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¿Por qué se ha puesto de moda hablar de violencia obstétrica (y qué hay de cierto)?

El parto de María esta próximo. Ha leído y buscado bastante información en internet porque está preocupada. En lugar de vivir la inminente llegada de su hijo con alegría, teme que exista violencia ejercida por parte de los profesionales que asistirán a su parto.

Es lo que se conoce como “violencia obstétrica”, y en cierto modo hablar de ella está “de moda”. Se organizan jornadas, seminarios, etc. Pero ¿realmente es un problema que preocupe a un gran número de mujeres? Es más, ¿es una problemática real de la sociedad, o es casualidad que tantos medios hablen de ello?

Hay estudios que indican que un elevado número de mujeres que han percibido esa situación de violencia. Es más, hace un tiempo que organizaciones internacionales como la Organización Mundial de la Salud (OMS) ya alertaron del problema. Negar la existencia de la denominada violencia obstétrica en los paritorios es vivir fuera de la realidad.

Un término discutible

Quizás lo que no ponga de acuerdo a sociedades científicas, colegios profesionales, profesionales y mujeres sea el uso de la palabra violencia, por las connotaciones que esta tiene. De hecho las Naciones Unidas (ONU) se decanta por hablar de maltrato en lugar de violencia. Probablemente, el término trato inadecuado sea un vocablo más acertado para referirse a estos casos.

Hablar de violencia obstétrica puede hacer que se identifique al profesional sanitario como agresor, equiparándolo a un maltratador por violencia de género o un torturador, cuando en realidad se trata más bien de mala praxis. Además, ¿por qué no se habla de violencia traumatológica o violencia pediátrica, por ejemplo, cuando también hay mala praxis profesional en estas disciplinas? Una mala praxis que, por cierto, es infrecuente. En la inmensa mayoría de las ocasiones, los profesionales realizan un trabajo excelente.

Otro error relacionado con esta problemática consiste en identificar únicamente como ejecutores de esta violencia a matronas y ginecólogos. Existen otros profesionales cuya conducta puede condicionar la experiencia (negativa) que la mujer percibe de su parto.

Luego está el asunto de la intencionalidad. Violencia obstétrica engloba un amplio y heterogéneo número acciones o conductas que pueden ir desde que la mujer interprete que la mirada de un profesional no es la adecuada, hasta practicarle una cesárea sin indicación clínica o sin su consentimiento. Pasando por no atender sus demandas independientemente del tipo que estas sean. Incluso en estos casos, no suelen ser actos deliberados por parte del personal sanitario.

Conviene recordar que la asistencia al parto ha cambiado mucho a lo largo de la historia. Para empezar, pasó de un ámbito domiciliario a uno hospitalario. Este cambio conllevó una mejora de los indicadores de morbi-mortalidad materna y neonatal. Pero está claro que en ese camino la mujer perdió parte de su empoderamiento y poder de decisión.

La buena noticia es que, en la actualidad, existe una tendencia a una atención al parto más humana, centrada en la mujer, en la que esta toma decisiones.

El riesgo de generar desconfianza hacia los profesionales

Muchos comentarios desafortunados sobre violencia en los paritorios están generando inquietud en las mujeres y controversia de forma gratuita. Hablar sin fundamentos de violencia obstétrica puede aumentar la desconfianza hacia los profesionales que atienden partos y el temor a que pongan en riesgo la salud de la madre y el recién nacido.

Lo cierto es que no es buena idea percibir al profesional que atiende el parto como “el enemigo”. En realidad, es el facilitador para que el proceso de parto se desarrolle con las mayores garantías para la salud de la madre y el recién nacido.

Por lo tanto, es innecesario criminalizar a los profesionales que asisten los partos para que las mujeres perciban una mejor atención. Es más, puede resultar contraproducente y fomentar una asistencia sanitaria a la defensiva para evitar demandas, reclamaciones, etc. Eso solo alejaría la practica clínica de la tan ansiada humanización.

Lo que se necesita es sensibilizar, formar y dotar de recursos al sistema sanitario para prestar una atención según las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en base a la evidencia científica disponible. Todo en pro de la mejor salud de la mujer y el recién nacido. Después de todo, son prácticas clínicas no recomendadas las que se han asociado a una mayor percepción de la mujer como víctima de violencia obstétrica y a la aparición de patología asociada a esta.

Por su parte, las mujeres deben tener en cuenta que el proceso de parto no es tan idílico como quieren vender determinados grupos. El parto es un proceso que provoca dolor (hay medios para mitigarlos y usarlos no hace a las madres menos madres). Además de que pueden aparecer complicaciones que fuercen a actuar con celeridad para preservar las vidas de la madre y del recién nacido.

Por lo tanto, desmitificar el parto como una actividad placentera, de relax, huyendo de visiones no profesionales, nada realistas y cortoplacistas, es otro de los pilares sobre los que incidir.

Legislar la violencia obstétrica, sí o no

En la actualidad, existe normativa (tanto legal como ética) suficiente para poder actuar contra de aquellos profesionales que no trabajen acorde a los estándares y criterios de calidad y buena asistencia sanitaria establecidos. Entonces, ¿por qué tanto ruido en torno a la necesidad de legislar sobre la violencia obstétrica?

La denominada violencia obstétrica ejercida por los profesionales no se lleva a cabo de forma dolosa. Incluso si esto fuese así, en el código penal hay recogidos tipos que pueden ser utilizados para sancionar a los autores de este delito.

En países, donde se ha recogido la violencia obstétrica como un delito específico no ha disminuido el porcentaje de mujeres que perciben una situación de violencia. Esto demuestra que la penalización no es la solución. Sin embargo, la sensibilización y la formación sí que pueden poner fin a la mala praxis profesional en los paritorios.

La solución pasa también por dotar al sistema de los recursos necesarios para prestar una atención adecuada, dar una visión realista a las mujeres de lo que es un proceso de parto con información veraz y no sesgada, así como establecer sinergias, comunicación, diálogo y negociación entre las mujeres y los profesionales.

De este modo se empoderará de forma útil a las mujeres en la participación activa en su proceso de parto, siendo ellas las protagonistas, sin perder todas las garantías de salud tanto para la madre como para su bebe.

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