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Portada de la edición integral de 13 Rúe del Percebe, de Francisco Ibáñez, 2018. Ediciones B.

Tebeos en los años sesenta: Zipi, Zape y Manuel Fraga en 13 Rue del Percebe

En la década de los sesenta del pasado siglo, España se distanció de los escenarios de penuria que caracterizaron la prolongada posguerra y los cambios afectaron a todos los sectores, incluida la historieta. Carpanta ya no busca desesperadamente el filete y, aunque sigue condenado a no probar bocado, el hambre no le motiva de manera tan obsesiva. De hecho, abandona el puente donde vivía, lo sustituye por una chabola algo más coqueta e, influido por su compañero Protasio, pierde buena parte de su carácter marginal.

Historieta de Carpanta en la que le realizan pruebas para que protagonice una película sobre su vida. Autor: Escobar. CERES -Red Digital de Colecciones de museos de España-, Museo de Dibujo Julio Gavín, Ediciones B, Grupo Z

Otro tanto ocurre con Don Pío, el personaje de Peñarroya que oscila entre las presiones consumistas de Doña Benita y un jefe que le niega el aumento de sueldo. Pues bien, Doña Benita ya no utiliza el rodillo de amasar y otros contundentes utensilios para establecer su predominio conyugal. Don Pío, por su parte, aparece más resignado que desesperado ante los dispendios de su mujer y goza de una situación relativamente confortable en la oficina.

Las travesuras de Zipi y Zape

Las travesuras de Zipi y Zape pierden sus dimensiones catastróficas y, como contrapartida, los castigos se suavizan y ya no pasan por la mazmorra, el látigo de siete cuerdas o la condena a pan y agua. Incluso Doña Urraca dulcifica su sádico comportamiento. La historieta de humor, por oposición o, mejor, por distanciamiento aburguesado con su propio pasado, se encamina hacia un costumbrismo prácticamente aséptico.

Cabecera de un tebeo de Zipi y Zape, creado por Escobar y publicado por la Editorial Bruguera desde 1948. Tebeosfera / Bruguera

Pero, además de las mejoras económicas, del anquilosamiento de los editores o de la creatividad acomodaticia de los autores, los poderes públicos también tienen una importante incidencia. La llegada de Fraga Iribarne al Ministerio de Información y Turismo en 1962 supone un auténtico terremoto para la prensa en general y para los tebeos en particular. Las Normas sobre Ordenación de las Publicaciones Infantiles y Juveniles, en vigor desde 1955, son aplicadas con renacido entusiasmo.

La Comisión de Información y Publicaciones Infantiles y Juveniles (CIPIJ), creada por orden ministerial de 13 de octubre del 62, se encarga de ello. Como secretario de la misma, Fraga nombra al dominico Jesús María Vázquez, quien enseguida se muestra mucho más eficaz que sus antecesores en las tareas censoras.

Se establece una nueva “corrección” entre los habitantes de las viñetas que ya no pueden hacer mofa de la autoridad ni vivir de la mendicidad ni propiciar situaciones truculentas ni exhibir comportamientos desaforados… Y los tebeos de aventuras también deben bajar el listón.

La prohibición de representar muertes y enfrentamientos violentos les hace perder dramatismo convirtiéndose en parodias de sí mismos, con la intriga rebajada por peleas de risa y las relaciones reducidas a una camaradería más cómica que heroica.

Pero no todo son agresiones desde la parte institucional. La resolución de 27 de junio de 1964 reconoce el derecho de los autores a inscribir sus obras en el Registro General de la Propiedad Intelectual con lo cual mejora su posición ante los editores que, al menos, empiezan a devolver originales.

Otra de las novedades de la década viene propiciada por el entramado, cada vez más tupido, de relaciones entre los diversos medios de comunicación. Las emisoras de radio difunden, junto a los polémicos ritmos de la música pop, un nuevo estilo de vida. Las fotonovelas adaptan algunos de los seriales radiofónicos de mayor éxito. Los actores de cine graban discos aprovechando el tirón de su popularidad y, en sentido inverso, cantantes y grupos musicales ruedan películas.

‘Don Tele’ de Guillermo Cifré para el ‘Tío Vivo’ de 1961.

El poso televisivo

Por encima de todos ellos, como extraordinaria coctelera mediática, irrumpe la televisión. La presencia de la pequeña pantalla se hace habitual en el paisaje tebeístico. Desde los primeros sesenta forma parte de la figuración de Pumby y no tarda en aparecer en La familia Ulises y en otras series domésticas. Pero el personaje emblemático en este punto es Don Tele de Cifré‚ que ya en 1960 ofrece las peripecias de un adicto a la televisión cuyo sueño de pasar el tiempo tranquilamente sentado ante el aparato se ve siempre frustrado por la irrupción de los vecinos, las obligaciones laborales o cualquier otro incidente.

En 1963 Blas Sanchis publica las aventuras de Perry Tostón, parodia de una popular serie televisiva protagonizada por un sagaz abogado. Y así, poco a poco, la historieta, el medio audiovisual dominante en los cuarenta y cincuenta, empieza a doblegarse ante el empuje de la televisión y a establecer con ella relaciones de clara subsidiariedad. En 1963 aparece Tele Color, en 1964 Tele chico, suplemento de Tele radio, y en 1965 Bruguera lanza Din Dan, revista que aprovecha la popularidad de la familia Telerín, protagonistas del anuncio de ir a la cama para los más pequeños, o de Bugs Bunny o de las marionetas de Herta Frankel que llegan a tener sus propias cabeceras con Aquí Marilín o Topo Gigio.

Ejemplares de la revista Sissi, editada por Bruguera. Wikimedia Commons / Melqart, CC BY-SA

Los tebeos destinados a un público femenino también sacan provecho de la conexión con otros medios. Ya la revista Sissi, lanzada por Bruguera en 1958, se acoge al éxito de las películas dedicadas a contar las románticas aventuras de la emperatriz de Austria y se vale de las facciones de Romy Schneider, la actriz que la encarna en la pantalla, para dibujar a la protagonista.

La publicación utiliza además portadas con fotografías de las grandes estrellas de Hollywood, mientras en el interior una sección titulada “En sesión privada” resume el argumento de una película apoyándose en unos cuantos fotogramas. También Tu romance (ed. Ferma 1959) reproduce en portada la fotografía en forma de corazón de un famoso actor que, según el correo de una supuesta lectora, guarda gran parecido con ese chico amado que no termina de fijarse en ella.

En 1961 las ediciones Bistagne ponen en el mercado la colección Idilio, que utiliza como subtítulo Te contaré mi película y desarrolla con sintética fidelidad el argumento de un film de éxito del que utiliza un fotograma como portada y ofrece una ficha técnica. Y no sólo el cine. Algunas colecciones como Serenata (ed. Toray 1959), Claro de luna (Íbero Mundial de Ediciones, 1959) o Hit Romance (ed. Vértice 1965) incluyen en portada o en contraportada la fotografía de Paul Anka, Rudy Ventura, Johnny Halliday, El Dúo Dinámico u otras figuras musicales del momento, añadiendo la letra de la canción que da título al cuadernillo y proporciona la base argumental de la historia que se cuenta en el interior.

Nº 18 de Mary Noticias de la Colección Heroínas de Ibero Mundial de Ediciones (Barcelona, 1962). Guionista: Roy Mark. Dibujante: Carmen Barbará. Tebeosfera / Ibero Mundial de Ediciones

Sin embargo, a la hora de hacer balance, no queda claro que la gravitación de la historieta dentro de la galaxia mediática sea beneficiosa. En lo que a publicaciones para chicas respecta, los primeros años de la década todavía asisten al lanzamiento de colecciones entre las que destacan Blanca (ed. Bistagne 1960), Romántica (Íbero Mundial de Ediciones 1961), As de corazones (ed. Bruguera 1961), Salomé (ed. Toray 1962), Mary Noticias (Íbero Mundial de Ediciones 1962) y Celia (ed. Bruguera 1963). Babette de Toray aparece en 1964, pero en realidad a partir de esas fechas el tebeo sentimental entra en crisis y son muy pocos los títulos que pasan la barrera de 1970. No cabe duda de que el factor decisivo de la recesión es la revolución que empieza a transformar el mundo de la mujer.

Los modelos de comportamiento transmitidos por los tebeos conectan cada vez menos con el público femenino, pero tampoco hay que descartar la incidencia de las fotonovelas o de las telenovelas que asumen contenidos similares. Y la misma cuestión se plantea con la historieta de aventuras. El Cachorro desaparece en 1960, El cosaco verde en 1963, El guerrero del antifaz y El Jabato en 1966, El Capitán Trueno en 1968… De hecho, salvo Doc Savage (ed. Rollán 1961), Flecha roja (ed. Maga 1962) y algún otro título, no se producen novedades reseñables. Puede que también aquí la competencia de la televisión, con sus telefilms y sus series de dibujos animados, tenga una parte de responsabilidad.

Así pues, frente a la aparente pujanza, numerosos síntomas revelan las grietas que resquebrajan el edificio tan esforzadamente puesto en pie en las décadas anteriores. De hecho, sólo las publicaciones de humor prosperan. Pero el incremento de sus tiradas se puede explicar, más que como captación de nuevo público, como consecuencia del aumento del nivel de vida.

Primer episodio publicado en la contracubierta del número 0 de Tío Vivo, 2ª época. Por F. Ibáñez. Tebeosfera / Bruguera

A finales de los sesenta un tebeo ya no pasa por muchas manos, sino que, al revés, cada mano puede acceder a muchos tebeos. Así que el número de ventas no refleja con exactitud el grado real de acogida. Como prueba reveladora, las creaciones de estos años alcanzan raramente la aceptación de sus antecesoras. Salvo los personajes de Ibáñez, en plena ebullición en este período –13 rue del Percebe (1961), El botones Sacarino (1963), Rompetechos (1964), Pepe Gotera y Otilio (1966)-, Agamenón de Nené Estivill (1961), Anacleto agente secreto de Vázquez (1967), pocas son las referencias destinadas a perdurar.

Analizando los datos con la perspectiva de la que ahora disponemos, se puede afirmar que los cambios económicos y sociales, combinados con la revolución mediática, incentivados por las presiones censoras y favorecidos por la pasividad de los editores, fraguan, ya a partir de mediados de los sesenta, la ruina de la historieta española.

El primer autor

De esa ruina, y a pesar de algunas iniciativas posteriores, la industria del tebeo ya nunca se repondrá, y en lo sucesivo deberá resignarse a unas dimensiones mucho más reducidas. Dimensiones más reducidas, pero también planteamientos más exigentes. 5 x Infinito, una obra de ciencia ficción de Esteban Maroto con originales resoluciones plásticas, logra reconocimiento internacional en 1968. En este mismo año Delta 99, con dibujos de Carlos Giménez y guiones de Mora, Flores y Toutain entre otros, también presenta algunas fórmulas inusuales en el tratamiento de la ciencia ficción. Pero, si hablamos de autores que marcan un nuevo rumbo, no podemos dejar de mencionar a Enric Sió.

Cabecera de la publicación Lavinia 2016 o la guerra dels poetes, ilustrada por Enric Sió y con guion de Emili Teixidor. ISSUU

En 1967 crea en colaboración con el guionista Emili Teixido una serie de claro trasfondo político titulada Lavinia 2016 o la guerra dels poetes que publica la revista catalana Oriflama. Sió, de talante independiente e interesado por otras formas artísticas, no tarda en colaborar con revistas de gran prestigio como la italiana Linus. Estos trabajos y los que le siguen a principios de los setenta hacen de él el primero de nuestros historietistas en alcanzar el estatus de autor; y gozar de un prestigio hasta entonces insólito para un dibujante de tebeos. Aunque la mayor parte de la industria no parece darse cuenta, los tiempos están cambiando.


Tercera entrega de la serie sobre la historieta durante la Guerra Civil y la dictadura franquista, firmada por Antonio Altarriba, guionista, teórico y estudioso del cómic y Premio Nacional de Cómic 2010 por “El arte de volar”.


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