En ocasiones, la democracia choca con las labores que hacen los servicios de inteligencia de muchos países, que bajo el argumento de mantener la seguridad nacional, campan a sus anchas y no respetan derechos fundamentales.
El ‘software’ malicioso Pegasus puede atacar a cualquier persona y está diseñado para no ser detectado. Infecta un móvil a través de ‘phishing’ o de vulnerabilidades de aplicaciones que tenemos instaladas. Sin embargo, solo se emplea con objetivos de perfil alto. En principio los ciudadanos de a pie no tenemos que preocuparnos por ser espiados, aunque sí por la salud de la democracia.
Noticias falsas, propaganda, llamadas de auxilio, imágenes de muertos, de ataques a infraestructuras críticas… Aunque la ciberguerra ayude en ocasiones, también hace mucho daño y luchar contra un ciberejército como el ruso no es sencillo. Es necesaria la creación de una legislación internacional que la regule.
El riesgo de que Ucrania, pero también los países europeos y Estados Unidos, sufran ciberataques por parte de Rusia o de grupos afines a su causa es elevado.
En ciertas situaciones de conflicto como la de Ucrania, algunos estados recurren a la manipulación por diferentes medios para influir en las decisiones de otros. Son las llamadas amenazas híbridas.
Los sensores instalados en edificios y vehículos recogen abundantes datos relacionados con sus usuarios. No solo debe garantizarse la protección de estos datos, también la privacidad.
Crecen los ciberataques a empresas y organizaciones, que deben aumentar las medidas de previsión y monitoreo para evitar sus consecuencias: pérdida de confianza, multas y daños a la gestión.
El confinamiento ha sido un escenario ideal para los ciberdelincuentes. Al haber mayor actividad en la red, ha habido también mayor exposición y por tanto más ventanas abiertas por donde intentar colarse.
Un ciberataque a una empresa involucrada en la producción de móviles, ordenadores o de los programas que utilizan puede comprometer la seguridad del cliente final.
Dada la creciente capacidad de cómputo de los ordenadores que utilizan los ciberdelincuentes y la cantidad de cuentas que mantenemos abiertas, ¿es inevitable que se comprometan nuestras contraseñas?
Los fallos humanos, y no los agujeros de seguridad tecnológicos, son la causa más habitual de los ciberataques. Su prevención tiene que ver principalmente con hábitos personales de seguridad.
Si bien es más cómodo que crear una nueva cuenta en cada web o ‘app’ que utilizamos, iniciar sesión a través de algún proveedor externo como Facebook o Google supone riesgos para la privacidad.
Vigilar los remitentes de los correos y no descargar aplicaciones de origen desconocidos son algunas de las claves para evitar que roben nuestra información sensible, o la de nuestra empresa.
Asia y Estados Unidos avanzan imparables en el tratamiento de los datos. Mientras, Europa permanece en una especie de parálisis que afecta a investigadores, empresas, universidades y hasta los propios Gobiernos.
Profesora agregada. Directora del Máster Universitario en Seguridad de las Tecnologías de la Información y de las Comunicaciones, UOC - Universitat Oberta de Catalunya