En muchos países, la malnutrición infantil, tanto por carencia como por ingesta inadecuada, ocurre en familias con escasos recursos económicos.
Por eso, nueve grupos de investigación de Argentina, Colombia, España, Guatemala, Nicaragua, México y Perú, coordinados desde el CSIC, desarrollaron el proyecto ProInfant. Con este trabajo pretendían desarrollar alimentos vegetales con funcionalidad probiótica para poblaciones infantiles latinoamericanas desnutridas.
Conozcamos a los probióticos y a las bacterias lácticas
Los probióticos están cada vez más presentes en los medios de comunicación. Son microorganismos vivos que, cuando se administran en cantidades adecuadas, confieren un beneficio a la salud del consumidor. En nuestra cesta de la compra podríamos tener dos tipos de probióticos: lactobacilos y bifidobacterias.
Estas bacterias producen ácido láctico a partir de la glucosa que ellas necesitan para vivir. Por eso se llaman bacterias lácticas. Se considera que algunas son seguras para el consumo humano y animal, por lo que la EFSA (Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria) ha elaborado la llamada lista QPS, que especifica las especies que se pueden utilizar para elaborar alimentos y piensos.
La evidencia para crear esta lista se basa en que consumimos bacterias lácticas, desde que nacemos, de forma habitual y desde hace mucho tiempo. Sobre todo las bifidobacterias, que se encuentran en la leche materna.
Además, también están presentes en diversas comidas. Por ejemplo, se encuentran de forma natural en las materias primas, tanto de origen animal como vegetal, y son las responsables de la fermentación láctica de algunos alimentos.
De hecho, en todas las civilizaciones hay referencias de alimentos fermentados que aún perduran y que podemos explorar para aislar nuevas bacterias lácticas con potencial probiótico. Esto es precisamente lo que se ha realizado en el proyecto ProInfant.
Alimentos ancestrales para aislar bacterias lácticas
Este proyecto se propuso aislar estas bacterias utilizando materias primas vegetales y alimentos tradicionales de alto poder nutritivo de Colombia, Nicaragua, México y Perú. Son, en su mayoría, bebidas fermentadas que se producen de forma artesanal por pequeños productores. Muchos de ellos se consumen localmente desde tiempos ancestrales.
El grupo de investigación de Colombia ha estudiado dos bebidas fermentadas: “Masato de arroz” y “Champús” (de maíz). También ha trabajado con otra materia prima fermentada, el “Almidón agrio” (de yuca).
Por su parte, en Nicaragua, se ha explorado la “Pulpa de Jícaro”, que es la semilla del fruto (que tiene forma de calabaza) de un árbol. Esta se utiliza para elaborar harina que se consume en poblaciones desfavorecidas.
En México se ha trabajado con el pseudocereal “Huauzontle” (similar a la quinoa), consumido desde tiempos prehispánicos. También con “Aguamiel de agave”, la savia que se obtiene del agave pulquero tras su recolección para la elaboración de pulque (otra bebida fermentada tradicional de este país).
Por último, en Perú se trabajó con dos bebidas fermentadas: “Chicha de siete semillas”, que se elabora a partir de harinas de diversas variedades de maíz, cereales, pseudocereales, leguminosas y plantas aromáticas, y el “Masato de yuca”.
Hoja de ruta para seleccionar un potencial probiótico
A partir de estos alimentos, los grupos de investigación de cada país han generado su propia colección de bacterias lácticas. Asimismo, han iniciado la caracterización probiótica en estos aislados.
Este proyecto buscaba potenciales probióticos capaces de paliar carencias nutricionales y reducir comorbilidades asociadas frecuentemente a la malnutrición, como diarreas e infecciones respiratorias, en niños malnutridos.
Para ello, compartieron protocolos para evaluar la capacidad de lactobacilos para producir vitaminas, contrarrestar la actividad de patógenos causantes de infecciones, sobrevivir a transito gastrointestinal y determinar su capacidad de interaccionar con la microbiota intestinal de niños.
Finalmente, se abordaron cuestiones tecnológicas relacionadas con la supervivencia de las cepas que permitiera la generación de un suplemento probiótico.
Monodosis con probióticos para niños malnutridos
Tras la aplicación de esta hoja de ruta, se seleccionó una cepa que se depositó en la Colección Española de Cultivos Tipo (CECT).
Gracias a la colaboración de la empresa ADM-Biopolis S.A. (en Valencia), esta cepa se ha producido y envasado en cantidad suficiente (más de 5 000 sobres monodosis) para demostrar su eficacia en un estudio de intervención con niños malnutridos de Guatemala.
El próximo paso será demostrar que tienen un efecto positivo par la salud. Hasta ahora, habíamos hablado de “potenciales probióticos” porque hay que comprobar su eficacia en la población objetivo (niños malnutridos) y para una diana específica (en este caso, para reducir la frecuencia o duración de diarreas infantiles).
El objetivo es demostrar que la cepa Lactobacillus plantarum CECT 9435 reducirá la frecuencia o duración de episodios de diarrea de niños malnutridos. Para ello, se administrará diariamente durante 4 meses, con dosis de mil millones de bacterias añadidas a un alimento vegetal tradicional (atole) suplementado con leche. Otro grupo de niños recibirá el mismo alimento pero sin probiótico.
Con este proyecto queremos demostrar que trabajando de forma conjunta desde la ciencia y la tecnología, podemos encontrar soluciones para mejorar la salud de los niños.
Entonces, será el momento en el que las autoridades locales o los gobiernos de cada país, coordinen sus esfuerzos para que esta solución llegue a quienes realmente lo necesitan, las poblaciones más desfavorecidas.