La polarización dificulta el diálogo y divide a la sociedad. Identificar y comprender los recursos lingüísticos y multimodales que fomentan esta división es clave para evitar su impacto negativo en la sociedad.
El lenguaje político se ha vuelto más ofensivo y polarizante y usa insultos como estrategia para captar atención y movilizar opinión pública. Esto no hace más que reflejar un empobrecimiento del debate ideológico.
La polarización afectiva es relevante por el impacto que puede provocar más allá del ámbito político. Se ha sugerido que la polarización afectiva representa un factor de riesgo de contraer el virus si nos encerramos en nuestras propias ideas y creencias preconcebidas.
No es descabellado pensar que los estallidos de violencia negacionista de los últimos días guarden relación con el aumento de la polarización afectiva en la opinión pública española. Hay razones para estar preocupados.