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Hembra de urogallo (Suecia) Wikimedia Commons / Farbror, CC BY

¿Puede la cría en cautividad salvar al urogallo cantábrico?

La creciente presión humana sobre los ecosistemas acarrea una pérdida de diversidad biológica. La versión más dramática de esa pérdida es la extinción de especies, pues resulta irreversible. Sin embargo, las extinciones no son instantáneas, no dependen de accionar el interruptor equivocado. Ocurren tras el declive gradual de las poblaciones, un proceso que lleva su tiempo.

Cría en cautividad y conservación

Una respuesta frecuente a los problemas de conservación biológica es la cría en cautividad de las especies de interés. Los objetivos van desde la preservación de individuos como copia de seguridad a la mejora del estado de conservación de las poblaciones salvajes.

Este refuerzo de una población salvaje con individuos criados en cautividad es una opción muy extendida, y en principio prometedora. Un buen ejemplo es el urogallo cantábrico, una población de Tetrao urogallus recientemente declarada “en situación crítica”.

Lo primero que recomienda la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) es ver si el responsable del declive sigue actuando sobre la población salvaje. De ser así, también afectaría a los individuos liberados, por los que nuestros esfuerzos no darían tan buenos resultados.

A pesar de eso, es habitual que se pongan en marcha programas de cría en cautividad y de reintroducción sin corregir la causa de declive. Los cóndores de California son un ejemplo muy conocido en el que la cría en cautividad se desarrolló ante una causa de declive conocida pero no eliminada: el envenenamiento por plomo.

Los urogallos cantábricos han sido catalogados como en peligro crítico hace poco, por lo que no parece que la causa de su declive haya remitido. No hay demasiadas razones, por tanto, para esperar que a los urogallos procedentes de un programa de cría en cautividad les vaya mejor que a los salvajes.

Otra pregunta relevante es si la retirada de individuos salvajes para sostener un programa de cría (huevos, en el caso de los urogallos) merecería la pena. Es especialmente importante en el caso de una población como la del urogallo cantábrico, con un censo exiguo. La respuesta a esa pregunta dependerá de la eficiencia de los urogallos procedentes de cautividad a la hora de reproducirse en libertad, en comparación con la de sus compañeros salvajes.

Puesta de urogallo en el campo (Escocia). Mario Quevedo

Doméstico o salvaje

A pesar de sus dificultades, los programas de cría en cautividad son populares en conservación. Quizás lo son porque tenemos mucha experiencia criando animales y cultivando plantas. Sin embargo las reintroducciones requieren animales salvajes, no domésticos. Y los animales criados en cautividad suelen responder peor a la depredación y sobrevivir mucho menos tiempo que sus parientes salvajes.

Otra dificultad, quizás menos obvia, surge de la alimentación. Cada especie tiene un sistema digestivo adaptado a lo que come. También existen cambios entre estaciones y diferencias entre individuos con dietas distintas.

La dieta determina la masa, longitud total, e importancia relativa de las distintas partes del intestino en muchos vertebrados. En urogallos, los pájaros salvajes presentan intestinos delgados y ciegos intestinales mas largos que los cautivos.

La alimentación determina también la composición de la microbiota intestinal, y esta a su vez participa en la eficiencia digestiva. Los urogallos criados en cautividad, como ocurre en otros vertebrados, presentan una versión empobrecida de estos microorganismos.

Las eficiencias digestiva, estructural y microbiológica son particularmente importantes en herbívoros como los urogallos. Estos animales procesan materia vegetal pobre en proteínas y, en ocasiones, defendida por compuestos tóxicos.

Selección de caracteres “cautivos”

La selección natural es un marco relevante sobre el que contrastar la reintroducción de animales criados en cautividad. Su filtro retira de las poblaciones salvajes aquellos caracteres que reducen la eficiencia ante predadores y competidores.

La selección y cría de animales domésticos no sigue las mismas pautas. Buscamos la carne más magra o el crecimiento más rápido, a cambio de proteger esos individuos de sus antagonistas. Como consecuencia, los caracteres útiles en una población doméstica no son necesariamente útiles en una población salvaje.

La cría en cautividad de individuos de una especie también implica una selección de caracteres. No tan obvia como la llevada a cabo en agricultura y ganadería, pero significativa para la supervivencia en el medio natural. Es más, empieza a ser evidente que las adaptaciones a la cautividad pueden resultar perjudiciales también para los remanentes de la población salvaje.

En líneas generales, es necesario tener en cuenta que los animales procedentes de cautividad han crecido en un contexto diferente al que enfrenta la población salvaje. Esto determina su eficacia biológica, así como su comportamiento y relación con parásitos y patógenos.

Las dificultades aquí planteadas no discuten que la cría en cautividad pueda llegar a mejorar el estado de conservación de algunas poblaciones salvajes. Un ejemplo cercano es el programa de conservación ex situ del lince ibérico. Otro, pionero en su día, es el de los turones patinegros norteamericanos.

Esos ejemplos nos recuerdan que las medidas de conservación merecen un análisis pormenorizado. No sirven para cualquier especie, ni para cualquier problema. No deben surgir de la mera capacidad de ponerlas en marcha. Y, en cualquier caso, requieren apuestas de organización y financiación firmes.

La investigación sobre los urogallos cantábricos deja hasta el momento más noes que síes. No hay evidencia de que les resulte especialmente difícil desplazarse entre zonas de hábitat favorable. No hay evidencia de depredación fuera de lo común, ni de falta generalizada de recursos. Sí la hay de que la caza excesiva de mediados del siglo pasado conllevó una pérdida de diversidad genética.

Aun siendo conscientes de la escasez de datos, es posible explorar escenarios basados en la ciencia disponible. Uno que merece ser considerado, en mi opinión, es que la viabilidad de la población esté limitada por la pérdida de diversidad genética. Este escenario podría ser evaluado experimentalmente por las administraciones implicadas, al existir un marco teórico sólido.

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