tag:theconversation.com,2011:/us/topics/editoriales-cientificas-90365/articleseditoriales científicas – The Conversation2023-09-19T17:16:06Ztag:theconversation.com,2011:article/2123932023-09-19T17:16:06Z2023-09-19T17:16:06ZEl sangrante precio de publicar ciencia<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/545751/original/file-20230831-23-zv8ayu.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=10%2C15%2C3349%2C2226&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">shutterstock</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/hat-graduation-model-on-coins-saving-1039286131">ITTIGallery/Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>Nuestra sociedad no se puede entender sin la enorme aportación de la ciencia al bienestar humano. Las investigaciones fundamentales sobre el electromagnetismo en el siglo XIX nos permitieron desarrollar la luz eléctrica y las telecomunicaciones. El descubrimiento de la mecánica cuántica a principios del siglo XX condujo al desarrollo del transistor, la electrónica y la química moderna. Los avances en biología y medicina nos permiten hoy en día superar los ochenta años de esperanza de vida, mientras que el descubrimiento de la doble hélice de ADN nos ha permitido curar enfermedades letales. La lista sería infinita, pero nada es gratis.</p>
<p>Los avances no son posibles sin una inversión importante en ciencia básica. En los países desarrollados, el coste de la investigación se sufraga principalmente con fondos públicos y supera con frecuencia <a href="https://datos.bancomundial.org/indicator/GB.XPD.RSDV.GD.ZS">el 2.5 % de su producto interior bruto</a>, aunque apenas alcanza el 1.4% en España. Esta inversión, siendo indispensable, no es suficiente para garantizar el progreso científico. En efecto, si dejásemos la ciencia encerrada en los laboratorios, no sería posible la mejora social, hay que hacerla pública. Por eso, hay que añadir también el precio de publicar los trabajos científicos y, además, permitir su acceso a todos los sectores de la sociedad. </p>
<p>Desgraciadamente, los costes para acceder a la producción científica han ido <a href="https://www.theguardian.com/science/2017/jun/27/profitable-business-scientific-publishing-bad-for-science">aumentando paulatinamente</a>, hasta convertirse en una barrera enorme para el acceso universal a la ciencia (<a href="https://www.chronicle.com/article/the-corporate-capture-of-open-access-publishing">Kember y Brand,<em>The corporate capture of Open-Access Publishing</em></a>). </p>
<p>Los grandes beneficiados son los grupos editoriales como Elsevier, Springer-Nature, Wiley o Taylor & Francis, que declaran ingresos superiores a los 15 000 millones de euros anuales, lo que sitúa a la industria editorial científica entre la industria audiovisual y la discográfica en volumen de facturación, pero con un margen de beneficio que ronda el 40 % (<a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S221042242300059X">Brawens, Reike y Calisto-Briant <em>Science for Sale? Why academic marketization is a problem</em></a>).</p>
<h2>El insólito modelo de difusión de los resultados de la ciencia</h2>
<p>La causa es estructural y tiene su origen en el modelo. Para entenderlo, imaginemos que hacemos un pastel con unos amigos. Desarrollamos la receta; pagamos la harina, los huevos, el azúcar y el chocolate; mezclamos los ingredientes con nuestras propias manos y lo cocinamos en un horno de nuestra propiedad en nuestra cocina. Cuando está listo, viene un señor y, con la excusa de ponerle una guinda, se queda con la tarta y nos cobra a cada uno 10 euros la ración. ¡Parecería una tomadura de pelo! Pues esta es justamente la relación comercial que se ha institucionalizado entre la ciencia y la industria editorial. </p>
<p>La investigación se paga casi íntegramente con fondos públicos, pero después la industria editorial se cobra, a costa de esos mismos fondos, enormes sumas por editar el resultado de años de investigación científica y permitir su consulta en bibliotecas o plataformas digitales de pago.</p>
<p>Ante esta situación, a finales del siglo pasado la comunidad científica creó la primera gran plataforma de acceso público universal a la ciencia, el repositorio <a href="https://arxiv.org/">ArXiv</a>, donde los autores, principalmente de las áreas de Física y Matemáticas, depositaban sus propios manuscritos en formato digital, saltándose así la barrera de la suscripción y dando genuino acceso abierto a la producción científica. A fecha de hoy, este repositorio es un éxito enorme y recibe alrededor de 180 000 artículos anuales, lo que se alcanza a gestionar mediante donaciones desinteresadas a un precio de apenas <a href="https://info.arxiv.org/about/reports/index.html">14 $ por artículo</a>.</p>
<h2>Los acuerdos transformativos y su coste</h2>
<p>Las grandes editoriales han reaccionado a esta iniciativa con astucia. En lugar de cobrar a las instituciones una tasa por la suscripción a las revistas científicas, han pasado a abanderar un falso movimiento de <a href="https://www.coalition-s.org/">acceso abierto</a>: las editoriales se comprometen a colgar en sus portales los artículos científicos y darles acceso libre, pero a cambio del pago de una cuantiosa “<a href="https://en.wikipedia.org/wiki/Article_processing_charge">cuota por procesamiento de artículo</a>”, lo que abre el acceso a la literatura científica a costa de limitar gravemente la participación de los propios científicos en su difusión (<a href="https://crln.acrl.org/index.php/crlnews/article/view/25032/32927">Asher et al., <em>Transformative Agreements: Six myths, busted</em></a>). </p>
<p>En la actualidad, la implantación piloto de esta idea se lleva a cabo mediante los llamados <a href="https://www.crue.org/proyecto/acuerdos-con-editoriales/">acuerdos transformativos</a>, fomentados por la <a href="https://www.coalition-s.org/">Unión Europea</a> y suscritos por las universidades públicas con las editoriales <a href="https://www.crue.org/wp-content/uploads/2022/02/Letter-to-CRUE-29th-of-January-021-vdef.pdf">Elsevier</a>, <a href="https://www.crue.org/wp-content/uploads/2021/09/MoU-WILEY.pdf">Wiley</a>, <a href="https://www.crue.org/wp-content/uploads/2021/09/MoU-Springer.pdf">Springer-Nature</a> y <a href="https://www.crue.org/wp-content/uploads/2022/01/MoU-ACS.pdf">ACS</a>. Sin embargo, el acuerdo suscrito en España supone un desembolso de <a href="https://www.eldiario.es/sociedad/cuatro-editoriales-cobran-170-millones-cuatro-anos-universidades-espanolas-csic-leer-publicar-articulos-cientificos_1_9882268.html">170 millones de euros</a> en cuatro años, precio por el cual las editoriales acceden a publicar en acceso libre nada más que 50 000 artículos científicos. Esto significa que las universidades españolas pagan por dar acceso libre a sus publicaciones alrededor de 2 500 € por artículo, lo que contrasta notablemente con el coste de <a href="https://info.arxiv.org/about/reports/index.html">14 $ por artículo</a> en el repositorio abierto <a href="https://arxiv.org/">ArXiv</a>. </p>
<p>¿A qué gasto nos aboca realmente consagrar un coste de 2 500 € por cada artículo publicado? </p>
<p>Por poner un ejemplo, una modesta tesis en el noveno puesto del premio extraordinario de la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad Complutense, con dos artículos publicados en <em>Science</em>, sendos artículos en <em>Nature Communications</em> y <em>Science Advances</em> y otros seis en revistas especializadas del área, costaría alrededor 26 000 € en gastos de publicación. Es decir, <a href="https://www.ucm.es/portaldetransparencia/retribuciones-investigador-predoctoral-posdoctoral">el sueldo bruto de un contrato predoctoral</a> durante año y medio. Esta cuenta se puede en verdad afinar, ya que el coste de publicar en las revistas más punteras del grupo <em>Nature</em> no está cubierto en el acuerdo y alcanza la friolera de <a href="https://www.nature.com/nphys/submission-guidelines/publishing-options">11 690 $ por artículo</a>. Así que, hilando más fino, una tesis como la mencionada vendría a costar en gastos de publicación alrededor de 40 000 €.</p>
<p>Estos guarismos van inflándose a medida que aumentamos su ámbito de aplicación. Por ejemplo, en la Universidad Complutense de Madrid se publican alrededor de <a href="https://produccioncientifica.ucm.es/">11 800 artículos al año</a>, que al precio del acuerdo piloto supondrían en total 30 millones de euros en gastos de publicación: alrededor de 20 veces más que el actual desembolso de su biblioteca, que se sitúa aproximadamente en <a href="https://www.ucm.es/portaldetransparencia/file/presupuestoucm-2021-3">1,3 millones de euros por año</a>.</p>
<h2>350 millones de euros anuales le supondrían a España sus publicaciones</h2>
<p>A nivel nacional estas cifras se disparan. Porque los científicos españoles publicamos en revistas indexadas alrededor de <a href="https://www.recursoscientificos.fecyt.es/">136 000 artículos al año</a>, que supondrían al precio de 2 500 euros por publicación un total de 350 millones de euros anuales. </p>
<p>Comparado con el gasto público en el Programa Nacional de Investigación Orientada y no Orientada, que ascendió a <a href="https://www.boe.es/diario_boe/txt.php?id=BOE-B-2021-46033">452 millones de euros en 2021</a>, vemos que la implantación global de los actuales acuerdos transformativos nos supone un gasto en publicaciones que se come al menos el 75 % del presupuesto de investigación pública en ciencia básica.</p>
<p>La investigación en España se realiza con enorme voluntarismo y una proverbial escasez de fondos públicos. Pero con la actual política institucional, los gastos de publicación podrían consumir enteros sus exiguos presupuestos. </p>
<p>En este momento, nuestros gestores están negociando con la industria editorial la renovación de los actuales acuerdos transformativos. Esperemos que esta vez con condiciones más ventajosas. Pero la verdadera pregunta que nos hacemos los científicos es por qué debemos detraer alrededor de 2 500 euros por artículo de los presupuestos públicos de investigación, para alcanzar el mismo acceso abierto que permiten conseguir los repositorios institucionales por apenas 15 euros.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/212393/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Luis González MacDowell no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>El emergente modelo de difusión de la producción científica tiene un coste enorme, plantea nuevos obstáculos y no elimina las barreras a la difusión de la ciencia como un valor universal.Luis González MacDowell, Catedrático de Química Física, Universidad Complutense de MadridLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1774112022-03-06T19:28:00Z2022-03-06T19:28:00ZUna ciencia, muchas voces: el portugués y el español en un conocimiento diverso y accesible<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/447091/original/file-20220217-19-1w0vegv.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=6%2C12%2C4275%2C2830&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/stack-magazines-close-52916788">Shutterstock / Kamenetskiy Konstantin</a></span></figcaption></figure><p>¿Tienen futuro el español y el portugués como lenguas de ciencia? ¿Hay razones para la preocupación por el futuro de dos lenguas habladas en varios continentes y ambos hemisferios por más de ochocientos millones de personas? </p>
<p>El acelerado proceso de globalización nos sitúa frente a la paradoja de discutir acerca de la protección de lenguas con millones de hablantes ante la hegemonía de la anglofonización de ciertos campos de la actividad social, como los de la producción, difusión y circulación del conocimiento científico, en el mundo contemporáneo y, muy particularmente, en el espacio iberoamericano.</p>
<p>La centralidad que ha adquirido la ciencia en nuestras sociedades –mayor aún con <a href="https://especiales.realinstitutoelcano.org/coronavirus/">la crisis pandémica global</a>– se ha acentuado progresivamente desde mediados del siglo pasado, cuando la economía privada, las administraciones públicas y los organismos internacionales contribuyeron a reconocer la importancia de la producción de conocimiento científico en la promoción del crecimiento y el desarrollo. </p>
<p>La inversión mundial en I+D era de 100 mil millones de dólares en 1973, 203 en 1980, 410 en 1990, 755 en el 2000 y 1138 en 2007; los datos de Naciones Unidas confirman esta tendencia al crecimiento si tomamos como referencia el PIB: el gasto público en I+D era del 1,54 % del PIB mundial en 2005, el 1,62 % en 2010, el 1,70 % en 2013 y el 1,72 % en 2017. No se trata solo de que el gasto en investigación no pare de crecer, sino que lo hace en cada vez más países: si en 1960 Estados Unidos realizaba el 69 % del gasto mundial en I+D, <a href="https://fas.org/sgp/crs/misc/R44283.pdf">en 2018 ya solo suponía el 28%</a>, si bien las diferencias regionales son enormes, con Europa y Norteamérica por encima del 2 % de inversión respecto a su PIB en I+D y Latinoamérica con un 0,6 %, según los datos de <a href="https://www.un-ilibrary.org/content/books/9789210049603">Naciones Unidas</a>.</p>
<p>Aunque algo más tarde que otras regiones, <a href="https://www.realinstitutoelcano.org/tema/america-latina/">América Latina</a> ha construido sus propios sistemas científicos en un contexto de inversión irregular conducida por las orientaciones de las organizaciones internacionales y de los modelos de éxito de otros países y regiones. La reducida capacidad de impacto de la ciencia sobre el tejido productivo y la economía real, que muchos <a href="https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000265331">especialistas y organizaciones han señalado</a>, han terminado por dejar al sector público como el principal impulsor de la inversión regional en I+D, y a los centros de educación superior como los principales actores, especialmente en términos de personal investigador, del sistema. </p>
<p>En las últimas décadas se ha producido además un intenso crecimiento de la población universitaria y las organizaciones de educación superior (sobre todo privadas): <a href="http://www.redindices.org/">un 50 % en el número de estudiantes</a> (de 20 a 30 millones) entre 2010 y 2018 y <a href="http://www.redindices.org/">casi un 20 % en el personal académico</a> (de 1,3 a 1,55 millones) en ese mismo plazo. El aumento de los científicos en las universidades ha aumentado también la demanda de fondos de investigación, y los sistemas científicos se han visto por ello en la necesidad de adoptar mecanismos objetivos de asignación de recursos mediante la evaluación de resultados, unas asimilando y otras enfrentando muy críticamente el modelo dominante de utilización de índices comerciales e internacionales de impacto científico.</p>
<p>Los informes de OEI –en particular <a href="http://www.ricyt.org/?option=com_docman&task=cat_view&gid=16&limit=5&order=hits&dir=ASC&Itemid=44">la Red de Indicadores de Ciencia y Tecnología Iberoamericana e Interamericana RICYT</a>– nos han permitido contextualizar <a href="https://www.realinstitutoelcano.org/monografias/el-portugues-y-el-espanol-en-la-ciencia-apuntes-para-un-conocimiento-diverso-y-accesible/">en este informe del Real Instituto Elcano y OEI</a> la situación de la ciencia y la tecnología en América latina con indicadores que muestran:</p>
<ol>
<li><p>el crecimiento de la inversión en I+D en la región, en torno al 0,7 % del PIB anual, con España, Portugal y Brasil como los únicos países que superan el 1 %, y un nutrido grupo que en la última década invirtió en torno al 0,5 % de su PIB, </p></li>
<li><p>la importancia del gasto público –(60 % de media) frente al 30 % aportado por el sector privado y las contribuciones marginales de las instituciones de educación superior– </p></li>
<li><p>y el crecimiento del número de investigadores en América Latina en las últimas dos décadas, 2 de cada 3 de los cuales trabajan en instituciones de educación superior.</p></li>
</ol>
<p>Sobre la ciencia latinoamericana aparecen tres elementos clave, tres tensiones que deben comprenderse de cara a cualquier actuación en materia de lenguas y política científica en la región.</p>
<h2>Publica (en ciertas revistas y editoriales) o perece</h2>
<p>La primera se refiere a la orientación de la ciencia a la publicación científica (resumida en el conocido adagio <em>publish or perish</em>), y en particular a la publicación de artículos –comúnmente llamados <em>papers</em>, en detrimento del libro y la llamada «bibliodiversidad»– en revistas de circulación internacional frecuentemente promovidas por grandes editoriales transnacionales y publicadas en inglés, con elevados «índices de impacto» como los elaborados por Clarivate y Elsevier. </p>
<p>Las grandes bases de datos internacionales se han convertido en el territorio de definición de los métodos, los límites y los resultados de la publicación científica y el «factor de impacto» en un indicador tan discutido como ineludible en la mayor parte de los países del mundo, también en Iberoamérica, donde la mayoría de las agencias nacionales usan la contabilidad bibliométrica para evaluar los resultados de la producción científica. </p>
<p>Pese a iniciativas como la <a href="https://sfdora.org/wp-content/uploads/2020/12/DORA_Spanish.pdf">Declaración de San Francisco (2012)</a>, el <a href="http://www.leidenmanifesto.org/uploads/4/1/6/0/41603901/manifiesto_cast.pdf">Manifiesto de Leiden (2015)</a> o el <a href="https://www.clacso.org/folec/">FOLEC latinoamericano (2019)</a>, el «factor de impacto» sigue determinando la producción científica internacional, mientras los grandes índices han promovido durante años el inglés como <em>lingua franca</em> y única de la ciencia mundial.</p>
<h2>El acceso abierto frente al negocio de las grandes editoriales</h2>
<p>La segunda característica se refiere a la tensión entre el acceso abierto al conocimiento científico, en el que América latina es una región pionera y referente –<a href="https://www.redalyc.org/">Redalyc</a>, <a href="https://www.latindex.org/latindex/inicio">Latindex</a>, <a href="http://amelica.org/">AmeliCA</a> o <a href="https://scielo.org/es/">Scielo</a>–, y la comercialización de los contenidos a través de costosos y opacos contratos de suscripción a grandes bases de datos gestionadas por corporaciones transnacionales responsables en ocasiones de los índices que determinan la importancia de las publicaciones científicas.</p>
<p>El mercado de los contenidos científicos ha mostrado durante años la insostenible paradoja de alimentarse de las investigaciones financiadas casi siempre con fondos públicos y, al tiempo, cobrar a universidades y consorcios por el acceso a esos mismos resultados. </p>
<p>Frente a la importancia creciente del acceso abierto y el reconocimiento de la necesidad de garantizar el acceso libre a la ciencia financiada con fondos públicos (<a href="https://www.budapestopenaccessinitiative.org/read/spanish-translation/">Iniciativa de Acceso Abierto de Budapest de 2002</a>, o las de Bethesda o Berlín de 2003), el mercado científico editorial ha optado por estimular los llamados APC (<em>article processing charge</em>), que condicionan la publicación en las grandes revistas internacionales al pago de cantidades importantes que salen igualmente de los fondos de investigación, lo que deja fuera de ese espacio de difusión a las instituciones y los sistemas científicos con menos recursos.</p>
<p><strong>Tres modelos de publicación científica</strong></p>
<figure class="align-center zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/447089/original/file-20220217-21-1xynpat.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/447089/original/file-20220217-21-1xynpat.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/447089/original/file-20220217-21-1xynpat.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=471&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/447089/original/file-20220217-21-1xynpat.png?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=471&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/447089/original/file-20220217-21-1xynpat.png?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=471&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/447089/original/file-20220217-21-1xynpat.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=592&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/447089/original/file-20220217-21-1xynpat.png?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=592&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/447089/original/file-20220217-21-1xynpat.png?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=592&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
<figcaption>
<span class="caption"></span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://media.realinstitutoelcano.org/wp-content/uploads/2022/02/badillo-portugues-y-espanol-en-la-ciencia-es.pdf">Ángel Badillo, 'El portugués y el español en la ciencia: apuntes para un conocimiento diverso y accesible', página 46</a></span>
</figcaption>
</figure>
<h2>La imparable anglofonización</h2>
<p>La tercera –y más visible– tensión es la tendencia a desplazar las lenguas propias a favor del inglés en la publicación científica; en los autores, como modo de acceder a las revistas con mayor «índice de impacto» en las clasificaciones internacionales; en las revistas, como manera de tener mayores posibilidades de incorporarse a posiciones de mayor prestigio en los índices, con las preocupantes consecuencias que ello genera para la vitalidad de las lenguas, la diversidad lingüística del campo científico y académico y el acceso al conocimiento de todos los ciudadanos. </p>
<p>En los últimos diez años, los investigadores latinoamericanos que publican en <em>Web Of Science</em> han pasado de publicar en revistas que usan sus propias lenguas en un 24 % a hacerlo en poco menos de un 16%, y los textos en inglés procedentes de la región han pasado del 75% en 2010 al 84% en 2020. </p>
<p>Cuando el análisis se extiende al conjunto de los textos indexados por <em>Web Of Science</em> el resultado es más aplastante: más del 90% de la ciencia (al menos de la ciencia recogida en la base de datos de referencia) está publicada en inglés en los últimos veinte años. La situación es casi idéntica revisando los datos de Elsevier Scopus.</p>
<p>No dudamos de que la anglofonización de la ciencia es beneficiosa como herramienta de colaboración, de pluralidad y de inclusión, pero creemos necesario preguntarnos acerca de las consecuencias que una ciencia exclusivamente producida y publicada en inglés tiene para la diversidad cultural y científica, para el acceso de los ciudadanos a la ciencia financiada con fondos públicos o para el futuro del español y el portugués en los sistemas educativos –en especial en los grados y postgrados universitarios–. </p>
<p><strong>El ciclo de la publicación científica</strong></p>
<figure class="align-center zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/447077/original/file-20220217-27-1i14r25.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/447077/original/file-20220217-27-1i14r25.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/447077/original/file-20220217-27-1i14r25.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=585&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/447077/original/file-20220217-27-1i14r25.png?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=585&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/447077/original/file-20220217-27-1i14r25.png?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=585&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/447077/original/file-20220217-27-1i14r25.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=735&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/447077/original/file-20220217-27-1i14r25.png?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=735&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/447077/original/file-20220217-27-1i14r25.png?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=735&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="caption"></span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://media.realinstitutoelcano.org/wp-content/uploads/2022/02/badillo-portugues-y-espanol-en-la-ciencia-es.pdf">Ángel Badillo, 'El portugués y el español en la ciencia: apuntes para un conocimiento diverso y accesible', página 39</a></span>
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<h2>Diversidad y acceso universal</h2>
<p>¿Cómo resolver entonces el desafío de proteger y promover el portugués y el español en la ciencia sin perjudicar la internacionalización del conocimiento ni la calidad de la producción científica? <a href="https://www.realinstitutoelcano.org/monografias/el-portugues-y-el-espanol-en-la-ciencia-apuntes-para-un-conocimiento-diverso-y-accesible/">La investigación conducida por el Real Instituto Elcano y la OEI</a> incide en dos claves, la protección y promoción de la diversidad y la garantía del acceso universal al conocimiento científico, para discutir los posibles caminos hacia una ciencia que sea difundida, además de en inglés, en otras lenguas, en línea con las declaraciones de los organismos nacionales e internacionales de promoción de una ciencia abierta (en especial la <a href="https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000379949_spa">reciente recomendación de UNESCO</a>) y del uso del español y el portugués en la producción y difusión de conocimiento científico.</p>
<p>La promoción de la diversidad lingüística en la ciencia supone el establecimiento de garantías en la educación y formación de los nuevos investigadores, en la producción de nueva ciencia y, por supuesto, en la comunicación y difusión del conocimiento. Por un lado, como una garantía de que nuestras lenguas mantengan la suficiente vitalidad como para seguir siendo útiles en la descripción de un mundo cambiante (el trabajo en terminología resultará fundamental); por otro, como una garantía de acceso de todos al conocimiento producido con fondos públicos, lo que supondrá en los próximos años un formidable desafío de avance hacia la ciencia abierta.</p>
<p>El español y el portugués, lenguas mayoritarias en el espacio iberoamericano, son idiomas de alcance global que ofrecen además grandes posibilidades de colaboración mutua, en Europa y América latina, sin olvidarnos de <a href="https://www.realinstitutoelcano.org/oif-y-cplp-crecen-en-africa/">la Comunidad de Países de Lengua Portuguesa</a>, cuyas condiciones de desarrollo científico son similares a las de algunos países latinoamericanos.</p>
<p>Arquitecturas, protocolos, lenguajes de programación, programas informáticos de código abierto y sistemas de indexación y catalogación gratuitos y colaborativos han transformado desde finales de los años noventa el panorama de la ciencia latinoamericana; hoy son la inteligencia artificial y la traducción automática las que proporcionan oportunidades nuevas de acceso universal y multilingüe al conocimiento científico y plantean nuevas preguntas y desafíos nuevos para la protección de la diversidad cultural y lingüística en la ciencia iberoamericana.</p>
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<p><em>Puede consultar la monografía completa “El portugués y el español en la ciencia: apuntes para un conocimiento diverso y accesible”, de la que es autor Ángel Badillo Matos, profesor de la Universidad de Salamanca e Investigador Principal del Real Instituto Elcano (Real Instituto Elcano y OEI, 2022) <a href="https://media.realinstitutoelcano.org/wp-content/uploads/2022/02/badillo-portugues-y-espanol-en-la-ciencia-es.pdf">en español</a> y <a href="https://media.realinstitutoelcano.org/wp-content/uploads/2022/02/badillo-portugues-y-espanol-en-la-ciencia-pt.pdf">en portugués</a>.</em></p>
<hr><img src="https://counter.theconversation.com/content/177411/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Angel Badillo Matos es autor del informe "El portugués y el español en la ciencia: apuntes para un conocimiento diverso y accesible", realizado por el Real Instituto Elcano en colaboración con la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI).</span></em></p>La promoción del uso del portugués y el español como lenguas de ciencia en Iberoamérica es una cuestión clave para garantizar la protección de la diversidad y el acceso universal al conocimiento.Angel Badillo Matos, Investigador Principal del Instituto Elcano y profesor del Departamento de Sociología y Comunicación, Universidad de SalamancaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1740592022-01-16T18:29:48Z2022-01-16T18:29:48ZCovid-19 y la ética de las publicaciones científicas<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/438822/original/file-20211222-18663-zdbips.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=8%2C0%2C5982%2C3988&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/microbiologist-enters-data-into-computer-after-1691683501">Shutterstock / Trzykropy</a></span></figcaption></figure><p>Los preceptos del método científico establecen que toda investigación rigurosa debe iniciarse con la formulación de una hipótesis, fundamentada en la información disponible sobre la materia en cuestión junto con los conocimientos y experiencia del investigador. A renglón seguido, dicha hipótesis necesita ser sustentada mediante observaciones precisas y la realización del imprescindible trabajo experimental que apoye su validez. Únicamente la acumulación de datos favorables e inequívocos avalaría su publicación, generalmente mediante monografías especializadas, los populares artículos científicos o <em>papers</em>.</p>
<p>Por tanto, la publicación de resultados consistentes culminaría una etapa del largo proceso de investigación. Corresponde luego a la propia comunidad científica someter esa hipótesis a una crítica exhaustiva para refutarla o confirmar su veracidad, fortaleciéndola con nuevos principios que permitan postular una teoría coherente. Son muy pocas las teorías que alcanzan la categoría de leyes dotadas de significación universal, dando crédito a la genialidad de sus autores.</p>
<p>Sin embargo, en las últimas décadas, <a href="https://theconversation.com/la-ciencia-necesita-tiempo-para-pensar-el-movimiento-que-quiere-acabar-con-la-cultura-de-publicar-o-morir-116367">la investigación se ha convertido en una tarea exigente y competitiva</a>, que enfrenta a grupos consolidados luchando sin cuartel por ser los primeros en alcanzar el éxito, particularmente en áreas de vanguardia y máxima prioridad. Gobiernos, instituciones públicas y fundaciones han fijado un conjunto de criterios, teóricamente objetivos pero restrictivos, para seleccionar los –supuestos– aspirantes mejores y más capaces, cuya investigación será financiada, en detrimento de tantos científicos mediocres, condenados al ostracismo.</p>
<p><a href="https://theconversation.com/virus-en-el-sistema-de-publicaciones-cientificas-137633">El número y calidad de las publicaciones representa el <em>sancta santorum</em> de cualquier investigación actual</a>, precepto cuantificable mediante diversos parámetros: <em>top journals</em>, factor de impacto, índice h, citaciones, deciles, etc., que arrojan un resultado matemático, traducible como triunfo o fracaso. </p>
<p>En consecuencia, numerosos investigadores se han lanzado a una carrera obsesiva y sin freno, persiguiendo la obtención de datos rápidos que garanticen publicación inmediata. Es la sublimación del axioma: “En ciencia, lo que no se publica no existe” que, usado torticeramente en estos tiempos confusos, desprecia actitudes éticas e ideas novedosas, pero difíciles y de ejecución más lenta.</p>
<p>Los efectos perversos de tan demencial estrategia son evidentes: una planificación repetitiva a corto plazo demanda de resultados rápidos sin contrastar, autorías falsas o un número desproporcionado de autores. </p>
<p>Especialmente grave es <a href="https://theconversation.com/cuanto-cuesta-formar-a-un-investigador-en-espana-demasiado-como-para-perderlo-130314">la terrible presión sobre los investigadores jóvenes</a>, que reciben una formación degradada, sin honestidad ni ética del trabajo. </p>
<p>Al ver condicionado el futuro laboral al rendimiento publicacional, los casos de <a href="https://theconversation.com/como-la-ciencia-de-nuestro-siglo-se-blinda-ante-los-errores-el-fraude-y-la-desinformacion-169212">falsificación, fraude, plagios</a> y otros comportamientos inmorales son y seguirán siendo frecuentes. En esta atmósfera viciada, la ciencia ha cerrado los ojos, aceptando cambiar erróneamente su paradigma: “producir” ha sustituido a “descubrir”.</p>
<h2>Las consecuencias de esta deriva: el ejemplo de la pandemia de covid-19</h2>
<p>Un ejemplo palmario de esta deriva científica incongruente procede de las publicaciones científicas relacionadas con la covid-19. Hasta finales de 2019, los artículos científicos sobre coronavirus eran relativamente escasos, pese a las epidemias previas conocidas como SARS (2003) y MERS (2012). </p>
<p>Sin embargo, la brusca irrupción de la pandemia en 2020 ha provocado un crecimiento no ya exponencial, sino estratosférico, de <em>papers</em> relativos a la covid-19, <a href="https://www.nature.com/articles/d41586-020-03564-y">probablemente sin precedentes en la historia de la comunicación científica</a>. Algunas fuentes han constatado la duplicación constante del número de publicaciones, llegando a catalogar en torno a 500 nuevos artículos diarios sobre el SARS-CoV-2.</p>
<p>Aunque desmesurado, tal incremento se justificaría en el terrible impacto de una pandemia planetaria aún inconclusa. No obstante, un examen más detallado revela facetas que cuestionan la ética de muchas publicaciones. </p>
<p>Inicialmente y para garantizar su fiabilidad, las revistas deben someter las comunicaciones recibidas a una revisión por pares. Así, son evaluadas críticamente por expertos del área de forma rigurosa y anónima. Solo su juicio favorable asegura la aceptación; esta criba desestima los artículos de bajo nivel. No siendo perfecto, este sistema editorial ha sido unánimemente aceptado.</p>
<p>Por el contrario, sobre la covid-19 es frecuente encontrar artículos recibidos y aceptados rápidamente, incluso en el mismo día, imposibilitando así su imprescindible revisión previa. También hallamos publicaciones superficiales, científicamente irrelevantes <a href="https://retractionwatch.com/retracted-coronavirus-covid-19-papers/">o carentes de controles exigibles</a>. </p>
<p>En otras ocasiones, se describen ensayos terapéuticos preliminares, con muestras insuficientes o de corto rango temporal, que no permiten extraer conclusiones definitivas. También es frecuente que líneas de investigación muy distantes busquen algún tipo de conexión con el término “covid-19” para facilitar su visibilidad, con el consiguiente interés de las revistas más prestigiosas.</p>
<p>En nuestro mundo de intereses complejos e informaciones sobredimensionadas, las consecuencias negativas van más allá de reprobar actitudes académicas y científicas éticamente censurables. </p>
<p>Pensemos, por ejemplo, que la aplicación fraudulenta de propuestas de vacunas o tratamientos terapéuticos no suficientemente probados y contrastados podría poner en riesgo la vida de muchas personas, aunque las agencias de vigilancia ejerzan controles muy rigurosos. </p>
<p>Por supuesto, este análisis crítico no tiene una validez universal, ni pretende desmerecer la mayoría de estudios serios y concienzudos. Pero es innegable que al socaire de la pandemia y bajo la premisa “publica, que algo queda”, han visto la luz un número importante de artículos científicos conteniendo datos erróneos o poco fiables, <a href="https://retractionwatch.com/2021/07/07/university-terminates-affiliation-with-researcher-who-had-paper-on-covid-19-vaccines-retracted-as-mask-study-comes-under-scrutiny/">cuando no oportunistas e innecesarios</a>.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/174059/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Juan Carlos Argüelles Ordóñez no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>El sistema de publicaciones científicas ha favorecido que, durante la pandemia, apareciera un enorme número de artículos erróneos, poco fiables o incluso fraudulentos.Juan Carlos Argüelles Ordóñez, Profesor de Microbiología. Señalización y respuesta a estrés en levaduras patógenas. Mecanismos de acción antifúngica: nuevos productos naturales., Universidad de MurciaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1712712021-11-18T16:53:07Z2021-11-18T16:53:07ZCómo publicar ciencia: todo el mundo paga, menos las editoriales<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/432239/original/file-20211116-19-10ytjis.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=5%2C0%2C3993%2C2434&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/close-scientist-recording-results-study-laboratory-1747663841">Shutterstock / SmartPhotoLab</a></span></figcaption></figure><p>Cuántas veces hemos leído una noticia comenzar por: “Según un estudio”. Se utiliza esta fórmula para dar credibilidad, pero ¿son todas las publicaciones científicas veraces?</p>
<p>En un siglo hemos multiplicado por cien el número de publicaciones. Actualmente se publican más de 6 millones de artículos científicos al año y en cada una de las últimas dos décadas hemos duplicado la productividad (Figura 1). Aunque eso podría parecer un síntoma de que la ciencia avanza a un ritmo vertiginoso, también esconde peligros.</p>
<figure class="align-center zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/432230/original/file-20211116-15-dly8bq.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/432230/original/file-20211116-15-dly8bq.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/432230/original/file-20211116-15-dly8bq.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=450&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/432230/original/file-20211116-15-dly8bq.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=450&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/432230/original/file-20211116-15-dly8bq.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=450&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/432230/original/file-20211116-15-dly8bq.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=566&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/432230/original/file-20211116-15-dly8bq.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=566&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/432230/original/file-20211116-15-dly8bq.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=566&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="caption">Figura 1.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://app.dimensions.ai">Ismael Mingarro / Dimensions.ai</a>, <span class="license">Author provided</span></span>
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</figure>
<p>Para analizar estos peligros debemos recordar cómo se generan los artículos científicos y por qué son necesarios. Los científicos observamos los fenómenos de nuestro alrededor y, para explicarlos de forma racional, planteamos hipótesis cuyas comprobaciones nos permiten llegar a determinadas conclusiones. </p>
<p>Si el proceso terminara aquí, nadie conocería los hallazgos obtenidos y el progreso se ralentizaría, puesto que estaríamos reinventando la rueda continuamente. Para evitarlo debemos comunicar nuestros resultados para que lleguen a otros científicos. Isaac Newton lo resumió diciendo que “había podido ver más allá gracias a que se había aupado a hombros de gigantes”. Esto significa que los descubrimientos, por importantes que sean, se basan en conocimientos previos.</p>
<p>La comunicación entre científicos ha sido clave para el desarrollo de la ciencia. Es famosa la correspondencia entre Darwin, en Inglaterra, y Wallace, en Malasia, acerca de la variación y distribución de las especies. Ésta contribuyó significativamente a la comprensión y desarrollo de la teoría de la evolución. En aquellos tiempos cada carta tardaba un par de meses en llegar a su destinatario, por lo que para acelerar este proceso, y sobre todo para ampliar el número de receptores, las Sociedades Científicas crearon las primeras revistas académicas.</p>
<h2>¿Cuál es el proceso que sigue una publicación científica?</h2>
<p>Los descubrimientos científicos hay que describirlos para que los demás los entiendan, puedan ser reproducidos y, así, se validen. Cuando disponemos del manuscrito, se envía a una revista científica. El equipo editorial decidirá si el trabajo es interesante y se ajusta a la política editorial y área de conocimiento de la revista. Si no cumple alguno de estos requisitos el editor lo devuelve con algunos comentarios y generalmente los autores lo envían a otra revista.</p>
<p>Si el editor decide que el trabajo es interesante y se ajusta al ámbito de la revista, lo reenvía a los revisores, que son otros científicos no vinculados ni con el trabajo ni con sus autores. Estos realizan una revisión concienzuda y emiten un informe detallado con comentarios y recomendaciones al editor. Este sistema permite, en algunos casos, una mejora significativa de los artículos. </p>
<p>Si tras este proceso, que puede incluir varias rondas de experimentos y discusiones entre autores y revisores, el trabajo es aceptado finalmente por el editor, se procede a su publicación.</p>
<p>Un detalle importante es que los costes derivados de la producción, maquetación e impresión de las publicaciones corren a cargo de los autores. Contrariamente a lo que la gente cree, los autores no cobramos por publicar, sino que pagamos por ello.</p>
<p>Entonces, ¿por qué queremos publicar? </p>
<p>Porque además de impulsar el engranaje del conocimiento, en la actualidad el mundo de la ciencia pivota sobre las publicaciones científicas. La obtención de fondos se basa en gran medida en las publicaciones de los investigadores, así como sus promociones profesionales y se convierte en un ciclo en el que, si publicas, obtienes financiación que usas para realizar experimentos que te permitan publicar y obtener más financiación y mejores puestos de trabajo, y así sucesivamente. </p>
<p>El famoso “publica o perece” <a href="https://theconversation.com/la-ciencia-necesita-tiempo-para-pensar-el-movimiento-que-quiere-acabar-con-la-cultura-de-publicar-o-morir-116367">que se ha convertido en un mantra en el mundo académico</a>.</p>
<h2>Revistas científicas: un negocio milmillonario</h2>
<p>En los años 90, con la aparición de internet, este sistema basado en las revistas publicadas en papel fue cuestionado. De hecho, se llegó incluso a plantear su supervivencia. Si bien, no ha sido este el caso: las ganancias obtenidas por las editoriales científicas no han hecho más que crecer. En la actualidad esta industria tiene un volumen de negocio de más de 25 000 millones de dólares anuales con un margen de beneficio cercano al 40 % (Figura 2). </p>
<figure class="align-center zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/432231/original/file-20211116-19-unf8ys.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/432231/original/file-20211116-19-unf8ys.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/432231/original/file-20211116-19-unf8ys.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=450&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/432231/original/file-20211116-19-unf8ys.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=450&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/432231/original/file-20211116-19-unf8ys.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=450&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/432231/original/file-20211116-19-unf8ys.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=566&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/432231/original/file-20211116-19-unf8ys.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=566&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/432231/original/file-20211116-19-unf8ys.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=566&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="caption">Figura 2.</span>
<span class="attribution"><span class="source">Datos recabados por el autor</span>, <span class="license">Author provided</span></span>
</figcaption>
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<p>¿Cómo pueden tener un margen tan elevado? Por un lado, los autores pagamos por proporcionar los manuscritos, la materia prima del negocio. Si hacemos un símil con un supermercado, sería como si el agricultor que le ofrece las naranjas no solo no cobrara por ellas, sino que pagara. Los revisores tampoco cobran por su trabajo, sería el equivalente a que el transportista que lleva esas naranjas desde los huertos hasta el supermercado no cobrara por ello e incluso corriera con los gastos de combustible.</p>
<p>De hecho, <a href="https://researchintegrityjournal.biomedcentral.com/articles/10.1186/s41073-021-00118-2">un estudio reciente ha estimado que las horas que dedican los revisores a hacer este trabajo gratuito</a> en 2020 representaron 1 500 millones de dólares solo en Estados Unidos.</p>
<p>Por si esto fuera poco, las editoriales cobran a las universidades y centros de investigación para que sus investigadores tengan acceso a las publicaciones en un formato de suscripciones cuyos precios no son públicos. Como si en nuestro ejemplo no supiéramos lo que paga otro cliente del mismo supermercado por un kilogramo de naranjas. </p>
<p>Todo ello con el agravante que este sistema puede tener en los países más desfavorecidos en los que sus instituciones no pueden afrontar facturas en muchos casos millonarias.</p>
<h2>Ciencia abierta</h2>
<p>En las últimas décadas ha aparecido <a href="https://theconversation.com/acceso-abierto-el-conocimiento-cientifico-debe-ser-libre-134299">el movimiento de acceso abierto</a> (<em>open access</em>). Aunque esto es una buena idea puesto que los lectores no pagan por acceder a las publicaciones, no parece ser la solución definitiva (Figura 3), dado que las editoriales cobran a los autores o a sus fuentes de financiación para proporcionar este acceso libre. </p>
<figure class="align-center zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/432232/original/file-20211116-19-hj1bhk.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/432232/original/file-20211116-19-hj1bhk.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/432232/original/file-20211116-19-hj1bhk.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=450&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/432232/original/file-20211116-19-hj1bhk.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=450&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/432232/original/file-20211116-19-hj1bhk.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=450&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/432232/original/file-20211116-19-hj1bhk.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=566&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/432232/original/file-20211116-19-hj1bhk.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=566&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/432232/original/file-20211116-19-hj1bhk.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=566&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
<figcaption>
<span class="caption">Figura 3.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://ec.europa.eu/info/research-and-innovation/strategy/strategy-2020-2024/our-digital-future/open-science/open-science-monitor/trends-open-access-publications_en">EU comission</a>, <span class="license">Author provided</span></span>
</figcaption>
</figure>
<p>Este movimiento, junto con la digitalización, ha abonado el terreno a la aparición de nuevas editoriales científicas que han visto un jugoso nicho de mercado y que compiten con las editoriales clásicas. Esto ha dado lugar a <a href="https://theconversation.com/revistas-depredadoras-el-negocio-fraudulento-del-siglo-167235">la aparición de revistas y editoriales depredadoras</a>. Si los científicos necesitan publicar para conseguir financiación y promoción profesional, este tipo de fórmulas permiten, previo pago, publicar artículos poco rigurosos o incluso fraudulentos. </p>
<p>El “publica o perece” se ha convertido en un “paga y publica basura”. </p>
<p>En principio, este tipo de publicaciones no deberían representar un peligro porque tienen poca repercusión. De hecho, <a href="https://www.mdpi.com/2304-6775/8/2/17">casi el 60 % nunca se citan</a>. Sí esconden un enorme peligro derivado de la disminución drástica del rigor científico y abonan el terreno a la pseudociencia, la aparición de bulos, falsas noticias, pseudoterapias y demás problemas relacionados que, en situaciones como la pandemia, hemos visto que pueden ser extremadamente peligrosas.</p>
<h2>Editor invitado</h2>
<p>Una última tendencia que ha surgido en el mundo de las publicaciones científicas son los números “especiales”. Las editoriales han descubierto la estrategia de invitar a científicos de prestigio a ser editores de números especiales de sus revistas. Estos se encargan de reclutar, generalmente entre sus colegas, un número suficiente de artículos que completen estas ediciones, por supuesto pagando por dicha publicación. </p>
<p>Esta práctica ha crecido exponencialmente en los últimos años y, a menudo, los científicos aceptamos estas invitaciones por respeto al editor invitado. </p>
<p>De alguna forma debemos entre todos intentar revertir estas tendencias, bien mediante repositorios de trabajos prepublicados (<em>pre-prints</em>) como <a href="https://arxiv.org/">arXiv</a>, <a href="https://www.biorxiv.org/">bioRxiv</a>, <a href="https://www.medrxiv.org/">medRxiv</a> y similares, o bien buscando nuevas fórmulas de publicación, probablemente más basadas en las sociedades científicas como un bonito guiño a los inicios. </p>
<p>Sobre todo debemos estar alerta y no <em>engordar a la bestia</em>. Si no le ponemos remedio, nos puede llevar del “publica o perece” al “publica y perece”.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/171271/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Ismael Mingarro recibe fondos para investigación del Ministerio de Ciencia e Innovación y de 'Generalitat Valenciana (Programa Prometeu, Grups d'Excel·lència)'. </span></em></p>Debemos estar alerta y no ‘engordar a la bestia’. Si no le ponemos remedio, nos puede llevar del “publica o perece” al “publica y perece”.Ismael Mingarro, Catedrático de Bioquímica y Biología Molecular, Universitat de ValènciaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1672352021-09-05T18:29:19Z2021-09-05T18:29:19ZRevistas depredadoras: el negocio fraudulento del siglo<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/419126/original/file-20210902-21-1laomjc.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C0%2C3484%2C1475&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/shelves-old-scientific-journals-202908463">Shutterstock / Sergei25</a></span></figcaption></figure><p>El exigente proceso de promoción al que se someten los docentes universitarios españoles que desean acreditarse ante la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación (ANECA) ha sido aprovechado por algunas editoriales internacionales como una oportunidad de negocio para ganar dinero. Su <em>modus operandi</em> es cuestionable, ya que las prácticas empleadas para captar clientes atentan contra los valores de la responsabilidad académica y la integridad científica. </p>
<p>Estas editoriales se sirven de su cebo estrella: las llamadas “<a href="https://theconversation.com/guia-para-detectar-revistas-depredadoras-secuestradoras-y-megadepredadoras-158801">revistas depredadoras</a>” (del inglés, <em>predatory journals</em>). Se trata de publicaciones de acceso abierto que, bajo un simulado prestigio internacional, adulan a sus presas invitándolas a publicar a cambio de repercutirles los costes de edición y maquetación de sus manuscritos. </p>
<p>Estas empresas utilizan unas estrategias de <em>marketing</em> cada vez más sofisticadas, lo que dificulta su identificación. Entre ellas destacan los reclamos basados en los altos índices de indexación, los rigurosos procesos de publicación a los que someten sus artículos (revisiones de pares o pares ciegos poco transparentes) o las estrictas normas de conducta ética de las que alardean si identifican intenciones reprobables en el envío de los escritos. Asimismo, prometen plazos de publicación muy cortos (días o pocas semanas), lo cual <a href="https://theconversation.com/la-ciencia-necesita-tiempo-para-pensar-el-movimiento-que-quiere-acabar-con-la-cultura-de-publicar-o-morir-116367">es un aliciente añadido para algunos investigadores noveles</a>.</p>
<p>La cara oculta de estas revistas es que no existe tal índice de impacto porque no se encuentran registradas en bases de datos reconocidas (algunas carecen incluso de <a href="http://www.bne.es/es/LaBNE/CentroEspanolISSN/QueEsElISSN/">ISSN</a>). Tampoco cuentan con consejos editoriales legítimos, o estos los conforman falsos académicos sin afiliación institucional. No solo cobran por la publicación de los manuscritos sino que, además, exigen la cesión de los derechos de autor sobre estos y, finalmente, dejan a los investigadores sin la posibilidad de publicar sus hallazgos en revistas serias con un impacto real. </p>
<h2>¿Cómo identificar estas revistas?</h2>
<p>Aunque <em>a priori</em> pueda resultar sencillo identificar una revista depredadora, no siempre lo es. Su modelo de negocio, totalmente fraudulento, se ha profesionalizado en los últimos años. De hecho, desde que <a href="https://en.wikipedia.org/wiki/Jeffrey_Beall">Jeffrey Beall</a>, bibliotecario y académico de la Universidad de Colorado Denver, identificó 20 <a href="https://en.wikipedia.org/wiki/Beall%27s_List">potenciales revistas depredadoras en el año 2010</a>, estas no han cesado de aumentar. </p>
<p>Actualmente se estima que existen <a href="https://clip.sedic.es/article/las-revistas-depredadoras/">más de 10 000 revistas activas de esta tipología</a>, algunas de las cuales se encuentran recopiladas en listados como el de <a href="https://web.archive.org/web/20170112125427/https://scholarlyoa.com/publishers/"><em>Beall’s List of Predatory Journals and Publishers</em></a> (lista cerrada en 2016 por el propio Beall y <a href="https://beallslist.net/">reabierta de forma anónima en 2017</a>) o la de <a href="https://www2.cabells.com/about-predatory"><em>Cabell’s International</em></a>. </p>
<p>Algunas claves para desenmascarlas son: </p>
<ul>
<li><p><strong>Analizar la invitación de publicación recibida</strong>, ya que suele llegar a modo de spam y con un dominio de correo electrónico de Gmail, Hotmail, Yahoo, etc. No obstante, las editoriales empiezan a contactar a sus potenciales clientes a través de LinkedIn a fin de que su propuesta parezca más seria y profesional. </p></li>
<li><p><strong>Leer entre líneas:</strong> a menudo los correos recibidos inician con una felicitación por publicaciones anteriores e insisten en que sería interesante publicar la traducción del mismo artículo o una versión ligeramente modificada. </p></li>
<li><p><strong>Prestar atención a los datos básicos</strong> que figuran en cualquier publicación y que las revistas depredadoras suelen camuflar o falsificar: ubicación de su sede, institución asociada, miembros del comité editorial, proceso y plazo de publicación, ISSN, factores de impacto, métricas, ratios de rechazo, sistemas de control de plagio, etc. </p></li>
<li><p><strong>Conocer si el autor debe asumir algún coste</strong> de publicación y cuál es la política de cesión de derechos que manejan. </p></li>
<li><p><strong>Contrastar la información</strong> que ofrecen en sus páginas web: desde el propio nombre de la revista (el cual suele ser sospechosamente similar al de otras revistas conocidas), los datos de contacto, la antigüedad (la mayoría son de reciente creación), las políticas o normas por las que se rigen, etc. </p></li>
<li><p><strong>Analizar el aspecto formal de la revista:</strong> en su mayoría, el redactado de la información que aparece en internet (o en el propio correo recibido) contiene errores gramaticales y ortográficos, incoherencias o falsos sentidos. La disposición de las secciones es incómoda en su navegación, los colores que utilizan resultan un tanto chillones y las imágenes o logotipos de instituciones de prestigio aparecen borrosas o distorsionadas, lo que delata la apariencia poco profesional de estas revistas. Estos aspectos deberían hacernos desconfiar de ellas. </p></li>
</ul>
<p>Estas son solo algunas recomendaciones básicas que deberíamos tener en consideración cuando recibamos correos capciosos invitándonos a publicar de manera fácil y rápida. </p>
<p>Afortunadamente, existen algunos recursos y herramientas que pueden ayudarnos a identificar si estamos ante una de estas revistas. Por ejemplo, el sitio web <a href="https://thinkchecksubmit.org/">Think, Check, Submit</a>. También algunas listas de verificación como la propuesta por Blobaum (<a href="https://opus.govst.edu/cgi/viewcontent.cgi?article=1026&context=faculty"><em>Blobaum’s Checklist for Review of Journal Quality for Submission of Scholarly Manuscript</em></a>) o numerosos documentos elaborados por organismos que fomentan la integridad en la investigación como la <em>World Association of Medical Editors</em> (<a href="https://www.wame.org/policies">WAME</a>), el <em>Committee on Publication Ethics</em> (<a href="https://publicationethics.org/">COPE</a>) o el <em>Council of Science Editors</em> (<a href="https://www.councilscienceeditors.org/">CSE</a>). </p>
<h2>Consecuencias para el investigador</h2>
<p>Sin duda, el interés (o desesperación) de algunos investigadores por ver sus trabajos publicados con cierta inmediatez y en cualquier medio acarrea consecuencias negativas para su futura carrera profesional. </p>
<p>Entre las más relevantes destacan el descrédito de su imagen y el daño que puede causarle en futuras convocatorias de promoción interna o procesos de acreditación. Sin mencionar, por supuesto, el desperdicio en tiempo, dinero y esfuerzo invertido en la redacción del manuscrito enviado. </p>
<p>Asimismo, a la obra publicada le acechan otros peligros ya que, al no estar protegida, el acceso de consulta podría perderse si la revista deja de existir, lo que sucede con frecuencia cuando la falsa editorial recauda suculentos beneficios en un corto periodo de tiempo. Por lo tanto, si la obra no está accesible, no existe y no puede citarse ni referenciarse, lo que ineludiblemente provoca un perjuicio profesional al autor que suele traducirse en un sentimiento de impotencia ante el engaño, así como una gran desmotivación por seguir publicando. </p>
<p>De ahí la importancia de evaluar eficazmente dónde elegimos publicar los resultados de nuestras investigaciones con el fin de no perder el control sobre nuestra propia producción. </p>
<p>Paralelamente, las instituciones académicas deberían poner en marcha iniciativas de formación, sensibilización y concienciación sobre un fenómeno que afecta a la comunidad académica en su globalidad (docentes, doctorandos, investigadores, etc.) dado que, si se prolongase en el tiempo, acabará minando la credibilidad de la información publicada en abierto. </p>
<p>Urge, pues, reclamar medidas contundentes para frenar la proliferación de estos negocios ilícitos que atentan contra la propiedad intelectual de terceros y traspasan los límites de la ética y la moralidad.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/167235/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Cinta Gallent Torres es miembro del Institut de Recherche et d'Action sur la Fraude et le Plagiat Académiques (IRAPFA). </span></em></p>Se trata de un problema que ha crecido exponencialmente en los últimos años. Detrás hay empresas que se aprovechan de la necesidad y las prisas por publicar de algunos investigadores.Cinta Gallent Torres, Profesora asociada en el Departamento de Filología Francesa e Italiana de la Universidad de Valencia (UV) y estudiante de doctorado en Educación, Universitat de les Illes BalearsLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1588012021-04-22T18:03:40Z2021-04-22T18:03:40ZGuía para detectar revistas depredadoras, secuestradoras y megadepredadoras<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/394566/original/file-20210412-23-1snctmv.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=12%2C0%2C8167%2C4341&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-vector/blue-set-10-a4-business-book-765499975">Shutterstock / Iulia Ghimisli</a></span></figcaption></figure><p>En el año 2008, un bibliotecario de la Universidad de Colorado en Denver (EE. UU.), Jeffrey Beall, bautizaba un fenómeno emergente como “revistas depredadoras”. Estas publicaciones fraudulentas, antítesis de la calidad científica, se han multiplicado en los últimos años como consecuencia negativa de la digitalización y, más específicamente, de <a href="https://theconversation.com/acceso-abierto-el-conocimiento-cientifico-debe-ser-libre-134299">los modelos de acceso abierto</a> en los que los autores de los artículos asumen los costes de edición. Este sistema se conoce como “vía dorada”, no solo para las revistas que imponen esta práctica, sino también para algunos de los autores.</p>
<p>El principal defecto de las revistas depredadoras es que apenas realizan procesos de revisión de los manuscritos que reciben, lo que acelera el proceso. De modo eufemístico, ellas mismas presumen de su <em>rapidez</em> en la publicación. Por supuesto, aceptan la mayor parte de los documentos que reciben para alcanzar su principal objetivo: cobrar a los autores.</p>
<p>Los autores han de mostrar satisfacción y, por lo tanto, no sufren rechazos ni modificaciones (en realidad, mejoras) de los originales. Estos deben obtener resultados en un corto plazo <a href="https://theconversation.com/la-ciencia-necesita-tiempo-para-pensar-el-movimiento-que-quiere-acabar-con-la-cultura-de-publicar-o-morir-116367">para saciar las exigencias de las autoridades académicas</a>. Por ejemplo, para obtener acreditaciones, sexenios o justificar la financiación de proyectos.</p>
<p>El resultado es que los trabajos que publican estas revistas carecen de la validación de la comunidad científica y sus resultados son poco fiables. En áreas como la de biomedicina pueden tener incluso repercusiones fatales.</p>
<p>Estas revistas son difícilmente detectables a simple vista porque utilizan la estrategia del camuflaje. Tienen títulos muy similares a los de las revistas referentes y todas presentan un numeroso equipo de científicos, aunque su contribución sea decorativa o incluso ignoren que forman parte de tales comités. </p>
<p>Igualmente, se anuncian como indexadas en un gran número de bases de datos científicas, aunque en su mayoría sea falso o se trate de bases de datos que no realizan procesos selectivos. Incluso se han creado productos de evaluación para las revistas depredadoras donde, por supuesto, todas obtienen excelentes calificaciones. Sencillamente estamos ante un fraude.</p>
<p>En el año 2013, <a href="https://science.sciencemag.org/content/342/6154/60/">John Bohannon</a> realizó un experimento significativo: envió un artículo falso (cargado de lugares comunes, con bibliografía falsa y un tema absurdo) a decenas de revistas en acceso abierto en la que los autores deben hacerse cargo de los costes de edición del artículo. El artículo lo aceptó una amplia mayoría de estas revistas sin apenas revisión. </p>
<p>Esto validó las sospechas de quienes pensaban que estas revisas no eran rigurosas con sus procesos de evaluación. Este experimento hizo que el directorio internacional de revistas en acceso abierto (DOAJ), que tenía indexadas a muchas de estas revistas fraudulentas, redefiniera sus políticas de inclusión. Miles de ellas resultaron expulsadas.</p>
<h2>¿Cómo detectar revistas fraudulentas?</h2>
<p>El problema práctico se presenta a los investigadores que desean publicar los resultados de sus trabajos y envían sus originales a una de estas revistas, que es como tirarlos a un pozo sin fondo. ¿Cómo evitar ser un incauto? </p>
<p>Los datos que hacen sospechar que una revista es fraudulenta son los siguientes: </p>
<ol>
<li><p>Su juventud. Han surgido con el abaratamiento de costes que suponen las revistas 100 % digitales, por lo que no tienen las décadas o incluso siglos de historia de otras como <em>The Lancet</em> o <em>Nature</em>.</p></li>
<li><p>Sus títulos suelen ser genéricos. Son una imitación de las revistas de mayor prestigio del área. </p></li>
<li><p>En muchos casos se editan en países de la periferia científica, como Egipto y Nigeria.</p></li>
<li><p>Suplen sus carencias, como la indexación de bases de datos o la falta de indicadores de impacto, mediante el cálculo de indicadores propios. </p></li>
<li><p>Tienen una política agresiva para captar al investigador incauto (cliente ideal) mediante el envío personalizado de correos. </p></li>
</ol>
<p>El principal aspecto que debe alertar al autor es que la revista contacte con él, asegure unos tiempos de publicación sospechosamente rápidos y cobre a sus autores por publicar: a mayor número de trabajos mayores ingresos. </p>
<p>Esto no significa que todas las revistas que cargan los costes de publicación a los autores sean fraudulentas. Hay algunas, como <em>Plos One</em>, que tienen reconocidos unos procesos de validación muy rigurosos, pero son una muy reducida minoría. Se tiene constancia de la existencia <a href="https://revistas.udec.cl/index.php/cienciayenfermeria/article/view/168">de más de 17 000 revistas depredadoras</a>, que se han convertido en una epidemia.</p>
<h2>Una nueva moda: las revistas secuestradoras</h2>
<p>Una modalidad <a href="https://beei.org/index.php/EEI/article/view/449">muy agresiva de revistas depredadoras</a> son las “revistas secuestradoras”. Estas se hacen pasar por revistas consolidadas, crean sus propias webs y se ponen en contacto con los autores, solicitan manuscritos y dinero. Si el autor despistado se da cuenta a mitad del proceso de que está siendo timado y decide parar el proceso de publicación suele recibir amenazas de denuncia. </p>
<p>Un reciente ejemplo real: la revista secuestradora pedía a un autor casi 8 000 dólares por no publicar su trabajo (cuando el autor se dio cuenta del timo y quiso retirarlo del proceso de evaluación). Amenazaba con demandas internacionales en caso de no pagar.</p>
<p>La realidad es que las revistas depredadoras de primera generación, aquellas que no estaban en productos científicos, apenas tenían y tienen repercusión en el estado de la ciencia. Como mucho hacen pasar vergüenza a los autores y sus instituciones y conllevan una pérdida económica de fondos.</p>
<h2>La segunda generación: fraude dentro de la indexación</h2>
<p>Trece años después de la aparición del fenómeno, el fraude ha seguido caminos más sofisticados. Existen revistas depredadoras indexadas en bases de datos científicas como Web of Science o Scopus. El peligro es que esto provoca que empiecen a ser utilizadas en muchos países, como España, para valorar las carreras académicas de los investigadores. </p>
<p>Las revistas depredadoras han evolucionado. Se han sofisticado, en parte gracias a los beneficios obtenidos. Han pasado de publicar unos pocos trabajos a miles. Se han convertido en <em>mega-journals</em>, es decir, en “megadepredadoras”.</p>
<p>Otra modalidad sofisticada es que las propias empresas editoras promuevan revistas que ponen en manos de académicos honrados y prestigiosos. Estos logran ponerlas en valor, obtienen su indexación y, entonces, comienza su calvario. Se les comienza a exigir que incrementen números y artículos a tal ritmo que los procesos de selección no pueden llevarse a cabo con rigor. Si hay resistencia se suele acabar en despido o dimisión de los miembros del equipo editorial. Pero, para entonces, el barco ya está botado con todas las normas de calidad vivas.</p>
<p>Normalmente estas megadepredadoras están especializadas en un ámbito concreto, pero también publican sobre cualquier temática y con procesos de revisión rápidos y superficiales. Sus precios se multiplican al entrar en las bases de datos referentes y se elevan conforme mejora la posición de las revistas en los <em>rankings</em>, en una lógica poco científica. Su estrategia de atracción sigue siendo la clásica de las depredadoras de primera generación: invitar a los autores a publicar artículos. </p>
<p>La sofisticación ha incorporado una nueva modalidad: se juega con la vanidad y se ofrece a cualquier autor (con prestigio y sin prestigio) la dirección de números monográficos. Son estos líderes quienes realizan la tarea de <em>marketing</em> más tediosa: la de buscar autores que piquen para pagar por publicar unas aportaciones a las que se ofrece, ya de inicio, bastante seguridad sobre su publicación (antes de escribirlas). Los improvisados editores de monográficos, comerciales voluntarios de la revista reciben como beneficios la publicación gratuita de artículos o, al menos, grandes descuentos. Además estas editoriales también blanquean sus nombres obteniendo convenios con universidades por los que estos centros obtienen descuentos económicos y las editoriales ven respaldado su negocio. El investigador deja de sospechar cuando ve que su propia universidad tiene un convenio con editoriales sospechosas.</p>
<h2>Por qué es mala idea publicar en una revista depredadora</h2>
<p>El investigador debe obrar muy cautelosamente a la hora de elegir revista, publicar en una revista fraudulenta es un desprestigio que pone de manifiesto que:</p>
<ul>
<li><p>El investigador desconoce el ámbito donde se mueve.</p></li>
<li><p>El esfuerzo no va con él, pues opta por una vía rápida para conseguir la publicación.</p></li>
<li><p>Es un mal gestor de fondos públicos, pues se suele pagar el coste de los artículos con dinero asignado a proyectos. En otras palabras, realiza una malversación que podría ser perseguida.</p></li>
<li><p>En algunos casos, el investigador que manda sus manuscritos no es propiamente un estafado, sino un cómplice de la estafa. Los estafados son las agencias de evaluación, las instituciones que asumen los costes de publicación y los colegas que, evitando estas prácticas, compiten en procesos selectivos contra estos currículos hinchados de forma artificial y fraudulenta.</p></li>
</ul><img src="https://counter.theconversation.com/content/158801/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Rafael Repiso es miembro del Think Tank Thinkepi.</span></em></p><p class="fine-print"><em><span>Julio Montero-Díaz no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>Estas revistas son difícilmente detectables a simple vista porque utilizan la estrategia del camuflaje. Participar en este fraude hace cómplice al investigador.Rafael Repiso, Profesor Titular de Metodologías de la Investigación y Documentación, UNIR - Universidad Internacional de La Rioja Julio Montero-Díaz, Vicerrector de Investigación, UNIR - Universidad Internacional de La Rioja Licensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1538222021-03-09T21:38:46Z2021-03-09T21:38:46ZCORD-19: Buscador semántico de información científica para hacer frente a la pandemia<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/385649/original/file-20210222-23-1ih1vv6.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=37%2C411%2C4955%2C2387&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/healthcare-medicine-doctor-analyzing-covid19-coronavirus-1836258745">Shutterstock / PopTika</a></span></figcaption></figure><p>Vivimos una pandemia de origen y alcance sin determinar que requiere de grandes esfuerzos para frenar sus efectos. La coordinación de científicos, políticos y ciudadanía, con el apoyo de muchas empresas tecnológicas, es un hecho singular que afecta positivamente a la investigación científica en un espacio muy breve de tiempo, generando herramientas de búsqueda basadas, muchas de ellas, en tecnologías semánticas.</p>
<p>La descripción de la documentación científica, la normalización terminológica vía tesauros y facetas, la minería de datos y el desarrollo de sistemas interoperables han permitido, en un tiempo récord, generar una amplia variedad de fuentes de información alrededor del coronavirus (artículos, casos clínicos, datos epidemiológicos, evidencias o patentes). </p>
<p>La reacción en cadena de editoriales, universidades, centros de investigación y empresas tecnológicas ha propiciado una diseminación de la información científica sobre la covid-19, paralela al ritmo de contagio del propio virus, <a href="https://theconversation.com/la-covid-19-revoluciona-el-sistema-de-publicacion-cientifica-143289">que algunos autores califican de “revolución”</a>. </p>
<h2>Buscadores de información</h2>
<p>Revistas biomédicas como <a href="https://www.nejm.org/coronavirus?query=main_nav_lg">New England Journal of Medicine</a>, <a href="https://www.thelancet.com/coronavirus">Lancet</a>, <a href="https://www.nature.com">Nature</a>, <a href="https://www.sciencemag.org/collections/coronavirus">Science</a> o <a href="https://www.bmj.com/coronavirus">British Medical Journal</a> han publicado abundante material bibliográfico en abierto. Además, las editoriales han creado espacios de información con búsquedas predefinidas por los principales tópicos (<a href="https://www.cambridge.org/core/browse-subjects/medicine/coronavirus-free-access-collection">Cambridge Core Coronavirus Free Access Collection</a>, <a href="https://www.ebsco.com/covid-19-resources">EBSCO Covid-19</a>, <a href="https://coronavirus.1science.com/search">Elsevier Coronavirus Research Repository</a>, etc.). </p>
<p>Por otra parte, los repositorios temáticos ofrecen artículos y ‘preprints’. Entre ellos podemos encontrar <a href="https://connect.medrxiv.org/relate/content/181">MedRxiv</a>, <a href="http://connect.biorxiv.org/relate/content/181">Biorxiv</a> o Pubmed. Esta última, por ejemplo, ha añadido publicaciones relacionadas diariamente desde principios de enero, con un pico de 300 artículos en un solo día. </p>
<p>Las grandes plataformas bibliográficas y los buscadores académicos también permiten acceder a los documentos mediante búsquedas predeterminadas, filtros y conjuntos de datos estructurados (<a href="https://www.dimensions.ai/covid19/">Dimensions</a>, <a href="https://www.kaggle.com">Kaggle</a>, <a href="https://datasetsearch.research.google.com">Google Dataset Search</a>, <a href="https://www.semanticscholar.org/?utm_source=google&utm_medium=cpc&utm_campaign=search_br_world_wq&utm_content=&utm_term=semantic%20scholar&gclid=CjwKCAiAu8SABhAxEiwAsodSZMPeasjoXsPtdEDewFNrJkNOpHYYc2CusCxMkqIQdP0ExQZWKNtUJxoCGqUQAvD_BwE">Semantic Scholar</a>, etc.). También están involucrados el buscador de patentes <a href="https://www.lens.org">Lens</a> (patentes) y el de casos clínicos, <a href="https://coronavirus.kahun.com">Kahun</a>. </p>
<p>Las autoridades sanitarias, universidades, sociedades científicas y centros de investigación han desarrollado servicios informativos: <a href="https://covid19.nih.gov">National Institutes of Health</a>, <a href="https://www.cdc.gov/coronavirus/2019-ncov/index.html">Centers for Disease Control and Prevention</a>, <a href="https://www.who.int/es/health-topics/coronavirus#tab=tab_1">Organización Mundial de la Salud</a> y el <a href="https://coronavirus.jhu.edu">Centro de Recursos de Coronavirus de la Universidad Johns Hopkins</a>, el punto informativo más conocido. </p>
<p>La emergencia informativa no solo recae en el ámbito científico, sino también en el político y social. Ello propicia una enorme proliferación de datos de distinto tipo, estructura, formato y cobertura, saturando su localización y gestión. </p>
<figure class="align-center zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/385650/original/file-20210222-21-t1md1y.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/385650/original/file-20210222-21-t1md1y.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/385650/original/file-20210222-21-t1md1y.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=304&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/385650/original/file-20210222-21-t1md1y.png?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=304&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/385650/original/file-20210222-21-t1md1y.png?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=304&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/385650/original/file-20210222-21-t1md1y.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=383&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/385650/original/file-20210222-21-t1md1y.png?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=383&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/385650/original/file-20210222-21-t1md1y.png?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=383&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
<figcaption>
<span class="caption">Centro de Recursos del Coronavirus de la Universidad Johns Hopkins.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://coronavirus.jhu.edu/map.html">Johns Hopkins University</a></span>
</figcaption>
</figure>
<h2>¿Cuántos tipos de buscadores existen?</h2>
<p>Es preciso diferenciar entre ellos. Podemos encontrar los estadísticos (epidemiológicos), terminológicos (semánticos) y bibliográficos. Los primeros se nutren de las series estadísticas aportadas por las administraciones e instituciones sanitarias. Esta información no suele disponerse en formatos y estructuras limpias para su reutilización. Además, necesita del desarrollo de herramientas de visualización y actualización para la toma de decisiones y para su difusión en medios de comunicación. </p>
<p>Para ello suelen utilizarse infografías y visualizaciones de datos, donde destacan ‘<a href="https://informationisbeautiful.net/visualizations/covid-19-coronavirus-infographic-datapack/">Information is beautiful</a>’ y el <a href="https://gisanddata.maps.arcgis.com/apps/opsdashboard/index.html#/bda7594740fd40299423467b48e9ecf6">mapa de la Universidad Johns Hopkins</a>, enlazado a más de 200 000 sitios web y referente de los medios de comunicación.</p>
<p>Por su parte, los conjuntos de datos terminológicos son fundamentales en la gestión de información. Por ejemplo, hay distintos lenguajes controlados, como <a href="https://meshb.nlm.nih.gov/search">MESH</a> o <a href="http://decs2020.bvsalud.org/E/homepagee.htm">DeCS</a>, que poseen un valor equiparable a la propia producción científica porque aumentan la precisión al recuperar información. </p>
<p>Al mismo tiempo, los conjuntos de datos bibliográficos recogen datos estructurados de investigación y agregan contenido desde otras fuentes. Además, es la base para el desarrollo de buscadores basados en conceptos y mapas de relaciones.</p>
<p>Sin embargo, la sobrecarga informativa producida por la vasta producción científica es más un problema que una ayuda si no se dispone de sistemas de recuperación de información adecuados. Los buscadores web convencionales no sirven para cribar la información útil. </p>
<p>Por ello, ha rebrotado la importancia de la descripción documental en estos conjuntos de datos y se apuesta claramente por la inteligencia artificial (IA) y la minería de datos, poniéndose a disposición de los investigadores prototipos que no habían tenido suficiente audiencia e interés hasta ahora. </p>
<p>Se precisa un nuevo paradigma para recuperar información que filtre entre la inmensa plétora de resultados. El reto es tremendo por el volumen y por trabajar al unísono con artículos revisados, ‘preprints’ y una heterogénea colección de fuentes oficiales. Es un verdadero desafío para la recuperación de información y, además, hay una gran urgencia en disponer de la misma. </p>
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<a href="https://images.theconversation.com/files/385648/original/file-20210222-21-jerolv.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/385648/original/file-20210222-21-jerolv.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/385648/original/file-20210222-21-jerolv.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=104&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/385648/original/file-20210222-21-jerolv.png?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=104&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/385648/original/file-20210222-21-jerolv.png?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=104&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/385648/original/file-20210222-21-jerolv.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=131&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/385648/original/file-20210222-21-jerolv.png?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=131&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/385648/original/file-20210222-21-jerolv.png?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=131&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<h2>CORD-19: Recopilación de datos sobre SARS-CoV-2</h2>
<p>Por eso, en respuesta a esta gran cantidad de datos, el <a href="https://allenai.org">Instituto Allen</a> y la <a href="https://www.whitehouse.gov/ostp/">Oficina de Política de Ciencia y Tecnología de Estados Unido</a>s pusieron en marcha un recurso de libre acceso para la comunidad investigadora, llamado <a href="https://www.kaggle.com/allen-institute-for-ai/CORD-19-research-challenge">CORD-19</a>, que engloba datos de investigación abierta sobre covid-19. Cuenta con 280 000 artículos académicos, incluyendo más de 150 000 con texto completo, sobre covid-19, SARS-CoV-2 y coronavirus relacionados. </p>
<p>Este recurso se puso en marcha el 16 de marzo de 2020 y participaron también la <a href="https://medlineplus.gov">Biblioteca Nacional de Medicina (NLM)</a>, la iniciativa <a href="https://chanzuckerberg.com/covid-19/">Chan Zuckerberg</a>, <a href="https://covid.msra.cn">Microsoft Research Asia</a> y el contenedor de datos <a href="https://www.kaggle.com/allen-institute-for-ai/CORD-19-research-challenge">Kaggle</a>, coordinado por el <a href="https://cset.georgetown.edu">Centro de Seguridad y Tecnologías Emergentes de la Universidad de Georgetown</a>. </p>
<p>CORD-19 agrega información semanalmente desde los repositorios PubMed, <a href="https://www.medrxiv.org/">MedRxiv</a> y OMS. Además, existe una gran sinergia entre CORD-19 y el buscador semántico académico <a href="https://www.semanticscholar.org/">Semantic Scholar</a>, por lo que permite la descarga del conjunto de datos. Es, sin duda alguna, el referente informativo para los investigadores durante esta pandemia, ya que Google Scholar no ha llevado a cabo algo parecido. </p>
<p>El esfuerzo desarrollado por la comunidad científica no tiene precedentes en volumen de su producción y en la velocidad de su transmisión. El volumen de información a manejar es ingente, el ‘big data’ ayuda a los virólogos y a otros expertos en el manejo de la información estadística y en la identificación de posibles patrones de comportamiento de la pandemia. </p>
<h2>Información científica clasificada</h2>
<p>A partir de CORD-19, hemos identificado más de 40 fuentes (13 conjuntos de datos y 27 buscadores) sobre la pandemia que podemos clasificar en tres categorías:</p>
<ol>
<li><p><strong>Buscadores convencionales.</strong> Similares a los sistemas de búsqueda de las plataformas bibliográficas. Estos alinean la respuesta según la relevancia, con filtrado de documentos por fuente (<a href="https://www.elsevier.com/es-es">Elsevier</a>, <a href="https://www.biorxiv.org/">biorxiv</a>, <a href="https://www.who.int/es/">WHO/OMS</a>, etc.), revista, autor y fecha de publicación. También localizan información por términos o por frase exacta. </p></li>
<li><p><strong>“Visualizadores” de la información.</strong> Además de la búsqueda convencional localizan documentos gracias a tesauros, frecuencia de uso, proximidad de términos en las frases y expresiones regulares. Suelen complementarse con herramientas de visualización de las asociaciones entre estos conceptos (genes, productos químicos, fármacos, mutaciones, líneas celulares, especies y enfermedades). También muestran los resultados mediante nubes de etiquetas.</p></li>
<li><p><strong>Inteligencia artificial.</strong> Son herramientas de última generación que aplican modelos de redes neuronales para mejorar la calidad de la información recuperada. Pretenden ayudar a la toma de decisiones basadas en evidencias y en generación de ideas. También es posible la navegación por facetas y otros sistemas se apoyan en la idea del ‘chatbot’. Hay sistemas que aplican el modelado de temas para descubrir ideas subyacentes. Otros sistemas entregan como respuesta informes con asociaciones entre conceptos, filtrado por fuentes, edad de los pacientes, género, tipo de publicaciones, características del trastorno, tratamientos aplicados y resultados, palabras clave más relacionadas con el concepto, fechas de publicación y autores más influyentes en el campo de la consulta.</p></li>
</ol>
<p>Es muy significativo, y digno de elogio, el esfuerzo de empresas e instituciones que han desarrollado servicios de consulta y los han puesto a disposición de la comunidad científica. </p>
<p>Resulta claro que la lucha contra la pandemia ha disparado el uso de buscadores semánticos por la necesidad de filtrar los resultados de las búsquedas por tres razones. La primera es la enorme producción científica que puede “infoxicar”, algo consustancial al tiempo presente. La segunda es la necesidad de recuperar por facetas o conceptos más que por coincidencia de términos. La última es la imposibilidad material de emplear el impacto como referencia para elegir un artículo. </p>
<p>Queda ahora verificar si este avance de la tecnología de búsqueda semántica se va a quedar circunscrito a la lucha contra la pandemia o si se va a ampliar a otros sistemas de información. Lo lógico (y deseable) es que así sea.</p>
<hr>
<p><em>Una versión más ampliada de este artículo está accesible en acceso abierto en la <a href="http://redc.revistas.csic.es/index.php/redc/article/view/1300/2029">Revista Española de Documentación Científica</a>, editada por el CSIC.</em></p>
<hr><img src="https://counter.theconversation.com/content/153822/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.</span></em></p>Durante la pandemia se ha generado una cantidad ingente de datos. El recurso CORD-19 ofrece acceso a información científica sobre coronavirus por medio de tecnologías semánticas de búsqueda.Francisco-Javier Martinez-Mendez, Profesor Titular de Biblioteconomía y Documentación, Universidad de MurciaRosana López-Carreño, Profesora de Fuentes de Información y Documentación Científica, Universidad de MurciaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1432892020-07-26T19:22:56Z2020-07-26T19:22:56ZLa Covid-19 revoluciona el sistema de publicación científica<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/349464/original/file-20200725-33-11ddtmh.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C0%2C2995%2C1998&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">shutterstock</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/prague-czech-republic-november-13-2014-235071091">Shutterstock / VLADJ55</a></span></figcaption></figure><p>En los últimos meses hemos visto abundancia de prepublicaciones y estudios sobre la COVID-19 y el coronavirus que la provoca. El motivo está en la necesidad de contar de manera inmediata con evidencias y resultados fiables. </p>
<p>En este periodo se han detectado tres tipos de reacciones en la comunidad científica: la de la propia comunidad académica, la de la editorial y la de los especialistas en Inteligencia Artificial (IA), tecnología semánticas y recuperación de información.</p>
<p>Más de una veintena de artículos sobre la COVID-19 han sido retractados, según <a href="https://retractionwatch.com/retracted-coronavirus-covid-19-papers/"><em>The Retraction Watch</em></a>. </p>
<p>Algunos de los estudios retirados habían sido publicados en revistas muy prestigiosas del área –<a href="https://www.thelancet.com/pdfs/journals/lancet/PIIS0140-6736(20)31180-6.pdf"><em>The Lancet</em></a> y <a href="https://www.nejm.org/doi/full/10.1056/NEJMoa2007621"><em>The New England Journal of Medicine</em></a>–, lo que ha provocado que se cuestionara de nuevo el sistema de revisión por expertos (<em>peer review</em>). </p>
<p>Este sistema representa el primer filtro y la validación por parte de especialistas de los contenidos de un artículo. Las críticas a este proceso han existido siempre, pero en esta ocasión, por el impacto social de la pandemia, han traspasado la frontera de la comunidad científica y alcanzado la esfera pública a través de los medios de comunicación. </p>
<p>La propia comunidad científica ha reivindicado durante la pandemia la necesidad de <a href="https://science.sciencemag.org/content/368/6490/476">velar por la calidad</a> de los contenidos y su solidez antes de la publicación. </p>
<p>En este tema, se identifican posiciones para todos los gustos. Vincent Lariviére, un especialista en estudios de la ciencia, dijo recientemente:</p>
<blockquote>
<p>Si la revisión por pares fuera un fármaco no llegaría al mercado, ya que no tenemos claras sus ventajas pero conocemos muchos efectos adversos.</p>
</blockquote>
<p><div data-react-class="Tweet" data-react-props="{"tweetId":"1282707492275916801"}"></div></p>
<p>Otros defienden el método, <a href="https://ideas.repec.org/h/elg/eechap/14384_5.html">aceptando sus limitaciones</a>. Tal y como lo ven algunos expertos, estas retractaciones son la muestra de que la comunidad científica cuida constantemente de los resultados que se producen y <a href="https://theconversation.com/retractions-and-controversies-over-coronavirus-research-show-that-the-process-of-science-is-working-as-it-should-140326">se autocorrige</a>. </p>
<p>El <a href="https://thelogicofscience.com/2015/03/04/peer-reviewed-literature-what-does-it-take-to-publish-a-scientific-paper/"><em>peer review</em> no acaba cuando se publica un artículo</a>. Implica un primer control sobre los contenidos, que se produce dentro del equipo editorial de una revista, y con el peso específico de dos o tres evaluadores para cada artículo. Naturalmente, no es un proceso exento de errores. Pero allí donde falla el sistema está la propia comunidad académica que detecta fallos, identifica carencias y descubre debilidades.</p>
<p>Por otra parte, no es solo que los ojos de los académicos estén alerta ante lo que se publica. La publicación científica forma parte de un complejo ecosistema, en el que cada vez hay más herramientas y prácticas científicas recomendadas que permiten incrementar las garantías sobre lo que se publica. </p>
<p>Una de ellas, especialmente relevante en estos días, es la vinculación de un artículo a datos abiertos en los que se basa y su cumplimiento de los principios FAIR (Encontrable, Accesible, Interoperable y Reusable, por sus siglas en inglés, que significan “justo”).</p>
<h2>Las reacciones de la comunidad editorial</h2>
<p>Más allá de los naturales llamamientos por parte de las asociaciones de editoriales para asegurar la <a href="https://ease.org.uk/publications/ease-statements-resources/ease-statement-on-quality-standards/">calidad y la agilidad en la evaluación de originales</a>, han sido especialmente destacadas las iniciativas colaborativas entre editoriales. </p>
<p>Se ha visto que la solución al problema de <a href="https://onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1002/leap.1314">contar con artículos de rápida publicación</a>, pasaba por compartir procesos y recursos. También por crear vasos comunicantes entre estructuras que antes no estaban comunicadas, precisamente por cuestiones de mercado, de competencia entre revistas. </p>
<p>Acelerar las revisiones de los artículos y facilitar el intercambio de informes de revisión entre revistas han sido fórmulas para garantizar revisiones rápidas, pero con garantías. </p>
<p>Si ha habido un foco de interés en esta época de pandemia, que además ha marcado un cambio en la comunicación científica, han sido los <a href="https://sr.ithaka.org/wp-content/uploads/2020/05/SR-Issue-Brief-Preprints-in-the-Spotlight-052720.pdf">servidores de prepublicaciones</a> como MedRxiv y BioRxiv. </p>
<p>Con un crecimiento imprevisto e inundados de artículos (5071 medRxiv, 1317 bioRxiv) han tenido que comenzar a filtrar y rechazar de partida algunos artículos que derivaban a revistas científicas para que los trabajos pasaran por los correspondientes procesos de revisión. <a href="https://www.nature.com/articles/d41586-020-01394-6">Eso hizo bioRxiv</a> con los estudios predictivos basados en cálculo computacional. El riesgo de hacer públicas investigaciones no contrastadas puede causar mucho daño.</p>
<p>Al margen de la gestión de los repositorios de prepublicaciones, son destacables las nuevas iniciativas entre editoriales, por cuanto cambian las dinámicas de lo editorial. <a href="https://prereview.org/">PreReview</a> es un ejemplo: una plataforma que permite a cualquier investigador identificado mediante su ORCID solicitar la revisión de una prepublicación. </p>
<p>Esa petición será atendida por toda una red de evaluadores que se han comprometido a realizar evaluaciones rápidas, basadas en un cuestionario estructurado y que conducen a decidir si ese texto debe pasar a revisión por expertos, ya en el marco de una revista científica. </p>
<p>Así se crea el vaso comunicante, pues se produce un trasvase de textos desde los servidores de prepublicaciones a las revistas científicas, impulsado por los propios investigadores. Es una iniciativa que trasciende a los sellos editoriales particulares. Se trata de una acción editorial conjunta, infrecuente en un mercado tan competitivo como el de la edición académica. </p>
<p>Merece la pena detenerse en cómo la gobernanza de la ciencia se modifica en parte. Sale un poco del radio de acción de las grandes editoriales académicas y reposa un poco más en las necesidades reales de la comunidad académica, en la acción colectiva editorial, en los principios de la ciencia abierta y, desde luego, en los grupos y entidades que promueven la integridad de la investigación y las nuevas formas de evaluación científica. Todo ello muy relacionado entre sí.</p>
<h2>Colaboración, intercambio de datos e IA</h2>
<p>La Inteligencia Artificial es una aliada clave en el tratamiento de grandes corpus de textos científicos, en la búsqueda sobre ellos para localizar datos, hallazgos relevantes o asociaciones entre temas. Ha permitido de algún modo ordenar y filtrar entre el maremágnum de literatura científica que se ha producido durante la pandemia. </p>
<p>Un desarrollo anunciado por <a href="https://www.nature.com/articles/d41586-020-01324-6"><em>Nature</em></a>, Scite.ai, permite ver la red de citas que recibe una prepublicación, ya sea para validarla o refutarla. Esto ayuda a discernir entre lo que puede ser valioso y lo que no. </p>
<p>Lo abierto, ya sean textos, datos o citas, es crítico en la comunicación científica actual. Porque textos, datos o citas son bases también del trabajo realizado por los equipos de <a href="https://www.semanticscholar.org/cord19">Semantic Scholar y el Instituto Allen</a>: están compartiendo miles de textos aunados en el corpus CORD-19 (COVID-19 Open Research Dataset). Equipos de IA de todo el mundo desarrollan herramientas para responder a preguntas de la comunidad científica que pueden ser respondidas a partir del análisis de ese inmenso corpus. </p>
<p>Uno de ellos ha sido el grupo Ontology Engineering Group (Universidad Politécnica de Madrid), que ha desarrollado un buscador terminológico para contribuir a esta tarea: <a href="https://oeg-upm.github.io/covid19/">https://oeg-upm.github.io/covid19/</a>.</p>
<p>Estas aplicaciones, que han constituido una solución ante la avalancha de publicaciones científicas, hacen pensar de algún modo que la ciencia abierta ha acabado de arraigar con la COVID-19. </p>
<p>Ya no basta, además, con disponer de literatura científica y datos en abierto. Su estructura y su marcado semántico son esenciales para poder analizar y encontrar aquello que la comunidad científica –-y la sociedad– quiere encontrar. Muchas grandes editoriales y productores de contenidos de perfil internacional lo tienen claro desde hace tiempo y han afrontado con determinación su transformación digital. De ello depende, por ejemplo que recibamos con puntualidad lo que publican, que lo encontremos fácilmente y bien posicionado en buscadores y que puedan ofrecer contenidos de manera inmediata. </p>
<p>Así ha sucedido durante la pandemia: la comunidad académica ha podido acceder a <a href="https://theconversation.com/abrir-y-privatizar-la-ciencia-en-tiempos-de-la-covid-19-138784">miles de artículos científicos para su consulta pero también para su tratamiento mediante técnicas de minería de datos</a>.</p>
<p>De la transformación digital de las editoriales seremos beneficiarios todos los académicos, tanto para el acceso a la literatura científica y a los datos, como para su uso con fines de investigación. Pero es necesario considerar un factor crítico, relacionado con el hecho de que <a href="https://www.helsinki-initiative.org/es/read">la comunicación de la ciencia es multilingüe</a>. </p>
<p>El inglés es necesario para difundir, hacer visibles e intercambiar resultados de investigación con académicos de todo el mundo. Eso está fuera de toda duda. Sin embargo, tanto para la comunicación entre especialistas dentro de un país o de una región, como para la <a href="https://theconversation.com/la-lengua-de-la-ciencia-y-su-inaplazable-conexion-con-la-sociedad-140321">comunicación con la sociedad</a>, las lenguas nacionales y locales son necesarias. </p>
<p>Por ello, además de admirar y valorar las innovaciones que se están produciendo en la comunicación científica, debemos preguntarnos hasta qué punto esas transformaciones pueden darse y proponerse en las estructuras editoriales del conjunto de países de habla hispana. </p>
<p>Apenas ha habido artículos científicos en español sobre la COVID-19 en revistas científicas de España. Esto se relaciona con que los artículos españoles han sido enviados a revistas internacionales. La ciencia producida en español, los nuevos hallazgos y los nuevos datos no se han publicado en revistas científicas nacionales, sino en medios de comunicación generalistas y más especializados, como <a href="https://www.agenciasinc.es/"><em>SINC</em></a> o <a href="https://theconversation.com/es"><em>The Conversation</em></a>. </p>
<p>Los ritmos de evaluación, la publicación de números cerrados que no permiten la publicación según finaliza la evaluación, la falta de dinamismo en redes, lo “estático” de las estructuras editoriales y los formatos de los contenidos son algunos de los factores que han influido en esta situación. </p>
<p>Al mismo tiempo cabe preguntarse de qué forma las comunidades académica y editorial españolas participan en las redes internacionales que se organizan para agilizar la evaluación y mejorar la disponibilidad de contenidos científicos rigurosos. ¿Participamos en las infraestructuras y organizaciones internacionales? ¿Qué implica eso para la comunicación científica en español? ¿Debe la comunidad iberoamericana participar más activamente o proponer sistemas cooperativos y colectivos para afrontar el desafío de comunicar la ciencia en español?</p>
<p>Quizá debería haber un mayor compromiso de la comunidad académica por cuidar la comunicación científica en español, como una derivada más de la difusión de su actividad. Pero también debería haber una reflexión colectiva, seguida de acciones, por parte las instituciones de política científica y lingüística para que las estructuras editoriales de nuestros países pudieran afrontar una verdadera transformación digital. Así lograremos que los contenidos científicos en español puedan ser versátiles, valiosos y visibles para la comunidad académica hispanoblante y para nuestras sociedades.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/143289/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.</span></em></p>Quizá debería haber un mayor compromiso de la comunidad académica por cuidar la comunicación científica en español, como una derivada más de la difusión de su actividad.Elea Giménez Toledo, Científica titular del CSIC, Centro de Ciencias Humanas y Sociales (CCHS - CSIC)Antonio Lafuente, Investigador Científico, Instituto de Historia, CSIC, Centro de Ciencias Humanas y Sociales (CCHS - CSIC)Licensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.