Para que los habitantes de las ciudades tengan una zona verde a menos de 300 metros, como recomienda la OMS, no basta con construir más parques, también hay que recurrir a cubiertas y fachadas con vegetación.
La incorporación de vegetación en las ciudades, a través de parques y cubiertas verdes, mejora la calidad del aire, las temperaturas y aporta espacios de encuentro y ocio.
Los espacios verdes aportan soluciones basadas en la naturaleza para abordar problemas urbanos como la contaminación, la alimentación de cercanía, la salud, las relaciones sociales y el empleo.
La creación de anillos, cinturones y murallas verdes e islas de biodiversidad es una estrategia ecológica solvente y económicamente sólida para paliar los efectos del cambio climático.