Frente a la tentación de usar la inteligencia artificial como atajo para no realizar algunas tareas escolares o universitarias, es importante enseñar a los estudiantes a detectar los errores que genera.
Los docentes de hoy no solo deben ser capaces de usar las nuevas tecnologías en la enseñanza, sino que tienen la responsabilidad de transmitir la alfabetización digital a sus alumnos.
Cada vez más estudios apuntan a que tener el móvil a mano repercute no solo en la capacidad de atención de los estudiantes, sino en su ajuste emocional y conductual.
El miedo de ser sustituidos por ChatGPT o de que los alumnos dejen de esforzarse está infundado. Esta tecnología requiere de conocimientos y capacidad crítica para usarla provechosamente.
La IA educativa puede convertirse en una herramienta que favorezca mayor personalización, creatividad y comunicación entre todos los agentes que participan en los procesos de aprendizaje.
Existe una corriente ‘antipantallas’ que achaca muchos de los actuales males de la educación a su uso en las escuelas. Analizamos y desmontamos algunas de estas creencias.
Daniel Losada, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea
Las tecnologías digitales no están corrompiendo la educación, pero tampoco la están mejorando. Solo una planificación sosegada hacia una escuela para todos nos puede llevar a un desenlace positivo en su integración.
Los docentes se esfuerzan por incorporar un arsenal tecnólogico a sus clases, pero de nada sirve sin un diseño instruccional que valore la situación de partida y el contexto.
El hecho de que directores de grandes empresas tecnológicas lleven a sus hijos a centros sin pantallas ha suscitado debate sobre si se deberían prohibir o no las tecnologías en las escuelas.
Usar dispositivos, aplicaciones e internet puede ser un aliado para mejorar en todos los aspectos de la escritura: desde la caligrafía y la ortografía hasta la organización de un texto.
Los centros educativos avanzan en la digitalización tras el impulso de la pandemia, aunque aún faltan planes a medio plazo, especialistas y aplicaciones concretas en metodologías y evaluación.
Descubrimos herramientas computarizadas que permiten ir adaptando la tarea a medida que se evalúan las necesidades: un ‘entrenamiento’ que aprovecha todo el potencial del alumno.
Es posible paliar la falta de recursos tecnológicos de muchas escuelas rurales con un proyecto de laboratorios remotos como el R3. Los alumnos hacen experimentos a través de internet.
El modelo de aprendizaje que experimente el futuro docente determinará qué opción escogerá durante su ejercicio profesional. Es importante el uso y aplicación de modelos de aprendizaje activo.
Pizarras digitales, robótica… el uso de la tecnología se asocia con la innovación educativa, pero si no hay innovación metodológica, no sirve da nada. Huyamos de la innovación vacía.
El acceso a internet y el uso de diferentes herramientas según la asignatura favorece el rendimiento académico de los estudiantes de la ESO, según un reciente estudio.
Ricardo Riaza, Universidad Politécnica de Madrid (UPM)
Tal vez las expectativas puestas en las tecnologías en educación hayan sido desde el principio demasiado altas. ¿Están produciendo mejoras en el aprendizaje? ¿Se están aplicando adecuadamente?
La crisis educativa que ha traído la pandemia ha puesto de manifiesto muchas carencias y también ha convertido la educación en un negocio que muchos “gurús” han aprovechado para lanzar propuestas educativas sin ninguna evidencia científica. Los estudiantes serán los grandes perjudicados.
Profesora Titular del Departamento de Didáctica y Organización Escolar. Miembro del Grupo de Investigación de Tecnología Educativa, Universidad de Murcia