El ambiente académico universitario se está considerando cada vez más como un espacio que genera estrés por factores psicosociales y organizativos, especialmente entre el profesorado novel.
Antonio de Nebrija impartiendo una clase de gramática en presencia de D. Juan de Zúñiga. ‘Introducciones Latinae’, 1486. Biblioteca Nacional. Madrid.
Wikimedia Commons / BNE
Como tutor de jóvenes de familias nobles y, especialmente, como profesor de universidad, la trayectoria profesional de Antonio de Nebrija siempre estuvo, de una forma u otra, vinculada a la formación.
Desde 2007, el programa Docentia, creado por la Aneca, se encarga de guiar y acompañar a las universidades en desarrollar procedimientos de valoración de sus docentes. Sin embargo, falta uniformidad.
El aula es nuestro primer entorno fuera del hogar y aquel en el que más horas pasamos alumnado y profesores. Para que sean horas de disfrute y aprendizaje, para que fomentemos la transformación, el ambiente es fundamental.
Se acabaron las listas de verbos frasales o vocabulario: ahora se intenta fomentar un acercamiento práctico a la comunicación en inglés en todas sus modalidades, y desde edades más tempranas.
Se han producido cambios sociales y científicos que obligan al profesorado a plantearse nuevas formas de enseñar. De una función de instrucción se ha ido pasando a una función de educación y agente social.
Los cambios en educación se producen con excesiva lentitud; desde que una
teoría aparece hasta que llega a las aulas pueden transcurrir décadas. Por eso, es necesario acelerar las innovaciones para que la educación ofrezca respuestas adecuadas a una sociedad en transformación.
La pandemia ha traído una gran falta de motivación a muchos profesores. Las razones son diversas, pero el hecho de enfrentarse a la enseñanza en línea o la frustración de ver que sus alumnos no aprenden lo suficiente han creado desazón en los docentes.
La nueva ley de educación (LOMLOE), la octava de la democracia, nace con vocación de adaptarse a la nueva sociedad en un tiempo de cambios profundos y tras haber vivido una crisis educativa causada la covid-19. Estos son sus objetivos y sus desafíos.
La adaptación a la enseñanza en línea, la inestabilidad laboral en la pandemia, la tensión por hacer que las normas sanitarias se cumplan en las aulas, el teletrabajo… Estas y otras causas han hecho que el estrés haya llegado a los profesores en uno de los cursos más complicados que han tenido.
Los autores reflexionan acerca de la importancia de aprovechar esta situación para mejorar la docencia en la universidad y apostar por una mejor formación para los estudiantes.
Ser un profesor de esos de los que los estudiantes no se olvidan en la vida no es fácil. Existen características comunes en aquellos que más se implican con la enseñanza, pero el sistema educativo español no ayuda a formar a buenos docentes.
La clave de la educación a distancia está en el profesorado, no en las tecnologías. Es prioritario invertir en el capital humano, que es el que facilita la interacción entre las personas y el aprendizaje. La educación en pandemia necesita menos productos tecnológicos y más personal capacitado.
Marcos Cánovas, Universitat de Vic – Universitat Central de Catalunya
La respuesta del sistema educativo a la hora de poner en marcha modelos formativos virtuales ha sido irregular y pone de manifiesto la necesidad de potenciar la competencia digital docente. Muchos profesores han recurrido a las clases por videoconferencia ante la imposibilidad de adaptar su materia a plataformas digitales. ¿Es esa la solución?
Un equipo de investigadores ha estudiado cómo viven niños y niñas el confinamiento. Muchos coinciden en que se encuentran solos sin sus amigos, echan de menos a los abuelos, a sus profesores y sueñan con moverse libremente en espacios abiertos.
La nueva fórmula de enseñanza que nos ha traído la pandemia parece controvertida. Un equipo de investigación ha entrevistado a alumnado, profesorado y familias. Los resultados indican que, pese a los esfuerzos, la virtualización tiene aún muchas lagunas.
El confinamiento ha puesto en evidencia que ni muchos docentes ni muchos alumnos estaban preparados para afrontar la educación a distancia. La falta de dispositivos en muchos hogares hace que miles de alumnos no dispongan de ordenador para hacer sus trabajos, lo que provoca una enorme desigualdad educativa.
Hay buenas y malas clases magistrales. Las buenas pueden provocar el deseo de saber y son las que imparten los profesores que muestran pasión por lo que conocen y entienden. Sin ellas, la formación universitaria y el aprendizaje no serían completos.
En el Día Internacional de la Educación hacemos un análisis de cuál es la situación actual en España y las promesas en esta materia del nuevo gobierno. Aún hay mucho que mejorar en un país que sigue sin obtener buenos resultados. Pero estamos en el camino.
Profesora del Departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Facultad de Educación de Bilbao, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea
Profesor e investigador de la Sección de Genética Biomédica, Evolutiva y del Desarrollo. Director de la Cátedra de Neuroeducación UB-EDU1st, Universitat de Barcelona