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Un cerebro preparado para cada identidad de género

¿Por qué tenemos consciencia de ser hombres, mujeres u otra variante? ¿Por qué esa identidad es congruente con los genitales en la inmensa mayoría de los casos? Hasta hace poco parecía todo obvio: como en la naturaleza hay machos y hembras, en nuestra especie hay hombres y mujeres.

¿Es siempre así? ¿Se puede trasladar el binomio macho-hembra al hombre-mujer? Parece que no, hay individuos cuya consciencia de ser hombre o mujer no concuerda con sus genitales. Hablamos de las personas transgénero que, con respecto a este hecho, se diferencian de la inmensa mayoría que conforman las personas congruentes o cisgénero.

¿Tiene la identidad trans su correlato en rasgos específicos de la estructura y el funcionamiento del cerebro? ¿Existe una base psicobiológica? Según nuestras investigaciones, sí.

Siguiendo la pista de las ratas

Cuando en los años ochenta estudiábamos las diferencias sexuales en el sistema olfatorio de roedores y las conductas reproductoras, no imaginábamos que nos conduciría a investigar la identidad de género.

Todo comenzó con el trabajo del neurobiólogo neerlandés Dick Swaab, del Instituto de Neurociencias de los Países Bajos. Swaab comparó el volumen de varias regiones del área preóptica y el hipotálamo en cerebros de hombres y mujeres cisgénero y mujeres transgénero fallecidos y observó que el volumen del núcleo de una zona llamada estría terminal estaba feminizado en las mujeres trans.

Swaab fundamentó su estudio en hallazgos previos de nuestro grupo: mostraban que, en las ratas, dicho núcleo es sexualmente dimorfo (difiere anatómicamente en función del sexo) y participa en la conducta sexual. También estaba descrito que contenía receptores para las hormonas sexuales. Todo lo referente a sexo y género se entiende mejor desde la perspectiva de la diferenciación sexual del cerebro.

Hoy, las técnicas de neuroimagen permiten estudiar in vivo la estructura anatómica y funcional del cerebro de personas cis y transgénero. Inicialmente, el interés se centró en el hipotálamo, y los investigadores encontraron que su respuesta a olores relacionados con feromonas masculinas es similar en mujeres cis y trans. Estos resultados apoyaban la feminización del cerebro en las últimas, como ya había avanzado Swaab.

Diferencias en la corteza cerebral

El hipotálamo es una región que controla las respuestas vegetativas y neurohormonales, pero la identidad de género es un rasgo de la conducta que requiere interacciones entre la percepción del cuerpo y los estímulos y modelos sociales. Este hecho nos empujó a focalizar los estudios en la corteza cerebral, que es donde se gestiona ese complejo proceso.

Se sabe que la corteza de las mujeres cis y trans y la de los hombres trans es más gruesa que la de los hombres cisgénero. Curiosamente, aunque las mujeres cis y los hombres y mujeres trans no se diferencian en cuanto al grosor global de esa parte del cerebro, cada uno de los tres grupos difiere de los hombres cis en el espesor de distintas regiones. En consecuencia, propusimos la existencia de cuatro fenotipos o modalidades corticales asociados a las identidades de género binarias.

La corteza, a lo largo de la vida, experimenta un proceso de adelgazamiento que depende de la funcionalidad de los receptores para andrógenos, proteínas a las que se unen las hormonas sexuales para acoplarse al ADN y ejercer su efecto. Además, tras examinar una población amplia de personas cis y transgénero, observamos la existencia de variaciones genéticas para los receptores de andrógenos, estrógenos y la aromatasa asociadas a los individuos trans. Estos hallazgos sugieren que la corteza se desarrolla de manera diferente en función de las hormonas.

Conexiones bajo la lupa

Cuando abordamos la conectividad de la corteza, también observamos diferencias entre las cuatro identidades respecto a la microestructura de los fascículos o vías de conexión cerebrales implicadas en la cognición y la emoción. Además de diferir entre hombres y mujeres cis, algunos de esos fascículos están masculinizados y defeminizados en los hombres transgénero y feminizados y demasculinizados en las mujeres trans.

Los estudios estructurales y la función de los receptores de andrógenos y estrógenos en la diferenciación sexual del cerebro formaron el armazón para que ofreciésemos una teoría explicativa que basa las diversas identidades en un desarrollo diferencial de la corteza cerebral.

Mediante una técnica llamada conectividad funcional en reposo (RMrf), conseguimos visualizar la actividad neuronal por el grado de oxigenación de la hemoglobina en las distintas regiones del cerebro. Con las señales obtenidas se definen redes complejas de comunicación, lo cual nos permite averiguar cómo se comunican diferentes zonas cerebrales y se gestiona la información. Es decir, cómo funciona el órgano pensante.

¿Hay diferencias entre los géneros también respecto a esas redes neurales? Los trabajos del grupo de la neurocientífica Ivanka Savic señalan a las conexiones fronto-parietales relacionadas con la percepción del cuerpo. Concretamente, la conectividad es más débil en los hombres trans.

Para construir la imagen del cuerpo, base de la identidad, no es suficiente representar sus partes en las regiones sensoriales de la corteza (somato-percepción): se requiere también una reconstrucción compleja que incluye las emociones y las actitudes hacia el propio cuerpo (somato-representación).

El yo no es neutro, tiene género

Nuestra estrategia consistió en no avanzar hipótesis y observar si emergían redes en las que los cuatro fenotipos se diferenciasen. Así, observamos diferencias en la fuerza de las conexiones relacionadas con la identidad de hombres y mujeres cis y trans y en la interrelación de las llamadas redes de atención, neuronal por defecto, fronto-parietal y sensomotora.

En esta relación, la red de atención parece jugar una función apagado/encendido respecto a las otras, un hallazgo que añadía complejidad a las redes. Que esta arquitectura estuviera ligada a las diferentes identidades de género nos condujo a proponer que el yo no es neutro, sino que tiene género: es un gendered-self.

Los estudios con RMfr proporcionan una fotografía de las conexiones, pero estas se modifican continuamente en respuesta a estímulos internos y externos. La película de la conectividad, de cómo cambia en el tiempo, nos la proporciona la RMfr-dinámica. Con esta técnica hemos descrito varios patrones de conectividad asociados a las diferentes identidades de género. También se identifican cuatro fenotipos cerebrales cuando se estudia cómo se propaga la actividad neural por todo el cerebro y cómo varía esa propagación en el tiempo.

El hecho de que los cuatro fenotipos se observen tanto a nivel de estructura como de función cerebral, y la asociación de variaciones genéticas en los receptores para hormonas relacionadas con la diferenciación sexual, sugiere que esta prepara los cerebros para acoplarse a los modelos sociales de hombre o de mujer, independientemente de los genitales.

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