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Planta de procesamiento de gas de Tiguentourine, en In Amenas (Argelia). TOUAT Hamid / Shutterstock

Pendientes de un hilo (de gas)

Hace unas semanas Argelia suspendió el Tratado de Amistad y Cooperación con España como respuesta al giro copernicano de la posición española respecto al Sáhara Occidental. Esa medida fue acompañada con otras, como la prohibición de domiciliar pagos en Argelia para el comercio con España, que ha afectado sobre todo a pymes pero no al comercio del gas natural, cuyos pagos se efectúan con un sistema internacional. Así que la primera preocupación que saltó a las portadas de los diarios quedó conjurada, y el paso de los días muestra que, efectivamente, de momento Argelia no ha cortado a España el flujo de gas natural.

De momento. Porque la situación actual sobre el abastecimiento del gas y de otros recursos naturales energéticos es tremendamente fluida. E inestable.

Una producción estancada

La extracción de gas en Argelia lleva 20 años prácticamente estancada. Ninguna sorpresa: los recursos son finitos y no se pueden extraer a ritmo constante, fluyen menos cuando va quedando menos.

Tras décadas en que cada año se va produciendo más que el anterior, siempre se llega a una fase más o menos larga de estancamiento de la producción, a la que le acaba siguiendo una de progresiva disminución que suele extenderse muchos años. Eso le pasa al gas, al petróleo, al carbón, al cobre… a todo. Y pasa en todos los países.

Argelia ahora está ahí: estancada entre los 80 y los 90 mil millones de metros cúbicos al año desde el 2000. Pero su consumo crece de manera acelerada desde el 2010, y así cada vez tiene menos gas para exportar: de 57 Mm³/a en 2000 a 39 Mm³/a en 2021, un 30 % menos. Por eso a Argelia le interesaba cerrar el gasoducto que pasa por Marruecos el septiembre pasado: ¿para qué pagar un 7 % en peajes si tienes menos para exportar? Mejor enviar lo que queda directamente a los clientes que pagan mejor. Pero la producción está ya entrando en la fase de declive y caída final, así que ahora le conviene exportar menos a España y centrarse en Italia –porque le da más garantías de pago y menos problemas–.

España, dependiente del gas argelino

España, que en 6 puertos concentra el 38 % de la capacidad de regasificación de toda la Unión Europea, se ha volcado en el gas natural licuado (GNL) que vía buque metanero exportan sobre todo los EE. UU., Catar y Australia. Con ello ha podido compensar la disminución paulatina que durante los últimos meses (mucho antes del actual conflicto) se ha observado del gas que viene de Argelia: actualmente importamos más gas de los EE. UU. que de Argelia. Pero eso no quiere decir que podamos prescindir del país norteafricano: aún en este momento, el 25 % del gas que consumimos es argelino.

No tiene mucho sentido pensar que España puede convertirse en un centro estratégico de distribución de energía y gas hacia Europa, básicamente porque nunca podrá producir por medios autóctonos (renovables) una cantidad de energía final semejante a la que consumimos actualmente, no digamos ya exportar. Y en cuanto a la reexportación hacia Europa del gas natural, todo el GNL que se exporta en el mundo no basta para abastecer Europa, así que difícilmente podrá España redistribuir una cantidad suficiente hacia nuestros vecinos del norte por más que invierta en infraestructuras.

Problemas de abastecimiento en todo el mundo

Pero es que, además, el mundo comienza a ir muy justo de gas natural. Hay países a los que ya no se sirve gas natural, como Pakistán.

Australia, el tercer mayor exportador de GNL, está sufriendo apagones por culpa del encarecimiento de todas las materias primas energéticas y ya ha decretado un embargo de las exportaciones de carbón, que puede acabar extendiendo al GNL.

Catar tiene muchos contratos a largo plazo que no puede romper. Por su parte, EE UU. sufrió recientemente una explosión en la planta de licuefacción de Freeport, Texas, a causa de la cual ha perdido un 20 % de la capacidad de exportación de GNL al menos hasta 2023. Un accidente muy conveniente, porque los precios del gas se estaban disparando en los EE. UU., y ahora, gracias al accidente, han disminuido. Aún así, se prevén cortes de electricidad en el estado de Illinois y probablemente en otros estados centrales durante este mismo verano, justamente por los sobrecostes de producción de la electricidad. La globalización hace que los precios de la energía, y los problemas de acceso a ella, se extiendan a todos los países.

Amistades peligrosas

España debe, por tanto, meditar cuidadosamente sus próximos pasos con respecto a Argelia, porque aún depende de ella y porque en la situación de tensión energética global sus otros proveedores pueden ser menos fiables de lo previsto.

La decisión de comenzar a bombear gas a Marruecos a través del ahora inactivo gasoducto del Magreb-Europa puede tomarse por Argelia como un ataque, ya que le prohibió explícitamente reexportar su gas al reino alauita, eterno rival.

Las recientes maniobras militares en las que han participado Marruecos y EE. UU., anticipando una guerra con Argelia, son enormemente alarmantes. Es preocupante que se llegue a tal escenario, moralmente reprobable, pero además inútil desde el punto de vista de garantizar el acceso a los recursos.

Esperemos que nuestros gobernantes actúen sabiamente, ya que colgamos de un hilo. Un hilo tenue. Un hilo de gas.

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