El violento conflicto entre Hezbolá e Israel se ha intensificado en los últimos días. Informes procedentes de Líbano indican que los ataques aéreos israelíes han matado a 492 personas y herido a más de 1 600.
Estos últimos ataques aéreos se producen poco después de que miles de buscapersonas y otros dispositivos electrónicos explotaran en todo Líbano los días 17 y 18 de septiembre, matando a 37 personas e hiriendo a miles.
Hezbolá se apresuró a culpar de las explosiones a Israel, que no se ha atribuido el ataque. Volker Turk, Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, declaró que el derecho internacional humanitario prohíbe el uso de artefactos explosivos y que “es un crimen de guerra cometer actos de violencia destinados a sembrar el terror entre la población civil”.
Días después, Israel bombardeó un edificio en Beirut, matando a 45 personas, entre ellas un comandante de Hezbolá.
Al parecer, funcionarios israelíes han afirmado que sus recientes ataques contra Líbano son un intento de alcanzar “la desescalada mediante la escalada”. Sin embargo, en respuesta, Hezbolá ha lanzado cientos de cohetes dirigidos a Israel, lo que indica que es poco probable que los intentos israelíes de lograr una desescalada funcionen.
En un discurso pronunciado tras las explosiones de los buscapersonas, el líder de Hezbolá, Hassan Nasrallah, afirmó que Israel había “cruzado todas las líneas rojas”, que el grupo seguía decidido y que continuaría sus ataques contra Israel.
Guerra psicológica
Desde que comenzó la actual guerra entre Hamás e Israel en octubre de 2023, los violentos intercambios entre Hezbolá y el ejército israelí se han basado en una lógica de disuasión, en la que cada parte intenta disuadir a la otra de ampliar el conflicto.
Sin embargo, el ministro de Defensa israelí, Yoav Gallant, declaró recientemente que el esfuerzo bélico israelí se está desplazando hacia el norte del país y que Israel tiene previsto intensificar sus ataques contra Líbano.
El presidente israelí Isaac Herzog ha afirmado que Hezbolá esconde cohetes en casas de civiles, sugiriendo que podrían convertirse en objetivos. Mientras tanto, el ministro de Educación israelí ha pedido “una guerra masiva contra Líbano”. También ha declarado: “No hay diferencia entre Hezbolá y Líbano. Tal y como van las cosas, Líbano será aniquilado”.
Estos comentarios, junto con los ataques contra Líbano, indican que el enfrentamiento entre Hezbolá e Israel puede hacerse más intenso en las próximas semanas y meses. También exacerban el nivel de terror entre la población civil, que ya está lidiando con la incertidumbre y el estrés que ha provocado la guerra.
Aunque Israel no ha confirmado estar detrás de las explosiones de los buscas, aviones israelíes sobrevuelan Líbano con regularidad, provocando explosiones sónicas al romper la barrera del sonido. Se trata de una táctica diseñada para sembrar el miedo entre la población civil.
Israel ha adoptado una táctica similar en Gaza, utilizando aviones no tripulados que producen un fuerte zumbido constante que provoca ansiedad y una sensación de inseguridad.
Estas exhibiciones permiten a Israel demostrar la fuerza de sus capacidades militares. En este contexto, Israel está intensificando sus ataques en todo Líbano para erosionar la moral del pueblo libanés.
¿Qué es el terrorismo?
Las explosiones en todo el Líbano infundieron un profundo terror entre la población. Entre los heridos y muertos había civiles inocentes, incluidos niños.
Esto plantea la cuestión: ¿se consideran terroristas los atentados indiscriminados que siembran el miedo entre la población civil si reúnen todas las características del terrorismo pero carecen de un objetivo o motivación específicos, dado que nadie ha reivindicado ninguno?
Los estudiosos de la política han intentado elaborar definiciones de terrorismo. Algunos sostienen que cualquier acción que genere terror o pánico y tenga como objetivo desestabilizar a la sociedad puede considerarse un acto terrorista.
Sin embargo, la falta de una reivindicación clara complica esta clasificación. Estos actos parecen más similares a acciones delictivas, ya que las motivaciones políticas o ideológicas no están formalmente establecidas.
El concepto de terrorismo se originó durante la Revolución francesa, especialmente durante el Reinado del Terror, un periodo violento marcado por la ejecución de decenas de miles de personas por parte de los gobiernos revolucionarios.
En respuesta al terror estatal, surgieron grupos que se identificaban como revolucionarios y empleaban tácticas similares para resistir a sus autoridades. Estos grupos fueron considerados terroristas.
Desde entonces, el terrorismo se considera una forma de comunicación violenta dirigida contra un Estado, que utiliza medios letales para infundir miedo y lograr objetivos ideológicos o políticos específicos.
En 1979, el gobierno de Estados Unidos comenzó a designar a determinados países como “Estados patrocinadores del terrorismo”. Irán estuvo especialmente implicado en el apoyo a tales actividades tras la Revolución iraní.
En la actualidad, la cuestión de si los Estados emplean tácticas similares al terrorismo es compleja y objeto de un amplio debate. Las estrategias antiterroristas suelen tener como objetivo proteger a las naciones de amenazas inmediatas, mientras que la contrainsurgencia se centra en estabilizar y apoyar a los gobiernos existentes.
Pero la contrainsurgencia violenta plantea dilemas éticos. Puede perpetuar ciclos de violencia, causar más terror y reforzar la rebelión entre las poblaciones afectadas.
¿Funcionan estos atentados?
Si el objetivo es sembrar el miedo, entonces estos atentados tienen éxito. Las explosiones desencadenaron escenas de pánico en lugares públicos, ya que tiendas, restaurantes, escuelas y hospitales se convirtieron en focos de terror.
Sin embargo, si como ha sugerido el Gobierno israelí los atentados buscan debilitar el apoyo de Hezbolá entre la población libanesa, pueden tener el efecto contrario. Aunque muchos libaneses se han mostrado críticos con la implicación de Hezbolá en el conflicto, estos recientes ataques se perciben como dirigidos contra todos los libaneses.
Muchos civiles inocentes murieron o resultaron heridos, entre ellos mujeres, niños y personal sanitario. Personas de toda condición sintieron una amenaza palpable, lo que dio lugar a una solidaridad sin precedentes.
Desde una perspectiva antropológica, los últimos ataques de Israel han galvanizado un mayor sentimiento de solidaridad entre la población libanesa. Tras los atentados, se hicieron llamamientos a donaciones de sangre, y varios partidos políticos y grupos religiosos expresaron su apoyo a las víctimas.
A Hezbolá, estos atentados, a pesar de las importantes pérdidas humanas, pueden reforzarle políticamente. Refuerzan su narrativa de martirio y presentan al grupo como defensor del Líbano ante sus seguidores.
Los ataques transfronterizos de Israel y Hezbolá están diseñados en parte para presionar a la población civil y, a su vez, al bando contrario. Sin embargo, esta guerra psicológica no ha dado los resultados esperados para ninguno de los dos bandos. Miles de civiles a ambos lados de la frontera han tenido que huir de sus hogares. Sin embargo, ninguno de los dos bandos parece haberse amilanado.
A medida que los ataques se vuelven más mortíferos y la retórica más incendiaria, urge desescalar las tensiones, abandonar este enfoque violento y volver a la diplomacia.