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¿Se puede medir la emoción que nos genera un producto cotidiano?

El 29 de junio del 2007 se comenzó a celebrar el Día Mundial del Diseño Industrial, coincidiendo con la fundación del Consejo Internacional de Sociedades del Diseño Industrial (ICSID), actualmente WDO. Esta organización no gubernamental, reconocida en todo el mundo, tiene como objetivo promover la disciplina del diseño industrial y mejorar la calidad de vida económica, social, cultural y medioambiental.

El lema de este año, “Let’s get emotional” (“Emocionémonos”), nos habla de los objetos que nos rodean. Por muy pequeños que sean, estos generan lazos emocionales con las personas porque se unen a vivencias y experiencias. Por tanto, si el diseñador es capaz de captar esta conexión emocional, lo traducirá en mejores productos, servicios, experiencias y, en definitiva, en un diseño para un mundo mejor.

La gran pregunta que nos podemos hacer es si se puede medir la emoción que genera un producto y en base a qué parámetros se mide esa emoción.

Se debe tener en cuenta que el producto puede generar diferentes emociones a lo largo de todas sus etapas, desde las primeras fases de ideación y definición hasta las fases últimas, que van desde la extracción de la materia prima, fabricación, venta de dicho producto y su usabilidad. ¿Se puede realizar una trazabilidad de la emoción a lo largo de todo este proceso?

¿Qué es la ingeniería Kansei?

El ingeniero industrial Mitsuo Nagamachi desarrolló en 1995 lo que hoy conocemos como ingeniería Kansei. Esta es una herramienta de ingeniería que a partir de las necesidades emocionales de los usuarios establece modelos de predicción matemáticos que relacionan las características de los productos con esas necesidades.

Estos estudios partieron de las necesidades de carácter ergonómico del producto, fundamentalmente de un producto de consumo. Al día de hoy se pueden distinguir seis tipos de ingeniería Kansei. Desde una primera etapa en la que los datos se introducen de forma manual mediante encuestas y entrevistas que posteriormente se traducen en medidas, pasando a una segunda etapa en la que se introducen datos a partir de imágenes para luego introducir modelos matemáticos que relacionan todas estas bases de datos. Se llega a predecir esa emoción mostrando nuevas imágenes del producto final.

Esta herramienta, por lo tanto, puede traducir las expectativas emocionales de los clientes en especificaciones técnicas de diseño.

Pero hoy en día los usuarios somos mucho más exigentes. Pedimos que el producto no solo satisfaga una necesidad o un problema, sino que sea sencillo, amable, amigable y provoque esa emoción positiva en función de unos parámetros internos con los que se juzga el producto.

Las métricas con las que una sociedad se mueve determinan el resultado final de los productos, y estas métricas son variables. Varían con el tiempo, la cultura o las experiencias. La conciencia de la huella medioambiental que generamos con nuestras decisiones es cada día más fuerte y la búsqueda de un diseño que garantice un futuro socialmente equitativo, medioambientalmente sostenible, culturalmente diverso y económicamente viable es un parámetro que cobra fuerza día a día.

Diseño, IA y análisis de patrones

Por otra parte, nos encontramos en un mundo inmerso en la carrera de la inteligencia artificial (IA). Sus algoritmos son capaces de analizar una gran cantidad de datos y extraer patrones y tendencias, que pueden ser de gran utilidad para la toma de decisiones.

La inteligencia artificial emocional o computación afectiva intenta enseñar a las computadoras cómo reconocer y responder a las emociones humanas y utiliza una combinación de algoritmos de aprendizaje profundo para examinar diversos datos, como son las expresiones faciales, los patrones del habla y las respuestas fisiológicas como el ritmo cardíaco.

Unir esta computación afectiva con la ingeniería Kansei es un camino a andar. Aunque esta línea plantea dilemas éticos en el uso de los datos que se adquieren por esta vía relacionados con la seguridad, la privacidad o los diferentes sesgos, entre otros.

No podemos olvidar que la sociedad demanda un mundo en el que el diseño vaya más allá. Un diseño que produzca asombro por su belleza y que exista una armonía en la relación del usuario con el producto sin perjuicio de las personas ni del medioambiente.

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