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Una arquitectura que previene y cura para tiempos de pandemia

Si algo hemos aprendido durante estos largos meses de pandemia es que esos lugares que teníamos a veces medio olvidados por culpa del ajetreo, el trabajo y el frenesí de la vida diaria se han convertido en nuestro espacio seguro.

La necesidad de refugiarnos del contagio de este temido virus nos devuelve a situaciones nunca vividas antes. Las ciudades se convirtieron en un lugar de paso, sin hueco para las estancias, la convivencia, las reuniones, el bullicio… El silencio se adueñó de ellas y solo nos quedó intentar seguir habitando nuestras pequeñas burbujas, intentando separarnos de una posible infección.

Las viviendas que nos cobijan, los espacios donde descansamos, leemos, escuchamos música, jugamos… en definitiva, donde vivimos, nos han permitido volver al útero materno en el que encontrar la calma, el sosiego y la realización personal.

La vivienda se ha convertido en un bien esencial en este momento en el que el aislamiento y la distancia interpersonal son algunas de las mejores armas para la disminución de los contagios.

La arquitectura como disciplina preventiva y curativa

Durante estos últimos años la arquitectura ha sido percibida por gran parte de la ciudadanía como una disciplina grandilocuente, hecha por y para arquitectos, con el principal propósito de entretener, divertir y asombrar plásticamente a la audiencia.

Auditorios, museos y centros comerciales son lugares de reunión donde el contacto y el movimiento interpersonal se antojan excesivos en estos momentos. Salas de conciertos para escuchar música, espacios para bailar y cantar como grandes auditorios y salas de espectáculos. Centros comerciales donde realizar compras en tiendas, comer en restaurantes, ir al cine, quedar con los amigo, museos y salas de arte que permiten el visionado de películas, paseo por las exposiciones. Oficinas donde realizar trabajos de forma colaborativa, salas de reuniones. Muchas son las actividades que se realizan en arquitecturas cerradas y que, debido a la pandemia, tendrán la oportunidad de repensarse.

Pero de la noche a la mañana hemos cambiado nuestro lugar de trabajo sin ningún tipo de reflexión respecto a la salud, el sedentarismo o el aislamiento social. Los aspectos relativos al cuidado de la salud física y mental en tiempos de pandemia han de ser tenidos en cuenta, no solo a nivel médico, sino también por el resto de disciplinas.

Si bien es cierto que la medicina está en el centro de todas las miradas con el fin de que, con premura, se consiga una cura para esta enfermedad, no es menos cierto que hay saberes como la arquitectura que sirven de soporte para el cuidado de las personas. La arquitectura como actividad preventiva y curativa.

Durante el primer confinamiento, las viviendas que habitamos pasaron a ser un bien de primera necesidad. Se elevaron los precios de los inmuebles que contaban con balcones, terrazas, luz natural, ventilación cruzada, jardín, etc., poniendo de manifiesto que nuestros hogares se habían convertido en una sucesión de elementos rígidos sin posibilidad de adaptación a la nueva situación.

Cocinas habilitadas para dar o recibir clases, salones convertidos en cuartos de juego o gimnasios, habitaciones donde el descanso y el modo oficina transcurren sin solución de continuidad. Cualquier rincón era válido para cualquier actividad.

Hay que señalar que cada espacio proyectado en una vivienda ha sido diseñado para cumplir una función. El lugar, el contacto con la ciudad, la orientación, el soleamiento, las vistas, los recorridos, el programa, los materiales, la sostenibilidad y la eficiencia energética son algunos de los ingredientes básicos para cocinar una buena arquitectura.

La arquitectura es una disciplina que permite concebir espacios para el confort y el disfrute del ser humano, facilitando su desarrollo personal y favoreciendo tanto las relaciones interpersonales como la privacidad de los individuos.

Las viviendas sociales en Madrid

Mientras las casas encogen por dentro, parece que nosotros crecemos.

En la década de los 50, la vivienda en Madrid sufrió una gran revolución que permitió incluir un orden interior en el diseño de los hogares que hasta entonces contaban con un único espacio diáfano para toda la unidad familiar. En España se vivía una tardía revolución industrial y se buscaban soluciones urgentes, funcionales e higiénicas para las viviendas debido, principalmente, al hacinamiento, la miseria y la inmigración.

Aspectos relativos a la salubridad, el confort, la privacidad y el aprovechamiento de los espacios fueron dando lugar, con el paso del tiempo, a memorables intervenciones arquitectónicas como el Poblado Dirigido de Entrevías de Sáenz de Oíza, Sierra y Alvear; el de Caño Roto, obra de Vázquez de Castro e Íñiguez de Onzoño; el Poblado Dirigido de Orcasitas, propuesta realizada por Leoz y Ruiz Hervás; o el de Manoteras, obra de Ambrós, García Benito, García Rodríguez y Quereizaeta.

Aunque la finalidad última era la de dotar de una vivienda a quienes no la tenían, cuestiones relacionadas con la modulación de los elementos a partir de una unidad repetida, la flexibilidad en la posición de los vacíos, la separación de circulaciones, la autoconstrucción, la inclusión de patios que se empleaban como corral, huerto o simplemente como jardín, se antojaron parámetros indisolubles de la arquitectura al servicio del individuo.

Los puntos de partida no eran similares a los actuales: en algunos casos se trataba de absorber el chabolismo existente en la zona, en otros la falta de medios económicos y la austeridad del momento eran prioridades. Pero la arquitectura ha ido dando respuesta desde siempre a los cambios que se han ido sucediendo en nuestra sociedad.

La pandemia que sufrimos en estos momentos nos debe hacer reflexionar de nuevo sobre las tipologías de viviendas sociales y la Administración ha de dar los pasos necesarios para que la normativa no sea un impedimento.

El mundo que viene: la industrialización

Pese a que las leyes en los años 50 y 60 incitaban a la industrialización, prefabricación y mecanización de los procesos constructivos, en la construcción de los poblados se empleó la menor cantidad posible de maquinaria con el fin mitigar el paro que existía en esos momentos.

La autoconstrucción, asistida por una dirección técnica cualificada, se planteó como una buena manera de cumplir, al mismo tiempo, un fin social. Además de los aspectos relativos a la higiene, la comodidad, el espacio, la salubridad, el confort térmico, la luz y la ventilación natural, las viviendas eran construidas con métodos de racionalización técnica y organizativa, abaratando costes y garantizando su acceso a la población.

No solo es importante el reducido coste final de la vivienda social, sino también el número de posibilidades que puede ofrecer tanto a diferentes tipos de familias como a distintos usos a lo largo del tiempo. A través de diversos prototipos experimentales, Le Corbusier y Mies van der Rohe fueron los primeros arquitectos en entender que el espacio construido debería poder ser usado y configurado de maneras diversas y tiempos determinados.

En la actualidad, la Plataforma para la Industrialización de Viviendas (PIV) vuelve a intentar de manera decidida lo que ya se consiguió en los años 50-60 en Madrid. Se trata de dinamizar, fortalecer, expandir y promover la industrialización de las viviendas con el fin de garantizar el cumplimiento de todos los requisitos arquitectónicos que debe tener un hogar: menor consumo de recursos, abaratamiento de costes, menores emisiones operativas, mayor confortabilidad, durabilidad y seguridad. Todo ello, unido a la flexibilidad que permiten la modulación y seriación de elementos, facilitarán que nuestras futuras viviendas se adapten a nuevas formas de vida y no al revés.

Reflexiones finales

El trabajo del arquitecto siempre ha pretendido ofrecer una respuesta a las necesidades de la sociedad en cada momento de la historia.

La covid-19 ha cambiado el orden de prioridades en nuestro mundo. Mientras la vivienda se ha empleado en muchos casos solamente como lugar de descanso (en grandes ciudades como Madrid es muy habitual hacer vida fuera de casa de 7 de la mañana a 9 de la noche), durante esta pandemia que vivimos se ha convertido en nuestro hábitat más seguro, confortable y multivalente.

Habitar una vivienda que responda a nuestras necesidades en función de las circunstancias que nos toca vivir nos permite desarrollarnos de manera plena. Una vivienda debe cambiarnos la vida: cuidarnos, calmarnos, divertirnos, abrazarnos, mimarnos.

Parece necesario hacer uso de la flexibilidad y la polivalencia como métodos para satisfacer las necesidades actuales. La pandemia pasará (aunque ha sido un aviso que no deberíamos menospreciar y reaccionar antes de que lleguen otras que, según confirman los expertos de la OMS, llegarán) pero los nuevos modos de vida han venido para quedarse y harán surgir nuevas unidades de habitación con exigencias muy diversas.

La necesidad de una vivienda que se adapte a diferentes usos a lo largo del tiempo y que pueda acoger distintos modos de vida nos permitirá abordar situaciones como la vivida en 2020 de manera más flexible, más social y humana.


La versión original de este artículo aparece en la Revista Telos, de Fundación Telefónica.


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