas las partes implicadas.

De hecho, el Parlamento Europeo acaba de declarar la emergencia elimática en Europa y diversos países han definido sus compromisos para contribuir a descarbonizar la economía mundial.

La XXV Conferencia de las Partes de la Convención Marco de la ONU sobre Cambio Climático (COP25) que se celebra en Madrid es uno de los foros mundiales más relevantes para ayudar a acometer esta tarea.

Todos los actores de cada sector, incluyendo el agrícola, y los países interesados debatirán acerca de las acciones que podrían adoptarse para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI).

Emisiones de GEI en agricultura

La producción agrícola representa cerca del 10 % de las emisiones de GEI globales, duplicando ese valor al considerar los cambios de uso del suelo previos a la implantación de nuevos cultivos, así como la producción y transporte de insumos.

Los GEI emitidos por este sector son, fundamentalmente:

  • Óxido nitroso (N₂O) desde suelos fertilizados.

  • Metano (CH₄) en los cultivos de arroz.

  • Dióxido de carbono (CO₂) asociado al uso de energía fósil.

Los cultivos agrícolas también provocan la liberación de amoniaco (NH₃) a la atmósfera, que contamina el aire, y el lixiviado de nitratos (NO₃⁻) a las aguas, afectando a la salud pública y deteriorando los ecosistemas.

Particularidades de la agricultura mediterránea

La región mediterránea se enfrenta a importantes retos ya que ha de producir alimentos en cantidad y calidad suficientes para una población creciente en algunos países. Y debe hacerlo en un contexto de alto riesgo de reducción de cosechas asociado al cambio climático y una muy probable reducción de las ya escasas reservas de agua, que al tiempo deben contribuir al riego de los cultivos y abastecer a la población.

Por tanto, la mitigación del cambio climático, la adaptación y el uso sostenible de los recursos son acciones prioritarias que han de implementarse de forma integral y coordinada.

Debido a las particularidades agroclimáticas de la región mediterránea, la reducción de GEI en este entorno no puede limitarse a la adopción directa de estrategias válidas en otras regiones del mundo, como las aplicadas en el norte de Europa.

Estas peculiaridades son especialmente relevantes al abordar tres aspectos clave:

  1. El favorecimiento del secuestro de carbono en suelos de por sí muy pobres en carbono orgánico.

  2. La reducción de las emisiones de N₂O.

  3. La disminución de fertilizantes nitrogenados, ajustándolos a las necesidades de los cultivos.

El fomento del secuestro de carbono en los suelos agrícolas mediterráneos es una herramienta mitigadora efectiva que mejora además la resiliencia de los suelos frente a la inestabilidad del cambio climático.

Una mayor concentración de carbono en el suelo mejora la adaptación a las condiciones derivadas del cambio climático, reduciendo al tiempo los riesgos de erosión y el CO₂ atmosférico.

Por otro lado, la propuesta de medidas mitigadoras de las emisiones de N₂O debe considerar su dependencia de procesos microbiológicos asociados al clima mediterráneo y de la adaptación de las prácticas agrícolas a este clima, tanto en secano (sin riego) como en condiciones de regadío.

Las emisiones de N₂O de la agricultura española en las áreas de clima mediterráneo se reducen a la mitad si se aplican factores adaptados a la región mediterránea y a sus técnicas de riego (aproximación Tier-2 del IPCC, fig. 1) respecto a los factores de emisión globales utilizados por defecto (aproximación Tier- 1 del IPCC). Por tanto, las estrategias de mitigación han de adaptarse a estas particularidades.

Figura 1. Emisiones de óxido nitroso (N2O) en los cultivos de la España mediterránea calculadas mediante la aplicación por defecto de factores globales (Tier-1 del IPCC) o con factores adaptados a las condiciones mediterráneas (Tier-2 del IPCC). Generada a partir de Cayuela et al. 2017., Author provided

Consecuencias del riego y la excesiva fertilización

Por otra parte, los cultivos de esta región suelen tener una baja productividad que trata de paliarse mediante técnicas intensivas como el riego y la creciente aplicación de fertilizantes y otros agroquímicos.

Esta intensificación ha contribuido a que la emisión de compuestos nitrogenados de la agricultura española, entre otros el N₂O, se haya multiplicado por tres durante los últimos 50 años.

Una de las principales vías de pérdida de nitrógeno es la volatilización de NH₃, cuyas emisiones proceden en un 90 % de sistemas agroganaderos. En España, estas emisiones han sobrepasado los límites establecidos, siendo necesaria la implementación de medidas y prácticas de manejo correctoras.

Por otro lado, una gestión adecuada del riego permitiría reducir la contaminación de las aguas por nitrato y a ajustar mejor las dosis de fertilizantes.

Por todo ello, en el área mediterránea deben establecerse estrategias integradoras que contemplen simultáneamente las reducciones de GEI y de NH₃ y NO₃⁻. Las medidas centradas en reducir un solo compuesto pueden aumentar la emisión de otro. Este fenómeno se conoce en inglés como pollution swapping (salto de la contaminación).

Por ejemplo, una medida dirigida exclusivamente a reducir la contaminación atmosférica por emisiones de NH₃ y N₂O podría conllevar el aumento involuntario de nitrógeno en los suelos y la contaminación de las aguas con nitratos.

Soluciones aportadas por la ciencia

En un reciente trabajo científico de revisión sobre las principales medidas de mitigación adaptadas a las condiciones mediterráneas concluimos que las principales estrategias a implementar son:

  • Fertilización equilibrada.

  • Manejo adecuado de los estiércoles.

  • Aplicación de rotaciones y cultivos cubierta.

  • Uso de fertilizantes con inhibidores de procesos microbiológicos.

  • Mejora del riego y uso de residuos de la industria agroalimentaria.

El paso previo a la implementación de cualquier estrategia de mitigación es una cuantificación robusta en condiciones reales (fig. 2). Además, como medidas estructurales se propusieron la reducción de los desperdicios alimentarios, la transición a la dieta mediterránea y la reconexión entre cultivos y ganadería.

Figura 2. Muestreo de GEI con cámaras estáticas en un estudio de campo en la finca experimental del CENTER (MAPA) bajo condiciones mediterráneas, dentro del proyecto Agrisost. Grupo COAPA, UPM, Author provided

Los instrumentos de la nueva Política Agraria Común (PAC) de la Unión Europea, así como los mecanismos de reducción de GEI fijados por cada país (NDC, por sus siglas en inglés), podrían ser herramientas potentes para reducir las emisiones de GEI en sinergia con la de otros contaminantes del sector agrícola mediterráneo.

Dado que la biodiversidad del área mediterránea es muy vulnerable a las presiones del desarrollo y a la desertificación, las inversiones de la PAC deben realizarse de forma que aseguren la adopción de las prácticas más sostenibles, fundamentadas en el conocimiento científico.

Además, las estrategias de mitigación han de aplicarse teniendo en cuenta las particularidades sociales y agroambientales regionales y locales. Una medida adecuada en una provincia puede no serlo en otra.

La nueva PAC ofrece un marco excepcional para que las estrategias sean adaptadas a las condiciones locales ya que los Estados Miembro van a tener gran margen para ajustar los planes estratégicos a las necesidades de las regiones.

Para asegurar la rápida adopción de las medidas de mitigación y la sostenibilidad económica a largo plazo de los sistemas agrarios mediterráneos, deben existir mecanismos para identificar a aquellos agricultores que adoptan las medidas adecuadas. Es importante garantizar que reciban una proporción justa del beneficio obtenido a lo largo de la cadena de valor alimentaria (desde el cultivo a la mesa).

Para ello se necesitarán sistemas de acreditación normalizados; la aplicación de tecnologías como el blockchain pueden garantizar la transparencia de las transacciones.

Todos estos temas se debatirán en estos días en la COP25: las decisiones políticas influyen en sistemas muy complejos con múltiples interacciones. Indudablemente, la ciencia desempeñará un papel importante en el debate, no solo para indicar los riesgos y daños asociados al cambio climático, sino también para aportar soluciones para la reducción de GEI y de otros contaminantes.

En este contexto, nos permitimos dirigir la atención del lector a dos eventos que se realizarán en el marco de la COP25:

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