El mercado eléctrico necesita una profunda reforma de sus mecanismos reguladores, que aseguren a cada tecnología de generación eléctrica una remuneración razonable atendiendo a sus costes.
La subida del precio de los carburantes ha hecho prender la mecha del descontento entre transportistas españoles que han parado el sector y exigen al Gobierno medidas que mejoren sus condiciones de trabajo, más allá de las ayudas al pago de los combustibles.
Desde el desmoronamiento de la URSS, Ucrania y Rusia se han convertido en grandes exportadores. El principal destino de su trigo no es Europa sino los países de África y Asia.
El conflicto puede causar una reducción del suministro de productos como cereales, semillas y aceite de girasol, provocando escasez y subidas de precios que afectarán especialmente a regiones vulnerables.
A través de un enfoque cuasiexperimental el autor intenta determinar si la reducción en las tarifas de transporte a los jóvenes en la Comunidad de Madrid en 2016 incidió en el número de víctimas de accidentes de tráfico.
Tras años de cotizaciones a la baja, y pérdidas millonarias en 2020, 2021 fue un año glorioso para las grandes productoras de petróleo que tuvieron beneficios récord y sus acciones se revalorizaron más que la media bursátil.
Desde 2019 el salario mínimo interprofesional español ha ido aumentando. La meta es que en 2023 equivalga al 60 % del salario medio neto (descontando cotizaciones sociales e impuestos) con el que se remunera a un trabajador a tiempo completo.
Aunque los países de la UE usan un mismo sistema de fijación de precios eléctricos, hay variaciones considerables en la transmisión de los precios del gas natural a los de la electricidad.
En 2021, los precios mayoristas de la electricidad en la UE se dispararon y la mayoría de los países experimentaron niveles récord de precios en el tramo final del año.
Tras el parón de 2020 la venta de viviendas se ha ido recuperando, aupada por los bajos tipos de interés. Habrá que ver si la amenaza de la inflación hace variar esta tendencia.
En 2021 subieron la electricidad y el gas, fallaron las cadenas logísticas, los niveles de deuda rebasaron todo límite, repuntó la inflación. Habrá que ver si se trata de un reacomodo tras el desajuste provocado por el confinamiento o si se trata de una cambio estructural en el modelo económico.
La energía es un factor clave de la geopolítica mundial y Europa juega en desventaja por su excesiva dependencia del exterior. Debe acelerar su plan de transición energética no solo por sostenibilidad sino también por estrategia.
Cuando a un consumidor se le ofrece un descuento en su mente confluyen dos fuerzas contrapuestas: la atracción que supone pagar menos por un artículo y el recelo que le puede generar comprarlo más barato.
En 2021 las cadenas de suministro globales han estado sometidas a una enorme tensión que no parece que vaya a bajar en el corto plazo. En medio de este caos, las grandes vencedoras están siendo las empresas de transporte marítimo.
El tiempo, y las crisis, han flexibilizado los objetivos de inflación del BCE. En 1998 debía ser menor al 2%, en 2003 por debajo pero en torno a esa cifra y desde julio de 2021 es del 2%, simétrico (ni arriba ni abajo) y a medio plazo (admite desviaciones temporales).
A las autoridades monetarias, que articulan las políticas antiinflacionistas, y al Gobierno, que maneja la política económica, les preocupa que la inflación haya venido para quedarse.
Las medidas del Gobierno para contener la subida de la electricidad son, en su mayoría, de efecto inmediato pero no solucionan la dependencia energética del gas que tiene España.
Profesor asociado de la Facultad de Ciencias Economicas y Empresariales de la Universidad Pontificia Comillas / Director del Master in Talent Management de Advantere School of management, Universidad Pontificia Comillas