tag:theconversation.com,2011:/us/topics/etimologia-98139/articlesetimología – The Conversation2024-03-20T21:16:53Ztag:theconversation.com,2011:article/2222012024-03-20T21:16:53Z2024-03-20T21:16:53ZEl origen de la palabra ‘flamenco’ y sus múltiples significados<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/583102/original/file-20240320-20-33s412.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C8%2C5751%2C3043&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption"></span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/flamingo-feather-background-550729792">Valeriya Zankovych / Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>Si decimos que gran cantidad de flamencos viajarán a Andalucía a lo largo de los próximos meses, la mayoría de nosotros entenderemos que nos referimos a las aves y no a los muchos belgas que <a href="https://multimedia.andalucia.org/saeta/extranjeros_2019.pdf">acudirán previsiblemente como turistas</a>. Sin embargo, según el <a href="https://dle.rae.es/flamenco?m=form">diccionario de la Real Academia Española</a>, <em>flamenco</em> es una palabra polisémica: es decir, “ser natural de Flandes” y “ser un ave de pico, cuello y patas muy largos (…) y rojo intenso (…)” son significados derivados de la misma palabra. </p>
<p>También se conoce como <em>flamenco</em> a “una manifestación cultural o intérprete del carácter popular andaluz”, otra acepción que el diccionario de la RAE vincula a la misma palabra. Así, la más internacional de nuestras cantantes, Rosalía, es también “flamenca”, aunque no de Flandes, pese a que el disco que la catapultó al éxito mundial, <a href="https://open.spotify.com/album/355bjCHzRJztCzaG5Za4gq?si=DZX1IPiyTXmSEN3_Wl70ww"><em>El mal querer</em></a>, está inspirado en <a href="https://www.unebook.es/es/libro/el-roman-de-flamenca_266586"><em>Flamenca</em></a>, una novela del siglo XIII sobre una dama que sí lo era.</p>
<p>Se trata de una polisemia polémica. ¿Cómo es posible que todos estos significados puedan estar relacionados con una misma palabra? ¿Qué circunstancias históricas han hecho posible que “lo flamenco” aluda a realidades tan distintas? </p>
<p>En las siguientes líneas, trazaremos brevemente la historia del descubrimiento y datación de estos significados, envuelta en más incertidumbres que certezas.</p>
<h2>Flamencos que viven entre pantanos (personas y aves)</h2>
<p>En el CORDE, el Corpus Diacrónico del Español, la primera atestiguación de <em>flamenco</em> la encontramos en <a href="https://corpus.rae.es/cgi-bin/crpsrvEx.dll"><em>La conquista de Ultramar</em></a>, una crónica anónima datada en 1293. En ella se alude a “<em>un cauallero flamenco que pariente del emperador baldouin</em>”, es decir, claramente, a un habitante de Flandes y no a un pájaro.</p>
<p>El uso de la forma <em>flamenco</em> en referencia al ave que conocemos como tal no lo localizamos hasta 1526, en el <a href="https://bvearmb.do/handle/123456789/1213"><em>Sumario de la natural y general historia de las Indias</em></a>, donde se describen los flamencos americanos, más flamantes, al parecer, que los castizos (“<em>lo colorado de los pechos es más bivo y de más lindo plumaje</em>”). </p>
<p>En los 250 años que separan la primera referencia y esta se habían visto flamencos: incluso se había escrito sobre ellos, como hace el famoso Don Juan Manuel en su <a href="https://www.biblioteca-antologica.org/es/wp-content/uploads/2017/07/Don-Juan-Manuel-Libro-del-Caballero-y-del-Escudero.pdf"><em>Libro del caballero e del escudero</em></a> (1326-1327), que enumera, entre las aves “<em>que pueden ser cazadas y no cazan</em>”, a los <em>flamenques</em>, forma utilizada para referirse exclusivamente al animal hasta finales del siglo XV.</p>
<p>Lo cierto es que resulta inusual que el diccionario de la RAE acepte que el <em>flamenco</em> de Flandes y <em>flamenco</em> ave compartan etimología, ya que se documentan originariamente con formas distintas. La polisemia de <em>flamenco</em> se habría producido no en nuestra lengua, sino en provenzal, otro romance vecino, de acuerdo con los etimólogos más prestigiosos del siglo XX, Joan Corominas y José Pascual. En su conocido <a href="https://archive.org/details/corominas-diccionario-critico-etimologico-castellano-c-f"><em>Diccionario Crítico Etimológico Castellano e Hispánico</em></a>, se discute con cierto detalle esta confluencia (tomo CE-F, pp. 906-907).</p>
<figure class="align-center zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/583244/original/file-20240320-22-kz524t.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/583244/original/file-20240320-22-kz524t.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/583244/original/file-20240320-22-kz524t.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=450&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/583244/original/file-20240320-22-kz524t.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=450&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/583244/original/file-20240320-22-kz524t.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=450&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/583244/original/file-20240320-22-kz524t.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=566&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/583244/original/file-20240320-22-kz524t.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=566&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/583244/original/file-20240320-22-kz524t.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=566&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="caption">Flamencos en la Laguna de Gallocanta (Berrueco, España).</span>
<span class="attribution"><span class="source">Carmina Franco.</span></span>
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<h2>¿Polisemia u homonimia?</h2>
<p>Sin embargo, intuitivamente, la relación entre ambos <em>flamencos</em> es poco plausible, lo que haría que <em>flamenco</em> no fuera un caso de polisemia (significados derivados desde una misma palabra), sino de homonimia, por la que palabras distintas confluyen azarosamente en la misma forma. </p>
<p>La dificultad de encontrar una etimología para el <em>flamenco</em> ave lleva a los lexicógrafos a esmerar su imaginación en la búsqueda de una posible conexión semántica entre los habitantes de Flandes y las aves. Esta la localizan en el común color rojizo de las aves y la tez sonrosada de los de Flandes. Recientemente, sin embargo, <a href="https://dra.revistas.csic.es/index.php/dra/article/view/130">existen</a> argumentos sólidos a favor de su tratamiento como palabras homónimas.</p>
<h2>Sin origen latino</h2>
<p>¿Podría venir el <em>flamenco</em> ave del latín? Nos habla de ellos Plinio el Viejo (siglo I) en su <em>Historia Natural</em> (X, 133), y los denomina <em>phoenicopterus</em> (la <a href="https://vavel.media/es/2019/03/19/historia/973745-un-banquete-de-lenguas-de-flamenco.html">lengua de flamenco</a> era considerada un manjar en Roma). Es un préstamo del griego <em>phoinikópteros</em>, que significa “de alas (-<em>ptero</em>-) rojas (<em>phoínix</em>)”. </p>
<p>La palabra <em>phoínix</em> se relaciona, evidentemente, con el ave <em>fénix</em>, de ese mismo color, e incluso con los <em>fenicios</em>, pueblo de comerciantes que se enriquecieron con la venta del tinte <a href="http://www.revistadm.csdmm.upm.es/archives/num2/art09.pdf"><em>púrpura</em></a>.</p>
<p>Sorprendentemente, aunque no haya relación etimológica, sí existe un fuerte paralelismo semántico entre la palabra <em>flamenco</em> y su término culto, <em>fenicóptero</em>, “de alas rojas”. A partir del sustantivo catalán o provenzal <em>flama</em> “llama” combinado con el sufijo –<em>enc</em> (el mismo que –<em>enco</em> en <em>azulenco</em>, aunque el sufijo catalán es más productivo en la formación de derivados de color, como <em>avellanenc</em> y <em>grisenc</em>), surge <em>flamenco</em>, “el llameante”. La etimología es verosímil, pues es frecuente que los pájaros reciban el nombre por su color (<em>petirrojo</em>, <em>pardillo</em>, <em>pato colorado</em>, etcétera).</p>
<h2>Flamencos de Flandes, un origen distinto</h2>
<p>Una historia bien distinta nos cuenta la etimología de <em>flamenco</em> para referirnos a los habitantes de Flandes. Esta palabra deriva de las lenguas habladas históricamente en Flandes, con formas como la medieval <a href="https://gtb.ivdnt.org/iWDB/search?actie=article&wdb=WNT&id=M080691&lemma=vlaming"><em>vlaminc</em></a> y la antigua <a href="https://gtb.ivdnt.org/iWDB/search?actie=article&wdb=ONW&id=ID3676&lemma=fl%C4%81mink"><em>flāmink</em></a>, “natural de Flandes”, que a su vez procede del dialecto frisón antiguo <em>*flāming</em>. </p>
<p>Se relaciona etimológicamente con un protogérmanico <em>*flaumaz</em> (es decir, una forma reconstruida de en torno al siglo I. a. e. c., no documentada), que significaría “agua corriente”. Ser de Flandes o flamenco, por tanto, hace referencia a habitar en los pantanos de agua salada que hay en sus costas. </p>
<p>El término se remonta a la raíz verbal indoeuropea <em>*pleu</em> “nadar, flotar”, documentada en muchas lenguas: significan “navegar” el griego πλέω, el sánscrito <em>plávati</em> y el ruso <em>plyt’</em>; a la misma familia pertenecen las palabra inglesa <em>float</em> o la latina <em>pluit</em> “llover”. Con todas ellas emparentan palabras castellanas como <em>pluvial</em> o <em>flotar</em>.</p>
<p>En resumen, si históricamente el ave hubiera compartido familia con los habitantes de Flandes, probablemente nos referiríamos a los flamencos como “flotantes” y no como “flamantes”. El <em>flamingo</em> que se usa en inglés o alemán para referirse a las aves es un <a href="https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=1050247">préstamo</a> castellano o portugués.</p>
<h2>De los flamencos del norte a los del sur</h2>
<p>Hay bastante acuerdo entre especialistas en que el uso de <em>flamenco</em> para referirse a lo gitano o andaluz sí tiene una conexión semántica con los habitantes de Flandes, salvo para los que sostienen una etimología algo imaginativa que deriva el flamenco andaluz del árabe <em>fellah mencu(s)</em>, “campesino desterrado”. </p>
<p>Sin embargo, el cómo se produce la conexión entre lo flamenco de Flandes y lo andaluz dista mucho de estar claro. Hay <a href="https://dra.revistas.csic.es/index.php/dra/article/view/130">varias hipótesis</a> al respecto, ninguna de ellas concluyente. </p>
<p>La causa mayor de la dificultad está en que las documentaciones del uso de flamenco para referirse a lo popular y andaluz son bastante tardías (siglo XIX), siglos después de la notoria presencia de <a href="https://www2.ual.es/ideimand/los-flamencos-en-andalucia/">comerciantes y cortesanos flamencos en tierras andaluzas</a> (siglo XVI) y de <a href="https://www.nuevatribuna.es/articulo/historia/gitanos-espanholes-tercios-flandes/20160725191232130393.html">andaluces y gitanos enrolados en los Tercios de Flandes</a> (siglo XVII), que pueden documentarse históricamente. Una vez que la nueva acepción de <em>flamenco</em> aparece, sin embargo, será omnipresente en los corpus.</p>
<h2>Bailes a la flamenca</h2>
<p>Una de las conexiones que explica cómo puede haberse producido el “salto” semántico de la palabra, que se considera poco probable, se ha establecido entre los bailes y costumbres de los cortesanos flamencos y los de los gitanos en Andalucía. </p>
<p>Así, en CORDE, encontramos en 1614 una <a href="https://books.google.es/books?id=s1EMAAAAYAAJ&printsec=frontcover&redir_esc=y#v=onepage&q&f=false"><em>Relación de cosas sucedidas en la corte de España</em></a> que hace constar que los reyes bailaron <em>à la flamenca</em>; en 1600, en el <a href="https://datos.bne.es/edicion/bimo0002251964.html"><em>Inventario de bienes de Felipe II</em></a>, se mencionan dos sobrepellices flamencas donadas a Jacques, cantor flamenco (de la escuela musical de Flandes, no del flamenco actual).</p>
<h2>Flamencos de Flandes y gitanos</h2>
<p>Otro origen del cambio que se ha propuesto se basa en el uso de <em>flamenco-a</em> como adjetivo con connotaciones negativas, por la mala opinión que suscitaban, por lo general, los habitantes de Flandes en España, que se tenían por aprovechados o borrachos. </p>
<p>Este uso se habría extendido al pueblo gitano andaluz (en el siglo XVIII se estableció en algunas partes de Andalucía inmigración flamenca pobre que se mezcló con la población gitana). Posteriormente, <em>flamenco</em> perderá las connotaciones negativas (no así la palabra gitano). <em>Flamenco-a</em> es un adjetivo que hoy solo preserva connotaciones positivas, y si no, que se lo pregunten a los pamplonicas.</p>
<p><audio preload="metadata" controls="controls" data-duration="27" data-image="" data-title="Jota 'No te vayas de Navarra'." data-size="432834" data-source="YouTube" data-source-url="https://www.youtube.com/watch?v=egTm_4gnXz4" data-license="" data-license-url="">
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Jota ‘No te vayas de Navarra’.
<span class="attribution"><a class="source" rel="nofollow" href="https://www.youtube.com/watch?v=egTm_4gnXz4">YouTube</a><span class="download"><span>423 KB</span> <a target="_blank" href="https://cdn.theconversation.com/audio/2939/maruja-lozano-no-te-vayas-de-navarra.mp3">(download)</a></span></span>
</div></p>
<h2>¿Y si todo viniera de un cuchillo?</h2>
<p>Una de las hipótesis más favorecidas vincula el uso del <a href="https://navaja19.es/antiguo/los-cuchillos-flamencos-antiguos-el-uso-13"><em>cuchillo flamenco</em></a> (fabricado en Flandes, bastante barato) con las clases populares andaluzas, que pasarían a denominarse <em>flamencos</em>, metonímicamente, por causa del cuchillo.</p>
<p>Como sabemos, el Romanticismo trae consigo un aprecio de lo popular y lo marginal, que acabará conduciendo, incluso, a la asociación estereotipada entre lo andaluz y lo español <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Espa%C3%B1olada">a ojos de los extranjeros</a>. Por esta razón, los ejemplos de flamenco con el sentido actual afloran en los textos del siglo XIX. </p>
<p>Ya nos cuenta Leopoldo Alas Clarín en <em>La Regenta</em> (1884-85) que “<em>empezaba entonces el llamado género flamenco a ser de buen tono en ciertos barrios del arte y en algunas sociedades</em>”. Desde este uso se deriva el sustantivo <em>flamenco</em> en referencia a un género musical y todas las manifestaciones culturales que lo acompañan (<em>baile flamenco</em>, <em>tablao flamenco</em>, <em>traje flamenco</em>).</p>
<h2>La “flamencomanía” llega a la lengua</h2>
<p>La gran presencia internacional del flamenco es visible en los millones de visitantes que acuden a España atraídos por esta manifestación artística. La lengua se ha hecho eco, a partir del siglo XX, de la <em>flamencomanía</em> imperante. Hemos creado nombres para denominar a los estilos musicales híbridos, como <em>flamenco-pop</em>, <em>flamenco-rock</em> o <em>flamenco-fusión</em>; para distinguir entre el flamenco tradicional y el <em>neoflamenco</em>; el flamenco español o <em>hispanoflamenco</em>, del exportado; nos curamos a base de <em>flamencoterapia</em>, pero también podemos enfermar de flamenco, y, entonces, estamos <em>flamencólicos</em>. No puede dejar de probar la gastronomía local, que aparte del jamón de Jabugo y el aceite de oliva, incluye el <a href="https://www.change.org/p/exigir-a-la-rae-la-inclusi%C3%B3n-en-su-diccionario-de-la-palabra-flamenqu%C3%ADn"><em>flamenquín</em></a>.</p>
<p>En cambio, debe saber el lector que no hemos podido averiguar cómo se llama la disciplina ornitológica que se especializa en flamencos, pues hemos descubierto que la <em>flamencología</em> solo se encarga de la música.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/222201/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.</span></em></p>¿De dónde viene la palabra flamenco? ¿Es su origen el mismo para sus distintos significados? ¿Tuvieron algo en común los habitantes de Flandes con los gitanos andaluces o con los pájaros rosas?Bárbara Marqueta Gracia, Profesora Titular de Lengua española, Universidad de ZaragozaFrancisco Javier Rubio Orecilla, Profesor Contratado Doctor en el área de Lingüística Indoeuropea, Universidad de SalamancaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2164152023-11-26T21:22:53Z2023-11-26T21:22:53ZDe dónde viene el seseo y por qué está presente en la mayoría de los hablantes del español<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/561697/original/file-20231126-23-eg6h7h.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=34%2C0%2C5242%2C3776&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/cute-little-girl-speech-therapist-office-596748176">Africa Studio/Shutterstock</a></span></figcaption></figure><blockquote>
<p>Cecilia limpia los zapatos de lazo azul. </p>
<p>Sesilia limpia los sapatos de laso asul. </p>
</blockquote>
<p>En estas dos frases se observa la diferencia en el cambio de grafía en las letras c y z por s. Pero ¿se pronuncian diferente o igual? </p>
<p>Conocemos la respuesta: diferente. ¿O no? De los <a href="https://cvc.cervantes.es/lengua/espanol_lengua_viva/pdf/espanol_lengua_viva_2022.pdf">496 millones de personas</a> que hablan español como lengua nativa en el mundo, los que pronuncian estos dos fonemas de manera diferente son aproximadamente el 7 %. Es decir, la inmensa mayoría, más de un 90%, de los hablantes de español sesean. En Andalucía, <a href="https://grupo.us.es/ehandalucia/que_es_el_andaluz/03_la_pronunciacion_andaluza_ext.html#:%7E:text=El%20seseo%20consiste%20en%20pronunciar,variedades%20propias%20de%20cada%20zona">dos tercios de los habitantes no distinguen c y s al hablar</a>.</p>
<p>El seseo no es, por lo tanto, una manera errónea de pronunciar el español: para una gran mayoría de hablantes solamente existe el fonema /s/, representado por dos letras distintas, la z y la s.</p>
<h2>De cuatro fonemas latinos a dos castellanos</h2>
<p>En la primera frase, la grafía z (a, o, u) y c (-e, -i) representan al sonido zeta que es nuestro actual fonema /θ/, proveniente de la letra theta θ. El sonido zeta tiene una articulación fricativa interdental sorda con una pronunciación apical, es decir, se apoya el ápice de la lengua entre los dientes incisivos inferiores y superiores. </p>
<p>Algunas personas no colocan la lengua tan delante y no la apoyan en los dientes: esto produce una pronunciación no apical. En esos casos el sonido zeta se ve sustituido por otra variedad de sonidos cercanos al fonema /s/, como, por ejemplo, en la segunda frase del principio de este artículo.</p>
<p>El origen del mantenimiento o no del sonido zeta se remonta a la época medieval cuando los cuatro fonemas /z/, /s/, /ts/ y /dz/ se redujeron a dos: /θ/ y /s/ en el castellano de Castilla. Los fonemas /ts/ y /dz/ se convirtieron en fricativos; el fonema /z/ perdió sonoridad y se igualó al fonema /θ/, y los fonemas /s/ y /z/ del latín se igualaron en el fonema /s/. </p>
<p>Pero esos cuatro fonemas medievales se redujeron a un único fonema, /s/, en el castellano del sur peninsular. Las variaciones en articulación de este único fonema /s/ originaron el seseo y ceceo. La diferencia entre seseo y ceceo está en el predominio de la articulación: si es más alveolar es seseo y si es más dental es ceceo.</p>
<p>Aunque los hablantes que sesean pueden aprender de manera formal los fonemas en clase, y distinguir perfectamente que una z no es una s, seguirán seseando o ceceando en su contexto puesto que es la forma de pronunciar con la que se han criado. Puede ocurrir que si hablan en público o en contextos no seseantes, académicos o profesionales, lleguen a distinguir entre ambos fonemas y los pronuncien de manera distinta. </p>
<h2>El seseo en el sur peninsular</h2>
<p>En el <a href="https://www.rae.es/dpd/seseo">seseo</a>, la transformación o reducción se hace en la pronunciación del fonema /θ/ representado por la letra c (-e, -i) y la letra z (a, o, u) por el fonema /s/, por ejemplo, en sapato en vez de zapato, bebesita en vez de bebecita. </p>
<p>En este caso, la articulación del sonido zeta se iguala al sonido ese coronal o predorsal con una lengua que apoya la corona o el predorso ligeramente convexo contra alveolos e incisivos superiores, siendo una pronunciación dorsal no apical más alveolar.</p>
<h2>El ceceo, muy diverso</h2>
<p>En el <a href="https://www.rae.es/dpd/ceceo">ceceo</a>,la pronunciación del fonema /s/ es muy cercana, pero sin ser igual, al fonema /θ/ representado por la letra c (-e, -i) y la letra z (a, o, u), por ejemplo, zábana en vez de sábana, zaludo en vez de saludo. Además, existe gran diversidad en la producción de este sonido entre los propios hablantes ceceantes. </p>
<p>En este caso, la articulación del sonido ese predorsal interdental se asemeja al sonido zeta en el que la lengua está colocada convexa con el ápice en los incisivos inferiores pudiendo llegar a los superiores, siendo una pronunciación dorsal no apical más dental. </p>
<h2>Variedad exportada a América</h2>
<p>El seseo y ceceo constituyen una variedad del español peninsular, siendo rasgos lingüísticos que conforman un código cambiado característico y compartido por los hablantes de la zona sur peninsular. Esta flexibilidad del lenguaje oral, también llamado <a href="https://theconversation.com/usted-tambien-habla-un-dialecto-202582">dialecto</a>, se exporta y extiende a las islas Canarias, a la <a href="https://www.salminter.com/blog/por-que-la-c-y-la-z-se-pronuncian-diferente-en-latinoamerica/">comunidad de hispanohablantes en América</a> y algunas áreas de Badajoz y Murcia, razón por la que no tienen el sonido zeta. </p>
<p>Concretamente, en <a href="https://es.m.wikipedia.org/wiki/Archivo:Andaluc%C3%ADa_ceceante_y_seseante.svg">Andalucía</a>, una parte de hablantes distinguen entre el sonido zeta y ese, pero otra parte de hablantes confunden el sonido zeta y ese, teniendo lo que hemos llamado seseo o ceceo. </p>
<p>El seseo es más aceptado socialmente y más frecuente en ciudades mientras que el ceceo es menos frecuente está relegado a zonas rurales y hablantes de menor nivel cultural. En algunas regiones de ceceo se está sustituyendo por seseo o por la distinción entre el sonido zeta y ese. En Canarias predomina el seseo, aunque en regiones rurales hay restos de ceceo y en América se reduce a seseo.</p>
<h2>Por qué no seseamos por escrito</h2>
<p>Esta versatilidad del lenguaje oral no suele generalizarse al lenguaje escrito constituyendo diferencias solo a nivel de articulación. La diversidad de articulaciones genera heterogeneidad entre los hablantes seseantes y ceceantes y ambos conviven pudiendo existir predominio de uno u otro entre barrios de un mismo pueblo.</p>
<p>En síntesis, seseo y ceceo son producto de una evolución basada en una reducción de fonemas donde el sonido ese se iguala al sonido zeta. Por tanto, en seseo y ceceo no falta ningún fonema porque nunca ha estado. Aún así, tanto el sonido del fonema /s/ del seseo que es una articulación más dental como el sonido del fonema /θ/ del ceceo cuya articulación no llega a ser interdental son diferentes al sonido del fonema /s/ y del fonema /θ/ del castellano peninsular. </p>
<p>Por ese motivo, respondiendo a nuestra pregunta del principio, lo cierto es que ambas frases (“Sesilia limpia los sapatos” y “Cecilia limpia los zapatos”) se pronunciarían siempre de manera ligeramente distinta, ya que no suena igual la /s/ de sandalia que la de “zapato” dicho con seseo.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/216415/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Cristina de la Peña Álvarez no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>No es lo mismo una z que una s, pero la gran mayoría de los hispanohablantes las pronuncian igual. ¿Por qué?Cristina de la Peña Álvarez, Profesor e investigador, UNIR - Universidad Internacional de La Rioja Licensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2061112023-06-25T21:07:09Z2023-06-25T21:07:09ZGuía para un uso adecuado del verbo ‘interactuar’<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/533445/original/file-20230622-5187-3p3f0e.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=6%2C171%2C4231%2C2522&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/wooden-dolls-speech-bubble-message-chatting-2065744910">izzuanroslan/Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>“El fotón es la partícula encargada de ¿<em>interaccionar</em> o <em>interactuar</em>? con la materia para transmitirla”. “Se aprende viviendo e ¿<em>interactuando</em> o <em>interaccionando</em>? con quienes nos rodean”. ¿Se produce una <em>interacción</em> o una <em>interactuación</em> entre dos personas? Es frecuente que nos encontremos con esta duda, ¿cuál es el verbo correcto en cada caso? </p>
<p>Lo cierto es que los verbos <em>interactuar</em> e <em>interaccionar</em> son sinónimos. Sus sustantivos, <em>interactuación</em> e <em>interacción</em>, respectivamente, también lo son. Los cuatro vocablos son correctos en castellano. Pero en cuanto a su uso, los hispanohablantes mostramos preferencias.</p>
<h2>Significados idénticos</h2>
<p>El diccionario de la <a href="https://www.rae.es/">Real Academia</a> incluye tanto el verbo <em>interaccionar</em> como el sustantivo <em>interacción</em>. Define el verbo <em>interaccionar</em> como un verbo intransitivo con el significado de “ejercer una interacción”; y el sustantivo <em>interacción</em> como “acción que se ejerce recíprocamente entre dos o más objetos, personas, agentes, fuerzas, funciones, etc.”.</p>
<p>En el caso de <em>interactuar</em>, la Real Academia recoge en su diccionario el verbo que define como “actuar recíprocamente”, pero no incluye el sustantivo <em>interactuación</em>. El hecho de que <em>interactuación</em> no aparezca en el DRAE no significa que no pueda utilizarse. No todas las palabras derivadas se incluyen en el diccionario. Por supuesto, su no inclusión no significa que el proceso de formación de esta palabra sea erróneo o que no pueda ser utilizada.</p>
<p>Como puede verse a través de las definiciones anteriores, el significado de los dos verbos, <em>interactuar</em> e <em>interaccionar</em>, es prácticamente idéntico: en ambos casos se trata de “ejercer una acción recíprocamente”. La idea de reciprocidad y de acción está presente en ambos verbos y en ambos sustantivos. Por tanto, podemos decir que <em>interaccionar</em> e <em>interactuar</em> son sinónimos, como también lo son <em>interactuación</em> e <em>interacción</em>.</p>
<h2>De dónde vienen</h2>
<p>Tanto <em>interaccionar</em> como <em>interactuar</em> son palabras bien formadas desde el punto de vista morfológico. </p>
<p>Respecto a su formación, podemos señalar una diferencia. En el caso de <em>interaccionar</em> tenemos un verbo formado a partir del sustantivo <em>interacción</em>; mientras que en el caso de <em>interactuar</em>, primero tenemos el verbo y a partir de él formamos el sustantivo <em>interactuación</em>. Por tanto, en el primer caso tenemos un verbo denominal (<em>interacción > interaccionar</em>), mientras que en el segundo tendríamos un sustantivo deverbal (<em>interactuar > interactuación</em>).</p>
<p>El sustantivo <em>interacción</em> ha sido formado mediante la adición del prefijo <em>inter-</em> al sustantivo <em>acción</em>. Para crear el verbo, se añade el sufijo verbalizador <em>–ar</em>. La secuencia derivativa sería la siguiente: <em>acción > interacción > interaccionar</em>.</p>
<p>Por su parte, el verbo <em>interactuar</em> se deriva añadiendo el prefijo <em>inter-</em> (con significado ‘entre varios’) al verbo <em>actuar</em> (con significado ‘poner algo en acción’). A partir del verbo <em>interactuar</em>, podemos formar el sustantivo <em>interactuación</em> mediante la adición del sufijo nominalizador <em>–ción</em>. Por tanto, en este caso la secuencia derivativa sería la siguiente: <em>actuar > interactuar > interactuación</em>.</p>
<h2>Uso correcto</h2>
<p>Teniendo en cuenta que los cuatro elementos –<em>interactuar, interaccionar, interacción</em> e <em>interactuación</em>– son correctos, una forma de determinar cuáles son preferibles es acercarnos a su uso. Para ello recurrimos al <a href="https://www.rae.es/corpes/">Corpus del Español del Siglo XXI </a>(CORPES XXI), un corpus de referencia que nos permite conocer el significado y características de palabras, expresiones y construcciones a partir de los usos reales registrados. </p>
<p>El CORPES XXI está formado por textos escritos y orales procedentes de España, América, Filipinas y Guinea Ecuatorial, con una distribución de 25 millones de formas por cada uno de los años correspondientes al siglo XXI. Su última versión, de 2023, cuenta con más de 365 000 documentos que suman algo más de 395 millones de formas.</p>
<p>Según los datos del CORPES XXI, es más frecuente <em>interactuar</em> que <em>interaccionar</em>. Sin embargo, en su forma nominal es más frecuente <em>interacción</em> que <em>interactuación</em>. </p>
<p>Si nos fijamos en los verbos, podemos ver las diferencias. <em>Interactuar</em> aparece en 3 804 documentos, mientras <em>interaccionar</em> en tan solo 414. La frecuencia absoluta en el corpus de <em>interactuar</em> es de 5 425 ocurrencias, mientras la de <em>interaccionar</em> es solo de 598. <em>Interactuar</em> tiene una frecuencia normalizada (cifra que corresponde al número de veces que aparece un elemento determinado por cada millón de elementos de su mismo tipo, en este caso palabras) de 13,7 ocurrencias por millón, mientras que <em>interaccionar</em> tiene tan solo una frecuencia normalizada de 1,51 ocurrencias por millón.</p>
<figure class="align-center zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/533451/original/file-20230622-16-2rrwtq.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="Interactuar (usos totales 5421) se usa más frecuentemente que interaccionar (538 usos), pero interacción (14.120) se usa más que interactuación (34)." src="https://images.theconversation.com/files/533451/original/file-20230622-16-2rrwtq.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/533451/original/file-20230622-16-2rrwtq.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=347&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/533451/original/file-20230622-16-2rrwtq.png?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=347&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/533451/original/file-20230622-16-2rrwtq.png?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=347&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/533451/original/file-20230622-16-2rrwtq.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=436&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/533451/original/file-20230622-16-2rrwtq.png?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=436&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/533451/original/file-20230622-16-2rrwtq.png?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=436&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
<figcaption>
<span class="caption">Frecuencia de uso de los verbos interactuar e interaccionar, y de los sustantivos interacción e interactuación.</span>
<span class="attribution"><span class="source">Elaboración propia</span>, <span class="license">Author provided</span></span>
</figcaption>
</figure>
<p>Por su parte <em>interacción</em>, aparece en 6 223 documentos con una frecuencia absoluta de 14 120 ocurrencias y una frecuencia normalizada de 35,68 ocurrencias por millón. Su equivalente <em>interactuación</em>, en cambio, aparece tan solo en 32 documentos con una frecuencia absoluta de 34 documentos y una frecuencia normalizada de 0,08 ocurrencias por millón.</p>
<p>Como hemos visto, aunque es posible intercambiar en los mismos contextos tanto los dos verbos como los dos sustantivos, podríamos decir que preferimos <em>interactuar</em> (frente a <em>interaccionar</em>) y que el resultado de ese proceso es preferentemente una <em>interacción</em> (más que una <em>interactuación</em>).</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/206111/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>M. Dolores Jiménez López no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>¿Pueden dos personas que interactúan tener una interacción? Analizamos el origen y el uso de estas dos palabras derivadas.M. Dolores Jiménez López, Doctora en Lingüística, Titular de Universidad, Universitat Rovira i VirgiliLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2061322023-06-12T19:26:42Z2023-06-12T19:26:42Z¿Estamos usando bien los términos ‘autenticar’ y ‘autentificar’?<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/531146/original/file-20230609-473-cdjg9.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=22%2C11%2C7479%2C4926&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/phone-lock-code-smartphone-protection-2fa-2015357270">Tero Vesalainen/Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>A la hora de realizar gestiones administrativas, muchas veces se solicita al usuario <em>autenticar</em> o <em>autentificar</em> lo solicitado, indistintamente. Al usar ambas palabras, se puede considerar la influencia del inglés <em>authenticate</em> o <em>authentify</em> en el empleo de estos verbos. </p>
<p>No obstante, hoy en día los dos vocablos están incluidos en el <em>Diccionario de la lengua española</em> de la Real Academia, base de la norma en cuanto al léxico. En este <em>Diccionario</em> se incluyen sin ninguna marca que indique restricciones en su uso. Además de este, el <a href="https://www.rae.es/dpd/autenticar"><em>Diccionario panhispánico de dudas</em></a> aclara:</p>
<blockquote>
<p>“Autenticar. ‘Certificar la autenticidad’ (…) Este verbo se documenta ya en el español medieval y sigue plenamente vigente en el lenguaje legal y administrativo, especialmente en América. Con este mismo sentido se ha creado modernamente el verbo autentificar, que se considera también válido y es el usado con preferencia en el español de España y de buena parte de América”.</p>
</blockquote>
<p>Como herramienta de consulta para dudas en el idioma, la <a href="https://www.fundeu.es/recomendacion/autenticar-autentificar/">Fundéu</a> insiste en la explicación del <em>Diccionario panhispánico</em>.</p>
<p>Por tanto, el empleo en el español actual de las dos voces con el significado de “<a href="https://dle.rae.es/autentificar?m=form">certificar la autenticidad</a>” es correcto.</p>
<p>Sin embargo, no siempre fue así.</p>
<h2>De dónde viene cada una</h2>
<p>Para reflejar la utilización y la tradición de las dos palabras en español, se emplearon dos corpus facilitados por la Real Academia: el del <a href="https://www.rae.es/banco-de-datos/cdh"><em>Diccionario histórico de la lengua española</em></a>, que incluye el léxico desde orígenes del idioma hasta 2005, y el <a href="https://www.rae.es/banco-de-datos/corpes-xxi"><em>Corpus del Español del Siglo XXI</em> (CORPES XXI)</a>, en lo que respecta al siglo XXI.</p>
<p>Basándose en los anteriores, históricamente, <em>autenticar</em> cuenta con mayor tradición en la lengua, ya que está documentado en textos desde el año 1247. Por su parte, el primer ejemplo de <em>autentificar</em> es de 1893, más de 600 años después. </p>
<p>Al mismo tiempo, fue en la Edad Media y en el siglo XVIII cuando <em>autenticar</em> consiguió mayor frecuencia de uso. Con respecto a <em>autentificar</em>, la mayor frecuencia se produce en el siglo XX, pero es menor en este siglo que la de <em>autenticar</em>.</p>
<p>En el siglo XXI sigue habiendo más ejemplos de <em>autenticar</em>.</p>
<h2>Presencia en los Diccionarios académicos</h2>
<p>La Real Academia Española aporta como recurso el <a href="https://www.rae.es/obras-academicas/diccionarios/nuevo-tesoro-lexicografico-0"><em>Nuevo tesoro lexicográfico de la lengua española</em></a>, en el que se compilan cerca de 70 diccionarios, incluidos todos los académicos.</p>
<p>Así, se comprueba que <em>autenticar</em> se registra ya en el primer diccionario de la Academia, el <a href="https://apps2.rae.es/DA.html"><em>Diccionario de autoridades</em></a>, de 1726: </p>
<blockquote>
<p>“AUTHENTICAR v. a. Autorizar, legalizar, aprobar y afirmar en forma jurídica que una cosa es cierta y verdadera”. </p>
</blockquote>
<p>Su presencia continúa de manera ininterrumpida hasta la última edición de 2014. </p>
<p>En relación con <em>autentificar</em>, se documenta por primera vez en 1927 (200 años después) dentro del <em>Diccionario Manual</em> de la Real Academia con la siguiente definición:</p>
<blockquote>
<p>“AUTENTIFICAR: Neologismo inútil por autenticar”. </p>
</blockquote>
<p>Esta marca negativa, “inútil”, se mantiene hasta la edición del <em>Diccionario</em> de 1984, cuando se incorpora como: </p>
<blockquote>
<p>“AUTENTIFICAR. v.tr. autenticar, autorizar o legalizar alguna cosa”. </p>
</blockquote>
<p>En cambio, si se consulta la edición del <em>Diccionario</em> de 2014, <em>autenticar</em> aparece como sinónimo de <em>autentificar</em>, y es este el que desarrolla el significado. </p>
<p>Es decir: autenticar está admitido en la norma culta desde 1726, frente a autentificar, correcto en la norma culta desde 1984.</p>
<h2>Preferencias geográficas actuales</h2>
<p>A pesar de que la utilización de los dos verbos es correcta, es interesante comprobar si existen preferencias según diferentes zonas geográficas, como indica el <em>Diccionario panhispánico de dudas</em>. </p>
<p>Así, en el <em>CORPES XXI</em> se verifica que en México, Centroamérica, el Caribe Continental y el Río de la Plata se manifiesta una clara preferencia por <em>autenticar</em>, frente a España y Chile donde se prioriza mayoritariamente <em>autentificar</em>. </p>
<p>De manera menos marcada, en la zona de los Andes, de las Antillas y de Guinea Ecuatorial también se prefiere <em>autenticar</em>, de la misma forma que en Estados Unidos registra mayor frecuencia <em>autentificar</em>.</p>
<h2>Preferencias por temas</h2>
<p>Otro de los recursos que proporciona el <em>CORPES XXI</em> es clasificar por áreas temáticas las apariciones de los términos. </p>
<p>En esta ocasión, el mayor número de ejemplos de <em>autenticar</em> se da en cuestiones vinculadas a ciencia y tecnología y, en segundo lugar, a política, economía y justicia. Respecto al verbo <em>autentificar</em>, este obtiene más representación en asuntos de arte, cultura y espectáculos, además de en ciencias sociales, creencia y pensamiento.</p>
<h2>¿Especialización por áreas o temas?</h2>
<p>El empleo de los dos verbos es correcto con el significado de “certificar la autenticidad” desde 1984. <em>Autenticar</em> tiene más tradición histórica, y mayor frecuencia de uso; frente a este, autentificar es de creación mucho más reciente. </p>
<p>La coincidencia con el inglés puede favorecer que una voz aparezca más, pero en este caso las dos palabras son correctas y con tradición dentro de la lengua. ¿Se intensificará la especialización en áreas geográficas o en temas? El tiempo lo dirá.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/206132/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Amalia Pedrero González no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>Ambas palabras aparecen indistintamente con el sentido de asegurar la autenticidad de algo. Recorremos su origen y uso.Amalia Pedrero González, Profesora Titular de Lengua Española, Universidad CEU San PabloLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2031902023-04-04T14:45:48Z2023-04-04T14:45:48ZMás falso que Judas o ir de Herodes a Pilatos: la Semana Santa y la lengua española<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/519300/original/file-20230404-14-iuma7c.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C348%2C3371%2C2639&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">_El beso de Judas_, de Giotto di Bondone.</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://es.wikipedia.org/wiki/Archivo:Giotto_-_Scrovegni_-_-31-_-_Kiss_of_Judas.jpg">Wikimedia Commons</a></span></figcaption></figure><p>Todo lo que forma parte de la vida, creencias y afanes de las sociedades humanas acaba por dejar huella en sus lenguas –“la lengua es el archivo de la historia”, escribió el filósofo y poeta estadounidense <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ralph_Waldo_Emerson">Ralph Waldo Emerson</a>– y afectar a los modos de expresarse sus hablantes y de estar “instalados en el mundo”, por decirlo con palabras de <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Martin_Heidegger">Martin Heidegger</a>.</p>
<p>La temprana evangelización de los habitantes de Hispania, cuyo comienzo se remonta a la época apostólica (siglo I de nuestra era) –pensemos en <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Santiago_el_Mayor">Santiago el Zebedeo</a> y, posiblemente, también en san Pablo–, tuvo repercusiones de gran calado en las diferentes manifestaciones de la actividad lingüística, ya sea creando palabras nuevas, o bien dando nuevos significados a las ya existentes.</p>
<h2>Las nuevas realidades evangélicas</h2>
<p>De entrada, hubo que empezar denominando las nuevas realidades que anunciaba el mensaje evangélico: <em>Mesías</em> o <em>Cristo</em>, <em>apóstol, obispo, bautismo, misa, domingo, pascua, iglesia, penitencia, ángel, demonio, cementerio</em>… </p>
<p>La antroponimia, con los nuevos nombres <em>de pila</em> (<em>bautismal</em>, por supuesto) que se fueron difundiendo, experimentó un vuelco importante, e incluso la misma toponimia: nombres de ciudades como <em>Santiago</em> o <em>Santa Cruz, Santa Fe, San Juan, San José, San Francisco, San Antonio, Los Ángeles, La Paz</em>, luego trasplantados a América. </p>
<p>Apenas hay esfera de la vida en la que no haya dejado su impronta, y no solo a través del idioma, la fe y el modo de vivir de los cristianos: calendario, festividades y vacaciones, edificaciones, saludos y despedidas, patronos, romerías, gastronomía, etc.</p>
<h2>Refranero de origen cristiano</h2>
<p>Y, como no podía ser menos, los personajes y acontecimientos de los libros sagrados –tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento– pasaron a formar parte del <a href="https://theconversation.com/lo-que-en-los-libros-no-esta-los-refranes-nos-lo-ensenaran-163388">acervo idiomático de andar por casa</a>. </p>
<p>Por citar solo a personas o hechos asociados con las conmemoraciones que se celebran en estos días, sirvan de ejemplo comparaciones emblemáticas como <em>ser</em> alguien <em>más falso que Judas</em>, <em>llorar como una Magdalen_a</em> o <em>estar más alegre</em> o <em>contento que unas pascuas</em>; enunciados o frases como <em>andar</em> o <em>ir de Herodes a Pilatos</em> (ir de mal en peor en un asunto), <em>lavarse las manos</em> (como el gobernador romano recién citado), <em>estar hecho un</em> <em>ecce homo</em>, <em>armar</em> o <em>montar el cirio, beber</em> o <em>apurar el cáliz, ser _alguien</em> <em>un cirineo</em> (persona que ayuda a otra en algún trabajo penoso), o <em>un Barrabás</em> (persona mala, traviesa, díscola), <em>hacer una barrabasada</em>; vocablos como <em>Dolorosa, resurrección, hosanna, aleluya, escriba, fariseo</em>; o interjecciones como <em>¡por los clavos de Cristo!</em> o <em>¡santas pascuas!</em></p>
<h2>Los dolores y la cruz</h2>
<p>Para referirnos a lo que se nos hace costoso o nos produce dolor, la lengua española proporciona frases que incluyen expresiones como <em>Calvario</em> o <em>Gólgota, Getsemaní, vía crucis</em> y <em>calle de la amargura</em>. </p>
<p>Sólo para la palabra <em>cruz</em>, el <a href="https://www.rae.es/">Diccionario común</a> de las Academias de la lengua registra más de cuarenta expresiones o locuciones. </p>
<p>El rótulo latino de la cruz (<em>Iesus Nazarenus Rex Iudaeorum</em>), reducido a las iniciales <em>inri</em> –la madre de todas las siglas que vendrían a lo largo de los siglos, en particular en estos siglos de siglas en que vivimos–, campa en la difundida locución <em>para más</em> (o <em>mayor</em>) <em>inri</em>. </p>
<p>¿A quién no le resultan familiares los nombres de <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ema%C3%BAs">Emaús</a>, <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Poncio_Pilato">Pilatos</a>, <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ver%C3%B3nica_(santa)">Verónica</a>, <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Nicodemo">Nicodemo</a> o <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Jos%C3%A9_de_Arimatea">José de Arimatea</a>? </p>
<p>Algunos de los nombres que protagonizan los relatos bíblicos de estas celebraciones pascuales se encuentran incluidos como nombres comunes en los diccionarios de la lengua. Así, por ejemplo, <em>herodes</em> es un “hombre cruel con los niños”, <em>judas</em> es un “hombre alevoso, traidor”, <em>magdalena</em> es una “mujer penitente o arrepentida de sus pecados” y <em>verónica</em> se emplea metafóricamente para un lance del toreo.</p>
<h2>Conocer la historia y la religión</h2>
<p>Preocupan, con razón, las carencias en la competencia lingüística de los jóvenes. No hace falta que, <em>de pascuas a ramos</em>, nos lo recuerden los <a href="https://www.educacionyfp.gob.es/inee/evaluaciones-internacionales/pisa/pisa-2022.html">informes PISA</a> u otros similares. Es posible, en cambio, que nos cause menos desazón la ignorancia de las raíces y tradiciones de nuestra cultura y civilización. </p>
<p>Pero no se puede separar la lengua y la cultura; la civilización y el idioma que le <a href="https://theconversation.com/a-rio-revuelto-ganancia-de-pescadores-refranes-historia-y-ciclos-138201">ha servido de cauce expresivo</a> durante siglos. En los países occidentales de tradición judeocristiana, no conocer los valores que han configurado su vivir durante siglos se traduce en inhabilidad lingüística. Lo mismo ocurre con el inmenso y rico mundo de las bellas artes (arquitectura, escultura, pintura, música, literatura), que se torna opaco, en buena medida, cuando se desconocen los referentes que venimos comentando. </p>
<p>¿Más motivos para ponderar la importancia del conocimiento de la historia y de la religión? <em>Otro gallo catará</em>, o <em>cantaría</em>, por emplear una expresión más, tomada de las celebraciones de la Semana Santa, si se atendieran mejor los contenidos (y no solo las destrezas y habilidades) en las enseñanzas secundarias.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/203190/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Manuel Casado Velarde no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>Muchas expresiones cotidianas en español tienen su origen en la fe y la vida cristiana desde la Hispania romana. Repasamos su origen religioso.Manuel Casado Velarde, Catedrático emérito de Lengua Española, especializado en análisis del discurso, innovación léxica, Lexicología y Semántica del español, Universidad de NavarraLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1742592021-12-29T19:38:23Z2021-12-29T19:38:23ZLos topónimos sepultados por el volcán en La Palma y los que nacerán<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/439094/original/file-20211229-120394-6ip4up.png?ixlib=rb-1.1.0&rect=121%2C3%2C1022%2C624&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">Zona afectada por el nuevo volcán de La Palma.</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://visor.grafcan.es/visorweb/#">IDECanarias</a></span></figcaption></figure><p>Un topónimo es el nombre que le damos a un lugar, ya sea una fuente, monte, un valle. Son nombres propios que responden a la necesidad de situarnos sobre un territorio. </p>
<p>Son creaciones culturales y, por tanto, mutables. En ellos se pueden encontrar retazos de la historia, información sobre la naturaleza y la gente del lugar, sus tradiciones, creencias. Son como un libro abierto en el que aprender la natura y cultura de un territorio. </p>
<p>Pero en ocasiones este libro cambia de página e incluso de capítulo. En Ecología, una erupción volcánica es un punto y aparte. El ecosistema se reinicia, y hay que empezar de cero, creando nuevo suelo, recolonizando el lugar. Es lo que se denomina una <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Sucesi%C3%B3n_ecol%C3%B3gica">sucesión primaria</a>. </p>
<p>Este hecho es bastante conocido en el mundo científico, pero pocas veces tenemos la oportunidad de ser testigos de este proceso en el mundo de los topónimos. Tras las últimas erupciones del volcán de Cumbre Vieja en La Palma que han cubierto 1 241,08 Ha, se inicia una etapa de reconstrucción: pero los topónimos no se podrán reconstruir, hay que crear unos nombres nuevos, ya que las cosas que nombraban han desaparecido.</p>
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<figcaption><span class="caption">Aspecto del nuevo paisaje (Fuente: RTVC)</span></figcaption>
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<h2>Toponimia desaparecida</h2>
<p>Cuando desaparece un topónimo se pierde una significativa información que nos indica la historia, geografía, etnografía, psicología, del territorio y de su gente. Una información preciosa e irreemplazable. </p>
<p>Pero afortunadamente los topónimos palmeros que han quedado debajo de la lava no desaparecerán. Vivimos en la era de la información y existen recopilaciones toponímicas, mapas, Sistemas de Información Geográfica (SIG), que permitirán que no olvidemos estos nombres. </p>
<p>Sin embargo, no se van a volver a utilizar para lo que fueron creados. Serán como una exposición de animales disecados. Siguen ahí, pero no cumplen su función dentro del ecosistema, no evolucionan. Los topónimos de la zona cubierta por las coladas pueden verse todavía a través de la red, mediante visores como el de <a href="https://visor.grafcan.es/visorweb/">GRAFCAN</a>, en la página web del <a href="http://info.igme.es/eventos/Erupcion-volcanica-la-palma/visores-mapas">Instituto Geológico y Minero de España</a>, o en la del <a href="http://www.ign.es/web/ign/portal">Instituto Geográfico Nacional</a>. </p>
<h2>Cien topónimos perdidos</h2>
<p>En una rápida recopilación hemos localizado unos 131 topónimos en el área afectada. Unos pocos, 13, han sido sepultados solo en parte (caminos, carreteras, lugares compartidos con zonas vecinas), por lo que es de esperar que sobrevivan (Camino de Los Pelaos, Malpéis de las Cordobesas, San Isidro). </p>
<p>Otros se mantendrán en la memoria gracias a que se empleaban para denominar a alguna zona que ha pervivido. Así, el nombre aborigen Todoque, que designaba a la mayor población afectada, dejará de usarse como tal, pero se mantendrá al utilizarse para llamar a la Montaña de Todoque, que ha quedado rodeada por los ríos de lava. El nombre de la montaña quedará como recuerdo perpetuo de la población. </p>
<figure class="align-center zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/439080/original/file-20211228-19-1j3n8k3.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/439080/original/file-20211228-19-1j3n8k3.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/439080/original/file-20211228-19-1j3n8k3.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=268&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/439080/original/file-20211228-19-1j3n8k3.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=268&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/439080/original/file-20211228-19-1j3n8k3.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=268&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/439080/original/file-20211228-19-1j3n8k3.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=336&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/439080/original/file-20211228-19-1j3n8k3.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=336&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/439080/original/file-20211228-19-1j3n8k3.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=336&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="caption">Zona afectada por la erupción según el visor Grafcan.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://visor.grafcan.es/visorweb/#">Grafcan</a></span>
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<p>La mayoría de los topónimos del área sepultada dejarán de utilizarse. Aniceto, Callejón de la Gata, Camino cumplido, El Corujo, El Foleque, El Pastelero, Las Plantas, Los Campitos, Pampillo, Pino del Chino, y así hasta más de 100 nombres de lugares que ya no tienen sentido, al designar lugares que ya no existen. Cuando se rehaga la carretera ya no tendrá la Recta de Facundo, o la Curva de la Muda, ni habrá un cruce que llamar Cruz de Lorenza, ni una entrada que pueda denominarse La Cancela de los Méndez. Hay que pensar en ir nombrando el nuevo paisaje.</p>
<h2>Nuevos topónimos para una nueva realidad</h2>
<p>La necesidad de denominar los nuevos lugares que aparecen para poder hablar de ellos es algo inherente al proceso comunicativo. Este hecho se percibió claramente cuando el 19 de septiembre de 2021 empezó la erupción. Ya durante esos primeros días se habló de esta urgencia, y surgieron varias propuestas para <a href="https://www.elmundo.es/f5/descubre/2021/09/28/61532d9921efa0ae288b4583.html">denominar al nuevo volcán</a>: Tajogaite, Jedey, Cumbre Vieja o Cabeza de Vaca. </p>
<p>Los dos primeros se propusieron como forma de mantener la escasa tradición de los últimos volcanes aparecidos en las Islas, Chinyero, Tagoror y Teneguía, de usar términos en lengua aborigen canaria para denominar a estos nuevos volcanes. Todos los términos propuestos eran ya utilizados para denominar a lugares cercanos. </p>
<p>Curiosamente no se siguió otra forma empleada para designar volcanes en La Palma, que es la de darle el nombre del santo del día en que apareció: Volcán de San Antonio y Volcán de San Juan. En este caso bien pudiese haberse llamado Volcán de San Jenaro, en honor al famoso santo cuya sangre <a href="https://www.niusdiario.es/vida/visto-oido/sangre-san-jenaro-licua-napoles-senal-mal-augurio_18_3060495035.html">se licua cada 19 de septiembre</a>. </p>
<p>Por cierto, extraña relación la que existe entre este santo y los volcanes, ya que esta reliquia ha sido utilizada pare detener las erupciones del Vesubio, volcán vecino a la ciudad de Nápoles. </p>
<p>Durante los meses de septiembre y octubre, el término que parecía <a href="https://www.eldia.es/la-palma/2021/09/27/nombre-volcan-la-palma-tajogaite-57727228.html">cobrar vitalidad</a> era el de <a href="https://www.elconfidencial.com/espana/2021-10-12/nombre-volcan-la-palma-tajogaite_3305247/">Tajogaite</a>. </p>
<p>Pero finalmente se ha impuesto el nombre de Volcán Cumbre Vieja, que hace referencia a la cordillera donde se asienta este y el resto de volcanes históricos de la isla de La Palma. Al principio y todavía hoy se <a href="https://www.rtve.es/play/videos/telediario-fin-de-semana/acaba-erupcion-volcan-cumbre-vieja-palma/6262696/">usaba</a> como <a href="https://cnnespanol.cnn.com/2021/12/25/finaliza-la-erupcion-del-volcan-de-cumbre-vieja-espana-la-palma-orix/">Volcán de Cumbre Vieja</a>, pero cada vez más es posible oír o <a href="https://www.france24.com/es/tag/volc%C3%A1n-cumbre-vieja/">leer</a> simplemente <a href="https://es.euronews.com/2021/12/25/finaliza-la-erupcion-del-volcan-cumbre-vieja-tras-96-dias-de-pesadilla-en-la-palma">Volcán Cumbre Vieja</a>. </p>
<p>La rapidez con que suceden en la actualidad estos procesos es tal, que todo el mundo ya puede ver en la aplicación Google Earth, o en Google Maps, en su capa de sitios, la localización exacta del volcán que se nombra como <a href="https://goo.gl/maps/inNCznmbyFYcJzn69">Cumbre Vieja</a>. </p>
<h2>Un proceso acelerado</h2>
<p>Este no es un proceso totalmente nuevo. Siempre que ha habido una erupción se ha producido. La novedad está ahora en la inmediatez y en que sucede con luz y taquígrafos, a la vista de todos; y en que lo local se ha difuminado. </p>
<p>Hay que tener en cuenta que los usuarios de los nuevos topónimos, al menos en este caso, no son exclusivamente los habitantes de la zona afectada. La noticia se ha extendido por todo el mundo, y los medios de comunicación, redes sociales, etc., han participado, con la difusión de la noticia, en que se escogiera ese término frente a los más locales o religiosos.</p>
<p>Cuando se tengan que formar los topónimos menores y únicamente intervengan en su elección los hablantes locales, las reglas pueden ser otras. Aunque no hay normas fijas, sí hay tendencias que ya se conocen de procesos similares anteriores. En especial será imprescindible el marco de conocimiento y el vocabulario local.</p>
<h2>Los topónimos que faltan</h2>
<p>Por ejemplo, para el hablante isleño, el volcán no es solo el cono volcánico, sino también las coladas endurecidas. Por eso, el punto más extremo de estas coladas que penetra en el mar es la <em>punta del volcán</em>, como ocurrió en el vecino Volcán de San Juan. </p>
<p>También pueden nombrarse las coladas como <em>malpaíses</em>, si su superficie es pedregosa o insufrible de caminar, o como <em>lajiales</em> o <em>lajas</em>, si son, por el contrario, planas y transitables, con el término lava, presente en el volcán de San Juan. </p>
<p>Otros vocablos que seguramente aparecerán entre los topónimos nuevos serán el de <em>cueva</em>, para denominar a los tubos volcánicos, o el de <em>arenas</em> para designar a los piroclastos de pequeño tamaño. </p>
<p>En otras islas, como Lanzarote, con una larga historia de erupciones, se denominan <em>islotes</em> a las montañas que quedan rodeadas por las nuevas coladas. En este caso están Montaña Cogote, Montaña Rajada, o las montañas de Capaburro, de Vicente Bruno o el Morro del Vendaval. </p>
<p>A pesar de que este término, <em>islote</em>, no estaba presente en la toponimia palmera, ya se ha <a href="https://www.lavanguardia.com/vida/20211027/7820771/volcan-la-palma-actividad-coladas-lava-terremoto.html">empezado a utilizar</a> en algunas <a href="https://www.eldiario.es/canariasahora/lapalmaahora/lava-mana-nueva-rotura-cono-cubre-islotes-no-afectados-anteriores-coladas_1_8432346.html">noticias locales</a>. </p>
<p>Otro término lanzaroteño es el de <em>jameo</em>, que designa al agujero que se forma en el suelo cuando se derrumba el techo de un tubo volcánico. En La Palma, igual que en el ejemplo anterior, se ha empezado a <a href="https://www.niusdiario.es/sociedad/jameos-playas-volcanicas-cordilleras-lava-futuro-geologico-la-palma-volcan-descanse_18_3231649868.html">emplear este término</a>, a falta de otro mejor, para designar a estas <a href="https://www.eldiario.es/canariasahora/islas/video-jameos-creados-asombroso-espectaculo-interior-tubo-lava-volcan-palma_1_8571260.html">mismas estructuras volcánicas</a>. Veremos si estos términos logran arraigo suficiente entre los hablantes palmeros para mantenerse y conformar algún topónimo nuevo.</p>
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<figcaption><span class="caption">Explicación y uso del término jameo en la erupción de La Palma (Fuente: RTVC)</span></figcaption>
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<h2>No hay nombres mal puestos</h2>
<p>Sea como fuese, el hablante palmero dispone de este gran vocabulario para crear su nuevo registro toponímico, igual que dispone de su tenacidad, sus conocimientos y su voluntad para asimilar la nueva realidad y superarla. </p>
<p>Como novedad, en esta ocasión tendrán mucho que decir en todo este proceso los medios de comunicación y las redes sociales, y quizá mucho menos los expertos y científicos. </p>
<p>No hay un nombre mal o bien puesto, un topónimo es útil si cumple con su cometido de indicar un lugar con la suficiente claridad como para que los oyentes puedan saber a qué lugar se refieren. Hay que preservar los topónimos desaparecidos, estudiarlos para conocer la sociedad que los creó, y observar el proceso que empieza ahora de creación de un nuevo marco toponímico. </p>
<p>La densidad toponímica de una zona es directamente proporcional a la relación del ser humano con su territorio: a mayor número de interacciones entre el terreno y las personas, más cosas es necesario nombrar. Cuando se enfríe totalmente la lava y se necesite tener referencias para recorrer el lugar, marcar límites, gestionar el territorio, aparecerán los topónimos.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/174259/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.</span></em></p>Un topónimo es útil si cumple con su cometido. Cuando se enfríe la lava y se necesite tener referencias para recorrer el lugar, marcar límites, gestionar el territorio, aparecerán los topónimos nuevos.María-Teresa Cáceres-Lorenzo, Profesora e investigadora de la ULPGC, Universidad de Las Palmas de Gran CanariaMarcos Salas Pascual, Investigador asociado al Instituto de Estudios Ambientales y Recursos Naturales, Universidad de Las Palmas de Gran CanariaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1737682021-12-22T21:17:48Z2021-12-22T21:17:48ZAlfajores, suspiros y cordiales: historia de tres palabras en tiempo de Navidad<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/438636/original/file-20211221-172009-gt9psp.png?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C2%2C1917%2C1037&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">Alfajores, suspiros y cordiales.</span> <span class="attribution"><a class="license" href="http://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0/">CC BY-SA</a></span></figcaption></figure><p>Llega la Navidad y, con ella, una gran variedad de dulces típicos imprescindibles en nuestras despensas y mesas: mantecados, polvorones, roscos de vino, turrones, mazapanes o el esperado roscón de Reyes.</p>
<p>Recuerdo con cierta añoranza cuando acompañaba a mi abuela a comprar estas delicias en los conventos de clausura de mi ciudad, Carmelitas Descalzas, Clarisas o Dominicas. El objetivo era adquirir esas piezas artesanales, tan delicadas y sabrosas a fin de que familiares y amigos pudieran tomar las Pascuas. </p>
<p>El diccionario académico define <a href="https://dle.rae.es/pascua?m=form"><em>Pascuas</em></a>, en plural, como el “tiempo desde la Natividad de Cristo hasta el día de Reyes inclusive”. No obstante, no se registra la expresión <em>tomar las pascuas</em> –documentada en Andalucía Oriental, especialmente en la provincia de Jaén–, que trasciende los límites de la lengua para invadir el contexto social y cultural. </p>
<p><em>Tomar las pascuas</em> se convierte en un ritual navideño que implica invitar y ser invitado, especialmente a surtidos confites, que rebosan en una fuente situada en el centro de la <a href="https://dle.rae.es/mesa?m=form">mesa camilla</a> del salón desde los días previos a la Nochebuena hasta el día de San Antón. Muchas piezas de esta repostería conventual se componen de almendra, un ingrediente fundamental desde época andalusí, presente en la composición del alfajor, los suspiros y los cordiales.</p>
<h2>Alfajores</h2>
<p>De un lado, en lo que respecta a <em>alfajor</em>, tanto Antonio de Nebrija en el <a href="http://bdh.bne.es/bnesearch/detalle/4216102"><em>Dictionarium hispano-latinum</em></a> (c. 1495) como Sebastián de Covarrubias en su <a href="http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/del-origen-y-principio-de-la-lengua-castellana-o-romance-que-oy-se-vsa-en-espana-compuesto-por-el--0/html/"><em>Tesoro de la lengua castellana o española</em></a> (1611) y la RAE en su primer repertorio, el <em>Diccionario de autoridades</em> (1726-39), equiparan esta voz a <em><a href="https://dle.rae.es/alaj%C3%BA?m=form">alajú</a></em> (del ár. hisp. alḥašú, y este del ár. clás. ḥašw “relleno”), definida en este último como “pasta hecha de almendras, nueces (y alguna vez de piñones) pan rallado y tostado, y especia fina, unido todo con miel muy subida de punto. En algunas partes de España se llama Alfajor”. </p>
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<a href="https://images.theconversation.com/files/438628/original/file-20211221-50043-18ggn7d.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/438628/original/file-20211221-50043-18ggn7d.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/438628/original/file-20211221-50043-18ggn7d.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=450&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/438628/original/file-20211221-50043-18ggn7d.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=450&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/438628/original/file-20211221-50043-18ggn7d.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=450&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/438628/original/file-20211221-50043-18ggn7d.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=566&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/438628/original/file-20211221-50043-18ggn7d.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=566&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/438628/original/file-20211221-50043-18ggn7d.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=566&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="caption">Alfajores de Medina Sidonia.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://www.flickr.com/photos/annalibera/6384561903/">Anna Mayer / Flickr</a>, <a class="license" href="http://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/4.0/">CC BY-NC-SA</a></span>
</figcaption>
</figure>
<p>Ya en el siglo XVI, en la <a href="https://www.trea.es/books/recopilacion-de-algunos-nombres-arabigos-que-los-arabes-pusieron-a-algunas-ciudades-y-otras-muchas-cosas"><em>Recopilación de algunos nombres arábigos</em></a> (c. 1593), fray Diego de Guadix incluye <em>alajuz</em>, “çierta comidilla o golonisilla dulçe”, pero también <em>alaxuz</em>, “çierta suerte de nuégados o mercocha en que interviene pimienta y cosas calientes –cosa bien propria– para estómagos fríos o de viejos”. </p>
<p>Estas descripciones nos llevan a pensar en el confite navideño, pero la imagen puede variar atendiendo a nuestro lugar de origen, según advertía el Doctor Thebussem en <a href="http://hemerotecadigital.bne.es/issue.vm?id=0001110642&search=&lang=es"><em>La Ilustración española y americana</em></a>, el 8 de diciembre de 1881, a propósito de la diferencia entre el pan de especias francés y el alfajor de Medina Sidonia (Cádiz):</p>
<blockquote>
<p>“Diferénciase el alfajor medinés del de otros puntos de España, no tanto en el <em>modus faciendi</em>, cuanto en la forma, que de manera tan poderosa influye en el sabor de los manjares. No son aquí tiritas colocadas entre obleas; es un cilindro o croqueta revestida de azúcar y canela, y cubierta con un papel, humilde o vistoso, que la envuelve en espiral, plegándose con cierta elegancia en los extremos”.</p>
</blockquote>
<figure class="align-left zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/438619/original/file-20211221-13-whwpv4.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/438619/original/file-20211221-13-whwpv4.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=237&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/438619/original/file-20211221-13-whwpv4.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=882&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/438619/original/file-20211221-13-whwpv4.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=882&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/438619/original/file-20211221-13-whwpv4.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=882&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/438619/original/file-20211221-13-whwpv4.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=1108&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/438619/original/file-20211221-13-whwpv4.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=1108&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/438619/original/file-20211221-13-whwpv4.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=1108&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
<figcaption>
<span class="caption"><em>Los alfajores de Medina Sidonia</em>, por el Doctor Thebussem.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="http://bdh-rd.bne.es/viewer.vm?id=0000125002&page=1">Biblioteca Digital Hispánica</a>, <a class="license" href="http://creativecommons.org/licenses/by/4.0/">CC BY</a></span>
</figcaption>
</figure>
<p>Observamos cómo Thebussem –<a href="https://dbe.rah.es/biografias/6030/mariano-pardo-de-figueroa-y-de-la-serna">Mariano Pardo de Figueroa</a>, experto en gastronomía y acérrimo defensor de la cocina española– alude a la morfología del alfajor, cilíndrica (habitualmente, en Andalucía occidental) o en rectángulos, cuadrados o cuñas que presentan obleas para cerrar la masa (en Andalucía oriental o en Murcia). El ingrediente común a los distintos tipos de alfajor es la almendra, que se suele combinar con pan rallado, azúcar, miel –sustituida por cabello de ángel, en el caso de Jaén– y canela. </p>
<p>Además, hay que tener en cuenta que la voz <em>alfajor</em> se documenta ampliamente en el español de América para referirse también a un dulce que varía en su composición atendiendo al país de origen. </p>
<figure class="align-right zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/438630/original/file-20211221-21-891qqx.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/438630/original/file-20211221-21-891qqx.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=237&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/438630/original/file-20211221-21-891qqx.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=600&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/438630/original/file-20211221-21-891qqx.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=600&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/438630/original/file-20211221-21-891qqx.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=600&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/438630/original/file-20211221-21-891qqx.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=754&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/438630/original/file-20211221-21-891qqx.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=754&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/438630/original/file-20211221-21-891qqx.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=754&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="caption">Alfajores argentinos.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://www.flickr.com/photos/edans/22620676688/">Enrique Dans / Flickr</a>, <a class="license" href="http://creativecommons.org/licenses/by/4.0/">CC BY</a></span>
</figcaption>
</figure>
<p>En concreto, el <em><a href="https://lema.rae.es/damer/?key=alfajor">Diccionario de americanismos</a></em> de la Asociación de Academias de la Lengua Española registra cinco significados: “golosina compuesta de dos o más medallones de masa de repostería, adheridos con algún tipo de dulce como mermelada, chocolate o dulce de leche” (Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú, Bolivia, Chile, Paraguay, Argentina y Uruguay), “dulce hecho con pasta horneada y elaborada con dulce de leche, azúcar y coco” (México y Venezuela), “dulce en forma de rombo o alargado, hecho de harina de maíz tostado o yuca, azúcar o miel y especias como la canela” (Honduras, El Salvador, Nicaragua, Panamá, República Dominicana y Venezuela), “especie de turrón elaborado con pan dulce rallado, miel de abeja y canela” (sur de Ecuador) y “alimento elaborado con miel y harina de maíz tostado” (noroeste de Costa Rica).</p>
<h2>Suspiros</h2>
<p>En lo que respecta a la palabra <em><a href="https://dle.rae.es/suspiro">suspiro</a></em> (del lat. suspirium), nos interesa aquí su significado relativo al ámbito de la repostería, documentado ya desde el <a href="https://apps2.rae.es/DA.html"><em>Diccionario de autoridades</em></a> (1726-39), “especie de dulce, que se hace del azúcar alfeñicado”. </p>
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<a href="https://images.theconversation.com/files/438627/original/file-20211221-19-2t9fxe.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/438627/original/file-20211221-19-2t9fxe.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/438627/original/file-20211221-19-2t9fxe.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=450&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/438627/original/file-20211221-19-2t9fxe.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=450&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/438627/original/file-20211221-19-2t9fxe.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=450&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/438627/original/file-20211221-19-2t9fxe.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=566&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/438627/original/file-20211221-19-2t9fxe.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=566&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/438627/original/file-20211221-19-2t9fxe.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=566&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="caption">Un tipo de suspiros.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://www.flickr.com/photos/anamobe/437027606/">Ana Bernardo / Flickr</a>, <a class="license" href="http://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0/">CC BY-SA</a></span>
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<p>El <em><a href="https://lema.rae.es/damer/?key=suspiro">Diccionario de americanismos</a></em> también incluye <em>suspiro</em>, que cuenta con tres acepciones: “golosina hecha con claras de huevo batidas a punto de nieve con azúcar y cocida al horno” (Nicaragua, Costa Rica, República Dominicana, Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú y Bolivia), “pan dulce de forma rectangular u ovalada espolvoreado con azúcar granulada” (El Salvador) y “dulce en forma de rosquilla hecho con harina de maíz, azúcar y leche” (Panamá). </p>
<p>Además, en relación con la repostería monacal, se documenta la expresión <em>suspiro de monja</em> tanto en América (“buñuelo esponjoso hecho a base de harina, levadura, huevos y azúcar”, en Chile, noroeste de Argentina y Uruguay) como en España (recogida, por ejemplo, en el <a href="https://books.google.es/books/about/Vocabulario_navarro.html?id=QNWKGgAACAAJ&redir_esc=y"><em>Vocabulario Navarro</em></a>, 1952, de José María Iribarren, “especie de buñuelito hueco hecho con harina, manteca, huevos y leche” o en el <a href="https://dialnet.unirioja.es/servlet/libro?codigo=319153"><em>Tesoro léxico de las hablas andaluzas</em></a>, 2000, de Manuel Alvar Ezquerra, “dulce de merengue con almendra”).</p>
<h2>Cordiales</h2>
<p>Finalmente, en cuanto a la voz <em>cordial</em> (del lat. cor, cordis “corazón”, “esfuerzo”, “ánimo”), se documenta en el <em>Tesoro de la lengua castellana o española</em> (1611) de Covarrubias: “todo aquello que conforta el coraçón, y assi dan a los enfermos ciertas tabletas, que llaman cordiales, y mazapanes del mesmo nombre”. </p>
<p>Sin embargo, no se recoge en los diccionarios generales de nuestra lengua –sí la acepción relativa a la bebida que se da a los enfermos para confortarlos–, si bien se documenta en hablas meridionales, especialmente en Murcia, tal como constata el <a href="https://www.iberlibro.com/primera-edicion/Vocabulario-noroeste-murciano-G%C3%93MEZ-ORT%C3%8DN-Francisco/30707223037/bd"><em>Vocabulario del noroeste murciano</em></a> (1991) de Gómez Ortín, que lo define como “dulce en forma de como achatado, compuesto de almendra, harina, azúcar, huevo, raspadura de limón y cabello de ángel”. </p>
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<a href="https://images.theconversation.com/files/438629/original/file-20211221-27-152vn2r.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/438629/original/file-20211221-27-152vn2r.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/438629/original/file-20211221-27-152vn2r.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=450&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/438629/original/file-20211221-27-152vn2r.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=450&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/438629/original/file-20211221-27-152vn2r.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=450&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/438629/original/file-20211221-27-152vn2r.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=566&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/438629/original/file-20211221-27-152vn2r.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=566&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/438629/original/file-20211221-27-152vn2r.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=566&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="caption">Cordiales.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Cordiales_010.jpg">Laura Fillol / Wikimedia Commons</a>, <a class="license" href="http://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0/">CC BY-SA</a></span>
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<p>No obstante, la receta de las Madres Dominicas de Jaén no incluye harina, que suele introducirse en elaboraciones de índole industrial. También Alcalá Venceslada en su <a href="https://www.iberlibro.com/buscar-libro/titulo/vocabulario-andaluz/autor/alcala-venceslada-antonio/"><em>Vocabulario andaluz</em></a> (1934) documenta <em>cordial</em> en Andalucía (“dulce de harina y huevo cocido al horno”). No hallamos, en esta ocasión, proyección de la voz <em>cordial</em> en el español de América para referirse a un dulce o confite, aunque sí se registra para denotar, en Chile, un licor que generalmente se toma después de las comidas. </p>
<p>Sin duda, necesitaremos un buen cava, vino dulce o alguna bebida espirituosa para poder digerir las delicias navideñas que abundarán en nuestras mesas en los próximos días.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/173768/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Marta Torres Martínez no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>Es época de dulces navideños y, entre ellos, encontramos los alfajores, los suspiros y los cordiales. Pero ¿de dónde vienen estos nombres?Marta Torres Martínez, Profesora Titular de Lengua Española, Universidad de JaénLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1723192021-12-13T20:38:16Z2021-12-13T20:38:16Z¿Para qué sirven las lenguas?<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/436976/original/file-20211210-137612-ayzys4.png?ixlib=rb-1.1.0&rect=2%2C0%2C1914%2C1077&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">Caligrama realizado por Andrés Marín Jarque para el Museo Valenciano de Etnología.</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Cal%C2%B7ligrama_interrogants_(26696005912).jpg">Wikimedia Commons</a>, <a class="license" href="http://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0/">CC BY-SA</a></span></figcaption></figure><p>Las lenguas son constelaciones de palabras que compartimos todos aquellos hablantes que estamos inmersos en un entorno lingüístico concreto. A pesar de su sorprendente variedad –existen unas 7000–, la lingüística trata de analizarlas y determinar su estructura. </p>
<p>Esta relativamente reciente disciplina, que cuenta con muchas escuelas y enfoques, ha indagado también en las diferentes funciones del lenguaje. Pero ¿para qué sirven las lenguas exactamente?</p>
<p>Es innegable que desde que existe la humanidad, nos han servido para comunicarnos, expresar nuestras emociones, recordar nuestras historias y desarrollar nuestras culturas. Además, las lenguas nos ayudan a preservar la memoria, embellecen la realidad y son formas aglutinadoras de pensamiento y significado.</p>
<h2>Las lenguas, espejo de la realidad</h2>
<p>Tradicionalmente, se ha entendido que las lenguas son herramientas para nombrar el mundo, es decir, existen como espejo de la realidad. Sin embargo, a partir del Romanticismo y de la exaltación de lo particular, el lenguaje se convierte en expresión del pensamiento y se relaciona con la cultura. Además, desde el postmodernismo, el lenguaje se analiza teniendo en cuenta su valor ideológico (en cuanto a las relaciones de poder, de dominio o resistencia). </p>
<p>Por una parte, el relativismo lingüístico arguye que gracias al lenguaje podemos comprender mejor las sociedades. Esta teoría tiene su origen lejano en el Romanticismo. Uno de sus precursores, Wilhelm von Humboldt, defendía que el espíritu de la nación florece en el lenguaje. Según esta escuela, las lenguas nos sirven, en su diversidad, <a href="https://theconversation.com/asi-define-el-idioma-que-hablamos-nuestra-manera-de-pensar-146934">para entender la idiosincrasia de los pueblos</a>. </p>
<p>Por ello, contamos en español con palabras como <em>merendar</em>, <em>paella</em>, <em>sobremesa</em> y <em>trasnochar</em>, que tanto dicen de nuestras costumbres y que son difíciles de traducir a otras lenguas. Curiosamente, la expresión <em>vergüenza ajena</em> parece referirse a un sentimiento muy español. En el inglés se traduce como <em>Spanish shame</em> (vergüenza española).</p>
<p>Por otra parte, <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ludwig_Wittgenstein">Ludwig Wittgenstein</a>, uno de los filósofos modernos más relevantes, llega a la conclusión de que el lenguaje nos sirve, sobre todo, para expresar nuestros pensamientos. Bien sabemos que expresar nuestras ideas hace que las pongamos en orden e incluso nos prepara para diferentes actividades. Muchos estudiantes repiten en alto la lección para aprenderla y algunas personas simulan conversaciones difíciles para entrenarse en las posibles respuestas. </p>
<h2>Las palabras curan penas</h2>
<figure class="align-right zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/436972/original/file-20211210-142574-10tcdk3.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/436972/original/file-20211210-142574-10tcdk3.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=237&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/436972/original/file-20211210-142574-10tcdk3.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=870&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/436972/original/file-20211210-142574-10tcdk3.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=870&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/436972/original/file-20211210-142574-10tcdk3.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=870&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/436972/original/file-20211210-142574-10tcdk3.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=1093&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/436972/original/file-20211210-142574-10tcdk3.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=1093&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/436972/original/file-20211210-142574-10tcdk3.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=1093&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="caption">Sigmund Freud fotografiado por Max Halberstadt en 1921.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Sigmund_Freud,_by_Max_Halberstadt.jpg">Wikimedia Commons</a></span>
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</figure>
<p>Además, las palabras pueden curar casi todas las penas si las expresamos en alto a modo de confesión, sobre todo desde un diván freudiano, y gracias al lenguaje un psicólogo podría <a href="https://theconversation.com/con-depresion-nos-expresamos-de-otra-manera-y-un-ordenador-lo-detecta-99957">detectar si una persona sufre una depresión</a>. </p>
<p>Los trastornos del lenguaje nos ayudan también a diagnosticar problemas de desarrollo en los niños. En adultos, las afasias pueden indicar tumores, accidentes cardiovasculares o infartos cerebrales en <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/%C3%81rea_de_Broca">zonas muy concretas del hemisferio izquierdo</a>.</p>
<p>Las palabras, según los postulados de <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/John_Langshaw_Austin">John L. Austin</a> en <a href="https://www.planetadelibros.com/libro-como-hacer-cosas-con-palabras/212239"><em>Cómo hacer cosas con palabras</em></a>, hacen cosas. Cuando dos personas contraen matrimonio, las damos por casadas cuando un concejal o un sacerdote dice “Les declaro marido y mujer”. Esto es así aunque no se haya firmado el acta ni el matrimonio se haya inscrito en el registro. Son esas palabras las que cambian nuestra realidad.</p>
<h2>La escuela idealista</h2>
<p>Las lenguas son también sinónimo de creación, al menos así lo consideran <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Karl_Vossler">Karl Vossler</a> y <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Leo_Spitzer">Leo Spitzer</a>, exponentes de la escuela idealista. El poeta español <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/D%C3%A1maso_Alonso">Dámaso Alonso</a>, que sigue sus pasos, llega a defender que “todo el que habla es un artista”. </p>
<p>Especialmente cuando las lenguas son expresión artística, apelan también a los sentimientos de la población. Así, soñaba <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Gabriel_Celaya">Gabriel Celaya</a> que el lenguaje es, en su expresión poética, “un arma cargada de futuro” y “un instrumento para cambiar el mundo”. </p>
<p>No en vano la revolución de Portugal comenzó con dos canciones, que sirvieron de señal para que el movimiento revolucionario se echara a la calle. Una de ellas, <a href="https://youtu.be/Lt_FhgPVGA0"><em>Grândola, Villa Morena</em></a> de <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Jos%C3%A9_Afonso">José Alfonso</a>, había sido prohibida por la dictadura por su mensaje y se convirtió en símbolo de la democracia en el país luso.</p>
<p>Observadas bajo la lupa del lingüista, las lenguas forman sistemas abstractos de reglas que adquirimos y manejamos con diferentes funciones comunicativas, pero además, sus vocabularios son <a href="https://theconversation.com/la-palabra-patata-y-lo-que-nos-cuenta-sobre-nuestra-historia-151699">palimpsestos que ilustran invasiones de otros pueblos</a>, el desarrollo del pensamiento y los cambios históricos del significado. El estudio de la historia de las lenguas es el estudio de las sociedades donde se hablan.</p>
<h2>Lingüística forense</h2>
<p>Además, las lenguas nos ayudan a crear una identidad irrepetible –de hecho, una de las características que nos distingue del resto de los miles de millones de seres humanos es la voz-. También la forma en la que nos expresamos cuando hablamos o escribimos es absolutamente única. Estos rasgos, que son analizados por lingüistas forenses, sirven como prueba para inculpar o defender a una persona en un juicio. </p>
<p>La lingüista Sheila Queralt examina la resolución de muchos casos policiales gracias a sus análisis en el libro <a href="https://www.amazon.es/Atrapados-por-lengua-Ling%C3%BC%C3%ADstica-Ilustrados/dp/8418100176"><em>Atrapados por la lengua: 50 casos resueltos por la Lingüística Forense</em></a>.</p>
<p>Por citar un ejemplo, el secuestro y asesinato de <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Secuestro_de_Anabel_Segura">Anabel Segura</a> en 1993 fue resuelto gracias al estudio de los mensajes de voz de los secuestradores. No solo porque en las cintas se escuchaba la palabra <em>bolo</em>, que se usa solamente en Toledo como sinónimo de tonto. Esto hizo que se restringiera la búsqueda. También porque sus voces se hicieron públicas y esto hizo posible que una persona identificara a uno de los secuestradores, al que acababa de ver.</p>
<h2>Las lenguas son requisito para el conocimiento</h2>
<p>Nuestros idiomas son complejas herramientas formadas por palabras y sus combinatorias, representan generaciones de sabiduría y ponen a nuestra disposición un caudal de recursos inigualable. </p>
<p>Las palabras cobran vida cuando las decimos y tienen multitud de funciones. Decía Wittgenstein también que el estudio del lenguaje es única vía de acceso al conocimiento. Es posible que no exista nada en nuestro pensamiento que no pueda ser nombrado de alguna manera.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/172319/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Patricia Álvarez Sánchez no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>Cada escuela lingüística se centra en un papel del lenguaje: el pensamiento, la cultura, la creación. Las lenguas definen la realidad y al mismo tiempo la crean, permitiendo que pensemos y sintamos.Patricia Álvarez Sánchez, Profesora de Traducción e Interpretación, Universidad de MálagaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1698452021-10-20T19:52:37Z2021-10-20T19:52:37ZMermelada, jalea y compota: historia de tres palabras en tiempo otoñal<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/427185/original/file-20211019-19-xhs9vd.png?ixlib=rb-1.1.0&rect=155%2C209%2C1710%2C609&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="http://bdh.bne.es/bnesearch/detalle/bdh0000052832">BNE - Biblioteca Digital Hispánica</a></span></figcaption></figure><p>El otoño es tiempo de conservas. Entre los recuerdos de muchos de los lectores de este artículo seguramente se encuentran escenas costumbristas en las que algunos miembros de la familia –en especial, nuestras abuelas, madres o tías–, reunidos alrededor de una mesa, limpiaban, cortaban, pelaban, freían o cocían frutas, verduras o pescado. </p>
<p>Gracias a esas conservas caseras, realizadas originariamente en tiempos de escasez y dispuestas en tarros multiformes de cristal en aquellas despensas evocadoras y repletas de olores, se preservaban los alimentos para su consumo durante mucho tiempo sin la necesidad de emplear aditivos ni procesos que estropearan su calidad nutricional.</p>
<h2>Frutas y azúcar</h2>
<p>Entre esas deliciosas elaboraciones, hallamos mermeladas, jaleas y compotas, preparaciones que comparten dos ingredientes esenciales, las frutas y el azúcar, pero bien distintas en cuanto a su composición y su denominación.</p>
<p>De un lado, en cuanto a su confección, según reivindica <a href="https://laroussecocina.mx/nota/la-mermelada-jalea-y-compota-no-son-iguales/">Larousse Cocina</a>, la mermelada se prepara con el puré de frutas cocidas en azúcar; la jalea, con pectina y el jugo de alguna fruta y, por último, la compota, cociendo frutas en almíbar.</p>
<p>De otro lado, en cuanto a las voces que las designan, comprobamos cómo varían en su etimología y tratamiento en diccionarios y corpus del español.</p>
<p>Si atendemos a su origen, <a href="https://dle.rae.es/mermelada?m=form"><em>mermelada</em></a> procede de la palabra portuguesa <em>marmelada</em>, mientras que <a href="https://dle.rae.es/jalea?m=form"><em>jalea</em></a> y <a href="https://dle.rae.es/compota?m=form"><em>compota</em></a> nos llegan a partir de las voces francesas <em>gelée</em> y <em>compote</em> respectivamente, según indica el diccionario académico. </p>
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<a href="https://images.theconversation.com/files/427188/original/file-20211019-22-n5dvqt.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/427188/original/file-20211019-22-n5dvqt.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/427188/original/file-20211019-22-n5dvqt.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=354&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/427188/original/file-20211019-22-n5dvqt.png?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=354&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/427188/original/file-20211019-22-n5dvqt.png?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=354&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/427188/original/file-20211019-22-n5dvqt.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=445&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/427188/original/file-20211019-22-n5dvqt.png?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=445&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/427188/original/file-20211019-22-n5dvqt.png?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=445&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="caption">Grabado de una compota de manzana publicado en <em>La Última moda</em> (Madrid, 7 de enero de 1917, n.º 1.451.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="http://hemerotecadigital.bne.es/details.vm?o=&w=compota&f=text&u=Almanaques&u=Cocina&u=Fotograf%C3%ADa&u=Revistas+del+coraz%C3%B3n&u=Revistas+femeninas&u=Semanarios+de+amenidades&t=%2Bcreation&l=600&l=700&view=&lang=es&s=193">BNE - Hemeroteca Digital</a>, <a class="license" href="http://creativecommons.org/licenses/by/4.0/">CC BY</a></span>
</figcaption>
</figure>
<p>En cuanto a su introducción en los repertorios léxicos de nuestra lengua, el <em><a href="http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/del-origen-y-principio-de-la-lengua-castellana-o-romance-que-oy-se-vsa-en-espana-compuesto-por-el--0/html/">Tesoro de la lengua castellana o española</a></em> (1611) de Sebastián de Covarrubias ya incluye <em>mermelada</em> –“conserua de miel y membrillo, aunque la fina es de açuzar”– y <em>jalea</em> –“el çumo o el licor del membrillo o de otra cosa que se haze en conseua, la qual trauan y congelan de modo que queda transparente”–, si bien <em>compota</em> se documenta por vez primera en el <em>Diccionario de la lengua castellana</em> (1780) de la RAE, en el último cuarto del siglo XVIII, periodo intenso en cuanto a la recepción de préstamos galos:</p>
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<p>“Dulce de fruta y almibar muy claro, que se sirve en las mesas, y solo para el dia, á diferencia del dulce de almibar conocido familiarmente por el nombre de dulce de platillo, cuyo almibar es mucho mas subido de punto, y la fruta está mas cocida y penetrada de él, de suerte que se guarda y conserva mucho tiempo, por lo qual se suele tambien llamar conserva, y se sirve en los refrescos. Es voz modernamente introducida y tomada del francés <em>compote</em>, que vale lo mismo”.</p>
</blockquote>
<h2>Mermeladas, jaleas y compotas en los libros</h2>
<p>Si consultamos el <em><a href="http://corpus.rae.es/cordenet.html">Corpus Diacrónico del Español</a></em> (CORDE) de la RAE, constatamos cómo <em>mermelada</em> y <em>jalea</em> quedan recogidas en obras publicadas a lo largo del siglo XVI, mientras que <em>compota</em> se registra a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, precisamente en un sainete donde se critica el afrancesamiento de las costumbres:</p>
<blockquote>
<p>“en albricias de la buena venida de César en España, os pedí una <strong>mermelada</strong> portuguesa, y vos, señor, me embiastes una buena mula de Losa”.</p>
<p><em><a href="http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/libro-primero-de-las-epistolas-familiares--2/html/">Epístolas familiares</a></em>, 1521-1543, de Fray Antonio de Guevara</p>
<p>“El mamey es el más alto árbol desta tierra (…) de las ramas pende la fructa, que también se llama mamey; es a manera de melón, la corteza áspera y por de dentro colorada, y ansimismo de fuera; la carne paresce <strong>jalea</strong> en olor, sabor y color” </p>
<p><em><a href="http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/cronica-de-la-nueva-espana--0/html/">Crónica de la Nueva España</a></em>, 1560, de Cervantes de Salazar</p>
<p>“Había un lindo trinchero / de menestra, otro de pasta, / un fricasé, una <strong>compota</strong> / y una ó dos pollas asadas, / que para quince de mesa / es comida muy sobrada”.</p>
<p><em><a href="http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/el-petimetre--0/html/ff8e9666-82b1-11df-acc7-002185ce6064_2.html">El Petimetre</a></em>, 1764, de Ramón de la Cruz</p>
</blockquote>
<figure class="align-right zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/427187/original/file-20211019-22-1nqwqyx.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/427187/original/file-20211019-22-1nqwqyx.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=237&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/427187/original/file-20211019-22-1nqwqyx.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=910&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/427187/original/file-20211019-22-1nqwqyx.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=910&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/427187/original/file-20211019-22-1nqwqyx.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=910&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/427187/original/file-20211019-22-1nqwqyx.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=1143&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/427187/original/file-20211019-22-1nqwqyx.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=1143&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/427187/original/file-20211019-22-1nqwqyx.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=1143&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="caption">Diccionario general de cocina (Ángel Muro, 1892).</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="http://bdh.bne.es/bnesearch/detalle/bdh0000012380">BNE - Biblioteca Digital Hispánica</a>, <a class="license" href="http://creativecommons.org/licenses/by/4.0/">CC BY</a></span>
</figcaption>
</figure>
<h2>Recetas para todos los gustos</h2>
<p>Ya en el siglo XIX, al consultar una fuente de especialidad como el <em><a href="http://bdh.bne.es/bnesearch/detalle/bdh0000012380">Diccionario general de cocina</a></em> (1892) de Ángel Muro, observamos que incluye los tres términos y da cuenta de su confección, así como de algunas recetas (mermelada de ciruelas, cerezas, albaricoques, guindas, mirabelas, frambuesas, duraznos, agraz, agracejo, fresas o plátanos; jalea de membrillo, guindas, grosellas, manzanas; compota de peras, camuesas, ciruelas, bruños secos, castañas a la vainilla, a la naranja y al limón, entre otras). </p>
<p>De hecho, en el <em><a href="http://bdh.bne.es/bnesearch/CompleteSearch.do?showYearItems=&field=todos&advanced=false&exact=on&textH=&completeText=&text=almanaque+de+conferencias&pageSize=1&pageSizeAbrv=30&pageNumber=1">Almanaque de Conferencias Culinarias</a></em> (1892), un calendario gastronómico donde se recopilan recetas de personajes ilustres propuestas para los distintos meses del año, también ideado por Ángel Muro, encontramos las siguientes elaboraciones: jalea al marrasquino (enero), compota de albaricoques, compota de ciruelas, peras y orejones y compota de membrillo (abril), compota de manzanas y compota de peras (octubre), compota de membrillos al jerez (noviembre) y compota de piña (diciembre).</p>
<h2>Anuncios en la prensa</h2>
<p>Además, el siglo XIX es, por excelencia, el siglo de la prensa escrita, que se convierte en un medio privilegiado para la transmisión y mediatización de ideas. </p>
<blockquote>
<p>“En la confitería del repostero Núñez, calle del Príncipe, núms. 9 y 10, entre el relojero y la lonja de chocolate, habrá en estos días de Navidad turrones tiernos al estilo de Zaragoza; mazapán en cajas al estilo de Toledo; escarchados, <strong>jaleas</strong>, peradas…”.</p>
<p><em><a href="http://hemerotecadigital.bne.es/issue.vm?id=0002789903&page=3&search=jaleas&lang=es">Diario de avisos de Madrid</a></em>, 23/12/1829.</p>
<p>“Manual completo, teórico y práctico del confitero y repostero. Contiene el método de elaborar y purificar el azúcar, el de hacer toda clase de <strong>compotas</strong>, conservas, caramelos, flores artificiales, grajeas, <strong>jaleas</strong> y turrones, <strong>mermeladas</strong>, merengues, pastillas, tabletillas, mazapanes, vizcochos, etc., y demás artículos concernientes á estos artes; y un tratado del modo de hacer licores, sorbetes y helados. Obra escrita con arreglo á los últimos adelantos hechos en la materia por don Manuel A. Martínez (…) Se hallarán en las librerías de don José Cuesta calle Mayor, y de don Gabriel Sánchez calle de Carretas.</p>
<p><em><a href="http://hemerotecadigital.bne.es/issue.vm?id=0002737393&page=4&search=mermeladas&lang=es">El Clamor público</a></em>, 25/1/1852</p>
</blockquote>
<h2>No solo son dulces</h2>
<p>No podemos terminar sin revisar los significados que estas tres voces presentan en el español de América. </p>
<p>En el <em><a href="https://www.asale.org/recursos/diccionarios/damer">Diccionario de americanismos</a></em> (2010), de la Real Academia Española (RAE) y la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE), comprobamos cómo <em><a href="https://lema.rae.es/damer/?key=mermelada">mermelada</a></em> registra la acepción ‘dinero malhabido’ en Perú y el oeste de Bolivia y ‘soborno’ en Perú –ambas en un registro popular–; <em><a href="https://lema.rae.es/damer/?key=jalea">jalea</a></em>, ‘pasta dulce de color marrón oscuro que se obtiene de la cocción del jugo de la caña de azúcar’ en Bolivia y <em><a href="https://lema.rae.es/damer/?key=compota">compota</a></em>, ‘alimento infantil, consistente en un puré de diversos ingredientes, especialmente fruta, envasado para su consumo’ en Cuba, República Dominicana y Venezuela.</p>
<figure class="align-center zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/426312/original/file-20211013-25-2ctnns.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/426312/original/file-20211013-25-2ctnns.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/426312/original/file-20211013-25-2ctnns.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=250&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/426312/original/file-20211013-25-2ctnns.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=250&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/426312/original/file-20211013-25-2ctnns.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=250&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/426312/original/file-20211013-25-2ctnns.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=315&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/426312/original/file-20211013-25-2ctnns.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=315&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/426312/original/file-20211013-25-2ctnns.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=315&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
<figcaption>
<span class="caption">Etiqueta mermelada de peras.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="http://bdh.bne.es/bnesearch/Search.do?destacadas1=Ephemera&home=true&languageView=es">BNE</a></span>
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<p>Solo nos resta regalar al lector una imagen de la vida cotidiana en cocinas y despensas de la primera mitad del siglo XX: la etiqueta de la mermelada de pera de <em>Conservas La Mezquita</em> (Molina de Segura, Murcia), documentada en la colección de <em><a href="http://bdh.bne.es/bnesearch/Search.do?destacadas1=Ephemera&home=true&languageView=es">Ephemera</a></em> de la Biblioteca Nacional, un corpus de materiales gráficos efímeros, entre los que hallamos envoltorios diseñados por ilustradores a fin de decorar todo tipo de envases.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/169845/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Marta Torres Martínez no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>El otoño es tiempo de conservas. Entre ellas, hallamos mermeladas, jaleas y compotas, palabras con historia que comparten las frutas y el azúcar, pero también con diferencias en su composición y su denominación.Marta Torres Martínez, Profesora Titular de Lengua Española, Universidad de JaénLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1684122021-09-23T18:18:55Z2021-09-23T18:18:55ZLos orígenes grecolatinos de lo que nos cuentan sobre el volcán de La Palma<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/422894/original/file-20210923-23-s21v2c.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C2%2C1920%2C1462&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">La fragua de Vulcano, pintada por Velázquez en 1630. </span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.museodelprado.es/recurso/fragua-de-vulcano-la-velazquez/db249dba-536e-4d38-80a7-760a49c6dafc">Museo del Prado </a></span></figcaption></figure><p>A las 15:10 del día 19 septiembre de 2021 tuvo lugar la erupción de un nuevo volcán en la isla canaria de La Palma. Este fenómeno histórico ha sido difundido ampliamente a través de los medios de comunicación de todo el mundo. En sus descripciones se repiten palabras y expresiones con las que estamos familiarizados (lava, volcán). Junto a ellas aparecen otras más especializadas cuyas raíces se encuentran en muchas palabras de uso común, que conviene aclarar para que sean patrimonio de todos.</p>
<p>Este vocabulario <a href="https://dle.rae.es/vulcanolog%C3%ADa">vulcanológico</a> proviene de la tradición grecolatina y su conocimiento facilitaría la comprensión de lo que se nos cuenta sin necesidad de acudir a segundas fuentes ni a explicaciones sobreañadidas.</p>
<h2>Orígenes mitológicos</h2>
<p>Si nos acercamos a los textos clásicos, podremos comprobar que las primeras narraciones que mencionan montañas que escupen fuego son de carácter mitológico. Así lo observamos en la <a href="http://clasicasusal.es/Mitos/cosmoteog.htm#titanes2"><em>Biblioteca</em></a> de Apolodoro (I, 6, 3). Según el relato de Apolodoro, el dios <a href="https://atirolimpo.files.wordpress.com/2017/01/pierre-grimal-diccionario-de-la-mitologc3ada-griega-y-romana.pdf">Zeus</a> le echó encima al monstruo Tifón el monte <a href="https://www.eldiario.es/internacional/nueva-erupcion-etna-emite-cenizas-lava_1_8322044.html">Etna</a>, en Sicilia (en erupción nuevamente desde el 21 de septiembre). El fuego que arroja el volcán se identificaba entonces con los rayos del dios.</p>
<figure class="align-right zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/422895/original/file-20210923-15-1q8ay55.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/422895/original/file-20210923-15-1q8ay55.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=237&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/422895/original/file-20210923-15-1q8ay55.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=788&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/422895/original/file-20210923-15-1q8ay55.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=788&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/422895/original/file-20210923-15-1q8ay55.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=788&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/422895/original/file-20210923-15-1q8ay55.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=991&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/422895/original/file-20210923-15-1q8ay55.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=991&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/422895/original/file-20210923-15-1q8ay55.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=991&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="caption">Fresco llamado ‘Baco y el Vesubio’ hallado en la llamada Casa del Centenario en Pompeya. Representación del Vesubio cubierto de vegetación. Antes de la erupción del 79 el volcán tenía una única cima en lugar de las dos actuales.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://www.museodelprado.es/recurso/fragua-de-vulcano-la-velazquez/db249dba-536e-4d38-80a7-760a49c6dafc">Wikimedia Commons / Colling-architektur</a>, <a class="license" href="http://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0/">CC BY-SA</a></span>
</figcaption>
</figure>
<p>Hasta el año 79 d. C. no encontramos la primera descripción histórica de una erupción volcánica, en la que aún no hallamos ni siquiera el término “volcán”. Se trata de las cartas escritas por <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Plinio_el_Joven">Plinio el Joven</a> a su amigo <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/T%C3%A1cito">Tácito</a>. En ellas (<a href="https://almacendeclasicas.blogspot.com/2012/11/el-testimonio-de-un-pompeyano.html">Cartas VI, 16 y VI, 20</a>), el joven escritor latino relata al historiador la muerte de su tío, el naturalista <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Plinio_el_Viejo">Plinio el Viejo</a>, como consecuencia de la erupción del Vesubio, el volcán que destruyó las ciudades de Pompeya, Herculano, Oplontis y Estabia.</p>
<p>Precisamente, las <a href="http://ovi.ingemmet.gob.pe/?page_id=102">erupciones volcánicas</a> que presentan similitudes con la vesubiana se denominan <a href="https://www.ign.es/web/resources/docs/IGNCnig/VLC-Glosario-Terminos-Volcanicos.pdf">erupciones plinianas</a>, en honor a ambos autores.</p>
<h2>Lenguas clásicas, lengua científica</h2>
<p>El <a href="https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/1079016.pdf">lenguaje científico</a> recurre al empleo de términos grecolatinos para la descripción de los fenómenos con la intención de facilitar una descripción universal. La terminología científica tiene un marcado carácter internacional, y durante mucho tiempo el latín y el griego han sido las lenguas francas empleadas para ello. </p>
<p>En unos casos se usan estas lenguas prácticamente inalteradas, como en la <a href="https://iberoflora.jimdofree.com/plantas-vasculares/taxonom%C3%ADa-vegetal/">botánica</a> o en el <a href="http://www.unae.edu.py/biblio/libros/Diccionario-Juridico.pdf">léxico judicial</a>; en otros adoptando la fonética o la morfología de la lengua meta (piroclastos, seísmo). </p>
<p>El conocimiento del significado de los étimos y de los prefijos y sufijos nos ayudaría a comprender el vocabulario y los conceptos sin necesidad de diccionarios ni de expertos que nos los expliquen, al menos en el primer acercamiento a la palabra.</p>
<p>Así pues, con el fin de facilitar la comprensión de estos términos, ofrecemos un breve glosario con el análisis etimológico de los mismos.</p>
<ol>
<li><p><strong>Basáltico:</strong> Compuesto del latín <em>basaltes</em>, y este, a su vez, del griego antiguo <em>básanos</em>, “piedra de toque”, al que se ha añadido el sufijo griego <em>-ikos</em>, “relativo a”, que apreciamos en otras palabras como “matemático” o “tópico”.</p></li>
<li><p><strong>Ceniza</strong>: del latín vulgar <em>cinisia</em>, y este relacionado con <em>cinis, cineris</em>, “ceniza”, que podemos encontrar en el término “incinerar”.</p></li>
<li><p><strong>Cráter:</strong> del latín <em>crater, crateris</em> y este, a su vez, del griego <em>crater</em>. Ambos étimos comparten el doble significado de “copa, crátera” y “cráter”.</p></li>
<li><p><strong>Dióxido de azufre:</strong> sintagma compuesto cuyo primer término, “dióxido”, proviene del numeral griego <em>di</em>- (“dos”), que hallamos en otras palabras españolas como “dioptría” o “dígrafo” y que equivale al latín <em>bi-/biz-</em> (“bilingüe” o “bizcocho”, dos veces cocido). A él se le añade el lexema <em>oxys</em> (“ácido”). El segundo término, “azufre”, proviene del étimo latino <em>sulfur, sulfuris</em>, que podemos encontrar en el verbo “sulfurar” o en el sustantivo “sulfuro”.</p></li>
<li><p><strong>Erupción:</strong> del sustantivo latino <em>eruptio, eruptionis</em>, que significa “explosión, salida brusca”. Este vocablo se emplea también en el vocabulario médico para aludir a ciertas afecciones de la piel: “erupción cutánea”. Conviene señalar que en latín existe el verbo <em>erumpere</em>, una de cuyas acepciones es “hacer salir bruscamente”, y de este viene el sustantivo <em>eruptio</em>, pero no se usa de manera habitual en <a href="https://dle.rae.es/erupcionar">español</a>, en el que se prefiere la perífrasis “entrar en erupción”. </p></li>
<li><p><strong>Escoria:</strong> del latín <em>scoria</em> y este, a su vez, del griego <em>skoría</em>. Este término, que científicamente hace referencia a los “<a href="https://www.ign.es/web/resources/docs/IGNCnig/VLC-Glosario-Terminos-Volcanicos.pdf">fragmentos, que se han expulsado del punto de emisión en un en estado casi líquido –incluyendo gases– y que, al enfriarse en la atmósfera, caen alrededor de dicho punto</a>”, en el lenguaje coloquial ha pasado a significar <a href="https://dle.rae.es/escoria">“cosa vil y de ninguna estimación”</a>, a partir de la acepción latina “basura”.</p></li>
<li><p><strong>Evacuación:</strong> del verbo latino <em>evacuare</em>, formado a partir del prefijo <em>ex</em> (“desde el interior hacia fuera”), que vemos en palabras como “expulsar”, y del adjetivo <em>vacuus</em> (“vacío”), raíz que en español se mantiene en los cultismos “vacuo” y “vacante”.</p></li>
<li><p><strong>Lapilli:</strong> del latín <em>lapillus</em> (“piedrecilla”), diminutivo de <em>lapis, lapidis</em> (“piedra”), presente en términos como “lápida” o “lapidario”, más el sufijo <em>-ullus</em>, que se emplea para formar diminutivos, como en “párvulo, minúsculo, cubículo”.</p></li>
<li><p><strong>Lava:</strong> del verbo latino <em>labare</em>, cuyo significado es “deslizarse, tambalearse”.</p></li>
<li><p><strong>Magma:</strong> Del latín <em>magma, magmatis</em>, “restos de un ungüento o de un perfume”, y este del griego <em>magma</em>.</p></li>
<li><p><strong>Piroclastos:</strong> Compuesto de los étimos griegos <em>pyr</em> “fuego” y <em>klastós</em>, “roto, fracturado”. El primer formante lo hallamos en palabras como “pirotécnico” o “pirólisis”.</p></li>
<li><p><strong>Sismo/seísmo/sísmico:</strong> Del griego <em>seismós</em>, “sacudida”. De este étimo derivan sismógrafo (<em>-grafo</em>: “descripción”), sismograma (<em>-grama</em>: “escritura”) y sismómetro (<em>-metro</em>: “medida”).</p></li>
<li><p><strong>Terremoto:</strong> Compuesto de los étimos latinos <em>terra, terrae</em> (“tierra”) y <em>motus, motus</em> (“movimiento”).</p></li>
<li><p><strong>Tremor:</strong> Latinismo proveniente del sustantivo <em>tremor, tremoris</em>, “temblor”. En este término queremos señalar que el autor latino Plinio el Joven, al describir la erupción del Vesubio, no emplea <em>terrae motus</em> (“terremoto”), sino <em><a href="http://almacendeclasicas.blogspot.com/2011/01/la-erupcion-del-vesubio-narrada-por.html">tremor terrae</a></em> (“temblor de la tierra”).</p></li>
<li><p><strong>Volcán/Vulcanología/Vulcanólogo:</strong> Todos estos términos remiten al nombre latino del dios del fuego y de la fragua, <a href="https://www.ateneanike.com/historia-de-grecia/mitologia-griega/hefesto/">Vulcano</a>, el dios Hefesto de los antiguos griegos. Los antiguos situaban su fragua bajo el volcán siciliano Etna.</p></li>
</ol>
<p>Con este breve glosario etimológico hemos pretendido ofrecer una aproximación al estudio “del verdadero significado” de las palabras (<em>etymología</em>), que es lo que posibilita a toda persona la adecuada comprensión de lo que se está describiendo.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/168412/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.</span></em></p>La mayoría de las palabras que usamos para hablar de volcanes vienen del latín y el griego. Ofrecemos un breve glosario etimológico de los términos para comprenderlos mejor.Mª Elena Curbelo Tavío, Profesora Contratada Doctora del Área de Latín (Instituto Universitario de Análisis y Aplicaciones Textuales (IATEXT)., Universidad de Las Palmas de Gran CanariaJesús Alexis Moreno García, Profesor Contratado Doctor del Área de Griego de la Facultad de Filología y miembro del Instituto Universitario de Análisis y Aplicaciones Textuales (IATEXT), Universidad de Las Palmas de Gran CanariaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1647672021-08-26T20:50:16Z2021-08-26T20:50:16ZIlusiones lingüísticas: por qué los científicos deberían conocer las lenguas clásicas<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/418008/original/file-20210826-13-e5moti.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=22%2C0%2C2973%2C2250&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">Los tres grandes maestros de medicina: Galeno (romano), Avicena (persa) e Hipócrates (griego) en un grabado medieval.
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-illustration/three-great-ancient-teachers-medicine-galen-242815747">Shutterstock / Everett Collection</a></span></figcaption></figure><p>Todos hemos tenido la experiencia, de forma inconsciente o como parte de un juego, de eso que llamamos <a href="https://theconversation.com/ilusiones-visuales-por-que-nos-engana-nuestro-cerebro-128364">ilusiones ópticas</a>, en las que se produce un desajuste entre la realidad objetiva, lo que perciben nuestros ojos y lo que interpreta nuestro cerebro.</p>
<p>De manera similar, en la lengua se producen fenómenos que pueden inducir a engaño a los hablantes. Uno de estos corresponde a lo que en lingüística se llama <em>homonimia</em> (del griego ὁμωνυμία <em>homōnymía</em>), una condición que, tal como el <a href="https://dle.rae.es/hom%C3%B3nimo">DLE</a> la define, posee “una palabra que se pronuncia como otra, pero tiene diferente origen o significado muy distante”.</p>
<p>Sucede en palabras que se escriben de forma idéntica (homógrafas), aunque no guardan relación semántica entre sí, como la sustancia a la que llamamos <em>sal</em> (del latín <em>sal</em>) y <em>sal</em>, el imperativo del verbo “salir” (del latín <em>salīre</em> “saltar”); el adjetivo femenino <em>cara</em> (del latín <em>carus</em>), que se dice de algo con un precio elevado, y el sustantivo <em>cara</em> (del griego κάρα <em>kára</em> “cabeza, rostro”). Y así, un largo etcétera. </p>
<p>Ante el peligro de dejarse llevar por lo que se oye, en la escuela hay que hacer hincapié especialmente en aquellos homónimos que suenan igual, pero se escriben de manera diferente (palabras homófonas): hay que explicar que un simple cambio de “b” y “v” marca la diferencia entre el sustantivo <em>voto</em> (del latín <em>votum</em> “promesa hecha a los dioses, deseo”) y la forma <em>boto</em> del verbo “botar” (del germánico <em>bōtan</em> “empujar, golpear”); no digamos ya la hache, por ejemplo, en los verbos <em>echo</em> y <em>hecho</em>, de “echar” (del latín <em>iactāre</em> “lanzar”) y “hacer” (del latín <em>facĕre</em>), respectivamente; y, pese a los esfuerzos de los maestros, no son pocos los adultos que todavía dudan si escribir con “y” o con “ll” los verbos <em>haya</em> (de “haber”, del latín <em>habēre</em> “tener”) y <em>halla</em> (de “hallar”, de <em>fallar</em>, a su vez del latín <em>afflāre</em> “soplar hacia algo, rozar algo con el aliento”). </p>
<p>Ignorar estas normas puede llevar a engaño a un usuario poco formado, que podría no solo cometer una falta de ortografía, sino también producir un mensaje equívoco. La explicación última de tales coincidencias y diferencias simultáneas se encuentra en la etimología de cada voz y en su evolución al español.</p>
<p>Con dificultades similares se topan los estudiantes de disciplinas científicas y técnicas que, además de aprehender los contenidos de sus materias, han de adquirir el léxico específico con el que referirse a dichos contenidos, nomenclaturas que en muchos casos proceden de lenguas que desconocen como el griego antiguo o el latín.</p>
<p>A la vista de los actuales libros de Bachillerato, un estudiante de Biología debe incorporar a su caudal léxico entre 1 000 y 1 500 palabras nuevas de su especialidad, que irán a más si continúa sus estudios universitarios. </p>
<h2>Formantes griegos y latinos en el léxico médico y biológico</h2>
<p>El extraordinario <a href="https://dicciomed.usal.es/palabra/"><em>Dicciomed. Diccionario médico-biológico, histórico y etimológico</em></a>, creado y coordinado por el profesor Francisco Cortés Gabaudán, recoge en su versión actual 1 977 lexemas. Pues bien, 1 114 de ellos (más del 56 %) proceden del griego y 711 (casi el 35 %) son de origen latino, a los que hay que sumar un buen número de sufijos de ambas lenguas. </p>
<p>Si nos fijamos en las palabras propiamente dichas, de las 7 169 contenidas en el diccionario, 4 649 (más del 64 %) se han creado sobre bases griegas y 1 100 (un 15 % aproximadamente) sobre bases latinas, sin contar los términos híbridos. Estos datos ilustran a la perfección hasta qué punto la terminología biológica y médica descansa sobre el léxico de las lenguas clásicas.</p>
<p>Pues bien, una de las dificultades con las que se encuentran los estudiantes –y no solo ellos– es, precisamente, la homonimia, que les puede llevar a caer en la “ilusión lingüística” de que palabras o componentes léxicos que se escriben igual han de significar lo mismo. </p>
<p>Sin una formación previa, no es fácil entender, por ejemplo, por qué el hipotálamo y el hipocampo, situados ambos en el encéfalo, no tienen nada en común, por más que coincidan en su primer elemento: el <em>hipo-</em> del primero procede del preverbio ὑπο- (<em>hypo-</em>) “debajo de”, pues alude a su posición debajo del tálamo, mientras que el segundo corresponde al lexema del caballo ἵππος (<em>hippos</em>), ya que esta estructura alargada y curvada recibió su nombre por asemejarse en su forma al caballito de mar, también llamado <em>hipocampo</em> (del griego ἱππόκαμπος <em>hippókampos</em> “caballo curvado”). </p>
<p>Otras lenguas europeas permiten diferenciar bien ambos elementos (inglés: <em>hypothalamus</em> e <em>hippocampus</em>, respectivamente; francés: <em>hypothalamus</em> e <em>hippocampe</em>; alemán: <em>Hypothalamus</em> e <em>Hippocampus</em>), pues el tratamiento de los helenismos en ellas es casi de transliteración, mientras que en español estos se han integrado adaptándose perfectamente a nuestra fonética, morfología y grafía, de modo que es más difícil reconocer en nuestra lengua los étimos originales y, en consecuencia, diferenciar su significado.</p>
<p>Casos como estos son relativamente frecuentes. Así, tres palabras griegas completamente distintas, φῦλον (<em>phŷlon</em>) “raza, estirpe”, φίλος (<em>philos</em>) “amigo” y φύλλον (<em>phýllon</em>) “hoja” van a coincidir en un resultado idéntico en español (<em>fil</em>-), diferenciado formalmente, en cambio, en otras lenguas (inglés: <em>phyl-</em>, <em>phil-</em>, <em>phyll-</em>, respectivamente). </p>
<p>En virtud de este distinto origen, no tienen nada en común la <em>parafilia</em> (inglés: <em>paraphylia</em>) como condición por la que, en taxonomía, un grupo de organismos incluye al antepasado común más reciente pero no a todos los descendientes de este, la <em>parafilia</em> (inglés: <em>paraphilia</em>), que se refiere a las prácticas sexuales no habituales, o la <em>afilia</em> (inglés: <em>aphylly</em>), es decir, la carencia de hojas. </p>
<p>Es más, la distinción puede venir de la mano de una simple tilde: <em>mesófilo</em> es una palabra esdrújula (lo mismo que <em>bibliófilo</em> o <em>anemófilo</em>) y solo puede serlo si su segundo componente tenía la penúltima sílaba breve, de modo que este ha de ser necesariamente φίλος (<em>philos</em>) “amigo”; por su parte, <em>mesofilo</em> es llana porque se ha formado con un segundo elemento cuya penúltima sílaba era larga, es decir, φύλλον (<em>phýllon</em>) “hoja” (igual que <em>monofilo</em> o <em>clorofila</em>): en consecuencia, el adjetivo <em>mesófilo</em> (inglés: <em>mesophilic</em>) se aplica a organismos que gustan de temperatura y humedad medias para su correcto desarrollo, mientras que <em>mesofilo</em> (inglés: <em>mesophyll</em>) es el tejido situado entre las dos epidermis de las hojas. Alterar la correcta acentuación de este último término, algo no infrecuente, podría llevar a equívoco.</p>
<p>Interpretaciones incorrectas, “ilusiones lingüísticas”, están, de hecho, en la base de nuevas creaciones léxicas. Es lo que, con toda probabilidad, sucede en algunas palabras acabadas en <em>-cele</em>. A partir de términos antiguos como <em>broncocele</em>, <em>hidrocele</em>, <em>pneumatocele</em>, <em>sarcocele</em>, etc. que, ya desde Celso, Sorano (s. I) o Galeno (s. II), se formaban con el nombre κήλη <em>kḗlē</em> “hernia, tumor”, el segundo elemento de compuesto -<em>cele</em> (latín: -<em>cēlē</em>; francés: -<em>cèle</em>; inglés: -<em>cele</em>) se ha desarrollado fructíferamente en numerosos neologismos para denominar diferentes tipos de hernias o tumores (<em>cistocele</em>, <em>meningocele</em>, <em>varicocele</em>…). </p>
<p>Pues bien, esta base léxica ha entrado en confluencia con otra diferente, la del adjetivo κοῖλος (<em>koîlos</em>) “hueco” y el sustantivo κοιλία (<em>koilía</em>) “cavidad, vientre”, abocada en español a un resultado ciertamente próximo al anterior, <em>cel</em>- (latín: <em>coel</em>-; inglés: <em>coel</em>-), que subyace en palabras tan diversas como <em>celentéreo</em> o <em>celíaco</em>. No es difícil pensar, como ilustra en inglés la fluctuación <em>pseudocele</em>, <em>pseudocoele</em> y <em>pseudocoel</em> (s.v. Oxford English Dictionary), que un cruce entre ambos lexemas ha dado lugar a neologismos anómalos acabados en -<em>cele</em>, referidos no a una hernia o tumor, como sería de esperar, sino a una cavidad, como en <em>epicele</em> (inglés: <em>epicoele</em>) o <em>neurocele</em> (inglés: <em>neurocoele</em>), con la consiguiente ambigüedad.</p>
<h2>Conveniencia del conocimiento etimológico</h2>
<p>Sirvan estos pocos ejemplos como muestra de hasta qué punto es conveniente para los futuros especialistas en biología o medicina un mínimo conocimiento etimológico. Mi experiencia con estudiantes de estas disciplinas es que formarse en las bases léxicas y los prefijos y sufijos más frecuentes de origen grecolatino, junto con unas nociones básicas sobre su evolución al español, ayuda a comprender el vocabulario técnico, recordarlo y usarlo con propiedad: ya no tienen que memorizar sin asidero alguno listas interminables de palabras, entre las que no ven relación, y son capaces de deducir su significado a partir de sus formantes. </p>
<p>El aprendizaje de una ciencia es el aprendizaje de su terminología porque, como reza el título de la obra de <a href="https://ruc.udc.es/dspace/bitstream/handle/2183/5421/RL_5_REC_2.pdf?sequence=1&isAllowed=y">Bertha Gutiérrez Rodrilla</a> (Barcelona, 1998), <em>la ciencia empieza en la palabra</em>.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/164767/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>M. Dolores Jiménez López no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>Multitud de palabras del ámbito de la Medicina y la Biología vienen del latín y el griego. Es fundamental conocer estas lenguas clásicas para saber de dónde proceden los nombres científicos y no olvidarlos nunca.M. Dolores Jiménez López, Profesora Titular de Filología Griega, Universidad de AlcaláLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1649222021-08-02T17:47:47Z2021-08-02T17:47:47Z¿Aloe o sábila? La riqueza de los nombres tradicionales de plantas<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/413611/original/file-20210728-23-b6yo9x.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C0%2C8243%2C6179&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/aloe-vera-fresh-leaves-slices-on-1049109326">Shutterstock / Valentyn Volkov</a></span></figcaption></figure><p>Cada día, en cualquier campo de la vida, las modas propagadas por las redes sociales y los nuevos medios de comunicación van ampliando su importancia y su influencia sobre nosotros. Parte de esa influencia se ejerce sobre nuestra forma de llamar a las cosas que nos rodean. Vamos a ocuparnos, en especial, de las plantas. </p>
<p>Los nombres comunes de las plantas, denominados fitónimos, tienen una gran importancia en el conocimiento del vocabulario de las sociedades humanas. En ellos queda plasmada la historia de la sociedad que los usa, sus conocimientos científicos, sus relaciones con otros pueblos, y, en general, su forma de ser y de pensar. </p>
<p>Toda esta información queda encapsulada en términos como <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Aloe_vera"><em>sábila</em></a> o <em>zabila</em>, nombre de procedencia árabe con el que se designa a una especie del género <em>Aloe</em>, <em>Aloe vera</em>, muy empleada en medicina popular para curar afecciones de la piel. Este fitónimo, registrado por primera vez en castellano por Antonio de Nebrija en 1495, es usado actualmente en todo el ámbito panhispánico. </p>
<p>Todo esto queda olvidado si usamos el término <em>aloe</em> para llamar a esta planta, como está ocurriendo en las redes sociales, productos de belleza, bebidas, alimentos, etc. Y es solo un ejemplo, que podríamos ampliar con las innumerables plantas con nombres indígenas americanos que utilizamos todos los días sin darnos cuenta: <em>aguacate</em>, <em>maíz</em>, <em>tomate</em>, etc. </p>
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<p>Esta riqueza cultural está en peligro. Y lo está por culpa de algunas informaciones que utilizan términos “raros”, extraños al idioma, para llamar a lo que en realidad mucha gente conoce.</p>
<h2>Del latín al nombre común</h2>
<p>Esto ocurre de la siguiente forma: una persona que dice saber mucho de jardinería o de nutrición se encuentra con una planta que no conocía y que tiene un gran potencial como ornamento o como alimento. Inmediatamente empieza a escribir sobre ella en una revista divulgativa, escribe un libro o una página web, blog, y se enfrenta a la difícil tarea de nombrarla. ¿Qué hace? Tiene varias posibilidades: utilizar un nombre que conozca, y, si no, el nombre científico que todos los organismos vivos conocidos tienen. </p>
<p>Pero los “latinajos” que representan los nombres científicos parece que no dan bien en los textos divulgativos y, por tanto, lo que se suele hacer es transformar estos nombres científicos en comunes. Como el experto en jardinería o en nutrición no es lingüista ni lo intenta ser, en la mayoría de los casos toma la segunda vía, creando nombres comunes a partir de los científicos. </p>
<p>Esto inicia una pugna entre el nombre común tradicional, o los nombres que perviven en el habla popular, y el nuevo nombre, más chic, que se expande a través de las redes sociales y que, lamentablemente, suele acabar imponiéndose.</p>
<p>El problema de adoptar nombres científicos como comunes no lo es si esta planta carece de un nombre preexistente. Eso ha ocurrido muchas veces y sin víctimas. Por ejemplo, en el caso de los eucaliptos. Cuando se empezaron a plantar estos árboles australianos en el resto del mundo nadie tenía un nombre para esos colosales ejemplares, por lo que todos acogieron perfectamente la popularización de su nombre científico <em>Eucaliptus</em>. Hubiese sido más lógico utilizar el nombre aborigen de este árbol, por ejemplo <em>wandoo</em>, nombre australiano con el que se designa a varios eucaliptos de corteza blanca, pero se tomó el camino fácil y no se indagó en este aspecto.</p>
<h2>Parejas mal avenidas</h2>
<p>Con algunos ejemplos de esta pugna y del daño que pueden causar a nuestro acervo lingüístico y cultural puede entenderse mejor el problema.</p>
<p>La palabra <em>alquequenje</em> es un arabismo en el español. Se utiliza para denominar a varias plantas que tienen unos frutillos rojos o anaranjados, rodeados de una cápsula papirácea formada por el cáliz de la flor (<em>Physalis alkekengi</em>, <em>Ph. peruviana</em>). </p>
<p>En la edad antigua designaba a una especie euroasiática, y con el descubrimiento en las tierras andinas americanas de una planta similar, se amplió su significado para incluir a la misma. Es un término con siglos de antigüedad que nos habla del intercambio de alimentos y medicinas entre Asia, Europa y América, y de la importancia de los árabes en ese tránsito. </p>
<p>En América se conoce también con otros nombres: <em>topeporete</em>, <em>uchuva</em> y <em>uvilla</em>, entre otros muchos, unos indígenas y otros no, que nos dejan ver la heterogeneidad de lenguas y culturas de la América hispana. </p>
<p>Pues bien, parece que estos fitónimos no gustan a la gran cantidad de personas que fomentan su uso a través de las redes y han preferido llamarle simplemente <em>fisalis</em>, derivado del nombre científico, que hace alusión, en griego, a la forma de vejiga de su fruto.</p>
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<h2><em>Pascuas</em>, <em>flor de pascua</em> y <em>poinsetia</em></h2>
<p>La <em>flor de pascua</em> es una de las plantas más populares y conocidas de la jardinería procedentes del Nuevo Mundo. Su imagen es un símbolo mundial de las fiestas navideñas, como lo puede ser la figura de los renos de Papá Noel, o el árbol de Navidad. La coincidencia de su floración con este momento del año ha hecho posible esta relación entre planta y tradición. </p>
<p>Pues tampoco parece que sea un fitónimo del gusto de muchos autores mediáticos, que últimamente prefieren llamarla <em>poinsetia</em>, derivado de uno de los nombres científicos que se emplea para denominar a la planta, <em>Poinsettia pulcherrima</em>. Es un nombre dado en honor al primer embajador de Estados Unidos en México, de apellido Poinsett, que introdujo la planta en su país. Poco nos dice este nombre de la planta que designa.</p>
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<h2><em>Cheflera</em> o <em>chiflera</em></h2>
<p>Este fitónimo es el que se emplea de unos años a esta parte para denominar a una planta muy usual en jardinería, caracterizada por tener las hojas compuestas, palmadas en el extremo de su peciolo, formando como un paraguas, <em>Schefflera arboricola</em>. </p>
<p>Su origen es asiático, de Taiwán y la isla de Hainán. El nuevo fitónimo procede de la vulgarización del nombre científico antes señalado y creado con el apellido de un botánico alemán del siglo XIX, Scheffler. También recibe el nombre de <em>árbol paraguas</em>, quizá más adecuado, o al menos, “inofensivo”. </p>
<p>Esta designación no entra en competencia con otro fitónimo tradicional, ya que la planta no es conocida desde antiguo por los hablantes de español, pero existen otras interferencias no menos importantes con otros términos del idioma. </p>
<p>En Bolivia la palabra <a href="https://lema.rae.es/damer/?key=chiflera">significa</a> “Mujer que vende amuletos, hierbas medicinales y productos para brujería”. En español <em>chifla</em> significa, entre otras cosas, “especie de silbato”, y <em>chiflar</em> es “silbar, mofarse, o perder las facultades mentales”. Y ni esta planta silba, ni está loca, ni vende amuletos en una tienda de La Paz.</p>
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<h2>La diversidad de las expresiones culturales</h2>
<p>Y estos son solo algunos ejemplos, a los que podríamos añadir los fitónimos <em>pita</em>, <em>pitera</em> o <em>henequén</em>, hoy sustituidos por <em>agave</em>, o <em>chumberas</em>, <em>tuneras</em>, <em>nopales</em>, hoy denominadas en las redes muchas veces como <em>opuntias</em>. </p>
<p>La riqueza de las palabras no está únicamente en el número de estas, si no en lo que nos explican de nuestro pasado, nuestra cultura y de cómo somos. Si lo que se intenta con la producción de estos nuevos nombres es hacer accesible a todo el mundo la información, evitando los localismos, hay que pensar que ese papel ya lo juegan los nombres científicos. </p>
<p>Tal como nos dice la <a href="http://www.unesco.org/new/es/culture/themes/cultural-diversity/cultural-expressions/the-convention/convention-text"><em>Convención sobre la protección y la promoción de la diversidad de las expresiones culturales de la UNESCO</em></a>, es importante entender que la diversidad lingüística es un elemento fundamental de la diversidad cultural, y que los procesos de mundialización, facilitados por la evolución rápida de las tecnologías de la información y la comunicación, constituyen también un desafío para esta diversidad cultural. </p>
<p>Lo local y lo global no son excluyentes, al contrario, deben ser complementarios. La globalización no puede ser disolvente, ni el localismo puede ser estrecho. Si olvidamos nuestro léxico, si no lo usamos, perdemos parte de lo que somos.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/164922/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.</span></em></p>Se pone de moda recurrir a los nombres científicos de las plantas, obviando la riqueza e importancia de los nombres que se les ha dado durante generaciones. Pero el léxico propio aporta información.María-Teresa Cáceres-Lorenzo, Profesora e investigadora de la ULPGC, Universidad de Las Palmas de Gran CanariaMarcos Salas Pascual, Investigador asociado al Instituto de Estudios Ambientales y Recursos Naturales, Universidad de Las Palmas de Gran CanariaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1624482021-07-04T19:27:03Z2021-07-04T19:27:03ZLa historia de la definición de ‘mundo’ y lo que dice de la objetividad del diccionario<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/409071/original/file-20210630-25-f6ydex.png?ixlib=rb-1.1.0&rect=2%2C198%2C1894%2C730&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">Primera entrada de _Mundo_ en el Diccionario de Autoridades - Tomo IV (1734), p. 631.</span> <span class="attribution"><a class="source" href="http://bdh.bne.es/bnesearch/detalle/bdh0000053799">BNE -Biblioteca Digital Hispánica</a></span></figcaption></figure><p>Son muchos los que entienden el diccionario como una prueba objetiva de conocimientos, hasta llegar al punto de dudar de la realidad si la obra no arroja resultados a la búsqueda deseada: “No está en el diccionario, <a href="https://twitter.com/raeinforma/status/1268130386464452609?lang=es">no existe</a>”. </p>
<p><div data-react-class="Tweet" data-react-props="{"tweetId":"1268130386464452609"}"></div></p>
<p>Está también quien cree que las cosas son como dice el diccionario, por lo que es necesario, para “cambiar el mundo”, cambiar el diccionario, es más, si cabe, “<a href="https://www.antena3.com/noticias/mundo/diccionario-italiano-revisa-definicion-mujer-elimina-lista-sinonimos-como-prostituta_20210514609eb46da8294d0001a47de7.html">eliminar</a>” esas formas lingüísticas de entre sus columnas. </p>
<p>Al cabo, detrás de todo ello lo que nos encontramos es una teoría filosófica sobre el lenguaje y su capacidad performativa, descrita por <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/John_Langshaw_Austin">Jonh Langshaw Austin</a>, en su obra <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/C%C3%B3mo_hacer_cosas_con_palabras"><em>Cómo hacer cosas con palabras</em></a> (1962), y una profunda dificultad al entender la objetividad lexicográfica.</p>
<h2>¿Diccionarios objetivos? ¿Dicen la “verdad”?</h2>
<p>La confianza en los datos que arroja el diccionario descansa en la pretendida objetividad que se les otorga como depositarios de la cultura. De ahí que los objetos descritos (las cosas, las acciones, las calificaciones, las sensaciones, etc., nuestro mundo, en definitiva) parecen en sus descripciones objetivas (objetos descritos objetivamente), si bien estas definiciones y sus interpretaciones no son ajenas al individuo. No son ajenas ni al redactor ni al lector de diccionarios. Son, por tanto, objetos descritos subjetivamente.</p>
<p>Tanto el lexicógrafo como el usuario de diccionarios actúan como sujetos cognitivos (es decir, sujetos pensantes). El autor del diccionario analiza y estructura los “objetos descriptivos” o palabras. Y su modo de análisis y la propia estructura ya es un modelo de clasificación subjetiva. Así que los diccionarios no son objetivos. No pueden serlo, pues la acción de definir es <em>sub-subjeto</em>, esto es, “hechas por un sujeto”, por tanto, subjetivas.</p>
<p>Está además atada a la episteme (<a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Episteme#La_episteme_en_Foucault">en los términos en los que Foucault entendió este concepto</a>). Es decir, la objetividad lexicográfica ofrece definiciones en clave de una verdad determinada: la impuesta desde el poder político de la época. Solo de este modo el diccionario “dice la verdad”. Y esto es así, podríamos decir, desde que el mundo es mundo.</p>
<h2>Desde que el mundo es “mundo”</h2>
<p>Desde el proyecto histórico de la creación del mundo, del cual surgió un orden y un discurso ontológico, se logró transformar ideológicamente nuestras ideas occidentales en un “catolicismo científico”. El modelo bíblico sirvió de explicación científica adoptada y desarrollada en los diccionarios hasta casi nuestros días: el mundo ha sido creado por un ser superior. </p>
<p>Es así que las creencias religiosas transcienden a un plano de inmanencia y ontología, impregnan nuestra cultura y conforman nuestra ideología y tradición. La creación del mundo se presenta como un carácter inherente al propio mundo, inseparable de su esencia. Así estas ideas adquieren validez como discurso político, como discurso de “verdad” y se silencia (se desplazan) al mismo tiempo otras opciones discursivas sobre el origen de nuestro planeta y de nosotros mismos.</p>
<p>Sorprende que el diccionario no se haga eco de posturas ontológicas naturalistas, las cuales, con el desarrollo de las ciencias positivas del XIX, como la física y la biología, disponen que es la naturaleza el principio único de todo aquello que es real. El discurso lexicográfico “autorizado” (discurso en clave de verdad) de la RAE ha mantenido durante cuatro largos siglos (siglos XVII, XVIII, XIX y XX) descripciones ligadas a esta concepción mítica y religiosa sobre la creación y el origen del mundo y de la especie humana.</p>
<h2>La historia de la definición de <em>mundo</em></h2>
<p>Desde el primer <a href="https://www.rae.es/obras-academicas/diccionarios/diccionario-de-autoridades-0">diccionario de la Academia</a> (1726-1739) podemos detectar las huellas de esta ideología cristiana. El <strong><em>mundo</em></strong> se define como “el agregado y conjunto de todas las criaturas racionales e irracionales, sensibles e insensibles, que componen el universo”. </p>
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<a href="https://images.theconversation.com/files/409069/original/file-20210630-15-1527zu8.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/409069/original/file-20210630-15-1527zu8.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/409069/original/file-20210630-15-1527zu8.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=412&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/409069/original/file-20210630-15-1527zu8.png?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=412&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/409069/original/file-20210630-15-1527zu8.png?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=412&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/409069/original/file-20210630-15-1527zu8.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=518&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/409069/original/file-20210630-15-1527zu8.png?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=518&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/409069/original/file-20210630-15-1527zu8.png?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=518&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="caption">Primera entrada de <em>Mundo</em> en el Diccionario de Autoridades - Tomo IV (1734), p. 631.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="http://bdh.bne.es/bnesearch/detalle/bdh0000053799">BNE - Biblioteca Digital Hispánica</a></span>
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<p>La palabra <strong><em>criatura</em></strong> ya delata el sentido religioso de la definición, pues se explica como “todo lo que tiene ser y no es Dios”. Aquí no acaban las huellas ideológicas: se añade que mundo viene de “la palabra latina <em>mundus</em>, que significa limpio, por la belleza y perfección con que Dios, Autor Universal, le crio de la nada, y por el orden y disposición de todas sus partes, así materiales como formales”. </p>
<p>El mundo se asocia con la cualidad positiva de la <em>limpieza</em>, propia de Dios, cuyas obras son bellas y perfectas. El ejemplo seleccionado para la definición, tomado de la <a href="http://www.cervantesvirtual.com/obra/politica-indiana---sacada-en-lengua-castellana-de-los-dos-tomos-del-derecho-i-gouierno-municipal-de-las-indias-occidentales-que--escribio-en-la-latina--don-iuan-de-solorzano-pereira-/"><em>Política Indiana</em></a> de <a href="http://dbe.rah.es/biografias/14530/juan-de-solorzano-y-pereira">don Juan de Solórzano</a>, no escapa a esta idea: “La palabra <em>mundo</em> (dicho así por el orden y aseo con que Dios le compuso) tomada en general comprende Cielo, tierra y mar, y todas las criaturas que en estas partes fueron criadas y colocadas”.</p>
<p>En el <a href="https://www.draesxix.com/11-a-ed-drae-1869">diccionario académico de 1869</a> se reformuló profundamente la entrada. Y el <em>mundo</em> fue concebido como la “suma y compendio de todas las cosas creadas”. Se perdía así la metáfora de “mundo limpio”, (que ligaba al sentido de <em>limpio</em>, igual a <em>puro</em>, contrario a <em>pecado</em>). </p>
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<a href="https://images.theconversation.com/files/409065/original/file-20210630-15-bj9nfg.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/409065/original/file-20210630-15-bj9nfg.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/409065/original/file-20210630-15-bj9nfg.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=233&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/409065/original/file-20210630-15-bj9nfg.png?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=233&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/409065/original/file-20210630-15-bj9nfg.png?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=233&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/409065/original/file-20210630-15-bj9nfg.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=292&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/409065/original/file-20210630-15-bj9nfg.png?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=292&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/409065/original/file-20210630-15-bj9nfg.png?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=292&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="caption">Comienzo de la entrada <em>Mundo</em> en el DRAE (1869), undécima edición.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://194928cd-f49f-42f1-81e5-87a0d17affda.filesusr.com/ugd/c44fb6_437ca3283c3d4440a38cdbf5cf716a51.pdf">RAE</a></span>
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<p>Sin embargo, el mundo seguía viéndose un objeto de creación y así llega, sorprendentemente, y a pesar de los nuevos conocimientos científicos, hasta la definición de la <a href="https://www.rae.es/drae2001/mundo">edición de 2001</a>, ya más simplificada: “conjunto de todas las cosas creadas”, pero con la misma carga ideológica de origen mítico.</p>
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<a href="https://images.theconversation.com/files/409066/original/file-20210630-17-1srodyx.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/409066/original/file-20210630-17-1srodyx.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/409066/original/file-20210630-17-1srodyx.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=317&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/409066/original/file-20210630-17-1srodyx.png?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=317&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/409066/original/file-20210630-17-1srodyx.png?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=317&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/409066/original/file-20210630-17-1srodyx.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=398&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/409066/original/file-20210630-17-1srodyx.png?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=398&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/409066/original/file-20210630-17-1srodyx.png?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=398&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="caption">Primera acepción de la palabra <em>mundo</em> en el Diccionario de la Lengua Española de 2001.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://www.rae.es/drae2001/mundo">RAE</a></span>
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<h2>Del mundo creado al mundo existente</h2>
<p>La obra académica actual ha revisado la definición. Hoy <strong><em>mundo</em></strong> es el “conjunto de todo lo existente” <a href="https://dle.rae.es/">(DLE, 2014)</a>. Nos encontramos ante una dicotomía entre <em>crear</em> y <em>existir</em>, entre el mito y el logos. Y es que la palabra <em>crear</em> evoca a la mayoría de lectores occidentales al dios de la religión católica, cuya existencia creadora se asume como natural y universal. Se trata del rastro de una ideología etnocéntrica, basada en la primacía de la cultura europea, católica, frente a las demás.</p>
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<a href="https://images.theconversation.com/files/409067/original/file-20210630-21-btb8wk.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/409067/original/file-20210630-21-btb8wk.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/409067/original/file-20210630-21-btb8wk.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=188&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/409067/original/file-20210630-21-btb8wk.png?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=188&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/409067/original/file-20210630-21-btb8wk.png?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=188&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/409067/original/file-20210630-21-btb8wk.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=236&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/409067/original/file-20210630-21-btb8wk.png?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=236&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/409067/original/file-20210630-21-btb8wk.png?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=236&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="caption">Primera acepción de la palabra <em>mundo</em> en el Diccionario de la Lengua Española de 2014.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://dle.rae.es/mundo">RAE</a></span>
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<p>La dicotomía «naturaleza/cultura» muestra al diccionario, en relación al tratamiento lexicográfico que le da a esta palabra, como un claro artefacto cultural, por lo que, en realidad, no nos dirá nunca <em>¿qué es el mundo?</em>, sino <em>¿cómo interpretamos el mundo?</em> </p>
<p>Y la interpretación no lleva a discursos entendidos en clave de verdad, sino a discursos homogéneamente relacionados con el pensamiento cultural y tradicional de Occidente, de claras tendencias universalistas. Así hemos pasado de comprender el mundo creado por Dios a conferirle la individualidad de la existencia (“existe por él mismo”), casi siguiendo las bases del <a href="https://www.alejandradeargos.com/index.php/es/completas/42-filosofos/41830-aristoteles-biografia-pensamiento-y-obras">concepto aristotélico de substancia</a>. </p>
<p>No hay nada más humano, sin embargo, que realizar este tipo de interpretaciones dinámicas en la cultura. Al fin y al cabo, no vemos el mundo que es, sino el <a href="https://www.huffingtonpost.es/francisco-mora/existe-la-realidad-del-mundo_b_7647434.html">creado por nuestro cerebro</a>.</p>
<hr>
<p><em>Este artículo se realizó con la colaboración de Alicia Pelegrina Gutiérrez, becaria “Ícaro” del Grupo de Investigación “Seminario de Lexicografía Hispánica”, incorporada desde el “Plan Operativo de Apoyo a la Transferencia del Conocimiento, Empleabilidad y Emprendimiento 2021” de la Universidad de Jaén.</em></p>
<hr><img src="https://counter.theconversation.com/content/162448/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>María Águeda Moreno Moreno no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>Los diccionarios son intentos de catalogar y definir con palabras las propias palabras. No son ni mucho menos objetivos, y la historia de cómo ha ido cambiando la definición de ‘mundo’ es ilustrativa.María Águeda Moreno Moreno, Investigadora principal Grupo de investigación Seminario de Lexicografía Hispánica, Universidad de JaénLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1516992021-01-10T19:55:52Z2021-01-10T19:55:52ZLa palabra patata y lo que nos cuenta sobre nuestra historia<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/377029/original/file-20210104-17-1pgpa1q.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C0%2C4992%2C2537&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/farmers-holding-potatoes-hands-on-farm-1721770051">Shutterstock / Jukov studio</a></span></figcaption></figure><p>En la muy recomendable novela <em><a href="https://www.casadellibro.com/libro-la-noche-de-san-juan/9788420429571/770916">La noche de San Juan</a></em>
(<em>Johannisnacht</em>, 1996), <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Uwe_Timm">Uwe Timm</a> narra las hilarantes peripecias de un periodista que recibe el encargo de escribir un artículo sobre la historia de la patata. Evidentemente, la patata es una excusa, aunque una poco inocente. Por muy insignificante que nos pueda parecer, la patata ocupa un lugar significativo en el mundo culinario y es, además, un alimento de gran importancia histórica. </p>
<h2>Etimología de ‘patata’</h2>
<p>La palabra <em>patata</em> (que según el <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Diccionario_cr%C3%ADtico_etimol%C3%B3gico_castellano_e_hisp%C3%A1nico"><em>Diccionario etimológico</em> de Corominas</a> procede originariamente del cruce de <em>papa</em> del quechua con <em>batata</em> del taíno) y el alimento al que se refiere son conocidos mundialmente gracias a los empeños de Cristobal Colón en llegar a la India y crear así una nueva ruta de especias. </p>
<p>Los conquistadores españoles se encontraron en los nuevos territorios con una flora, una fauna y, evidentemente, una cultura, totalmente nuevas. Para nombrarlas, se apropiaron de una serie de términos que comenzaron a usarse en España y en su literatura durante los siglos XVI y XVII, –parece que el primer préstamo léxico fue <a href="https://www.clarin.com/cultura/historia-primer-americanismo-palabra-canoa_0_fOCVkf_sh.html">la palabra <em>canoa</em></a>– y que se extendieron de allí al resto de lenguas europeas.</p>
<h2>Las lenguas como palimpsestos históricos</h2>
<p>Muchos otros términos del castellano actual, como <em>aguacate</em>, <em>chocolate</em> y <em>tomate</em>, provienen de algunas lenguas amerindias como el náhuatl y son también fruto de los zigzagueantes viajes de los conquistadores que surcaron mares y océanos en busca de tesoros. Estos ejemplos ilustran cómo la etimología –el estudio del origen de las palabras– nos descubre <a href="https://dle.rae.es/palimpsesto">palimpsestos</a> de nuestros mundos, que narran acontecimientos históricos significativos. </p>
<p>A través del español han llegado estas voces a muchos otros idiomas. Por ello no es casualidad que sean muy parecidas en su escritura y, hasta cierto punto, pronunciación: <em>Tomate</em> en alemán, <em>tomate</em> en francés y portugués, <em>tomato</em> en inglés (los italianos lo bautizaron como <em>pomodoro</em> de <em>pomo d'oro</em>, manzana de oro); y en el caso del aguacate, contamos con <em>abacate</em> en portugués, <em>Avocado</em> en alemán, <em>avocado</em> en inglés e italiano y <em>avocat</em> en francés. Sin la palabra <em>chocolate</em>, no tendríamos tampoco las deliciosas descripciones de este alimento en la novela infantil <em>Charlie y la fábrica de chocolate</em> (1964) de Roald Dahl ni los golosos beneficios para nuestra salud.</p>
<p>El término <em>patata</em> es especialmente interesante de analizar. Pasó del español a una gran cantidad de lenguas (<em>batata</em> en árabe y portugués, <em>patata</em> en euskera, griego e italiano, <em>potato</em> en inglés). La excepción del francés, <em>pomme de terre</em>, se explica porque prefirieron utilizar un calco semántico (es decir, una traducción literal) de la expresión latina <em>malum terrae</em>, que se usaba para designar los tubérculos comestibles, aunque esta lengua cuenta también con <em>patate</em>, un término más familiar.</p>
<h2>Las <em>Kartoffel</em> alemanas</h2>
<p>Sorprende también la traducción de <em>patata</em> al alemán: <em>Kartoffel</em>. Tal y como explican los hermanos <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Hermanos_Grimm">Grimm</a> en su <em>Diccionario alemán</em> –cuya primera edición pesaba más de 80 kilos–, la palabra <em>Kartoffel</em> <a href="http://woerterbuchnetz.de/cgi-bin/WBNetz/wbgui_py?sigle=DWB&mode=Vernetzung&lemid=GK02117#XGK02117">procede de la voz <em>tartofolo</em></a> (trufa pequeña) del italiano, que a su vez proviene de <em>terrae</em> del latín. Es fácil deducir que los términos <em>karloff</em> del búlgaro, <em>kartoffel</em> del danés y el ruso, y muchos otros similares que se utilizan en el Norte de Europa y en la Europa del Este se originaron a su vez en el alemán, y llegar a la conclusión (porque la etimología de las palabras nos ayuda a comprender la historia) de que este alimento llegó allí desde tierras germanoparlantes.</p>
<p>La patata, que en un principio fue cultivada por sus bellas flores, no fue bien acogida en tierras teutonas. Aunque el denominado <em>Decreto de la Patata</em> en 1746 favorecía la introducción del tubérculo en Prusia como solución contra las hambrunas de la época, los campesinos, desconfiados, se negaron a cultivarla. Fue entonces, en plena Ilustración, cuando a Federico II de Prusia (1712-1786) se le ocurrió cultivar patatas en sus huertos y mandarlas custodiar para despertar la curiosidad de sus campesinos. Su plan funcionó. Algunos interesados acudieron a sustraer algunas plantas y comenzaron a cultivarlas ellos mismos.</p>
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<img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/374581/original/file-20201213-21-wh1o0f.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/374581/original/file-20201213-21-wh1o0f.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=450&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/374581/original/file-20201213-21-wh1o0f.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=450&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/374581/original/file-20201213-21-wh1o0f.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=450&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/374581/original/file-20201213-21-wh1o0f.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=566&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/374581/original/file-20201213-21-wh1o0f.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=566&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/374581/original/file-20201213-21-wh1o0f.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=566&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px">
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<span class="caption">Reibekuchen con queso fresco.</span>
<span class="attribution"><span class="source">Eatsmarter</span></span>
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<p>Hoy en día, la patata es uno de los alimentos básicos de muchas de las cocinas del mundo y se prepara de multitud de maneras. En la gastronomía alemana destacan maravillosas ensaladas de patatas, los <em>Klösse</em> o <em>Knödel</em> (jugosa masa de patata que acompaña a la carne) y los <em>Reibekuchen</em> (postre elaborado con patata rallada y cebolla al que se le añade queso, yogurt o puré de manzana). Su importancia es tal que la lengua alemana nos ha obsequiado con un gran abanico de sinónimos que se usan según regiones y países germanoparlantes: <em>Erdapfel</em>, <em>Erdbirne</em>, <em>Grundbirne</em> y <em>Potaten</em>, entre otras.</p>
<h2>Expresiones que provienen de ‘patata’</h2>
<p>Existen también palabras derivadas de <em>patata</em> y de <em>papa</em> (término que se usa en algunas partes del sur de España y en las islas Canarias) y multitud de expresiones que las incluyen. En español, <em>papear</em> y <em>papeo</em> provienen también de <em>papa</em> y contamos con <em>no entender ni patata</em>. En francés, <em>avoir la patate</em> significa sentirse en plena forma; y en alemán <em>Die dümmsten Bauern haben die dicksten Kartoffeln</em> (Los granjeros más tontos cosechan las patatas más gordas) podría traducirse como “Todos los tontos tienen suerte”, y <em>Für jemanden die Kartoffeln aus dem Feuer zu holen</em> equivale a nuestro “Sacarle a alguien las castañas (en alemán, patatas) del fuego”. </p>
<p>Además, tanto en alemán como en francés y en español puede ser usada de forma peyorativa. En español “ser una patata” indica aburrimiento en “la película es una patata”, falta de preparación en “es una patata de abogado” y ser poco hábil en “soy una patata conduciendo”. En el alemán coloquial, el término <em>Kartoffel</em> se refiere a lo alemán y a los alemanes, y puede ser utilizado como un insulto; y en francés <em>patate</em> significa también bruto, poco inteligente o nariz prominente.</p>
<h2>La trifulca de las ‘French fries’</h2>
<p>En inglés existen al menos dos formas de llamarlas cuando se comen fritas. En la variante británica, la etimología de la palabra <em>chips</em> proviene del inglés antiguo <em>cipp</em> y se refiere a su forma fina y estrecha. Sin embargo, el término <em>French fries</em>, que se utiliza en el inglés estadounidense, proviene de los soldados de este país que estaban estacionados en Bélgica durante la Primera Guerra Mundial y tuvieron la suerte de probar las patatas fritas por primera vez.</p>
<p>En 2003 ocurrió otro acontecimiento histórico que se vio reflejado en el término <em>French fries</em>. Los EE. UU., con George W. Bush como presidente, declararon haber encontrado armas de destrucción masiva en Irak y buscaron alianzas para invadir este país. Debido a la falta de evidencias, Alemania, Francia y Rusia se opusieron a esta guerra. Como resultado, el Congreso de EE. UU. anunció que las <em>French fries</em> pasarían a denominarse <em>freedom fries</em> (patatas de la libertad), y algunos restaurantes y cafeterías –entre ellos la del Capitolio de Washington— <a href="https://elpais.com/diario/2003/03/12/internacional/1047423603_850215.html">apostaron por esta nueva denominación</a> en forma de protesta, aunque el intento no prosperó.</p>
<h2>Viajar en nombre de la patata</h2>
<p>Para los amantes de la arquitectura y los viajes, finalizo con una última idea: la tumba del rey Federico II de Prusia en el Palacio de Sansoucci en Postdam bien merece una visita. Verán allí que, sobre su lápida, los visitantes depositan patatas a modo de homenaje; tan importante es la patata en Alemania y tanto nos cuenta la etimología de la palabra <em>patata</em>, sus traducciones y sus acepciones sobre nuestra(s) historia(s). </p>
<p>Para los muchos que no puedan viajar por el momento, lean y sumérjanse en el laberíntico y divertido relato de <em>La noche de San Juan</em> de Timm y comprenderán que la excusa de que el protagonista tuviera que escribir un artículo sobre historia de la patata no era tan inocente.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/151699/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Patricia Álvarez Sánchez no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>La patata, como otras palabras de origen americano, se ha con vertido en mucho más que un ingrediente culinario. Su etimología y evolución nos cuentan parte de la historia de Europa.Patricia Álvarez Sánchez, Profesora de Traducción e Interpretación, Universidad de MálagaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.