tag:theconversation.com,2011:/us/topics/pseudociencia-59078/articlespseudociencia – The Conversation2023-10-12T21:03:11Ztag:theconversation.com,2011:article/2131752023-10-12T21:03:11Z2023-10-12T21:03:11Z“Lo he visto en YouTube”: ¿por qué tienen tanto éxito los discursos anticientíficos?<p>Las ideas alejadas de la ciencia que los seres humanos empleamos para explicar el mundo no son algo nuevo. Sin embargo, en el siglo XXI hay una serie de ellas que parece haber proliferado. En los medios de comunicación y en nuestras conversaciones más cotidianas hemos naturalizado palabras como <em>terraplanismo</em>, <em>antivacunas</em> o <em>negacionismo climático</em>. </p>
<p>La cuestión es: ¿qué conecta estas ideas entre ellas? ¿De dónde surgen los discursos anticientíficos? ¿Qué los alimenta? ¿Qué relación tienen con los fenómenos en los que se apoyan? ¿Y con los consensos científicos en contra de los que muchas veces se posicionan? </p>
<p>En los párrafos siguientes presentamos algunas de las respuestas a las que hemos llegado en el marco del proyecto <em><a href="https://www.uclm.es/es/misiones/investigacion/uclmdivulga/proyectos-fecyt/convocatoria-2021">Las nuevas supersticiones. Marcos del discurso anticientífico y recomendaciones para una divulgación preventiva</a></em>.</p>
<h2>¿Qué es el pensamiento anticientífico?</h2>
<p>El terraplanismo, los movimientos antivacunas (popularizados y llevados a la primera línea mediática en el contexto de la crisis global de la covid-19) y el negacionismo del cambio climático coinciden en tres puntos. Tres cuestiones que son también las que definen lo que denominamos “pensamiento pseudocientífico o anticientífico”: </p>
<ol>
<li><p>Son discursos que han aparecido o se han popularizado en los últimos años.</p></li>
<li><p>Son discursos y creencias peligrosas o dañinas para la salud y la seguridad públicas.</p></li>
<li><p>Están relacionadas con la ciencia. </p></li>
</ol>
<p>Este último vínculo puede adquirir dos formas, aunque suelen ir de la mano. Puede ocurrir que nieguen consensos asumidos por expertos y comunidades científicas (la forma esférica de la Tierra, el calentamiento global), o pueden justificarse imitando los métodos de la ciencia, con datos y experimentos. </p>
<h2>¿Qué anima estos discursos y su circulación masiva?</h2>
<p>Hay algunas circunstancias que favorecen la circulación de estos discursos anticientíficos y la posición favorable de ciertas personas ante ellos, en gran medida relacionadas con los nuevos medios como YouTube.</p>
<p>La línea más sociológica y humanista apunta a la necesidad de los seres humanos de encontrar explicaciones para fenómenos aleatorios o inexplicables. Esto no es nada nuevo: los seres humanos siempre hemos tendido a buscar causas y justificación para accidentes e imprevistos en cualquier aspecto de nuestras vidas. </p>
<p>Existen otras circunstancias relacionadas con el acceso y consumo continuado de contenidos audiovisuales en redes sociales, donde prácticamente todo tiene cabida. A diferencia de las posibilidades que ofrecen otros medios, es muy sencillo bucear en la inmensidad de internet buscando discursos que avalen o justifiquen lo que no podemos explicar. También es más sencillo encontrarlos y, de esta manera, reforzarnos en nuestras intuiciones o sospechas de partida. </p>
<p>En este sentido, cumplen también un papel clave los algoritmos del entorno digital. El de YouTube, por ejemplo, refuerza la tendencia del propio usuario a buscar y consumir contenidos afines a sus intereses y creencias. Por un lado, nos recomienda contenidos que coinciden con las reproducciones y búsquedas que hemos hecho con anterioridad en YouTube. Por otro lado, basa sus recomendaciones en los contenidos más populares de la plataforma, que suelen ser también los más sensacionalistas.</p>
<h2>¿Cómo nos afecta? ¿Por qué nos interesa?</h2>
<p>El pensamiento anticientífico es algo que las personas asumen al margen de su inteligencia. Como decíamos al principio, es una herramienta para comprender el mundo complejo que habitamos. De alguna manera, juega el mismo papel que la magia o la fe, aunque sus temas sean otros y el elemento ritual haya quedado fuera de sus parámetros. </p>
<p>Por otro lado, el hecho de que aceptemos ideas pseudocientíficas o anticientíficas para justificar algo puntual no quiere decir que este pensamiento domine toda nuestra realidad. Por ejemplo, Steve Jobs decidió posponer la operación de su cáncer de páncreas y trató de curarse con terapias alternativas como la acupuntura o zumos de frutas, de acuerdo a las corrientes de pensamiento orientalista que seguía desde joven, lo que empeoró gravemente su situación. No obstante, nunca defendió que la Tierra fuera plana o que la llegada a la Luna fuera una farsa orquestada para engañar a la opinión pública. Por el contrario, una médica puede no tener ninguna confianza en las terapias sin base científica, pero creer que el gobierno nos fumiga para provocar sequía.</p>
<p>Sin embargo, cuando explicamos y entendemos algún fenómeno o hecho desde el pensamiento anticientífico hacemos que sea más probable, en lo sucesivo, explicar otros aspectos de nuestra realidad desde estos mismos parámetros.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/213175/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>"Las nuevas supersticiones. Marcos del discurso anticientífico y recomendaciones para una divulgación preventiva" es un proyecto financiado por la Fundación Española para la Ciencia y Tecnología - FECYT del Ministerio de Ciencia e Innovación (FCT-21-17665).</span></em></p><p class="fine-print"><em><span>MIGUEL ÁLVAREZ-PERALTA recibe fondos de recibe fondos de Fundación Española para la Ciencia y Tecnología - FECYT del Ministerio de Ciencia e Innovación (FCT-21-17665). </span></em></p><p class="fine-print"><em><span>Raúl Rojas-Andrés recibe fondos de Fundación Española para la Ciencia y Tecnología - FECYT del Ministerio de Ciencia e Innovación (FCT-21-17665).. </span></em></p>Algunas circunstancias favorecen la circulación de estas ideas, así como nuestra actitud frente a ellas. Un reciente informe intenta analizar estas teorías cada vez más extendidas.Minerva Campos Rabadán, Profesora de Comunicación Audiovisual, Universidad de Castilla-La ManchaMiguel Álvarez-Peralta, Profesor de la Facultad de Comunicación, comunicación política y periodismo, Universidad de Castilla-La ManchaRaúl Rojas-Andrés, Investigador postdoctoral en comunicación política, Universidad Complutense de MadridLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2127172023-09-12T18:18:43Z2023-09-12T18:18:43ZLa influencia de la Luna en las plantas: un bulo similar al terraplanismo<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/546492/original/file-20230905-23-blvvpl.png?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C2%2C1997%2C1101&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><span class="source">Luis Monje</span>, <a class="license" href="http://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0/">CC BY-SA</a></span></figcaption></figure><p>En estos días de lunas y superlunas, una de las preguntas más recurrentes entre los visitantes a los jardines botánicos se refiere a la influencia de la Luna sobre el crecimiento de los árboles. Mi respuesta es siempre negativa. </p>
<h2>El mito de la influencia lunar en las plantas</h2>
<p>A pesar de que los postulados de <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/La_vida_secreta_de_las_plantas"><em>La Vida Secreta de las plantas</em></a>, un superventas de 1973, han sido contundentemente rechazados por artículos científicos como <a href="https://www.jstor.org/stable/27849226?casa_token=85p3YcMszgcAAAAA%3Aj28l9xbzXLWtHMH_pgaN-pbaxVoUpLs0CCOHu82omjakxFdUrm8Sy3gfipgdTIk4-0aR8WI16kGjZ_-hD6EhtoPPPHGHcL2btX5StLSStuqfau6_Ig"><em>The Not-So-Secret Life of Plants</em></a> o <a href="https://www.science.org/doi/abs/10.1126/science.189.4201.478"><em>Plant primary perception</em></a>, proliferan cada vez más los textos que, tomándolos como referentes, sostienen propiedades esotéricas y metafísicas de las plantas.</p>
<p>La atracción gravitatoria de la Luna y su influjo en las mareas, que sí es ciencia, es la base para que la cultura popular le atribuya influencia sobre fenómenos que, como los cambios demográficos, <a href="https://www.ajog.org/article/S0002-9378(05)00005-0/fulltext">nada tienen que ver con la ciencia y sí con lo mágico</a>. Uno de los mitos más extendidos es la influencia de la Luna en el crecimiento de las plantas.</p>
<figure class="align-center zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/546047/original/file-20230903-19-ljxoka.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/546047/original/file-20230903-19-ljxoka.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/546047/original/file-20230903-19-ljxoka.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=352&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/546047/original/file-20230903-19-ljxoka.png?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=352&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/546047/original/file-20230903-19-ljxoka.png?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=352&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/546047/original/file-20230903-19-ljxoka.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=442&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/546047/original/file-20230903-19-ljxoka.png?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=442&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/546047/original/file-20230903-19-ljxoka.png?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=442&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="caption">Explicación de cómo las fases lunares afectan la dinámica de la savia en los frutales según Jairo Restrepo: <em>La Luna. El sol nocturno en los trópicos y su influencia en la agricultura</em> (2005).</span>
<span class="attribution"><span class="source">Luis Monje</span>, <a class="license" href="http://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/4.0/">CC BY-NC-SA</a></span>
</figcaption>
</figure>
<h2>El nacimiento del bulo</h2>
<p>En 1928, el zoólogo <a href="https://en.wikipedia.org/wiki/Harold_Munro_Fox">Harold Munro Fox</a> publicó un <a href="https://royalsocietypublishing.org/doi/abs/10.1098/rspb.1924.0004">pequeño volumen</a> que fue el punto de partida de las muchas leyendas sobre la influencia selenita en la fisiología de animales y plantas que perduran hasta hoy. De hecho, si se teclea en un buscador “agricultura y fases lunares”, se cosechan más de 600 000 entradas.</p>
<p>El uso de las fases de la Luna como un almanaque para organizar las prácticas agrícolas arranca en la <a href="https://addi.ehu.es/handle/10810/36979"><em>Historia Natural</em></a> de Plinio el Viejo, quien escribió sobre las mareas explicando que la Luna:</p>
<p><em>“repone la tierra; cuando se acerca, llena todos los cuerpos, mientras que cuando se aleja los vacía”.</em></p>
<p>La Luna ocupa desde entonces un lugar importante en leyendas populares que persisten entre nosotros como la relación entre las fases lunares con el <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Fotoperiodo">fotoperiodo</a> y la <a href="https://dle.rae.es/iluminancia">iluminancia</a>, y el movimiento de la savia al ritmo de las oscilaciones mareales.</p>
<p>Esta interpretación de la influencia lunar es uno de los pilares de la <a href="https://journals.ashs.org/horttech/view/journals/horttech/23/6/article-p814.xml?ArticleBodyColorStyles=contributornotes-4381">desacreditada</a> “<a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Agricultura_biodin%C3%A1mica">agricultura biodinámica</a>”, un sistema de gestión agropecuario de raíces <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Antroposof%C3%ADa">antroposóficas</a> que elabora calendarios de actividades agrícolas basados en que la intensidad lumínica y la atracción gravitatoria lunar influyen en el crecimiento de las plantas.</p>
<p>Con esos antecedentes, cabe preguntarse cuál es la influencia real sobre las plantas de los dos grandes procesos (fuerza gravitatoria e iluminancia) implicados en los cambios determinados por las fases lunares.</p>
<h2>Luna, atracción gravitacional y mareas</h2>
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<a href="https://images.theconversation.com/files/546049/original/file-20230903-17-ujm7yc.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/546049/original/file-20230903-17-ujm7yc.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/546049/original/file-20230903-17-ujm7yc.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=600&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/546049/original/file-20230903-17-ujm7yc.png?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=600&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/546049/original/file-20230903-17-ujm7yc.png?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=600&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/546049/original/file-20230903-17-ujm7yc.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=754&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/546049/original/file-20230903-17-ujm7yc.png?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=754&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/546049/original/file-20230903-17-ujm7yc.png?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=754&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="caption">Posiciones del Sol, la Tierra y la Luna (M) con respecto a las mareas muertas y vivas.</span>
<span class="attribution"><span class="source">Luis Monje</span>, <a class="license" href="http://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/4.0/">CC BY-NC-SA</a></span>
</figcaption>
</figure>
<p>El <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Calendario_lunar">calendario lunar</a> ejerce dos efectos principales sobre la Tierra: las oscilaciones mareales y los cambios en la iluminancia. </p>
<p>El efecto de la gravedad lunar (Gl) sobre la Tierra se puede calcular mediante la expresión Gl = Gm/r² , siendo G la constante de gravitación universal, m la masa de la Luna y r la distancia Tierra-Luna, de donde se deduce que la fuerza gravitatoria de la Luna en la superficie terrestre es <a href="https://revistas.uca.es/index.php/eureka/article/view/7637/8100">288 000 veces menor</a> que la propia gravedad terrestre y, por tanto, despreciable.</p>
<figure class="align-center zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/546050/original/file-20230903-23-qwpm1o.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/546050/original/file-20230903-23-qwpm1o.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/546050/original/file-20230903-23-qwpm1o.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=417&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/546050/original/file-20230903-23-qwpm1o.png?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=417&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/546050/original/file-20230903-23-qwpm1o.png?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=417&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/546050/original/file-20230903-23-qwpm1o.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=524&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/546050/original/file-20230903-23-qwpm1o.png?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=524&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/546050/original/file-20230903-23-qwpm1o.png?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=524&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="caption">De acuerdo con la mecánica newtoniana, la fuerza (F) ejercida entre dos cuerpos de masas m₁ y m₂ separados una distancia r es igual al producto de sus masas e inversamente proporcional al cuadrado de la distancia. De la Luna nos separan 384 400 km, mientras que el Sol está situado 350 veces más lejos.</span>
<span class="attribution"><span class="source">Luis Monje</span>, <a class="license" href="http://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/4.0/">CC BY-NC-SA</a></span>
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</figure>
<p>Aplicando el mismo razonamiento, la fuerza gravitatoria que ejerce el Sol sobre nosotros es unas 1 600 veces menos intensa que la que ejerce la Tierra. En consecuencia, la gravedad solar (Gs) sobre la Tierra es 177 veces mayor que la lunar.</p>
<p>Aunque la gravedad que ejerce el Sol sobre la Tierra sea mayor que la de la Luna, como las mareas dependen de la <a href="https://puntovernal.webnode.es/escritos2/astronomia/la-fuerza-de-la-marea/">inversa de la distancia al cubo</a> (1/r³), su efecto es menor porque la distancia que nos separa del Sol es mucho mayor.</p>
<p>Como las fuerzas gravitatorias dependen del tamaño del objeto al que afecten, las personas, y menos aún una planta, carecen de la altura suficiente para que la Luna les afecte, ya que su efecto gravitatorio sobre una persona <a href="https://fq.iespm.es/documentos/lecturas/07_fisica_conceptual.pdf">sería 0,002 veces menor</a> que el producido por una calabaza de 1 kg colocada a 1 m sobre su cabeza.</p>
<h2>Iluminancia lunar</h2>
<p>Según la <a href="http://stjarnhimlen.se/comp/radfaq.html#10">tabla de iluminancias</a>, el mínimo de luz solar en un día medio es de 32 000 lux y el máximo de 100 000, es decir, la iluminación máxima de la Luna llena en una noche clara es 128 000 veces menor que el mínimo de la luz solar en un día promedio o 400 000 veces menor que el máximo. El efecto de la iluminancia lunar sobre la Tierra es, pues, despreciable con respecto a la del Sol, no tiene ningún efecto en la activación de la fotosíntesis y, en consecuencia, en el crecimiento de las plantas.</p>
<h2>Factores que influyen en el crecimiento y desarrollo de las plantas</h2>
<p>El crecimiento y desarrollo de las plantas está regulado por <a href="https://books.google.com/books?hl=es&lr=&id=2bT1CAAAQBAJ&oi=fnd&pg=PA2&ots=i10x5Xg5OW&sig=KLIL3ir0-8cqrsCzYrE_XydFgqQ">factores endógenos (fitohormonas) y exógenos</a>. Los primeros están exclusivamente <a href="https://www.nature.com/articles/s41598-018-33506-8">determinados por componentes genéticos</a>. Sólo algunos factores externos podrían verse afectados por la potencial influencia lunar.</p>
<p>En cuanto a las mareas, teniendo en cuenta que hay dos altas y dos bajas cada día, en el hipotético caso de que causaran algún efecto en una planta deberían producirse dos subidas y bajadas de savia diarias y ninguna que dependiera de las fases lunares como sostienen los manuales de agricultura biodinámica.</p>
<p>Con luna llena las mareas son un poco más fuertes debido a la alineación del Sol y la Luna, pero sus efectos son simétricos, es decir, siempre hacen que el agua suba, lo que es absolutamente contradictorio con asignarles efectos opuestos, según los cuales la luna llena llevaría la savia hasta las hojas y la luna nueva hasta las raíces.</p>
<p>Por su parte, la iluminancia, el único factor que varía con las fases lunares, no genera ninguna fuerza que pueda provocar el movimiento de la savia y, aún en el caso más favorable (luna llena en una noche despejada), su efecto es irrelevante en comparación con la solar.</p>
<p>La consecuencia lógica de tales evidencias es que ninguno de estos efectos aparece en los textos académicos y deberían ser refutadas como ideas acientíficas sin más fundamento que el que pudiéramos adjudicar al terraplanismo o al movimiento antivacunas.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/212717/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Manuel Peinado Lorca es miembro del Grupo Federal de Biodiversidad del PSOE</span></em></p><p class="fine-print"><em><span>Luis Monje no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>¿Influye la Luna en plantas y cultivos? ¿Tiene algún rigor científico el calendario lunar para la huerta?Manuel Peinado Lorca, Catedrático de Universidad. Director del Real Jardín Botánico de la Universidad de Alcalá, Universidad de AlcaláLuis Monje, Biólogo. Profesor de fotografía científica, Universidad de AlcaláLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/2003162023-02-21T19:17:50Z2023-02-21T19:17:50ZPseudociencias: quiénes y cuántos creen en la telepatía, el contacto con extraterrestres o que las emociones provocan cáncer<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/511410/original/file-20230221-3821-g07ak.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C0%2C4992%2C2806&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-illustration/illustration-communication-between-two-humans-brains-1188354982">Shutterstock / Sanja Karin Music</a></span></figcaption></figure><p>¿Estamos bien inmunizados como sociedad frente a los bulos pseudocientíficos? </p>
<p>Hace un par de meses realizamos una encuesta donde incluimos una medida de aceptación de creencias pseudocientíficas desarrollada por el investigador y <a href="https://sites.google.com/view/pseudo-lab/team">especialista en pseudociencias</a> Ángelo Fasce. A partir del panel <em>online</em> de IMOP Insights (pendiente de publicación), solicitamos a población adulta en España su grado de acuerdo o desacuerdo con una lista de aseveraciones relacionadas con bulos o paparruchas pseudocientíficas. </p>
<p>Las afirmaciones podían ir desde que la ciencia ha validado la existencia de habilidades telepáticas o que se ha “demostrado” que las emociones negativas causan cáncer, hasta que los arqueólogos han registrado el encuentro entre antiguas civilizaciones y seres alienígenas. </p>
<p>De manera agregada, una puntuación media mayor en estas creencias suele significar una disposición más propicia a aceptar bulos y creencias pseudocientíficas.</p>
<h2>Mayoritariamente la población acepta la posibilidad de ideas pseudocientíficas</h2>
<p>Los datos de la encuesta sugieren que a día de hoy la respuesta típica en España ante bulos pseudocientíficos es de agnosticismo: ni se abrazan, ni se rechazan de frente, sino que se reconoce ignorancia. ¿Está entonces el vaso medio lleno?</p>
<p>Hay razón para pensarse dos veces que realmente sea así. No solo una porción mayoritaria de la población adulta española da prueba de estar abierta a contemplar como plausibles ideas pseudocientíficas, sino que, en algunos casos, un porcentaje muy alto de la ciudadanía abraza directamente dichas creencias, como puede verse en detalle en esta gráfica:</p>
<figure class="align-center zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/511185/original/file-20230220-24-iw5l4w.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/511185/original/file-20230220-24-iw5l4w.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/511185/original/file-20230220-24-iw5l4w.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=320&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/511185/original/file-20230220-24-iw5l4w.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=320&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/511185/original/file-20230220-24-iw5l4w.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=320&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/511185/original/file-20230220-24-iw5l4w.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=402&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/511185/original/file-20230220-24-iw5l4w.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=402&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/511185/original/file-20230220-24-iw5l4w.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=402&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="caption">Resultados de la encuesta.</span>
<span class="attribution"><span class="license">Author provided</span></span>
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</figure>
<h2>Tener estudios universitarios no significa creer menos en pseudociencias</h2>
<p>¿Cómo puede ser que un 30% de los adultos en España estén de acuerdo en que la telepatía ha sido demostrada científicamente? ¿O que casi un cuarto de los encuestados afirme que hay pruebas demostradas de contactos prehistóricos con civilizaciones alienígenas? </p>
<p>En nuestra encuesta incluimos las variables demográficas habituales (edad, género, nivel educativo). Respiramos aliviados al comprobar que el nivel educativo predice ligeramente una menor susceptibilidad ante las ideas pseudocientíficas. Pero, aunque estadísticamente significativa, la correlación entre haber completado estudios universitarios y abrazar ideas pseudocientíficas era pequeña. ¿Motivo para congratularse o más bien para la consternación? Después de todo, una formación superior de varios años no parece que inmunice altamente frente a imposturas intelectuales. </p>
<p>Como contraste, la edad (pertenecer a una generación más mayor) era aproximadamente tan predictiva como el nivel educativo: a idéntico nivel educativo, una generación mayor parece más susceptible a aceptar estas creencias.</p>
<p>¿Cómo puede ser que la educación universitaria, ante la que nuestra sociedad y nuestros jóvenes dedican tantos esfuerzos, no sea un factor altamente protector frente a paparruchas pseudocientíficas? </p>
<h2>Cuánto sabemos de ciencia</h2>
<p>En nuestro estudio también incluimos una medida de comprensión ciudadana de la naturaleza del conocimiento científico. Es decir, medimos cuán familiarizados están los adultos residentes en España con la filosofía del saber científico y la naturaleza de la ciencia como actividad, incluyendo medidas sobre si la gente entiende que un resultado puede ser científico aunque no sea absolutamente concluyente, o si, por ejemplo, la gente entiende lo que es la <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Revisi%C3%B3n_por_pares">revisión por pares</a>. </p>
<p>Medidas altas de familiaridad con la filosofía del saber científico sí eran un claro predictor del rechazo de bulos pseudocientíficos. De hecho, en nuestro modelo, la formación universitaria solo era protectora frente a los bulos pseudocientíficos cuando había servido para transmitir un mínimo de comprensión en la filosofía de la ciencia. </p>
<p>De lo contrario, las personas con formación universitaria no son ni menos ni más reacias que el resto a abrazar ideas pseudocientíficas. </p>
<p>Esto sugiere que en España <a href="https://listadelaverguenza.naukas.com/">la formación universitaria</a> no está sirviendo para transmitir una mínima comprensión filosófica de la naturaleza de la ciencia en muchos casos.</p>
<h2>Factores de riesgo</h2>
<p>En nuestra encuesta, ser mujer también aparecía como un factor de riesgo de cara a aceptar creencias pseudocientíficas. Es así aun controlando otras variables. Es decir, a igual nivel educativo o igual nivel de familiaridad con la filosofía de la ciencia, en promedio las mujeres mostraban una susceptibilidad algo mayor. No sabemos por qué es así y el proverbial “estudios ulteriores deberían examinar esta cuestión” se aplica aquí. No obstante, ya que este resultado ha sido <a href="https://onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1002/acp.3811">replicado en otras encuestas</a> y puede ser clave para afrontar situaciones de vulnerabilidad social, creemos que merece la pena prestar atención a la dimensión de género en esta cuestión.</p>
<p>Como suele ser habitual, dichas diferencias promedio son modestas. En ningún caso supone que un sexo sea más crédulo que otro (<a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC7588715/">en otras encuestas los
varones</a> suelen aparecer como más dispuestos a abrazar teorías de la conspiración, por absurdas que puedan llegar a ser). </p>
<p>Una posibilidad subrayada anteriormente es que la mayor empatía en promedio de la que dan muestra las mujeres las haga más susceptibles. Otra posibilidad más inquietante es que muchas de estas creencias hayan sido manufacturadas o que (como la cepa de un virus que se adapta a su huésped) hayan coevolucionado para captar adeptas más fácilmente entre las mujeres. </p>
<p>Otras encuestas muestran, por ejemplo, que en nuestra sociedad la receptividad a las terapias alternativas (una forma particularmente perniciosa de pseudociencia en algunos casos) <a href="https://www.tandfonline.com/doi/full/10.1080/10410236.2020.1750764">está más extendida</a> entre las mujeres.</p>
<h2>El camino hacia una sociedad menos crédula</h2>
<p>Desde hace unos años contamos en nuestro país con un, en algunos aspectos, envidiable sistema de vigilancia y detección de la epidemia de gripe. Asimismo, la covid-19 ha puesto de relieve la necesidad de contar con sistemas de detección temprana de patógenos para prevenir posibles brotes explosivos y poder actuar a tiempo de cara a contener su difusión. La experiencia y los resultados de <a href="https://www.researchgate.net/publication/311244558_Why_Do_Irrational_Beliefs_Mimic_Science_The_Cultural_Evolution_of_Pseudoscience_Cultural_evolution_of_pseudoscience">algunos estudios</a> nos aconsejarían tomarnos en serio la necesidad de detectar, seguir y modelizar la difusión de bulos pseudocientíficos entre la población. </p>
<p>Comprender qué hace que ciertas ideas perniciosas se extiendan y qué hace a algunos grupos más vulnerables fortalecería nuestra inmunidad ante las pseudociencias y sus consecuencias más perniciosas. </p>
<p>Una sociedad menos crédula es una sociedad menos susceptible a la desinformación y a las prácticas nocivas, y es más probable que tome decisiones con conocimiento de causa sobre su salud, el medio ambiente y otras cuestiones importantes.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/200316/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Proyecto realizado con la Beca Leonardo a Investigadores y Creadores Culturales de la Fundación BBVA. La Fundación no se responsabiliza de las opiniones, comentarios y contenidos incluidos en el proyecto, los cuales son total y absoluta responsabilidad de sus autores.</span></em></p>La población mayoritariamente acepta ideas pseudocientíficas. Comprender la filosofía de la ciencia, la mejor vacuna disponible.Hugo Viciana, Profesor investigador en la Universidad de Sevilla, especialista en filosofía y ciencias cognitivas, Universidad de SevillaAníbal M. Astobiza, Investigador Posdoctoral, especializado en ciencias cognitivas y éticas aplicadas, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko UnibertsitateaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1907682022-09-19T16:48:22Z2022-09-19T16:48:22Z¿Puede una mala comunicación producir actitudes anticientíficas?<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/485251/original/file-20220919-20-csy9xg.png?ixlib=rb-1.1.0&rect=2%2C5%2C1911%2C919&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-vector/medic-quarantine-stop-protection-suit-pop-1681946389">Shutterstock / studiostoks</a></span></figcaption></figure><p>La información científica errónea y la desinformación se viralizan con mayor frecuencia que la información rigurosa. ¿Se ha preguntado por qué ocurre este fenómeno? La ajetreada cotidianidad apenas deja tiempo para verificar la autenticidad de los mensajes que recibimos sobre biomedicina y sanidad. Reconocer la información de calidad evita caer en el hartazgo o el escepticismo. Aceptar la evidencia científica, aunque sea incómoda, es el camino para aprender a cuidar nuestra salud.</p>
<p>En un mundo globalizado como el que vivimos, los nuevos patógenos viajan de un extremo a otro del planeta en apenas unas horas de vuelo. Para evitar su diseminación es crucial su rápida detección, caracterización, contención y prevención en su contagio. La OMS tiene encomendada dicha tarea a escala internacional para atajar nuevos brotes como el actual de <a href="https://www.who.int/es/emergencies/situations/monkeypox-oubreak-2022">viruela del mono</a>. Sus directrices están guiadas por las evidencias científicas que se van obteniendo, y su rechazo pondría en peligro la salud global.</p>
<h2>Anticiencia de hoy y de ayer</h2>
<p>Un reciente <a href="https://en.unav.edu/documents/10174/11264174/INFORME+SOBRE+I+ESTUDIO+DESINFORMACI%C3%93N.pdf">informe sobre la desinformación en España</a> indica que el 95,8 % de los españoles considera que la desinformación es un problema de la sociedad actual, y el 83,3 % cree que aumentó en los últimos dos años. </p>
<p>Durante la pandemia de covid-19 se detectaron contradicciones en la comunicación de la información, y el activismo de los movimientos antivacunas aumentó su protagonismo. La desinformación de estos movimientos podía ser más persuasiva y viral en redes sociales que la información científica basada en evidencias contrastadas. </p>
<p>Sin embargo, la desinformación en materia de salud no es un fenómeno nuevo. Antes de la aparición de las redes sociales, en la pandemia del sida, surgió un <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Negacionismo_del_VIH/sida">activismo negacionista</a> que ralentizó la toma de medidas preventivas, diagnósticos y tratamientos en zonas especialmente afectadas por el virus. Hay casos aún mucho más antiguos de movimientos <a href="https://theconversation.com/negacionismo-anticiencia-y-pseudociencias-en-que-se-diferencian-174831">anticiencia y de pseudociencias</a>. Las redes sociales son un canal añadido para la difusión de la desinformación y la información sin rigor, pero no son su causa.</p>
<h2>El mensaje científico que provoca actitudes anticiencia</h2>
<p>Divulgar ciencia requiere formación técnica en los temas a tratar, habilidades de comunicación y tener en cuenta la actitud con la que el mensaje puede ser recibido. Involuntariamente pueden producirse errores de comunicación y de interpretación científica que acaben teniendo consecuencias similares a la desinformación.</p>
<p>Según acaba de publicar <a href="https://doi.org/10.1073/pnas.2120755119">un grupo de psicólogos canadiense</a>, durante el proceso de difusión y presentación de información científica pueden surgir incoherencias que terminen desencadenando actitudes anticiencia. Estos fallos pueden producirse a cuatro niveles: el emisor y el receptor de la información, el impacto subjetivo de la propia información y la relación entre las ideas preconcebidas y las evidencias comunicadas.</p>
<p>Cuando el divulgador es considerado como inexperto, poco creíble o tendencioso es más probable que el mensaje sea ignorado o rechazado. También si el mensaje comunicado impacta positiva o negativamente sobre algún grupo religioso, político, social o identitario, por el que el receptor sienta simpatía o rechazo. </p>
<p>Asimismo, la información recibida en ocasiones contradice creencias asumidas o, por el contrario, moraliza valores que están en desacuerdo con los del receptor. En tal caso es más fácil rechazar una información científica que replantearse actitudes o principios. Además, puede ocurrir que la forma acostumbrada de percibir algunos temas como abstractos y lejanos choque con el mensaje científico. Por ejemplo, durante mucho tiempo las pandemias y el cambio climático se han considerado problemas pertenecientes al pasado o al futuro lejano. Reconocer la proximidad de estos riesgos añade inquietud en nuestras vidas, de ahí la tendencia a banalizarlos.</p>
<h2>Cómo prevenir actitudes anticiencia</h2>
<p>En contraposición con los movimientos negacionistas existe el activismo prociencia. Un ejemplo es la declaración Durban del 2000, firmada por 5 000 asistentes a la Conferencia Internacional del Sida, que logró aglutinar a quienes reclamaban <a href="https://www.tac.org.za/">universalizar los tratamientos antirretrovirales</a>. </p>
<p>La creciente transición de la <a href="https://theconversation.com/asi-sera-la-transicion-editorial-a-la-ciencia-abierta-131272">ciencia publicada en abierto y con controles de calidad</a> y los <a href="https://www.whitehouse.gov/ostp/news-updates/2022/08/04/a-call-for-public-access-to-monkeypox-related-research-and-data/">acuerdos para compartir resultados y datos científicos</a> facilitan la tarea de aclarar inexactitudes y desmentir falsedades. La Comisión Europea llama a combatir la mala información y desinformación en salud pública <a href="https://ec.europa.eu/commission/presscorner/detail/es/ip_21_2989">de forma sofisticada y coordinada</a>. </p>
<p>Como ejemplo, el <a href="https://theconversation.com/como-la-ciencia-de-nuestro-siglo-se-blinda-ante-los-errores-el-fraude-y-la-desinformacion-169212">acuerdo para la reforma de la evaluación de la ciencia</a> (recientemente firmado por 40 países). Se trata de formar investigadores jóvenes en la comunicación de la Ciencia y reconocerles su labor.</p>
<p>Para prevenir la anticiencia se requiere rigor y transparencia en su comunicación, respuesta constante y paciente ante la desinformación, y educación de la sociedad en los procesos y los valores científicos.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/190768/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>María Eugenia González no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>La desinformación es un problema en nuestra sociedad hiperconectada. Divulgar la ciencia requiere de formación técnica y habilidades comunicativas, pero también tiene sus riesgos.María Eugenia González, Científica Titular del Instituto de Salud Carlos III. Centro Nacional de Microbiología. Viróloga, Instituto de Salud Carlos IIILicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1782272022-04-21T17:47:42Z2022-04-21T17:47:42Z¿Qué tipo de psicoterapia se adapta mejor a cada persona?<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/459055/original/file-20220421-20-chemo8.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C9%2C6597%2C3768&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-illustration/collection-men-women-married-couples-sitting-1451218361">Shutterstock / GoodStudio</a></span></figcaption></figure><p>En los últimos años, y posiblemente a raíz de la pandemia, se ha hablado más de salud mental en los medios de comunicación. Se ha hecho hincapié en la necesidad de visibilizar este derecho a la atención sanitaria ante los posibles desajustes emocionales que podemos experimentar a lo largo de la vida.</p>
<p>Cualquier persona que necesite ayuda pensaría en el tratamiento médico especializado (psiquiatría) o el tratamiento psicológico especializado (psicología clínica). Pero ¿por qué se habla de diferentes tipos de terapia como la conductista, psicoanálisis, terapia familiar, Gestalt y un larguísimo etcétera de tratamientos, escuelas y modelos? ¿Son iguales este tipo de terapias para el estrés postraumático, al abuso de sustancias, la ansiedad o la impulsividad?</p>
<h2>Diferentes enfoques para lograr un mismo objetivo</h2>
<p>Hace unas fechas observé un dibujo que representaba las diferentes construcciones piramidales conocidas a lo largo de la historia. Desde el Zigurat de la ciudad de Ur (Iraq), las clásicas pirámides egipcias de Giza, la pirámide del Sol (México) hasta las halladas en Java o China. Todas son representaciones variadas, a menudo distantes entre sí, con fines diversos en su concepción, pero que debieron enfrentarse a problemas similares en su construcción. Se dieron, por tanto, soluciones diferentes a problemas técnicos y de diseño, pero con una finalidad que debía preservarse. </p>
<p>Volviendo a las terapias psicológicas, a menudo puede sorprender la variedad de teorías, escuelas y formatos de intervención. Estas representan formas diferentes de aproximación a fenómenos muy complejos.</p>
<p>Quizá la respuesta a la pregunta que da título a este artículo debe ir antecedida de una mínima explicación para que cobre sentido. Si para construir una pirámide hemos reconocido diferentes diseños, abordajes y soluciones, de manera similar puede suceder con el sufrimiento humano.</p>
<h2>Primer paso de la terapia: ¿decidir qué modelo se adecua a su problema?</h2>
<p>Solemos ligar inmediatamente la piscoterapia al psicoanálisis porque históricamente fue uno de los primeros intentos por construir un modelo de intervención a partir de la teoría de Freud. Durante esos mismos años también se hicieron las primeras aportaciones por parte de la psicología conductual.</p>
<p>Estas dos propuestas no podían ser más diferentes. El <a href="https://www.edesclee.com/img/cms/pdfs/9788433015600.pdf">psicoanálisis propuso un tipo de <em>profundización</em> psicológica</a>, con una técnica determinada y un énfasis en el origen intrapsíquico (conflictos, recuerdos, traumas). Por su parte, los <a href="https://onlinelibrary.wiley.com/doi/abs/10.1002/jclp.1125">modelos conductuales</a> situaron la mirada en el ambiente, siendo el aprendizaje (en sus variadas leyes) el origen y mantenimiento de estas dificultades. </p>
<p>A partir de estos dos puntos clave, situamos la variedad de aportaciones extraordinarias que derivaron de una u otra corriente. Con enfoques intermedios encontramos la psicología humanista, considerada durante mucho tiempo la tercera vía (entre el psicoanálisis y el conductismo). Con el tiempo, han sobresalido la psicología cognitiva (segunda ola de las terapias cognitivo-conductuales) o los modelos contextuales más recientes (como tercera ola). </p>
<p>Esta rapidísima mirada al panorama terapéutico basta para empezar a preguntarnos por dónde comenzar. Cuando queremos buscar a un profesional, ya tenemos por delante la ardua tarea de lidiar con lo que nos sucede. Ahora, además, hay una variedad de corrientes o escuelas (tanto en psicología como en psiquiatría) entre las que elegir.</p>
<h2>¿Qué evidencia científica hay detrás de la psicoterapia?</h2>
<p>En los últimos años, la ciencia ha buscado evidencias de terapias que sean eficaces para diferentes trastornos y en qué condiciones lo son. Es decir, qué formatos, número de sesiones necesarias, si se aplican componentes a más de un trastorno, etc. </p>
<p>Así han surgido diferentes <a href="https://www.nice.org.uk/">guías</a> que ponen de manifiesto los modelos de intervención psicológica que tienen evidencias de eficacia por haber sido contrastados y sus grados de recomendación.</p>
<p>Estas contribuciones <a href="https://www.psicothema.com/pi?pii=4663">evidencian</a> que la terapia cognitivo-conductual aborda con buenos <a href="https://www.psicothema.com/pi?pii=4684">resultados</a> una gran mayoría de los trastornos. Estas evidencias proceden de los estudios controlados aleatorizados (ECA) y diferentes metaanálisis que permiten analizar numerosos estudios y muestras con metodología comparable.</p>
<p>Sin embargo, el problema no queda resuelto, bien porque estos resultados proceden de contextos que no son los clínicos cotidianos, bien porque los manuales de sus programas pueden parecer muy rígidos. Pero también porque lo esencial de cada modelo (componentes específicos) no es lo único que interviene.</p>
<h2>Componentes beneficiosos comunes en todas las terapias</h2>
<p>El psicólogo Saul Rosenzweig <a href="https://onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1111/j.1939-0025.1936.tb05248.x">ya había señalado en 1936</a> que en las psicoterapias se dan unos factores comunes beneficiosos. Como las diferentes pirámides antes señaladas, intervenciones muy distintas pueden tener <a href="https://www.tandfonline.com/doi/full/10.1080/10503307.2021.1916640#:%7E:text=The%20final%20version%20included%2014,expectations%20(2%20items)">componentes de peso que resultan favorables</a>. Por ejemplo, la confianza en el terapeuta, la calidad de la relación entre el paciente y la persona terapeuta o la confianza en la terapia o la expectativa de mejora.</p>
<p>De aquí proviene la dificultad de captar toda la esencia de la <a href="https://www.papelesdelpsicologo.es/pdf/2877.pdf">psicología como ciencia</a>. Actualmente, se intenta dotar de rigor a las intervenciones pero reconociendo también que ciertos factores emocionales y relacionales de quien pide ayuda son importantes en el resultado de la propia terapia. No en el sentido del “todo vale”, sino teniendo en cuenta el papel del clima de confianza y seguridad para el paciente para analizar las dificultades y ensayar soluciones. </p>
<p>Esto explicaría por qué hay intervenciones con resultados favorables a pesar de que sus principios terapéuticos y técnicos no han alcanzado respaldo en la investigación o, directamente, no se hayan evaluado lo suficiente. Es el caso, por ejemplo, de la <a href="https://scielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0211-57352001000400005">psicoterapia psicoanalítica</a>, a pesar de su escasa evidencia científica.</p>
<h2>Terapias con mayor evidencia científica</h2>
<p>En definitiva, una de las terapias que la ciencia ha demostrado más útiles es la llamada cognitivo-conductual, que pone énfasis en los procesos y contenidos de pensamiento para incrementar el control sobre el estado emocional en una gran diversidad de trastornos.</p>
<p>De la misma forma, otros modelos de intervención exitosos se han centrado en la regulación emocional, específicamente en trastornos de la personalidad, como la <a href="http://www.scielo.org.pe/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0034-85972016000200005">terapia dialéctica comportamental</a>. </p>
<p>Por su parte, la terapia de desensibilización y reprocesamiento por movimientos oculares (<a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/12115716/">EMDR</a>) también ha obtenido buenos resultados. Esta hace una reevaluación del estímulo traumático con estimulación simultánea bilateral (aunque se desconoce realmente cómo funciona).</p>
<p>Otros <a href="https://www.alianzaeditorial.es/libro/alianza-ensayo/ciencia-y-pseudociencia-en-psicologia-y-psiquiatria-marino-perez-alvarez-9788413622767/">modelos de terapia</a> persisten hoy día encaminados a la exploración y expresión de las emociones resaltando la realidad de la experiencia, del presente y de la responsabilidad (como la terapia Gestalt). Otras se centran en ámbitos muy concretos, como la terapia familiar sistémica (o de pareja), aunque <a href="https://digibuo.uniovi.es/dspace/handle/10651/54705?locale-attribute=es">sus beneficios y resultados disponen de menor respaldo empírico</a>.</p>
<h2>Más ciencia para la psicología</h2>
<p>Nos queda mucho que conocer y es posible que la terapia psicológica vaya por el buen camino al someterse al análisis científico, pero todavía <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC4374633/pdf/nihms554949.pdf">se sitúa en momentos muy iniciales</a>. </p>
<p>Como se ha dicho, sabemos de <a href="https://journals.copmadrid.org/clysa/archivos/1130_5274_clinsa_clysa2022a9.pdf">terapias que son eficaces en general</a>, pero sabemos mucho menos sobre qué componentes son los fundamentales y cómo funcionan. Además, es necesaria mayor difusión de los resultados, una mayor divulgación para entender no solo la enorme variedad de trastornos, sino un mejor conocimiento de la intervención.</p>
<p>Quizá la pregunta que da título a este artículo evidencia la desconexión entre el ensayo controlado, la Universidad, los colegios profesionales y la sociedad en general. Mientras tanto, esta confusión será (y ya es) aprovechada, naturalmente, por pseudoterapias como el reiki, las esencias florales, terapias regresivas o las constelaciones familiares, por mencionar algunas.</p>
<p>Con todo lo dicho, es comprensible que la pregunta inicial no tenga todavía una respuesta cerrada y satisfactoria. Siempre se dice que la psicología es una ciencia joven, pero quien precise psicoterapia debe tener en cuenta las evidencias que van reuniéndose, dar importancia a la formación y a la experiencia profesional. Complementariamente, la psicología ha de tener en cuenta las preferencias, posibilidades y <a href="https://www.apa.org/pubs/journals/features/evidence-based-statement.pdf">circunstancias de las personas que necesitan</a> la ayuda psicológica.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/178227/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Juan Francisco Rodríguez-Testal no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>Cuando pensamos en acudir al psicólogo tratamos de identificar lo que nos sucede. Ahora, además, hay una variedad de corrientes o escuelas entre las que elegir. ¿Cuál tiene más evidencia?Juan Francisco Rodríguez-Testal, Profesor titular Psicopatología Clínica, Universidad de SevillaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1590052021-08-12T17:10:33Z2021-08-12T17:10:33ZLa homeopatía es un fraude<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/404899/original/file-20210607-28232-1z0kn8o.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C0%2C4992%2C3308&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/selective-focus-on-person-hand-holding-1436451308">Shutterstock / FotoHelin</a></span></figcaption></figure><p>La homeopatía es una pseudoterapia sin aval científico en la que, sin embargo, muchas personas confían. Para entender por qué no puede considerarse un tipo de medicina es necesario repasar algunos conocimientos sobre química y física.</p>
<p>En primer lugar, los átomos son entidades cuyo peso es extremadamente pequeño si se expresa en gramos. Por ello, hay que elegir otra unidad de peso muchísimo menor: la unidad de masa atómica (uma), que es lo que pesa un átomo de hidrógeno (H). En esta escala un átomo de H pesa, por definición, 1 uma, uno de carbono (C) 12 umas y uno de oxígeno (O) 16 umas.</p>
<p>En segundo lugar, una molécula es lo que resulta de la unión de dos o más átomos mediante lo que se llama “enlace químico”. Así, el monóxido de carbono es el compuesto constituido por moléculas que resultan del enlace de un átomo de C y uno de O, por eso se representa por CO. Una molécula de CO pesa 28 umas (12 del carbono y 16 del oxígeno). El agua consiste en moléculas en las que un átomo O está unido a dos de H (H₂O), por tanto, una molécula de agua pesa 18 umas (2 del hidrógeno y 16 del oxígeno). </p>
<p>El peso atómico de un elemento o el peso molecular de un compuesto (M) es un número igual al de umas que pesa ese átomo o molécula, respectivamente. Por tanto, el peso atómico del H es 1; el del C, 12; el del O, 16; y el peso molecular del CO, 28. Un mol de una sustancia es su peso molecular en gramos (M gr): 1 mol de agua son, por tanto, 18 gramos de H₂O.</p>
<p>Si establecemos que 1 g = k umas entonces M gr (un mol) pesará Mk umas. </p>
<p>Podemos calcular el número de moléculas que habrá en un mol de cualquier sustancia dividiendo lo que pesa un mol, Mk umas, por lo que pesa una molécula, M umas, es decir, Mk/M=k moléculas. Por tanto, un mol de cualquier compuesto contiene k moléculas, es decir, una constante, cualquiera que sea el compuesto. </p>
<p>Conclusión: el valor de k, que es conocido como constante de Avogadro, es una constante universal (como el número π o la velocidad de la luz en el vacío, c) que ha sido determinado experimentalmente: k = 6,022x10²³ moléculas/mol, es decir, aproximadamente, 6 seguido de 23 ceros o 602.200 trillones de moléculas. </p>
<p>Que haya sido determinado experimentalmente no quiere decir que se hayan contado las moléculas una a una, sino que se ha usado instrumental científico con el que cualquiera que haga la medida en cualquier sitio del mundo obtendrá ese valor. </p>
<p>Nadie, por tanto, puede poner en duda que en 1 mol de cualquier sustancia hay 6,022x10²³ moléculas.</p>
<h2>Cómo preparar un producto homeopático</h2>
<p>El fundador de la homeopatía, Samuel Hahnemann (1755-1843), y sus usuarios, homeópatas y pacientes, basan su propuesta terapéutica en que:</p>
<ol>
<li><p>Para combatir una enfermedad deben usarse cantidades mínimas de una sustancia que provoque los mismos síntomas que dicha enfermedad. </p>
<p>Por ejemplo, cafeína para curar el insomnio o muro de Berlín para combatir “una insoportable opresión”. No existe comprobación científica de esta hipótesis.</p></li>
<li><p>Para obtener esas disoluciones muy diluidas (siguiendo procedimientos bastante esotéricos; Hahnemann usaba su Biblia como parapeto para el proceso de dilución), el producto a usar (natural o de síntesis) se disuelve en 100 mililitros (mL) de disolvente (agua o alcohol) y se extrae la centésima parte (1 mL). </p>
<p>Si partimos de 1 mol de la sustancia (M gr) el mL extraído contendrá el número de moléculas resultado de dividir 6,022x10²³ por 100 y, por tanto, con 2 ceros menos que inicialmente, es decir, 6,022x10²¹ moléculas. Tras añadir el mL extraído a 99 mL de disolvente, los 100 mL resultantes se dice que tienen una concentración 1C. </p>
<p>Cada vez que se repite este proceso disponemos de disoluciones con un número de moléculas que tiene dos ceros menos en cada etapa, es decir, para una disolución nC sería 6,022x10<sup>23-2n.</sup> Así pues, una disolución 11C tendrá 6,022x10<sup>23-22</sup> = aproximadamente a 60 moléculas. </p>
<p>En el siguiente paso (12C), como las moléculas no se dividen en los procesos de dilución y extracción, en el mililitro que ese extrae habrá un 60 % de probabilidad de tener una de las 60 moléculas y un 40 % de que no tener ninguna, es decir, habrá una o ninguna molécula</p></li>
<li><p>Con la disolución resultante se impregnan unas 35 000 esferitas del excipiente (azúcar o lactosa) para dar los gránulos homeopáticos. Solo 1, como máximo, tendrá una molécula. Refiriéndonos a una preparación de 30 unidosis de <em>Oscillococcinum</em>, el azúcar que se ingiere resulta a 881,33 €/Kg.</p></li>
</ol>
<p><strong>Conclusión:</strong> cuando el paciente ingiere los gránulos prescritos, cualquiera que sea el nombre del producto que figura en el envase, está tomando exactamente lo mismo: el excipiente (azúcar o lactosa) más la nada más absoluta. Queda, por tanto, demostrado que se trata de un doble fraude. Conviene saber que Hahnemann solía usar disoluciones 30C pero hay preparados comerciales diluidos hasta 200C.</p>
<h2>Efecto placebo sin eficacia probada</h2>
<p>¿Son suficientes estos datos para concluir el carácter fraudulento de la homeopatía? Evidentemente, sí. </p>
<p>En apoyo a todo lo anterior hay que añadir que <a href="https://bit.ly/3lmUvLc">numerosísimos informes de instituciones científicas y profesionales, nacionales e internacionales, de carácter sanitario</a> han establecido que los productos homeopáticos solo poseen efectos curativos de enfermedades de escasa entidad que se curan solas o por sugestión del paciente (efecto placebo). </p>
<p>Hay que advertir que, en contra del carácter aparentemente inofensivo que pudiera atribuirse a esta práctica (la nada es poco peligrosa), existe un grave riesgo, que puede calificarse de criminal, si se aplica en el tratamiento de enfermedades que requieren el empleo de medicamentos de probada eficacia terapéutica.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/159005/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>José Vicente Soler no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>La homeopatía no funciona, pues contraviene las leyes de la química y la física más elementales.José Vicente Soler, Catedrático Emérito de Química Inorgánica, Universidad de MurciaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1611092021-05-24T18:08:05Z2021-05-24T18:08:05ZManual del cazafantasmas: desenmascarando falsos expertos<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/402302/original/file-20210524-19-55q1qh.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C0%2C2700%2C1649&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-vector/conspiracy-theories-concept-flow-disinformation-false-1899056305">Shutterstock / GoodStudio</a></span></figcaption></figure><p>Me ocurre muchas veces. Amigos, familiares o alumnos me envían por redes sociales o WhatsApp tanto noticias como vídeos sobre los beneficios de nuevas y revolucionarias terapias o descubrimientos sorprendentes, que son sistemáticamente silenciados por “El Sistema”. Siempre hay un supuesto experto internacional en el campo que las avala y al que siempre quieren acallar. Todo ello aliñado de palabras aparentemente técnicas y sugestivas: ortomolecular, bioenergética, biomagnética, y un largo etcétera. </p>
<p>Estos <a href="https://www.mscbs.gob.es/gabinete/notasPrensa.do?id=4527">falsos expertos</a> hablan con una seguridad y un aplomo propios de Sócrates frente al ágora ateniense. Algunos cuentan incluso con miles de seguidores que pueden dar lugar a confusión. </p>
<p>Me propongo intentar desvelar cómo se caza a estos falsos científicos que inundan con bulos las redes y cuyo único fin es hacer caja gracias a la ingenuidad o buena voluntad de la gente (sigue la pista del dinero, amigo mío).</p>
<h2>El largo camino del científico</h2>
<p>Todos sabemos cuál es la formación que recibe un médico especialista, ya sea un pediatra o un neurocirujano. En primer lugar, seis años de medicina, luego la preparación del MIR y posteriormente la especialidad, que tiene una duración media de 4 años. Es decir, su periodo formativo consta de aproximadamente unos 11 años. </p>
<p>¿Pero qué pasa con los científicos? Para empezar, en su formación deben superar los estudios universitarios de grado y un año de máster de especialización. Durante ese tiempo, el alumno estudia y aprende lo que otros han creado, inventado o descubierto. </p>
<p>A partir de ese momento, empieza el doctorado. El alumno debe realizar aportaciones intelectuales nuevas que incrementen el conocimiento. Esto debe de materializarse en forma de publicaciones originales en revistas técnicas internacionales o patentes.</p>
<p>En la carrera científica convencional, el doctorado se realiza con un <a href="http://www.educacionyfp.gob.es/servicios-al-ciudadano/catalogo/general/99/998758/ficha/998758-informacion-comun.html">contrato de formación de personal investigador</a>. Conseguir uno de estos contratos predoctorales es muy difícil y exige superar un proceso selectivo altamente competitivo.</p>
<p>La mayoría de los doctores se forman en las universidades públicas, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Hospitales y otros centros de investigación de la administración autonómica. Existe también la posibilidad de realizar un doctorado industrial investigando en una empresa.</p>
<p>El doctorado dura unos 4 años de media, aunque es normal que muchos doctorandos necesiten 5 o más años. Además de aprender a investigar, a realizar experimentos y a dominar las técnicas específicas, el candidato a doctor debe realizar estancias de varios meses al año en otras universidades, asistir a congresos, conferencias y participar en las actividades académicas. </p>
<p>Y lo más importante, debe conseguir difundir sus descubrimientos en revistas de impacto. No valen YouTube, Tik-Tok, Facebook ni timo-libros. Sus resultados deben ser reconocidos o validados por otros laboratorios independientes.</p>
<p>Los programas de doctorado son exigentes con esto y es necesario tener al menos una o dos publicaciones de impacto para poder defender la tesis doctoral.</p>
<p>Si hacemos la cuenta, hasta acabar el doctorado ya llevaríamos 10 años de media de formación académica. Pero la cosa no acaba aquí. Ahora viene la estancia postdoctoral en un laboratorio de prestigio, mejor si es fuera de España. </p>
<p>La fase de “postdoc” suele durar entre 2 y 4 años, aunque muchos investigadores pasan más tiempo en el extranjero antes de poder retornar a España con algún contrato de reincorporación. Para ser investigador postdoctoral es necesario tener también publicaciones de impacto y que estas supongan un avance real del conocimiento. Al final, todo el sistema se basa en la transmisión de los resultados.</p>
<h2>Una trayectoria repleta de publicaciones</h2>
<p>Como vemos, si alguien es doctor y un experto ha jugado muchos partidos y metido algunos goles. Eso se traduce en que debe tener bastantes artículos originales sobre su especialidad. Porque toda la vida profesional se basa en que sus experimentos ¡se puedan replicar!</p>
<p>Si la línea de investigación es en el campo de las ciencias naturales o medicina, lo que un investigador ha publicado lo podemos encontrar en <a href="https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/">la base de datos de la Biblioteca Nacional de Medicina del Instituto Nacional de la Salud</a> de Estados Unidos. Podemos buscar por autor, temática, palabras clave, etc.</p>
<p>Otra base de datos más especializada es Web of Science, que incluye una herramienta denominada Journal of Citation Reports, que recoge las publicaciones técnicas especializadas reconocidas por la comunidad científica, está disponible <a href="https://www.recursoscientificos.fecyt.es/servicios/indices-de-impacto">a través de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología</a>.</p>
<p>También disponemos del <a href="https://scholar.google.es/%5D(https://scholar.google.es/">Google Académico</a>. Este es menos estricto y puede incluir también capítulos de libros, tesis y otro tipo de documentos. Pero nos informa de cuántas veces ha sido citado un trabajo de un autor por parte de otros. Asimismo, disponemos de la herramienta gratuita <a href="https://patents.google.com/advanced%5D(https://patents.google.com/advanced">Google Patents</a>, en la que podemos encontrar inventos e inventores.</p>
<p>Todas estas herramientas permiten descubrir si el perfil de un supuesto investigador es real. Si un autor no está en Pubmed ni en google académico, es prácticamente seguro que es un falso experto.</p>
<p>Con estas pocas, pero poderosas armas podemos fácilmente cazar a esos fantasmas que nos acechan por las redes.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/161109/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Antonio José Caruz Arcos recibe fondos del Ministerio de Economía y Competitividad del Gobierno de España, Consejería de Salud de la Junta de Andalucía, Fundación para la Investigación y Prevención del SIDA en España y la Fundació Marató TV3.</span></em></p>A diario recibimos mensajes whatsapp en los que un supuesto experto internacional habla de los beneficios de nuevas y revolucionarias terapias o descubrimientos sorprendentes. Y al que siempre quieren acallar.Antonio José Caruz Arcos, Catedrático de Universidad de Genética, Universidad de JaénLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1592712021-05-23T20:39:55Z2021-05-23T20:39:55Z25 años del escándalo Sokal: la culpa de todo la tienen los posmodernos<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/396025/original/file-20210420-13-ca4jr5.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=6%2C3%2C2000%2C1429&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-vector/abstract-seamless-pattern-handdrawn-geometrical-figures-1874226001">Shutterstock / paseven</a></span></figcaption></figure><blockquote>
<p><em>“El objetivo de este libro es hacer una contribución limitada pero original a la crítica del ‘Zeitgeist’ ciertamente obscuro que hemos llamado ‘posmodernismo’”.</em> </p>
</blockquote>
<p>Con esta firme declaración, Alan Sokal y Jean Bricmont inauguraban el primer epígrafe de su polémica obra de 1996, <em><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Imposturas_intelectuales">Imposturas intelectuales</a></em>. En ella, los autores acusan a los editores y académicos posmodernos de falta de rigor, de dejarse llevar por sus sesgos ideológicos y de mala praxis académica. Cabe preguntarse, ¿es realmente el posmodernismo un enemigo natural de las ciencias? ¿Esta clase de imposturas son exclusivas de los estudios posmodernos y de las humanidades? Analizar algunas de las polémicas académicas más sonadas de los últimos años puede arrojar algo de luz a estas preguntas. </p>
<p>Echemos un vistazo al suceso con el que empezó todo: el <a href="https://naukas.com/2014/01/10/impostores-y-posmodernos-el-caso-sokal/">escándalo Sokal</a>. Fue en 1996 cuando <em>Social Text</em>, revista académica centrada en estudios culturales, publicó el artículo <em>Transgressing the Boundaries: Towards a Transformative Hermeneutics of Quantum Gravity</em>, de Alan Sokal. Este artículo había sido redactado por su autor a modo de broma y engaño. </p>
<p>Plagado de sinsentidos, el artículo fue aceptado por la revista posmoderna, y confirmó así las sospechas de Sokal: estas publicaciones aceptarían cualquier cosa que sonase bien y estuviese dentro de su línea ideológica. Poco después de su salida al público, Sokal admitió que se trataba de un engaño y reveló sus motivos.</p>
<p>Las respuestas al escándalo y al libro de Sokal no tardaron en llegar. Jacques Derrida escribió que la lectura de Sokal y Bricmont en el libro era exageradamente simplista. Según el autor francés, Sokal hizo un <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Falacia_del_hombre_de_paja">hombre de paja</a> del posmodernismo y sus argumentos no se sostenían. </p>
<p>Baudouin Jurdant, filósofo de la ciencia francés, reunió a un grupo de científicos de distintas ramas para comprobar el rigor de las acusaciones de Sokal y Bricmont. Estos científicos eran, además, especialistas en los autores citados en <em>Imposturas intelectuales</em>. En conjunto, escribieron un artículo mostrando que Sokal y Bricmont no conocían con la profundidad suficiente las ideas que trataban de criticar. Por otra parte, científicos como Richard Dawkins y filósofos como Thomas Nagel alabaron el trabajo de Sokal y Bricmont, y coincidieron en que muchas revistas de humanidades se dejaban influenciar por sus sesgos políticos. </p>
<p>Este no es el único bulo intelectual que ha avergonzado a la academia en las últimas décadas. En 2018, James Lindsay, Peter Boghossian y Helen Pluckrose dieron a conocer un <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Asunto_de_los_estudios_del_agravio">engaño similar</a> que habían estado urdiendo. Los tres autores escribieron una veintena de artículos de corte posmoderno plagados de sinsentidos y tesis insostenibles, pero que empleaban de manera correcta la terminología habitual de estos campos. </p>
<p>De todos sus artículos, aproximadamente un tercio fueron publicados o aceptados; otro tercio fue rechazado y los restantes seguían pendientes de revisión en el momento en el que se destapó la mentira. Igual que en el caso Sokal, este escándalo desencadenó tanto elogios como críticas por parte de los académicos.</p>
<h2>Las ciencias ‘de verdad’ también pican</h2>
<p>Quienes alaban los resultados de ambos bulos tienden a leer estos episodios como parte de una polémica mayor: el problema de <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Las_dos_culturas">las dos culturas</a>. Aparentemente, engaños de este estilo solo podrían darse en disciplinas relacionadas con los estudios sociales y culturales, en revistas de humanidades posmodernas donde el rigor brilla por su ausencia. Al contrario, quienes investigan y publican acerca de ciencias <em>de verdad</em>, como la física o la biología, jamás se dejarían embaucar por una treta tan simple. </p>
<p>Sin embargo, la historia reciente nos enseña que esto no es necesariamente cierto. </p>
<p>Alrededor del año 2002 distintos medios comenzaron a hacerse eco de una controversia similar que amenazó, en este caso, al campo de la cosmología. Los protagonistas de <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Esc%C3%A1ndalo_Bogdanov">esta polémica</a> fueron los hermanos Igor y Grichka Bogdanov, dos divulgadores científicos que trabajaban para la televisión francesa. Al parecer, varias dudas acerca de su legitimidad como físicos llevaron a los hermanos a perseguir sendos títulos de doctorado en la Universidad de Borgoña. Tras un periodo extraordinariamente largo, consiguieron graduarse bajo la condición de que publicasen algunos artículos en revistas de su campo. </p>
<p>Una vez las tesis y artículos de los Bogdanov fueron abiertas al público, diversos especialistas comenzaron a analizarlas. Muchos autores apreciaron que sus trabajos eran más bien pobres, que sus tesis no tenían sentido y que podrían encontrarse ante un escándalo <em>à la</em> Sokal, pero a la inversa. Sin ir más lejos, John Baez, reputado matemático estadounidense, afirmó que su trabajo “es una mezcolanza de frases aparentemente plausibles que contienen las palabras técnicas correctas en el orden aproximadamente correcto. Pero no hay lógica ni cohesión en lo que escriben.” Curiosamente, el diagnóstico es muy similar a aquel que hiciera Sokal de las revistas posmodernas de humanidades. </p>
<p>Pero esto no acaba aquí. En 2005 tres estudiantes del MIT gastaron una <a href="https://news.mit.edu/2015/how-three-mit-students-fooled-scientific-journals-0414">broma pesada</a> a una escena académica que consideraban plagada de intereses económicos. Para Jeremy Stribling, Dan Aguayo y Max Krohn, muchos congresos científicos se organizaban con el objetivo principal de aprovecharse económicamente de los investigadores jóvenes ansiosos por <em>hacer currículum</em>. Es por ello por lo que los tres jóvenes desarrollaron un <a href="https://pdos.csail.mit.edu/archive/scigen/">programa informático</a> de IA que generaba artículos académicos automáticamente mezclando frases y tecnicismos aleatorios de otros trabajos. La polémica estalló cuando uno de esos artículos fue aceptado en una conferencia de informática ese mismo año. </p>
<p>Dada la abundancia y diversidad de casos de bulos académicos en los últimos años, creo que podemos sugerir que esta clase de imposturas no se deben exclusivamente a los sesgos de los editores. Casos como el de los Bogdanov y los chicos del MIT parecen indicar que esta clase de engaños son fenómenos poliédricos y que atienden a una variedad de motivos. Tal vez algunos editores de revistas posmodernas den demasiada manga ancha a artículos pobres solo porque suenan bien. Pero esto no debe enmascarar el hecho de que <a href="https://theconversation.com/la-ciencia-necesita-tiempo-para-pensar-el-movimiento-que-quiere-acabar-con-la-cultura-de-publicar-o-morir-116367">la realidad académica actual está repleta de fallos</a>, métodos de revisión deficientes e intereses extraacadémicos. Además, tal y como muestran algunos de los ejemplos comentados, esta clase de intereses y deficiencias también se dan en las ciencias <em>de verdad</em>. </p>
<p>En un mundo donde publicar es cada vez más necesario para labrarse una carrera, y donde la labor editorial y la organización de conferencias pueden llegar a ser negocios muy lucrativos, ¿cómo no va a primar la cantidad sobre la calidad?</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/159271/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.</span></em></p>Un artículo concebido como una broma terminó publicado en una revista académica en 1996. Desde entonces, otros ejemplos han puesto de manifiesto los problemas de muchas disciplinas.Urko Gorriñobeaskoa, Doctorando en Historia y Filosofía de la Ciencia, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko UnibertsitateaEkai Txapartegi, Profesor de filosofía, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko UnibertsitateaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1590652021-04-30T18:42:11Z2021-04-30T18:42:11ZEl dióxido de cloro no cura la covid-19, aunque lo diga un artículo científico<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/398069/original/file-20210430-20-hflxwn.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C7%2C5176%2C3437&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">Un hombre sin mascarilla se manifiesta a favor del dióxido de cloro en Santa Cruz de Tenerife el 26 de septiembre de 2020.</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/santa-cruz-de-tenerife-spain-26th-1822287170">Shutterstock / matteoguedia</a></span></figcaption></figure><p>El dióxido de cloro (CDS) es un compuesto que se ha vendido como <a href="https://www.bbc.com/mundo/noticias-52303363">falso tratamiento</a> para muy diversas enfermedades. Entre ellas la malaria, la diabetes, el cáncer, el sida y, recientemente, la covid-19. Este producto no es un medicamento y ha sido ampliamente criticado por la comunidad científica, ya que no cuenta con los ensayos clínicos necesarios para validar su funcionamiento y seguridad en seres humanos. </p>
<p>Sin embargo, a inicios de marzo de 2021 se publicó <a href="https://www.hilarispublisher.com/open-access/determination-of-the-effectiveness-of-chlorine-dioxide-in-the-treatment-of-covid-19.pdf">un artículo</a> que parecía aportar información prometedora para el dióxido de cloro. No obstante, está plagado de errores metodológicos e imprecisiones que ahora analizaremos.</p>
<p>Para empezar, el artículo fue publicado en el <em>Journal of Molecular and Genetic Medicine</em>, el cual no aparece en la lista de las casi 31 000 <a href="https://www.scimagojr.com/journalrank.php">revistas científicas válidas</a>. Esto es debido a que es una <a href="https://theconversation.com/guia-para-detectar-revistas-depredadoras-secuestradoras-y-megadepredadoras-158801">revista depredadora</a>, las cuales cobran una cuota por publicar pero no realizan <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Revisi%C3%B3n_por_pares">revisión por pares</a>, comprobación de la calidad ni legitimidad de los artículos.</p>
<p>En el texto se aprecian un gran número de faltas de ortografía, errores gramaticales, párrafos repetidos y falta de lógica entre oraciones. Esto hace evidente que no fue revisado. Se observa, además, que no sigue el formato estándar de un <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC6016396/">artículo científico</a> y las referencias no están correctamente señalizadas e incluso algunas son de poco rigor científico, como Wikipedia y medios de comunicación. Hay figuras y gráficas que son innecesarias o que no están explicadas. Por si fuera poco, la escritura no es objetiva, pues se asemeja a un artículo de opinión que trata de promover el uso del CDS.</p>
<h2>¿Cuántos ‘strikes’ son necesarios para desacreditar un artículo científico?</h2>
<p>Un <em>strike</em> (así denominamos los errores en la jerga de las publicaciones científicas) sería suficiente para que se pusiera en tela de juicio la investigación. Sin embargo, vamos a destacar los errores más notorios de este estudio. </p>
<p>Se llevó a cabo un cuasiexperimento en el que 40 pacientes confirmados de covid-19 fueron divididos en 2 grupos de 20 personas. Uno de ellos recibió el dióxido de cloro (grupo experimental) y el otro recibió un cóctel de medicamentos (grupo control).</p>
<p><strong>Primer error:</strong> en este tipo de ensayos se le debe administrar al grupo control una sustancia sin valor terapéutico para garantizar que los posibles efectos encontrados por el tratamiento que se está probando no sean producto del <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Efecto_placebo">efecto placebo</a>.</p>
<p><strong>Segundo error:</strong> también se suelen realizar ensayos de doble ciego, en los que ni quien administra ni quien recibe la sustancia sabe si es el potencial tratamiento o el placebo. En este cuasiexperimento los pacientes del grupo experimental sabían que estaban recibiendo el CDS, y los del grupo control sabían que no lo estaban recibiendo. <a href="https://theconversation.com/la-fe-cura-o-mata-150808">Esto favorece el efecto placebo</a>.</p>
<p><strong>Tercer error:</strong> los autores del estudio no corroboraron el cumplimiento terapéutico. Es decir, no verificaron que los pacientes consumieran el dióxido de cloro ni que lo hubieran preparado correctamente (sí, ellos tenían que prepararlo en casa).</p>
<p><strong>Cuarto error:</strong> para confirmar que los pacientes se habían recuperado de la covid-19 se evaluaron variables subjetivas como el dolor o los escalofríos, justo las características que son más influenciadas por el efecto placebo. Además, fueron medidas según las escalas <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Escala_Likert">Likert</a> y <a href="https://en.wikipedia.org/wiki/Visual_analogue_scale">VAS</a>, comúnmente utilizadas en cuestionarios de opinión: “Del 1 al 10, donde 1 es ausencia de dolor y 10 es el peor dolor imaginable, ¿qué tanto dolor siente?”. Esto no es un ejemplo, en este estudio midieron así el dolor en los pacientes. Por otro lado, valores verdaderamente relevantes para determinar el estado de la infección como la <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Carga_viral">carga viral</a> o la oxigenación fueron ignorados o no reportados.</p>
<p><strong>Quinto error:</strong> por alguna razón que no explican, midieron estas variables subjetivas 14 días en el grupo control y 21 días en el grupo experimental, con lo cual los resultados no son comparables entre ambos grupos.</p>
<p>Imaginemos que alguna de las vacunas de la covid-19 se hubiese entregado a 20 personas para que las prepararan y se las aplicaran en casa. No verificamos si se la dieron a algún familiar más vulnerable, si no la usaron, si la perdieron o si la prepararon erróneamente. Posteriormente, no medimos variables relevantes para determinar que las vacunas dan protección, sino variables subjetivas o indirectas y finalmente concluimos que esa vacuna es perfectamente funcional. ¿Usted la usaría? </p>
<p>Aunque parezca difícil de creer hay tantas personas siendo estafadas con este producto que la <a href="https://iris.paho.org/bitstream/handle/10665.2/52484/OPSIMSPHECOVID-19200040_spa.pdf?sequence=5&isAllowed=y">Organización Panamericana de la Salud</a>, la <a href="https://www.fda.gov/news-events/press-announcements/actualizacion-del-coronavirus-covid-19-la-fda-advierte-empresa-que-comercializa-productos-peligrosos">FDA</a> (Food and Drug Administration de Estados Unidos) y dependencias gubernamentales en <a href="https://www.gob.mx/cofepris/es/articulos/comunicado-a-la-poblacion-248797?idiom=es">México</a>, <a href="https://www.aemps.gob.es/informa/notasinformativas/medicamentosusohumano-3/2020-medicamentosusohumano-3/la-aemps-advierte-de-los-riesgos-graves-para-la-salud-por-el-consumo-de-dioxido-de-cloro-o-mms/">España</a>, <a href="https://unisalud.unal.edu.co/fileadmin/archivos/CORONAVIRUS/Alerta.pdf">Colombia</a>, <a href="https://www.gob.pe/institucion/minsa/noticias/215535-ministerio-de-salud-exhorta-a-la-poblacion-a-no-consumir-dioxido-de-cloro-y-o-clorito-de-sodio">Perú</a>, <a href="https://www.argentina.gob.ar/noticias/dioxido-de-cloro-anmat-recomienda-no-consumir-medicamentos-no-autorizados">Argentina</a>, <a href="https://docs.bvsalud.org/biblioref/2020/05/1096166/cloro-covid19.pdf">Brasil</a>, <a href="https://www.ispch.cl/sites/default/files/comunicado/2020/10/Scan22-10-2020-141552.pdf">Chile</a> y un largo etcétera han lanzado boletines de alerta para que la gente no consuma el dióxido de cloro.</p>
<h2>Esperen, todavía hay más</h2>
<p>Los autores de la investigación mencionan que realizaron un <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Cuasi_experimento">cuasiexperimento</a>, que difiere de un experimento convencional, entre otras cosas, en que no hay una asignación aleatoria del tratamiento. En este caso los pacientes decidieron quién quería y quién no quería recibir el CDS, lo cual, como ya vimos, suele sesgar los resultados encontrados. </p>
<p>Independientemente de no tener sentido realizar un cuasiexperimento para evaluar la eficacia de un tratamiento, el artículo concluye de la siguiente manera: “Podemos afirmar […] que el dióxido de cloro es efectivo para tratar la covid-19”. Esta conclusión sería propia de un <a href="https://en.wikipedia.org/wiki/Phases_of_clinical_research">ensayo clínico de fase III</a>, en el que ya se verificó primero la seguridad y posteriormente la eficacia del tratamiento en miles de voluntarios con ensayos que sí cumplen los estándares de calidad. No se puede decir algo así tras un cuasiexperimento con 20 personas.</p>
<p>Finalmente, los autores se vanaglorian de haber registrado este cuasiexperimento en la página estadounidense de ensayos clínicos, pero no mencionan que, de acuerdo a su <a href="https://clinicaltrials.gov/ct2/about-site/disclaimer">aviso legal</a>, dicho registro no confirma que el ensayo haya sido evaluado por el Gobierno Federal de los Estados Unidos.</p>
<h2>Aquí hay gato encerrado</h2>
<p>En todo artículo científico se debe realizar una declaración que garantice que no hay un conflicto de intereses personales o financieros que esté influyendo la investigación. En este artículo existe dicha declaración, pero nos llama la atención que varios de los autores han publicado <a href="https://www.hilarispublisher.com/open-access/chlorine-dioxide-in-covid19-hypothesis-about-the-possible-mechanism-of-molecular-action-in-sarscov2-52824.html">artículos</a> y colaboran estrechamente en <a href="https://fungenesis.org/diplomado-2/">diplomados</a> con Andreas Kalcker, individuo que posee la <a href="https://andreaskalcker.com/sobre-mi-andreas/patentes.html">patente</a> del CDS como tratamiento de enfermedades infecciosas y quien, además, es el máximo promotor del dióxido de cloro en América Latina.</p>
<p>Estamos atravesando tiempos difíciles en que la vulnerabilidad humana está a flor de piel. No por eso debemos recurrir a productos inservibles y potencialmente dañinos. Como sociedad hemos sido bastante exigentes con el desarrollo de las nuevas vacunas contra la covid-19 y eso debe aplaudirse. Mantengamos esos mismos estándares con los productos engañosos que se lucran con la esperanza ajena.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/159065/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.</span></em></p>Un supuesto estudio sobre los beneficios del dióxido de cloro contra covid-19 fue publicado en una revista depredadora, lo que significa que no supera los estándares mínimos de calidad. Además, comete errores flagrantes.Kevin Navarrete, Investigador en el laboratorio de Biología Molecular de bacterias patógenas, Instituto de Microbiología, Praga, Czech Academy of SciencesTania Romero Allsop, Researcher at the Laboratory of Molecular Biology of Bacterial Pathogens, Institute of Microbiology, Czech Academy of SciencesLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1588272021-04-14T17:09:36Z2021-04-14T17:09:36ZSegún los principios de la homeopatía, todos podemos ser ricos<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/394994/original/file-20210414-20-1esrbmp.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C0%2C4992%2C3323&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/paris-france-november-27-2019-homeopathic-1585783522">Shutterstock / Pixavril</a></span></figcaption></figure><p>Seguramente no me crea, pero le aseguro que si lee hasta el final verá que lo que afirmo en el titular es totalmente cierto. </p>
<p>Según quienes la practican, la homeopatía es un método terapéutico en el que se aplica el principio de similitud y se utilizan distintas sustancias en dosis débiles o infinitesimales. </p>
<p>Empecemos por analizar qué quieren decir exactamente los homeópatas cuando hablan de estas “dosis infinitesimales”. Para ello, recurriremos al <a href="http://www.catedrahomeopatia.org/siteresources/pdf/catedra/divulgacion/libro-blanco-homeopatia.pdf">libro blanco de la homeopatía</a>, que explica detalladamente sus métodos de dilución. </p>
<h2>Diluyendo, que es gerundio</h2>
<p>Todos sabemos lo que es diluir: bajar la concentración de algo. Por ejemplo, añadir agua al café lo dejará aguado. Es decir, diluido.</p>
<p>Uno de los métodos de dilución descritos en el libro es el centesimal. Básicamente consiste en coger un mililitro de aquello que queremos diluir, la tintura madre, añadirlo sobre 99 mililitros de agua ultrapura y agitar vigorosamente (los homeópatas prefieren decir sucusionar o dinamizar). </p>
<p>Aunque en los laboratorios homeopáticos trabajan con muchísima precisión, nosotros, para hacernos a la idea de lo que esto implica, podemos imaginar que añadimos menos de la mitad de una cucharadita de café en medio vaso de agua. Luego, agitamos. </p>
<p>A continuación, se repite el mismo procedimiento: mezclar un mililitro del preparado anterior en 99 de agua y volver a agitar. Siguiendo con nuestro ejemplo, cogeríamos menos de otra media cucharadita del café previamente aguado, y la pondríamos en otro medio vaso de agua agitando vigorosamente. </p>
<p>Según la notación centesimal homeopática (CH), la primera vez que llevamos a cabo el procedimiento tenemos un preparado 1CH; la segunda, 2CH. Así sucesivamente. </p>
<p>Cada vez que realizamos esta operación dividimos entre 100 la cantidad inicial de sustancia. Esto nos será muy útil para calcular cuántas moléculas quedan en el preparado final. </p>
<figure class="align-center zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/395012/original/file-20210414-17-1illt7y.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/395012/original/file-20210414-17-1illt7y.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/395012/original/file-20210414-17-1illt7y.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=399&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/395012/original/file-20210414-17-1illt7y.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=399&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/395012/original/file-20210414-17-1illt7y.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=399&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/395012/original/file-20210414-17-1illt7y.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=502&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/395012/original/file-20210414-17-1illt7y.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=502&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/395012/original/file-20210414-17-1illt7y.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=502&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/child-learn-count-ten-577115482">Shutterstock / Studio.G photography</a></span>
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<h2>Contando moléculas</h2>
<p>Hace ya más de 200 años que sabemos, gracias a <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Amedeo_Avogadro">Amedeo Avogadro</a>, que en un mol de cualquier sustancia hay una cantidad fija de moléculas, atómos o iones. Algo que es muy práctico, siempre que no nos asustemos con la palabra <em>mol</em>. </p>
<p>En el fondo es como la palabra <em>docena</em>. Indica una cantidad, solo que muy grande, difícil de imaginar. Mientras que visualizar una docena de huevos o de cualquier otra cosa es fácil, hacerse a la idea de lo que supone tener un mol de algo, de euros, por ejemplo, es bastante menos evidente. Estamos hablando de 602.000 trillones. </p>
<p>He mirado por <a href="https://www.eleconomista.es/economia/noticias/8782437/11/17/Cuanto-dinero-hay-en-el-mundo-entero-La-respuesta-en-un-solo-grafico.html">ahí</a> y todo el dinero del planeta puede estimarse en 1,2 trillones de euros.</p>
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<a href="https://images.theconversation.com/files/395013/original/file-20210414-14-1gb3pih.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/395013/original/file-20210414-14-1gb3pih.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/395013/original/file-20210414-14-1gb3pih.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=400&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/395013/original/file-20210414-14-1gb3pih.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=400&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/395013/original/file-20210414-14-1gb3pih.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=400&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/395013/original/file-20210414-14-1gb3pih.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=503&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/395013/original/file-20210414-14-1gb3pih.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=503&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/395013/original/file-20210414-14-1gb3pih.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=503&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/euro-coins-373029709">Shutterstock / allstars</a></span>
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<p>Contar esas enormes cantidades no es nada fácil. Por suerte, en el caso de las moléculas no es necesario hacerlo. Pasa como con las monedas: basta con saber lo que pesan. </p>
<p>Llevo años guardando monedas de un euro en un frasco y no voy a llevarlas al banco hasta que pesen 7,5 kilos. ¿Por qué? Porque <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Moneda_de_un_euro">una moneda de euro pesa 7,50 g</a>, así que, en ese momento, tendré ahorrados 1.000€.</p>
<p>Fácil, ¿verdad? Pues con las moléculas se hace igual. Por ejemplo, en una pastilla de ibuprofeno del que venden sin receta hay 400 miligramos de principio activo. Como <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ibuprofeno">cada mol de ibuprofeno pesa 206,29 g</a>, puedo calcular que en cada pastilla tengo 0,002 moles y, por tanto, aproximadamente 1.200 trillones de moléculas de ibuprofeno. </p>
<p>Esas son muchísimas moléculas. Según los ensayos clínicos realizados, son las necesarias para que el medicamento ejerza su acción. ¿Qué pasaría si, en vez de ibuprofeno normal, fuese ibuprofeno homeopático? ¿Cuántas moléculas tendríamos entonces? Vamos a calcularlo, que también es fácil.</p>
<h2>“Ibuprofeno homeopático”</h2>
<p>El ibuprofeno no forma parte del <em>vademecun</em> homeopático pero, como se trata de trabajar con un ejemplo, vamos a diluir una pastilla de 400 miligramos aplicando el método centesimal. Hay que recordar que en cada dilución se divide entre 100 el número de moléculas presentes:</p>
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<img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/394805/original/file-20210413-17-137zkzo.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/394805/original/file-20210413-17-137zkzo.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=481&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/394805/original/file-20210413-17-137zkzo.png?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=481&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/394805/original/file-20210413-17-137zkzo.png?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=481&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/394805/original/file-20210413-17-137zkzo.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=604&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/394805/original/file-20210413-17-137zkzo.png?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=604&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/394805/original/file-20210413-17-137zkzo.png?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=604&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px">
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<p>Como puede verse a partir de 12CH, ya no quedan moléculas de principio activo. Además, esto sucede siempre y cuando se trate de diluciones centesimales. El propio <a href="http://www.catedrahomeopatia.org/siteresources/pdf/catedra/divulgacion/libro-blanco-homeopatia.pdf">libro blanco de la homeopatía</a> en su página 50 admite que “teniendo en cuenta la constante de Avogadro, a partir de una dilución entorno a la 12CH la probabilidad de encontrar moléculas de la sustancia original en las ultradiluciones homeopáticas es presuntamente despreciable”.</p>
<p>¿Qué pasa con los otros métodos de dilución? Sinceramente, ni idea. No es posible calcularlo, pero no es probable que haya más moléculas. Más bien al contrario. </p>
<p>En el método korsakoviano o “de frasco único” lo que se hace es tirar la tintura madre, rellenar el frasco con agua ultrapura, agitar vigorosamente, tirar el contenido, rellenar de nuevo y así sucesivamente. Para que nos entendamos, sería como tirar el café y rellenar el vaso con agua tantas veces como indique la K: 1K una vez, 2K dos veces… Así sucesivamente hasta llegar, por ejemplo, a 50 000K, que es una de las diluciones habituales. </p>
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<a href="https://images.theconversation.com/files/395014/original/file-20210414-15-1abb4zj.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/395014/original/file-20210414-15-1abb4zj.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/395014/original/file-20210414-15-1abb4zj.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=384&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/395014/original/file-20210414-15-1abb4zj.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=384&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/395014/original/file-20210414-15-1abb4zj.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=384&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/395014/original/file-20210414-15-1abb4zj.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=482&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/395014/original/file-20210414-15-1abb4zj.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=482&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/395014/original/file-20210414-15-1abb4zj.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=482&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/water-glass-strong-shadows-on-white-1504841144">Shutterstock / Nataliia Yankovets</a></span>
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<p>Sí, han leído bien: aclarar cincuenta mil veces el recipiente que contenía la sustancia inicial. Con semejante cantidad de aclarados es imposible que quede ni una sola molécula original. Eso me lleva a cuestionarme el principio de similitud.</p>
<h2>Principio de similitud</h2>
<p>Supuestamente, la capacidad de acción de los compuestos homeopáticos se basa en dicho principio. Es decir, “las enfermedades se curan por sustancias que producen en personas sanas efectos semejantes a los síntomas manifestados por el paciente”. </p>
<p>Según esta definición, es necesaria la acción de alguna sustancia, sí, pero sabemos que no queda ninguna a partir de 12CH. Además, una vez que la sustancia ha desaparecido se sigue diluyendo y agitando. Y mucho. Hasta 200CH o 50 000K. </p>
<p>A mí me parece que, además de poner el principio de similitud en entredicho, esto supone un enorme gasto de agua ultrapura y energía mecánica. Sin embargo, los seguidores de Hannemann lo hacen afirmando que, cuanto más diluida está una sustancia, mayor es su potencia de actuación. De hecho, en vez del verbo diluir acostumbran a usar el verbo potenciar. </p>
<p>Volviendo al ejemplo del dinero: si aplicamos los principios de la medicina, hacen falta muchas moléculas para que un medicamento sea efectivo, igual que hacen falta muchos euros para poder considerarse rico. Sin embargo, si aplicamos los principios de la homeopatía, no es necesario tener ninguna molécula para notar su efecto, ¿no? Es más, cuanto más improbable sea que tengamos una, más potente será dicho efecto. </p>
<p>Así que la conclusión es fácil: todos podemos ser “homeopáticamente ricos”. Bastará con que nos deshagamos de nuestro dinero.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/158827/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>María José Ruiz García no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>El propio mecanismo de actuación de la homeopatía es el que desarma a esta pseudoterapia: una sustancia que “cure” el síntoma que se quiere tratar diluida, diluida otra vez y diluida de nuevo.María José Ruiz García, Profesora Titular de Universidad de Química Inorgánica, Universidad de Castilla-La ManchaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1582542021-04-01T20:52:48Z2021-04-01T20:52:48ZLobsang Rampa, el lama tibetano que no había salido de Inglaterra: así fue el mayor fraude editorial del siglo XX<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/393075/original/file-20210401-17-1sznm9i.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C11%2C3994%2C2802&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">Monumento dedicado a Tuesday Lobsang Rampa en Kemerovo (Rusia).</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/kemerovo-russia-june-06-2016-monument-483385759">Shutterstock / Alex_Po</a></span></figcaption></figure><p>Si algo caracterizó al ascenso de las contraculturas occidentales del último tercio del siglo XX fue la aparición de una nueva visión mística de la realidad vinculada al fenómeno <em>New-Age</em> y la proclamación del advenimiento de la Era de Acuario. Idearios que aún resuenan en infinidad de demandas socioculturales del presente. Este movimiento trataba de “curar espiritualmente” a un Occidente “enfermo”, adoptando un estilo de vida basado en principios místicos orientalizantes, inspirado en el <em>modus vivendi</em> tibetano. </p>
<figure class="align-right zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/393076/original/file-20210401-23-9f3x32.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/393076/original/file-20210401-23-9f3x32.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=237&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/393076/original/file-20210401-23-9f3x32.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=939&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/393076/original/file-20210401-23-9f3x32.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=939&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/393076/original/file-20210401-23-9f3x32.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=939&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/393076/original/file-20210401-23-9f3x32.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=1181&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/393076/original/file-20210401-23-9f3x32.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=1181&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/393076/original/file-20210401-23-9f3x32.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=1181&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="caption">Portada de la edición en español de <em>El tercer ojo</em>, publicado por la editorial Destino.</span>
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<p>Entre otras cosas, clamaba por una revisión de la posición del ser humano ante la naturaleza, la búsqueda interior, el abandono de la degradación espiritual provocada por el positivismo y el materialismo devenidos de la revolución industrial y la aceptación de alguna clase de verdad cósmica. Pocos libros fueron tan influyentes en este proceso como <a href="https://www.lobsangrampa.org/ebooks/en/The-Third-Eye.pdf"><em>El tercer ojo</em></a>.</p>
<h2>Del éxito a la controversia</h2>
<p>Publicado en febrero de 1956, el libro ya nació envuelto en sospechas. Su autor, que se hacía llamar “Tuesday Lobsang Rampa”, de aspecto occidental, se presentó en las oficinas ataviado al estilo de los lamas tibetanos. Había sido rechazado por otras editoriales, pero afirmó ser un místico oriental que trataba de transmitir su camino de transformación espiritual, a la par que publicitar en Occidente la causa política del Tíbet. </p>
<p>Entonces leyó la mano del editor, Fredric J. Warburg, y le explicó que había presentido que su editorial tenía el karma correcto para publicar la obra. Hablaba un perfecto inglés con acento de Devonshire, pese a que aseguró haber aprendido el idioma durante su internamiento en un campo de prisioneros japonés, y no supo qué contestar al saludo en tibetano con que Warburg lo recibió en una cita posterior. De hecho, sufrió un oportuno desmayo que justificó diciendo que había reprimido hipnóticamente su conocimiento de las lenguas orientales, durante su estancia en el campo, a fin de no “revelar secretos”.</p>
<p>El manuscrito estaba bien escrito y tenía cierto interés. Además, tocaba una temática emergente en la cultura de la época, que tendría un público potencial ávido de escapatorias místicas. Podía ser un buen negocio. Sin embargo, Warburg dudaba. Decidió cubrirse las espaldas y enviar el texto a una veintena de especialistas en cultura tibetana, budismo e hinduismo. El dictamen generalizado fue negativo. El libro contenía errores de bulto en la comprensión de las doctrinas tibetanas e hinduistas, con algún aderezo propiamente occidental y otros contenidos imaginarios, como encuentros con el yeti o estancias en la mítica ciudad de Shangri-La. El editor propuso a Rampa publicarlo como obra de ficción, pero éste se negó en redondo, ratificándose en la veracidad de todo lo escrito.</p>
<p>Uno de los consultados fue el antropólogo <a href="https://library.syr.edu/digital/guides_sua/html/sua_bharati_a.htm">Agehananda Bharati</a>, nombre adoptado por el austriaco Leopold Fischer, profesor de la Universidad de Syracuse, tras abrazar el hinduismo y ser ordenado monje. En un artículo de 1974 publicado en el <a href="https://is.muni.cz/el/1421/podzim2007/RLB229/um/3951549/Bharati_Fictitious_Tibet.pdf"><em>Tibet Society Bulletin</em></a> explicó que sospechó incluso antes de abrir el envoltorio. <em>El tercer ojo</em> olía a tonterías teosóficas y antropoteosóficas. No obstante, tras aportar a Rampa un anticipo de 800 libras, Warburg decidió editar el manuscrito, aportando un prólogo en el que eludía veladamente cualquier responsabilidad sobre su autenticidad.</p>
<p>El éxito de <em>El tercer ojo</em> fue rápido y contundente. La obra había llegado a las librerías en el momento óptimo. Vendió 300 000 ejemplares en apenas 18 meses. Pero también llovieron las críticas de los especialistas. Así, por ejemplo, el diplomático y experto en historia y cultura tibetana <a href="https://www.telegraph.co.uk/news/obituaries/1377575/Hugh-Richardson.html">Hugh Richardson</a>, que ya hubo rechazado el manuscrito tras ser consultado por la editorial E.P. Dutton, publicó en el <em>Daily Telegraph</em> una crítica extremadamente ácida de la obra, en la que no dudaba en calificarla de “desvergonzada”. </p>
<p>Lo cierto es que la inmensa mayoría de lo que Rampa narraba en su obra carecía de cualquier asimilación con las genuinas <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Vajray%C4%81na">creencias vajrayana</a>. Pese a todo, el libro aún permanece en la mentalidad de muchos lectores como una <a href="https://tricycle.org/magazine/lobsang-rampa-mystery-three-eyed-lama/">visión fidedigna del Tibet</a>.</p>
<h2>El escándalo</h2>
<p>El deportista, explorador y tibetólogo austriaco Heinrich Harrer es hoy mundialmente conocido gracias al cineasta Jean-Jacques Annaud, quien llevara a la <a href="https://www.youtube.com/watch?v=m9a_7WFcPlI">gran pantalla en 1997</a> su relato autobiográfico <em>Siete años en el Tibet</em> (1953). Consultado por Warburg y con motivo de la primera edición alemana de <em>El tercer ojo</em>, publicó una crítica tan sarcástica del libro que incluso fue amenazado con una demanda por difamación por parte del editor germano. Optó entonces por hacer algo más y contrató al detective privado Clifford Burgess a fin de que investigara al autor.</p>
<p>El resultado de las pesquisas fue insólito: Rampa era un tal Cyril Henry Hoskin. Había nacido en Plympton (Devon), hijo de un fontanero. Fue un niño enfermizo que no había estado jamás en el Tíbet y que abandonó la enseñanza secundaria. Vivía en Londres desde 1940, trabajando como comercial de instrumental quirúrgico, y no hablaba ni una sola palabra de tibetano. La rocambolesca historia, publicada por el diario <em>Daily Express</em> en 1958, explicaba que el supuesto lama Hoskin, ya en 1948, había dado un giro excéntrico a su vida, adoptando la identidad de Carl Kuan-Suo.</p>
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<a href="https://images.theconversation.com/files/393077/original/file-20210401-23-n4lp9e.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/393077/original/file-20210401-23-n4lp9e.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=237&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/393077/original/file-20210401-23-n4lp9e.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=602&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/393077/original/file-20210401-23-n4lp9e.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=602&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/393077/original/file-20210401-23-n4lp9e.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=602&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/393077/original/file-20210401-23-n4lp9e.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=757&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/393077/original/file-20210401-23-n4lp9e.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=757&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/393077/original/file-20210401-23-n4lp9e.jpeg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=757&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="caption">Tuesday Lobsang Rampa, seudónimo literario de Cyril Henry Hoskin (Plympton, Inglaterra, 8 de abril de 1910 – Calgary, Canadá, 25 de enero de 1981).</span>
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<h2>‘Soy Rampa, pero no exactamente’</h2>
<p>La primera respuesta de Hoskin-Kuan-Suo-Rampa a la acusación fue comedida, pues no negó la autenticidad del reportaje. En una nota de prensa manifestó que era Hoskin y que había escrito el libro como homenaje al verdadero Dr. Kuan, prisionero ilocalizable en un campo de prisioneros en China. </p>
<p>Esta versión se tornaría en una rocambolesca nota del autor inserta en la siguiente reimpresión de <em>El tercer ojo</em>: allí Hoskin argumentó que, en realidad, su cuerpo se hallaba ocupado por el espíritu del lama Lobsang Rampa. Explicó que, cuando vivía en Surrey, escaló a un árbol para fotografiar un ave, pero resbaló y cayó. Durante la inconsciencia se le aparecería en el plano astral el monje budista, que le pidió ocupar su cuerpo. Y aceptó. Así fue como accedió a todos los conocimientos y vivencias místicas y esotéricas biográficas de Rampa –no de sí mismo, que se diluyó en el proceso– que exponía en su libro superventas.</p>
<p>Por supuesto, este relato no solo influyó poco en las ventas crecientes –la gente cree lo que quiere creer–, sino que alentó una enorme polémica: de un lado, sus partidarios, aceptaron la versión de Hoskin con entera naturalidad. De otro, sus detractores vieron corroborada la teoría del fraude literario. Una confrontación que aún hoy permanece viva, pues los textos de Rampa siguen teniendo lectores, e incluso furibundos defensores, que los consideran como una (discutible) <a href="https://www.lobsangrampa.org/">“fuente de inspiración”</a>.</p>
<p>Resulta muy difícil discernir cuánto de lo que cuenta Lobsang Rampa en sus controvertidos libros es cierto, y cuánto –posiblemente la mayoría– es mera invención. No tanto en relación con su visión de las doctrinas budistas y tibetanas, que es tan inverosímil que incluso el decimocuarto Dalai Lama, Tenzin Gyatso, pese a reconocer la importancia de la obra de Hoskin para dar a conocer la causa de su país, hubo de desmarcarse abiertamente de ellas. Sino en torno a su “biografía espiritual”. Posiblemente, su obra pueda caracterizarse como de una oportuna ficción que llegó a las librerías en un momento óptimo y encontró un <a href="https://www.theguardian.com/travel/2020/may/17/tibetan-lama-who-was-a-plumber-from-devon-1956-bestseller-the-third-eye">caldo de cultivo proclive</a>.</p>
<p>Baste un dato: Hoskin-Rampa siempre defendió haber estudiado medicina en Chungking (China) y dijo haber aportado a la editorial ciertos documentos al respecto que nunca se han hecho públicos y cuya autenticidad jamás ha sido verificada. La única noticia, que él mismo relató en otra pieza supuestamente autobiográfica, <em>Tal como fue</em> (1976), es que habría tratado de homologar sin éxito dicho título en el Reino Unido. Argumentó el fracaso en la enconada negativa de la administración británica, que no habría querido reconocer un título emitido por el gobierno de la China comunista. Él, dijo, dejó de insistir. </p>
<p>Con todo, lo cierto es que en su excelente libro <em>Prisoners of Shangri-La</em> (1999), el experto en estudios budistas y tibetanos Donald S. Lopez explica que el texto de Rampa tuvo un efecto paradójico: más allá del demostrado fraude, que solo dañó a su propia credibilidad, Hoskin despertó el interés por la desconocida <a href="https://tricycle.org/magazine/lobsang-rampa-mystery-three-eyed-lama/">cultura tibetana en Occidente</a>.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/158254/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.</span></em></p>‘El tercer ojo’ es un libro que puso de moda la cultura tibetana en Occidente. Su contenido desató una enorme controversia debido a su falta de veracidad.Francisco Pérez Fernández, Profesor de Psicología Criminal, Psicología de la Delincuencia, Antropología y Sociología Criminal / Investigador., Universidad Camilo José CelaFrancisco López-Muñoz, Profesor Titular de Farmacología y Vicerrector de Investigación y Ciencia de la Universidad Camilo José Cela, Universidad Camilo José CelaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1483952020-10-20T19:57:21Z2020-10-20T19:57:21Z¿Quién vigila la radiación del 5G?<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/364550/original/file-20201020-13-1ikttbu.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C0%2C4031%2C2268&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><span class="source">Alberto Nájera</span>, <span class="license">Author provided</span></span></figcaption></figure><p>Decenas de antenas, dispositivos Bluetooth y cientos de teléfonos móviles nos rodean e irradian cada día. Por no hablar de la telefonía 5G que, al parecer, acabará con la vida en la Tierra. <a href="https://theconversation.com/medio-millon-de-moviles-estamos-expuestos-a-demasiada-radiacion-en-conciertos-y-festivales-118076">¡Tanta radiación no puede ser buena!</a> ¿Quién controla los niveles de exposición y los posibles efectos sobre la salud?</p>
<h2>Percepción del riesgo</h2>
<p>Los campos electromagnéticos están presentes en la naturaleza desde antes de la aparición del ser humano. La luz solar, los rayos cósmicos, las tormentas y la radiación natural terrestre son fuentes de exposición a estos campos.</p>
<p>A mediados de los años 90, se comenzaron a desplegar las redes de antenas de telefonía móvil. Aunque se hacían con estándares técnicos internacionales, que ya tenían en cuenta la protección de la población, no se ofreció la suficiente información al respecto. </p>
<p>A pesar de una reacción rápida por parte de organismos, operadoras y expertos, la percepción de riesgo se instaló entre los ciudadanos. También caló en instituciones, administraciones locales y asociaciones. </p>
<p>Así, se produjo una situación paradigmática. Por un lado, el rechazo a las antenas era un fenómeno global. Por el otro, crecía la demanda universal del servicio.</p>
<h2>La OMS parece tenerlo claro</h2>
<p>Tanto la Organización Mundial de la Salud (OMS) como la Unión Europea fueron conscientes a principios de los 2000 de esa carencia y de la necesidad de dar respuesta a una inquietud y percepción social del riesgo asociado a la telefonía móvil. Aunque esta percepción e inquietud estaban sobredimensionadas. </p>
<p>A pesar de los esfuerzos realizados para informar y tranquilizar a la población, <a href="http://www.who.int/peh-emf/publications/facts/fs304/es/">la OMS reconoció en 2006</a> que “algunas personas consideran probable que la exposición a campos electromagnéticos de radiofrecuencia entrañe riesgos y que éstos puedan ser incluso graves”.</p>
<p><a href="https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/electromagnetic-fields-and-public-health-mobile-phones">En la revisión de 2014</a> la OMS aseguraba que “hasta la fecha no se ha confirmado que el uso del teléfono móvil tenga efectos perjudiciales para la salud”. </p>
<p>En <a href="https://www.who.int/news-room/q-a-detail/5g-mobile-networks-and-health">otro documento publicado a comienzos de este 2020 sobre el 5G</a>, insiste en que en las últimas décadas no hay estudios científicos que demuestren una relación causal que pueda hacer temer efectos sobre la salud. “El calentamiento de tejidos es el principal mecanismo de interacción entre los campos electromagnéticos de radiofrecuencia y el cuerpo humano”. </p>
<p>Ese posible efecto, a los niveles habituales de exposición, es insignificante. Por eso es importante que los niveles se mantengan por debajo de los límites establecidos por agencias internacionales independientes.</p>
<h2>Quién y cómo se establecen los límites de exposición</h2>
<p>En 1992 se estableció en Alemania la <a href="https://www.icnirp.org/">Comisión Internacional de Protección frente a Radiaciones No Ionizantes (ICNIRP)</a>. Esta organización científica, independiente y sin ánimo de lucro, revisa periódicamente y de forma sistemática las evidencias científicas para determinar los niveles a los cuales se producen efectos biológicos. </p>
<p>No solo de los campos electromagnéticos de radiofrecuencia, sino también de otras radiaciones electromagnéticas como la luz visible, los infrarrojos y los ultravioletas que, por encima de ciertos niveles, también pueden resultar muy peligrosos. </p>
<p>Por eso se fijan niveles de seguridad y, por eso mismo, no debemos preocuparnos de la radiación que emite el mando a distancia de nuestra tele. Tampoco del <em>router</em> wifi de nuestra casa o de nuestro teléfono inalámbrico.</p>
<p>El proceso de revisión es abierto y su publicación se realiza en una revista científica tras un proceso de revisión por pares. Así, una vez se establecen los niveles a los cuales se observan efectos para cada frecuencia, se aplica un factor de precaución o seguridad de 50. Estos valores son aceptados por la mayor parte de los países occidentales desde hace décadas y se adoptan en las correspondientes legislaciones. </p>
<p>Además, existen otras agencias u organismos que realizan una revisión similar. Por ejemplo el <a href="https://www.ieee.org/"><em>Institute of Electrical and Electronics Engineers</em> (IEEE)</a> y la <a href="https://www.fda.gov/"><em>Food and Drug Administration</em> de Estados Unidos</a>. </p>
<p>Estos tres organismos, en los últimos meses y coincidiendo con el despliegue de la 5G, han revisado y publicado sus guías de límites seguros de exposición humana (<a href="https://journals.lww.com/health-physics/Fulltext/2020/05000/Guidelines_for_Limiting_Exposure_to.2.aspx">aquí la de ICNIRP</a>, <a href="https://journals.lww.com/health-physics/Fulltext/2020/08000/IEEE_Committee_on_Man_and_Radiation_COMAR.7.aspx">aquí la de la IEEE</a> y <a href="https://www.fda.gov/radiation-emitting-products/cell-phones/scientific-evidence-cell-phone-safety">aquí la revisión de la FDA</a>).</p>
<h2>La mano negra de la industria</h2>
<p>Que la industria está detrás de todas estas regulaciones e instituciones es un argumento reiterado por los movimientos antiantenas –ahora anti-5G– que parecen acoger toda clase de creencias conspiranoicas con respecto, también, a las mascarillas, las vacunas y la COVID-19.</p>
<p>En realidad han sido la industria y los profesionales del sector los más interesados en garantizar que las radiaciones emitidas por las antenas fueran seguras y que los niveles de potencia estuviesen dentro de los límites permitidos. El <a href="https://www.coit.es/">Colegio Oficial de Ingenieros de Telecomunicación (COIT)</a>, como entidad de derecho público al servicio de la sociedad, fue la primera organización que ya en 2001 elaboró un informe sobre las radiofrecuencias de telefonía móvil. </p>
<p>Con ello se pretendía informar a la ciudadanía y mitigar la inquietud que ya surgía ante el desconocimiento de esta tecnología y la normativa que la regula. La labor de difusión se centró en ayuntamientos y asociaciones ciudadanas, aunque se ha seguido trabajando durante todos estos años con todo tipo de administraciones e instituciones.</p>
<p>En 2006, se creó el <a href="https://ccars.org.es/">Comité Científico Asesor de Radiofrecuencias y Salud (CCARS)</a>, comité independiente compuesto por profesionales de gran prestigio –en campos como la medicina, física, química, biología, ingeniería de telecomunicación y derecho–, que, desde entonces, ha elaborado cinco informes trienales de referencia. En ellos recogen las evidencias científicas existentes sobre el impacto de los campos electromagnéticos en la salud. Su último trabajo es de esta misma semana.</p>
<p>Además, ha publicado numerosos <a href="https://ccars.org.es/publicaciones/documentos-elaborados-por-el-ccars">documentos</a> sobre tecnologías concretas –<a href="https://ccars.org.es/publicaciones/documentos-elaborados-por-el-ccars/229-informe-del-ccars-sobre-5g-y-salud">el último sobre 5G</a>–, con el ánimo de informar verazmente a la sociedad, manteniendo siempre el conocimiento científico riguroso como referencia. Sus informes han tratado siempre de arrojar luz y evitar cualquier tergiversación que de forma interesada se intentara hacer sobre el efecto de estas tecnologías sobre la salud. Incluidas comparaciones sin fundamento con sustancias, como el tabaco o el alcohol, que la ciencia sí ha demostrado como perniciosas incluso en pequeñas cantidades. </p>
<h2>Los verdaderos riesgos para la salud</h2>
<p>Decir que los campos electromagnéticos de radiofrecuencia son inocuos es falso si no se acompaña de la frase “a los niveles habituales de exposición”. </p>
<p><a href="https://theconversation.com/el-movil-produce-cancer-lo-dijo-la-oms-120297">Dichos niveles están decenas o centenas de miles de veces por debajo de los de seguridad marcados por ICNIRP</a>. Es lo que han demostrado numerosos estudios y revisiones sistemáticas de exposición personal en condiciones reales.</p>
<p>Pero hay efectos constatados derivados del uso de dispositivos y que no son consecuencia de las radiaciones que emiten. Así, se ha demostrado que su uso puede provocar dependencia, problemas musculares, malas posturas y que condicionan nuestras relaciones personales y hábitos saludables. </p>
<p>Dichos efectos, sin embargo, no son denunciados por los movimientos en contra de estas tecnologías.</p>
<h2>Negar la evidencia, ¿con qué fin?</h2>
<p>Quizá piense que existe <a href="https://theconversation.com/un-estudio-dice-que-las-antenas-son-peligrosas-y-otro-que-no-cual-me-creo-110671">cierta controversia científica en este tema</a>. Habrá oído que “numerosos científicos alertan de los efectos” en <a href="http://radiandando.es/2018/09/24/llamamiento-internacional-contra-los-campos-electromagneticos-otro-mas/">cuestionables llamamientos internacionales</a>, algún pseudoinforme como el <a href="https://sciencebasedmedicine.org/picking-cherries-in-science-the-bio-initiative-report/">Bioinitiative</a> o declaración política ajena a la Unión Europea, como la <a href="https://assembly.coe.int/nw/xml/XRef/Xref-XML2HTML-en.asp?fileid=17994">declaración 1815 del Consejo de Europa</a>. </p>
<p>Todos tienen en común su falta de rigor, el establecimiento de límites de forma arbitraria o la extrapolación inadecuada de estudios en animales o de laboratorio sin tener en cuenta las condiciones reales.</p>
<p>En 30 años, no se ha publicado una revisión sistemática o metaanálisis –los estudios con mayor fortaleza en ciencia– que demuestre sus alarmantes augurios y peligros para la salud (efectos sobre el sueño, la concentración, fisiológicos, hipersensibilidad o, incluso, cáncer). </p>
<p>En cambio, sí es constatable la relación de sus promotores con la proliferación de un cierto “negocio del miedo” a partir de datos tergiversados, erróneos y en ningún caso avalados por la evidencia científica. Y ese negocio que se basa en esos datos afecta tanto a ámbitos como el médico-sanitario, con diagnósticos o prescripciones no fundamentados en el conocimiento médico; el legal, con denuncias insostenibles basadas en opiniones de supuestos expertos, medios de información carentes de credibilidad (webs pseudocientíficas) o, incluso, empresas que ofrecen aparatos y dispositivos de protección completamente innecesarios.</p>
<p>Todo un negocio basado en el miedo y el desconocimiento que sigue alimentando esa falsa percepción de que vivimos radiados al límite.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/148395/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.</span></em></p>Esta nueva tecnología regresa el eterno debate sobre los efectos sobre la salud de las radiaciones electromagnéticas. Estos, sin embargo, son descartados por todas las agencias internacionales.Alberto Nájera López, Profesor Contratado Doctor de Radiología y Medicina Física, Universidad de Castilla-La ManchaJuan Carlos López, Catedrático de Universidad. Dr. Ingeniero de Telecomunicación, Universidad de Castilla-La ManchaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1467722020-10-15T19:49:31Z2020-10-15T19:49:31ZMark Twain, pionero contra las pseudociencias<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/363529/original/file-20201014-17-1g0fagn.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C0%2C2995%2C1998&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">Atracción de frenología instalada en Londres, Ohio, en el verano de 1938. </span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-illustration/phrenology-readers-carnival-attraction-invites-people-245965171">Shutterstock / Everett Collection / Ben Shahn</a></span></figcaption></figure><p>Samuel Langhorne Clemens (1835-1910) es más conocido por su seudónimo Mark Twain. El famoso escritor norteamericano fue lo que ahora llamaríamos un escéptico. Despotricaba de los clarividentes, las adivinas que leían la palma de la mano, las entidades sobrenaturales y cualquiera que promoviera absurdos médicos y estafas pseudocientíficas. ¡Cuánta falta nos haría ahora su ironía punzante! A él se le atribuye la famosa frase: «Es mejor tener la boca cerrada y parece estúpido que abrirla y disipar la duda». </p>
<figure class="align-right ">
<img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/363181/original/file-20201013-13-pz6hq8.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=237&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/363181/original/file-20201013-13-pz6hq8.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=842&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/363181/original/file-20201013-13-pz6hq8.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=842&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/363181/original/file-20201013-13-pz6hq8.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=842&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/363181/original/file-20201013-13-pz6hq8.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=1058&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/363181/original/file-20201013-13-pz6hq8.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=1058&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/363181/original/file-20201013-13-pz6hq8.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=1058&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px">
<figcaption>
<span class="caption">Mark Twain en 1907.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://en.wikipedia.org/wiki/Mark_Twain#/media/File:Mark_Twain_by_AF_Bradley.jpg">AF Bradley</a></span>
</figcaption>
</figure>
<p>Con una de estas pseudociencias, la frenología, <a href="https://onlinelibrary.wiley.com/doi/abs/10.1002/jhbs.21960">tuvo una larga relación que marcaría su vida y su obra</a>.</p>
<p>Clemens nació en 1835 en un pequeño poblado llamado Florida, en Missouri. Cuando tenía cuatro años su familia se trasladó al cercano Hannibal, un pueblo portuario de unos 900 habitantes, situado a la orilla del río Mississippi y donde su padre trabajó como abogado y juez. </p>
<p>Cuando tenía 13 años su madre, que acababa de enviudar, le puso de aprendiz en una imprenta y tres años más tarde empezó a trabajar como linotipista en el Hannibal Journal, bajo el amparo de su hermano Orion. Samuel Clemens era culo de mal asiento, y en los siguientes años trabajó como linotipista en St. Louis, Nueva York, Filadelfia y Iowa. </p>
<p>En 1857, después de ver los numerosos barcos de vapor que atracaban en St. Louis, dejó las imprentas y cambió su profesión a piloto fluvial. Pasó cuatro años navegando por las aguas traicioneras del Mississippi, el gran río que se convertiría en protagonista de parte de sus obras.</p>
<p>En 1861 el río fue cerrado al tráfico comercial debido a la Guerra de Secesión, por lo que Samuel perdió el trabajo y decidió irse con su hermano Orion, que había sido nombrado secretario del Territorio de Nevada. Allí trabajó como minero buscando oro y plata y, tras fracasar en el empeño, empezó a escribir textos para un periódico local que firmó como Mark Twain. </p>
<p>Ese apellido también era un recuerdo fluvial. Twain significaba una altura de agua de dos brazas, unos 3,7 metros, una buena profundidad que auguraba una navegación segura. De allí Samuel Clemens partió hacia California, donde su vida se fue centrando en la literatura. </p>
<p>Escribió para la prensa, fue enviado de corresponsal a Hawái por un periódico de Sacramento y empezó a escribir libros. Sus obras están sembradas de humor, de historia, de comentarios sociales, de opiniones sobre timos médicos y científicos, y de denuncias de supuestas verdades sin fundamento y alertas sobre creencias que necesitaban un examen más sopesado o ser directamente descartadas por su estulticia.</p>
<p>Considerado el más admirado escritor norteamericano del siglo XIX y un gran humorista, sus obras están protagonizadas por caracteres vívidos y creíbles. El presidente William Howard Taft, luego de la noticia del fallecimiento de Twain, declaró: </p>
<blockquote>
<p>«Mark Twain nos deleitó a millones de personas, y sus obras seguirán deleitando a millones más aún por llegar. Nunca escribió una línea que un padre no pudiera leer a una hija. Creó una parte imperecedera de la literatura norteamericana». </p>
</blockquote>
<p>Aunque no tenía formación científica de ningún tipo, Twain era un maestro para describir la psicología humana, sus vulnerabilidades, sus defectos, a menudo en descripciones cargadas de ironía, pero también de introspección y observación. William Faulkner lo llamó «el padre de la literatura norteamericana».</p>
<h2>Twain descubre la frenología</h2>
<figure class="align-right zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/363486/original/file-20201014-15-zx8ckt.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/363486/original/file-20201014-15-zx8ckt.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=237&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/363486/original/file-20201014-15-zx8ckt.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=717&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/363486/original/file-20201014-15-zx8ckt.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=717&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/363486/original/file-20201014-15-zx8ckt.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=717&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/363486/original/file-20201014-15-zx8ckt.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=901&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/363486/original/file-20201014-15-zx8ckt.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=901&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/363486/original/file-20201014-15-zx8ckt.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=901&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="caption">Retrato de Franz Josef Gall.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Franz_Josef_Gall3.jpg">Wikimedia Commons / Zéphirin Félix Jean Marius Belliard</a></span>
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<p>La frenología fue fundada por Franz Joseph Gall (1758–1828), aunque él rechazaba ese nombre y prefería llamarla craniometría. Su idea básica era que las inclinaciones básicas de una persona, sus fortalezas y sus talentos, se podían identificar palpando su cráneo y localizando bultos, señal de que la zona cerebral subyacente estaba hipertrofiada. Depresiones o huecos indicaban, por el contrario, que esa zona cerebral estaba poco desarrollada y esa persona fallaba en esa capacidad o habilidad. </p>
<p>En la Europa continental <a href="https://theconversation.com/como-los-huesos-acabaron-con-las-razas-humanas-141222">cayó en el desprestigio pronto</a>, pero en Gran Bretaña y en Estados Unidos se expandió durante mucho más tiempo. Allí, formaba parte de la realidad cotidiana en ciudades y pueblos.</p>
<p>El contacto de Mark Twain con la frenología fue muy temprano. En su autobiografía contaba como un frenólogo ambulante visitaba cada cierto tiempo Hannibal, la pequeña ciudad portuaria donde transcurrió su infancia. Así lo cuenta:</p>
<blockquote>
<p>Uno de los que llegaba con más frecuencia a nuestro pueblo de Hannibal era el frenólogo peripatético, que era popular y siempre bienvenido. Reunía a la gente y les daba una conferencia gratuita sobre las maravillas de la frenología, luego tocaba los bultos de sus cabezas y hacía una estimación del resultado, a veinticinco centavos por cabeza.</p>
</blockquote>
<p>La gente salía satisfecha de esas interpretaciones de su personalidad. No era para menos, siempre eran positivas, al fin y al cabo, eran clientes y nadie paga con gusto por recibir malas noticias. No obstante, el niño Samuel se quedaba sorprendido de que el frenólogo comparase frecuentemente las cabezas de los lugareños con la de George Washington, y encontrase grandes similitudes y, consiguientemente, las mismas virtudes que el gran militar y político norteamericano. Pero ¿a quién no le gustaba ser asemejado con tan excelso y admirado personaje? Twain decía así:</p>
<blockquote>
<p>Este acercamiento general y cercano a la perfección debería haber despertado sospechas, quizá, pero no recuerdo que lo hiciera. Tengo la impresión de que la gente admiraba la frenología y creía en ella y que la voz del incrédulo no se escuchó en la tierra.</p>
</blockquote>
<figure class="align-right ">
<img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/363182/original/file-20201013-21-cm7s58.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=237&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/363182/original/file-20201013-21-cm7s58.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=902&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/363182/original/file-20201013-21-cm7s58.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=902&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/363182/original/file-20201013-21-cm7s58.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=902&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/363182/original/file-20201013-21-cm7s58.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=1133&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/363182/original/file-20201013-21-cm7s58.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=1133&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/363182/original/file-20201013-21-cm7s58.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=1133&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px">
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<span class="caption">Busto frenológico.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://es.wikipedia.org/wiki/Frenolog%C3%ADa#/media/Archivo:Earthenware_phrenological_bust,_areas_are_marked_off_with_an_Wellcome_L0057601.jpg">Wellcome Collection</a>, <a class="license" href="http://creativecommons.org/licenses/by/4.0/">CC BY</a></span>
</figcaption>
</figure>
<p>Al principio intentó entender la frenología realizando esquemas del cerebro con los principales «órganos mentales», regiones corticales descritas por los frenólogos especializadas en una función determinada como el ahorro o la habilidad musical.</p>
<p>Progresivamente se fue volviendo más y más escéptico sobre aquellas ideas, que no veía que encajasen con la realidad. Los retratos frenológicos aparecen también en su obra. Por ejemplo en <em>Jul’us Caesar</em>, una pieza basada en un joven que conocía de Hannibal, el protagonista era descrito de la siguiente manera:</p>
<blockquote>
<p>«[Tenía una] complexión muy gruesa y pesada; pelo rojo largo y fiero, y un rostro grande, redondo y tosco, que parecía una Luna llena en la última etapa de la viruela». </p>
</blockquote>
<p>En cuanto a su cráneo e intelecto, escribió que </p>
<blockquote>
<p>«era una curiosidad frenológica: su cabeza era un enorme bulto de Aprobación [un órgano mental que se definía como un afán excesivo de ser objeto de aprobación o elogio]; y aunque era tan ignorante y tan vacío de intelecto como un hotentote, sin embargo, la gran niveladora e igualadora, la arrogancia, le hizo creerse plenamente talentoso, culto y tan guapo como es posible que un ser humano sea».</p>
</blockquote>
<figure class="align-center zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/363487/original/file-20201014-19-13o71nu.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/363487/original/file-20201014-19-13o71nu.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/363487/original/file-20201014-19-13o71nu.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=465&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/363487/original/file-20201014-19-13o71nu.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=465&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/363487/original/file-20201014-19-13o71nu.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=465&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/363487/original/file-20201014-19-13o71nu.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=584&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/363487/original/file-20201014-19-13o71nu.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=584&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/363487/original/file-20201014-19-13o71nu.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=584&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
<figcaption>
<span class="caption">Franz Joseph Gall examina la cabeza de una niña.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Franz_Joseph_Gall_examining_the_head_of_a_pretty_young_girl,_Wellcome_V0011119.jpg">Wikimedia Commons / Wellcome Collection / Edward Hull</a></span>
</figcaption>
</figure>
<h2>Los experimentos de Mark Twain</h2>
<p>Años más tarde, <a href="https://www.tandfonline.com/doi/abs/10.1080/0964704X.2019.1690388">Twain haría su propio experimento sobre la frenología</a>. Para ello eligió a dos de los frenólogos más reputados, los hermanos Fowler. Orson Squire Fowler (1809–1887) y su hermano menor Lorenzo Niles Fowler (1811–1896) consiguieron convertir la frenología en un negocio muy rentable. </p>
<p>Los hermanos abrieron consulta en Boston, gabinete que pronto ampliaron con otros dos en Filadelfia y Nueva York. Allí ellos y sus ayudantes leían cráneos, publicaban libros y revistas, proporcionaban tablas, calaveras, moldes de cabezas y bustos de porcelana y ofrecían cursos de formación. Para promocionar su negocio viajaban constantemente y daban charlas y vendían su parafernalia en grandes ciudades y pueblos remotos.</p>
<p>Los Fowler cultivaban una frenología «moderna». En primer lugar valoraban «la constitución, el temperamento y la conformación del sujeto», se fijaban en su aspecto y su forma de vestir y probablemente le sonsacaban toda la información posible para afinar el «diagnóstico». Luego se centraban en el tamaño y forma general del cráneo y finalmente analizaban los órganos mentales uno por uno, asignando números desde 1 (para los más pequeños) a 7 para los más grandes. Con eso construían tablas y esquemas que entregaban al cliente.</p>
<p>En 1906 Twain recibió una carta de un «caballero» inglés que creía firmemente en la frenología y le planteaba que por qué nunca le había interesado lo suficiente para escribir sobre ello. La respuesta de Twain es una maravilla:</p>
<blockquote>
<p>En Londres, hace 33 o 34 años, hice una pequeña prueba de frenología para mi mejor información. Fui a Fowler bajo un nombre falso y examinó mis elevaciones y depresiones y me dio una tabla que llevé a casa, al Hotel Langham y estudié con gran interés y diversión, el mismo interés y diversión que habría encontrado en la carta de un impostor que se hiciera pasar por mí, y que no se pareciera a mí ni en un solo detalle bien definido. Esperé tres meses y fui de nuevo a ver al Sr. Fowler anunciando mi llegada con una tarjeta con mi nombre y apellido. De nuevo me llevé un gráfico elaborado. Contenía varios detalles muy definidos de mi carácter, pero no tenía ningún parecido con la tabla anterior.</p>
</blockquote>
<p>En otro documento contó en más detalle cómo había sido el examen. En la primera visita:</p>
<blockquote>
<p>Fowler me recibió con indiferencia, movió los dedos por mi cabeza sin ningún interés, y nombró y estimó mis cualidades con una voz aburrida y monótona. Dijo que yo poseía un coraje asombroso, un espíritu anormal de una audacia, un valor, una voluntad de hierro, una intrepidez sin límites. Me sorprendió esto, y también me gratificó.</p>
<p>No lo había sospechado antes; pero entonces se escabulló al otro lado de mi cráneo y encontró un bulto allí que llamó “Precaución”. Esta joroba craneal era tan alta, tan montañosa, que redujo mi bulto de coraje a un mero montículo en comparación, aunque había sido tan prominente hasta ese momento -según su descripción- que debería haber sido una cosa capaz de colgar ahí mi sombrero, pero se convirtió en nada, ahora, en presencia de ese Matterhorn al que llamaba mi Precaución. Me explicó que si ese Matterhorn hubiera quedado fuera de mi esquema de carácter, habría sido uno de los hombres más valientes que haya vivido jamás -posiblemente el más valiente- pero que mi cautela era tan prodigiosamente superior a ella que abolió mi coraje y me hizo casi espectacularmente tímido. Continuó sus descubrimientos, con el resultado de que salí sano y salvo, al final, con un centenar de grandes y brillantes cualidades; pero que perdieron su valor y no eran nada porque cada una de las cien estaba unida a un defecto opuesto que le quitaba toda la efectividad.</p>
</blockquote>
<p>Lo que siguió fue aún más sorprendente para el desconcertado cliente de Fowler, que parecía haber disfrutado al encontrar las palabras correctas para hacer la historia aún más memorable y decididamente más divertida.</p>
<blockquote>
<p>Sin embargo, encontró una cavidad, en un lugar; una cavidad donde un chichón habría estado en el cráneo de cualquier otro. Esa cavidad, dijo, estaba sola, y no tenía un chichón opuesto, aunque su elevación era leve, para modificar y mejorar su perfecta integridad y aislamiento. Me sorprendió diciendo que esa cavidad representaba ¡la ausencia total del sentido del humor! Ahora casi se interesó y parte de su indiferencia desapareció. Casi se volvió elocuente sobre esta América que había descubierto. Dijo que a menudo encontraba bultos de humor tan pequeños que apenas se notaban, pero que en su larga experiencia fue la primera vez que se encontró con una cavidad donde debería haber un bulto.</p>
</blockquote>
<p>Tenemos que pensar que en esa época Twain ya era reconocido como uno de los grandes humoristas de su generación. A continuación escribió cómo se sintió después de esta primera visita al frenólogo de fama mundial:</p>
<blockquote>
<p>Estaba herido, humillado, resentido, pero me guardé estos sentimientos para mí mismo; en el fondo creía que su diagnóstico estaba equivocado, pero no estaba seguro. Para asegurarme, pensé que esperaría hasta que olvidara mi cara y las peculiaridades de mi cráneo, y luego volvería de nuevo y vería si realmente sabía de lo que había estado hablando, o solo se lo había ido inventando.</p>
</blockquote>
<p>Twain declaró que en la segunda visita Fowler no lo reconoció cuando volvió, y que el frenólogo le proporcionó una segunda lectura del cráneo que no podría haber sido más diferente de la primera:</p>
<p>Una vez más hizo un descubrimiento sorprendente: </p>
<blockquote>
<p>la cavidad [para el sentido del humor] había desaparecido, y en su lugar había un monte, hablando en forma siempre figurativa, de diez mil metros de altura, el más alto bulto de humor que jamás haya encontrado en toda una vida de experiencia. Salí de su presencia con prejuicios contra la frenología, pero puede que como le he dicho al caballero inglés, que debería haber conferido el prejuicio a Fowler y no sobre el arte que estaba explotando.</p>
</blockquote>
<p>Hay dudas sobre si la visita a la consulta de los Fowler sucedería como él la relató o, como buen escritor, construyó una historia divertida «mejorando» un poco lo que realmente pasó. No parece lógico que Fowler no se acordase del rostro ni la cabeza de Twain pocos meses después de la primera cita. Nunca lo sabremos. Mark Twain observó con curiosidad todo el mundo a su alrededor, tenía pasión por la humanidad, por comprender los comportamientos, por mejorar el mundo a su alrededor, por romper con creencias estúpidas y, también, por entretener. Lo hizo sin duda con esta historia.</p>
<hr>
<p><em><a href="https://jralonso.es/2020/09/13/el-experimento-frenologico-de-mark-twain/">Una versión</a> de este artículo fue publicada en el blog del autor, <a href="https://jralonso.es/">Neurociencia</a>.</em></p>
<hr><img src="https://counter.theconversation.com/content/146772/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>José Ramón Alonso Peña no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>El famoso escritor fue también un escéptico prominente, crítico con las supercherías y timos de su época.José Ramón Alonso Peña, Catedrático de Biología celular. Neurobiólogo., Universidad de SalamancaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1447732020-08-19T19:00:06Z2020-08-19T19:00:06ZLa tentación de Newton ante las manifestaciones de la conspiración<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/353708/original/file-20200819-42893-6tlg7w.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=17%2C0%2C5973%2C3997&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">Aspecto de la manifestación celebrada en Madrid el 16 de agosto de 2020 contra la obligatoriedad del uso de mascarillas, entre otros asuntos.</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/madridspain-20200816-protest-rally-man-stages-1797303331">Shutterstock / Fotokalua</a></span></figcaption></figure><p>Existe una historia sobre Isaac Newton que siempre ha llamado mi atención. Muy probablemente sea apócrifa, pero ilustra perfectamente cómo se veía a los científicos en el siglo XVIII. En su casa, el científico fue abordado por una señora que había perdido su bolso. El bolso contenía objetos importantes y la mujer le pidió angustiada que le dijese dónde estaba. Evidentemente, Newton se negó, no podía ayudarla. Tras catorce insistentes visitas, el científico se puso una túnica, marcó un círculo con tiza a su alrededor y dijo: Abracadabra. Ve a la fachada del Hospital Greenwich. Allí veo a un duende agachado con tu bolso.</p>
<p>No puedo por menos que sonreír imaginando al científico perplejo ante la incomprensión de algunos de sus vecinos sobre el funcionamiento y alcance de su trabajo. Pero también me pregunto cómo continuaría la historia al saberse estos ridiculizados por el maestro ante sus demandas imposibles.</p>
<p>En estas semanas corren ríos de tinta sobre algunas manifestaciones que contradicen el consenso científico. Antes que nada, recomendaría consultar el trabajo que desde finales de los años 1980 realiza el <a href="https://fes-sociologia.com/comite/Sociolog%C3%ADa-del-Conocimiento">Comité de Investigación de Sociología del Conocimiento, de la Ciencia y la Tecnología</a> de la Federación Española de Sociología (la sociedad científica que agrupa a la sociología española), así como desde la psicología social y la opinión pública, para comprender las dinámicas de la confianza social en la ciencia y las instituciones científicas.</p>
<p>¿Qué nos dice la evidencia sobre los movimientos contra el consenso científico?</p>
<h2>El error de meterlo todo en el mismo saco</h2>
<p>Primera evidencia: estos movimientos no son homogéneos. Lejos de eso, entre la población existe un amplio espectro de confianza hacia el consenso tecnocientífico y, además, con diferentes puntos de tensión. Es decir, algunas personas desconfían profundamente de la capacidad de controlar la energía nuclear, mientras que confían en las vacunas infantiles recomendadas por las instituciones sanitarias.</p>
<p>En el caso de la confianza en las recomendaciones sanitarias contra el coronavirus, primera sugerencia: tener en cuenta este continuo de actitudes (positivas, ambivalentes y negativas). Dicho de otra manera: no tratar las actitudes críticas como si fueran un bloque. No lo son; se trata de una amalgama de personas, algunas con posiciones infranqueables, otras con planteamientos más ambiguos, con una gran diversidad de inquietudes.</p>
<p>Como dice Dan Kahan en su interesante <a href="https://science.sciencemag.org/content/342/6154/53">artículo en</a> <em>Science</em>, tratarlos de manera uniforme puede tener efectos contraproducentes. También en España, <a href="https://icono.fecyt.es/informes-y-publicaciones/percepcion-social-de-la-ciencia-y-la-tecnologia-en-espana">diversos estudios</a> muestran cómo la mayor parte de la ciudadanía expresa actitudes ambivalentes hacia la ciencia y la tecnología, alejadas de la antigua dicotomía “todo es beneficioso”, “nada lo es”.</p>
<figure class="align-center ">
<img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/353698/original/file-20200819-25336-1x4myeh.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/353698/original/file-20200819-25336-1x4myeh.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=400&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/353698/original/file-20200819-25336-1x4myeh.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=400&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/353698/original/file-20200819-25336-1x4myeh.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=400&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/353698/original/file-20200819-25336-1x4myeh.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=503&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/353698/original/file-20200819-25336-1x4myeh.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=503&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/353698/original/file-20200819-25336-1x4myeh.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=503&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px">
<figcaption>
<span class="caption"></span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://unsplash.com/photos/Vk-cI6lslTc">Unsplash/Markus Spiske</a>, <a class="license" href="http://creativecommons.org/licenses/by/4.0/">CC BY</a></span>
</figcaption>
</figure>
<h2>La responsabilidad de los referentes en los que confiamos</h2>
<p>Segunda evidencia: cuando analizamos realidades con aspectos científicos complejos (como un nuevo coronavirus que irrumpe de repente en nuestras vidas) la gran mayoría de las personas no puede dedicar el tiempo y la energía necesarios a comprender por ellas mismas todas las cuestiones en juego. No podemos estudiar microbiología, epidemiología, neumología, virología durante meses para poder llegar a tener una opinión sobre lo que sucede.</p>
<p>¿Cómo hacemos? Usamos atajos, normalmente mediados por la confianza que nos proporcionan algunas instituciones o personas. Por ello es tan importante cuidar la confianza cuando abordamos la comunicación de una crisis sanitaria como la que vivimos. Volveré sobre esto.</p>
<p>Así, las declaraciones de referentes sociales y políticos tienen mucha importancia. Un experimento de mi colega <a href="https://researchers.uq.edu.au/researcher/375">Matthew Hornsey</a> muestra cómo los votantes republicanos son más propensos a <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S0022103119302628">rechazar la vacunación si llegan a leer tuits antivacunas de Donald Trump</a> (en el que tienen una confianza política).</p>
<p>¿Hizo el presidente Trump ese curso de microbiología que no pudimos hacer? No. Pero su posicionamiento sobre temas complejos y controvertidos funciona de atajo para cientos de miles de personas. Por ello es tan importante la responsabilidad de los referentes políticos, sociales y culturales a la hora de pronunciarse sobre este tipo de cuestiones complejas. Si no pueden hacer ese curso de microbiología, deberían dirigir sus opiniones hacia las personas expertas.</p>
<p>Pero también existen incentivos para que algunos agentes sociales no actúen de manera responsable. Esta capacidad de ser atajos para cuestiones complejas y controvertidas está siendo utilizada por algunas agrupaciones políticas extremas en diversos países para canalizar la desconfianza y las inquietudes sobre la evolución de la pandemia. Estos incentivos deberían ser compensados por costes legales específicamente definidos para reducir este uso irresponsable de la influencia política hacia cuestiones de sanidad pública.</p>
<p>También es crucial la confianza que tengamos en el funcionamiento de nuestras instituciones sanitarias. Esa confianza influirá fuertemente, por ejemplo, en nuestras <a href="https://www.sciencedirect.com/science/article/pii/S0277953620302380?via%3Dihub">actitudes hacia la vacunación</a>. </p>
<h2>El razonamiento motivado</h2>
<p>Una tercera evidencia que me parece muy pertinente para entender las manifestaciones recientes contra el uso de la mascarilla o las futuras vacunas es la que muestra mecanismos de razonamiento motivado o cognición protectora de la identidad.</p>
<p>A menudo, las personas operamos más como abogados cognitivos que como científicos cognitivos: en lugar de sopesar la información de una manera abierta, atendemos, criticamos y recordamos información de manera selectiva, de un modo que refuerza nuestras conclusiones previas. Grupos más afectados por las medidas contra el coronavirus, que ven peligrar en mayor medida su forma de vida o valores, tenderán a activar en mayor medida mecanismos de razonamiento motivado.</p>
<p>Y, todavía más interesante. Una investigación pendiente de publicación que hemos realizado en 2019 en España (con <a href="https://scholar.google.es/citations?hl=es&user=ypKGZg4AAAAJ&view_op=list_works&sortby=pubdate">Celia Díaz</a> y <a href="https://scholar.google.com.au/citations?hl=en&user=TDA9gz4AAAAJ&view_op=list_works&sortby=pubdate">Matthew Hornsey</a>) muestra que las personas con estudios superiores serían más proclives a activar este tipo de mecanismos en su <a href="https://www.researchgate.net/publication/339043594_Los_factores_que_influyen_en_la_reticencia_a_la_vacunacion_en_Espana">reticencia a la vacunación</a>, ya que disponen de más recursos para proteger cognitivamente su visión del mundo. Esto ayudaría a explicar la mayor presencia (con respecto al total de la población) de personas con niveles avanzados de estudios o con profesiones más expuestas por las medidas contra el coronavirus (autónomos, sector cultural, etc.).</p>
<p>Este mecanismo de razonamiento motivado también ayudaría a explicar por qué algunas personas reticentes con las vacunas pasan una cantidad de tiempo considerable <a href="https://www.agenciasinc.es/Noticias/El-peligro-oculto-del-Dr.-Google-asi-se-generan-bulos-sobre-salud-a-partir-de-informacion-veraz">buscando información en internet sobre las vacunas</a> y, aun así, llegan a conclusiones alejadas del consenso científico. Y también por qué algunas campañas de vacunación que se han basado en presentar información científica o refutar mitos sobre las vacunas han logrado un éxito moderado e incluso algunas campañas particulares han llegado a tener efectos negativos (efecto <em>boomerang</em>).</p>
<h2>El miedo y la necesidad de comprender</h2>
<p>Por último, <a href="https://www.agenciasinc.es/Reportajes/Epidemia-de-desinformacion-el-miedo-nos-debilita-frente-a-los-bulos">el miedo</a>. La situación que hemos vivido estos últimos meses <a href="https://www.agenciasinc.es/Reportajes/El-miedo-y-la-preocupacion-tambien-son-importantes-en-la-lucha-contra-la-COVID">no tiene precedentes</a> en nuestro tiempo de vida. Imagínese que, en esta circunstancia excepcional, siente que no puede confiar en los líderes políticos. Siente desconfianza hasta el punto que cree que no buscan proteger su salud. También desconfía de las farmacéuticas. Y de los médicos, porque cree que están al servicio de estas. No puede salir a la calle sin ‘saber’ lo que está pasando. Necesita una explicación coherente con su forma de ver el mundo.</p>
<p>Aquí entran en juego diversas <a href="https://www.agenciasinc.es/Reportajes/No-hay-desescalada-para-las-teorias-conspirativas">teorías de la conspiración</a> en torno al origen y la naturaleza del coronavirus. Para algunas personas, estas teorías cubren una necesidad urgente en un momento en que su vida está dando un vuelco: comprender. Porque si comprendo (o creo comprender) tengo la sensación de tener un mayor control sobre la situación.</p>
<p>El periodismo científico vive un momento crucial en todo el mundo, ya que puede influir de manera significativa en cómo evoluciona ese rango amplio de actitudes ambivalentes hacia la ciencia y la tecnología en este contexto de crisis sanitaria. Y sabemos que estas actitudes influirán en los comportamientos futuros.</p>
<p>Muchas personas quieren saber dónde está la solución y la quieren ya. Además, <a href="https://www.agenciasinc.es/Reportajes/El-coronavirus-baja-a-la-ciencia-de-su-pedestal-habra-una-crisis-de-confianza">desconfían ante el hecho de que la ciencia no sea monolítica</a>, que no todos los científicos den la misma contestación, que haya médicos que den explicaciones discordantes con el consenso mayoritario de la ciencia. También desconfían de que, en contextos de incertidumbre, haya medidas que posteriormente se corrijan o que puedan resultar contradictorias con otras. A pesar de que algunos ciudadanos insistan catorce veces, como a Newton, creo que la comunicación de la ciencia debe ser fiel a sus límites, evitando darles lo que reclaman: respuestas para todo, monolíticas, infalibles.</p>
<h2>Redes sociales que polarizan mensajes</h2>
<p>En las redes sociales veo cómo crece el ruido, la simplificación, la polarización social. El conflicto no necesariamente es negativo. Sin embargo, enfrentarnos contra quienes desconfían del consenso científico llevará a la polarización. Y en esta crisis, la polarización social promete pocos beneficios y, en cambio, mucho que perder.</p>
<p>Algunas reacciones duras contra las manifestaciones recientes me preocupan, aunque pueda entender las emociones que las motivan. Primero, porque numerosos estudios muestran que ridiculizar a estas personas es contraproducente. Sugiero revisar las recomendaciones de UNESCO (basadas en evidencia científica) sobre <a href="https://es.unesco.org/news/nuevos-recursos-combatir-teorias-conspiracion-pandemia-covid-19">cómo comunicarse con personas que creen firmemente en teorías de la conspiración</a>.</p>
<p>Segundo, porque el endurecimiento de las posiciones puede provocar enfrentamientos (no solo verbales) entre grupos de personas que ven al otro como el enemigo. Me sorprendió recientemente un tuit de un diputado, señalando a los manifestantes como “enemigos del pueblo”. Si empezamos a vernos como enemigos difícilmente podremos colaborar en un reto en el que nos necesitamos mutuamente.</p>
<p>La tentación de ridiculizar a quien no confía en el consenso científico puede llevarnos a una disminución de la confianza social. Sin confianza, no hay colaboración. Sin colaboración, no podemos parar la pandemia. En esta situación, creo que Newton respiraría por decimoquinta vez y, sin caer en la ridiculización, trataría de entender la desesperación de su vecina. Porque la necesita.</p>
<hr>
<p><em><a href="https://www.agenciasinc.es/Opinion/La-tentacion-de-Newton-ante-las-manifestaciones-de-la-conspiracion">Artículo publicado originalmente</a> en <a href="https://www.agenciasinc.es/">Sinc</a>.</em></p>
<hr><img src="https://counter.theconversation.com/content/144773/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Josep Lobera no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>Ridiculizar a quien no confía en el consenso científico puede llevarnos a una disminución de la confianza social. Sin confianza, no hay colaboración. Sin colaboración, no podemos parar la pandemia.Josep Lobera, Profesor de Sociología, Universidad Autónoma de MadridLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1438502020-08-06T19:47:11Z2020-08-06T19:47:11Z¿Cuánto pesa el alma humana?<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/351085/original/file-20200804-22-1h3ecm9.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C0%2C5615%2C3741&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://unsplash.com/photos/r6_xcsNg0kw">Unsplash/Sharon McCutcheon</a>, <a class="license" href="http://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0/">CC BY-SA</a></span></figcaption></figure><p>En las postrimerías del siglo XIX, los Estados Unidos se habían convertido en uno de los paraísos <a href="https://www.arthur-conan-doyle.com/index.php/The_History_of_Spiritualism">del espiritismo y los médiums</a>. Desde que en 1847 se hiciera público el caso de las <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Hermanas_Fox">hermanas Fox</a>, quienes aseguraron haber presenciado fenómenos paranormales, cobró fuerza la posibilidad de contactar con los difuntos.</p>
<p>El movimiento cuajó en Francia con el pedagogo Allan Kardec, quien se interesó por estas cuestiones en 1855. En su <a href="http://www.kardec.com/El-libro-de-los-Espiritus.pdf"><em>Libro de los espíritus</em> (1857)</a>] sistematizó el espiritismo contemporáneo. Numerosos científicos, algunos de gran reputación, reforzaron la alternativa en la que trataron de convertirse los movimientos espiritista y teosófico, en plena emergencia del positivismo y el materialismo. </p>
<p>Poco importó que los estudios no fueran concluyentes, destaparan un fraude, o pusieran en duda la fenomenología estudiada. Bastaba la opinión favorable de un solo experto reputado para impulsar la histeria colectiva del movimiento espiritista, hasta el punto de que la crítica fortalecía el fenómeno por efecto de contraste. Así ocurrió con el químico William Crookes, quien reconoció como auténticos muchos casos célebres de mediumnismo tras someterlos a “riguroso” estudio.</p>
<figure class="align-center ">
<img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/351043/original/file-20200804-14-wjopip.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/351043/original/file-20200804-14-wjopip.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=314&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/351043/original/file-20200804-14-wjopip.png?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=314&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/351043/original/file-20200804-14-wjopip.png?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=314&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/351043/original/file-20200804-14-wjopip.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=394&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/351043/original/file-20200804-14-wjopip.png?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=394&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/351043/original/file-20200804-14-wjopip.png?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=394&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px">
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<span class="caption">Las hermanas Fox.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://en.wikipedia.org/wiki/Fox_sisters#/media/File:Fox_sisters_mediums.png">William Britten: Lovell & Co, 1884.</a></span>
</figcaption>
</figure>
<p>Tampoco importó que, en 1888, Margaret Fox <a href="http://www.psupress.org/books/titles/978-0-271-07104-6.html">confesara a la prensa el fraude urdido con sus hermanas</a>. Ni tan siquiera que otros investigadores tuvieran bastante mejor ojo que Crookes, quien era miope y no se puso gafas hasta la década de 1890. </p>
<p>La presencia de figuras científicas relevantes, integradas activamente en asociaciones dedicadas al estudio de fenómenos paranormales, ayudó a su popularización. Fue el caso de William James, padre de la psicología estadounidense. El juego favorito para aderezar los aburridos salones de té de las clases altas eran las sesiones de espiritismo. </p>
<p>La extravagante mezcla de espiritismo y ciencia generó una sinergia perfecta, que no solo garantizaba la supervivencia del primero, sino también su ingreso por derecho propio en el seno de la cultura popular contemporánea.</p>
<h2>Los 21 gramos del alma</h2>
<p>En 1907, los rotativos <em>Boston Sunday Post</em> y <em>The New York Times</em> sorprendieron con la noticia de que Duncan MacDougall, un desconocido médico de Haverhill, Massachussetts, habría “demostrado” que el alma humana pesaba alrededor de 21 gramos.</p>
<figure class="align-left ">
<img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/351050/original/file-20200804-14-io540q.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=237&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/351050/original/file-20200804-14-io540q.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=737&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/351050/original/file-20200804-14-io540q.png?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=737&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/351050/original/file-20200804-14-io540q.png?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=737&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/351050/original/file-20200804-14-io540q.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=926&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/351050/original/file-20200804-14-io540q.png?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=926&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/351050/original/file-20200804-14-io540q.png?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=926&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px">
<figcaption>
<span class="caption">Duncan MacDougall.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/7/70/Duncan_MacDougall_physician.png">Boston Sunday Post. 23 July, 1911.</a></span>
</figcaption>
</figure>
<p>MacDougall partía de la hipótesis de que el alma humana <a href="https://www.deltapublicaciones.com/catalogo.php?ids=71&pub=587">debería poseer algún rastro físico</a>, pues carecería de sentido que, si algo existe, no pudiera medirse. Ideó un original procedimiento experimental para adentrarse en la cuestión: localizó a seis pacientes desahuciados cuya muerte era inminente. Estos reunían la condición de fallecer agónicamente en sus camas, lo que le permitiría estar presente durante los óbitos y establecer los pertinentes controles. </p>
<p>En la cercanía del óbito, McDougall depositaba las camas sobre una báscula de precisión, cuyo margen de error no superaba los 5,6 gramos. Al mismo tiempo, como presumía que el alma era un elemento esencial de la especie humana que no debería estar presente en otras especies, decidió emplear perros como control, a los que previamente hubo de envenenar.</p>
<figure class="align-right ">
<img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/351051/original/file-20200804-24-u9lg7.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=237&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/351051/original/file-20200804-24-u9lg7.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=1019&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/351051/original/file-20200804-24-u9lg7.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=1019&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/351051/original/file-20200804-24-u9lg7.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=1019&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/351051/original/file-20200804-24-u9lg7.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=1280&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/351051/original/file-20200804-24-u9lg7.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=1280&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/351051/original/file-20200804-24-u9lg7.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=1280&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px">
<figcaption>
<span class="caption">Artículo publicado en 1907 en el que se explicaba el ‘experimento’ de Macdougall.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/4/49/Nytimage001.jpg">The New York Times. March 11, 1907.</a></span>
</figcaption>
</figure>
<p>Los resultados no fueron claros, pues ni todos los pacientes perdieron peso al morir –los datos de dos de ellos fueron desechados-, y aquellos que registraron alguna clase de pérdida, no aportaron cantidades homogéneas. Además, solo uno de los sujetos experimentales perdió peso justo en el momento del óbito, tal y como se esperaba. </p>
<p>Los perros, por su parte, no experimentaron cambios, lo cual corroboraba la tesis de que “los animales no tienen alma”. En cualquier caso, el médico no se desanimó. Superada la primicia periodística reevaluó sus cálculos y se decidió a publicar los resultados: primero en una revista especializada en investigación parapsicológica y, paralelamente, en <em>American Medicine</em>.</p>
<p>El trabajo de MacDougall recibió muchas respuestas airadas que no solo cuestionaron sus métodos y resultados, sino también la teoría de partida. Los argumentos en contra de MacDougall resultaban abrumadores: confusión ontológica entre física y metafísica, selección de la muestra anecdótica, control de resultados inconsistente. También errores de apreciación médicos inaceptables: en aquellos momentos resultaba complejo determinar con exactitud el momento exacto de la muerte y, además, los perros carecen de glándulas sudoríparas, lo cual podría explicar que no perdieran peso durante la agonía.</p>
<p>MacDougall no se arredró en su búsqueda. En 1911, de nuevo en <em>The New York Times</em> y poco antes de desaparecer de la vida pública, se reafirmó en sus ideas, a la par que, irónicamente, expresó sus dudas acerca de la posibilidad de que el alma pudiera ser fotografiada mediante rayos-X, como defendía la competencia. </p>
<figure>
<iframe width="440" height="260" src="https://www.youtube.com/embed/Sjc4AN7vTIY?wmode=transparent&start=0" frameborder="0" allowfullscreen=""></iframe>
</figure>
<p>Tampoco se ha intentado replicar sus resultados, pero la teoría de los 21 gramos, el supuesto “peso del alma”, aún sobrevive en el imaginario colectivo. Nadie recuerda los nombres de Clarke ni O’Malley, pero muchos han oído hablar del experimento del médico que “pesó las almas”. Se trata de una idea tan arraigada en la cultura popular que incluso ha encabezado producciones cinematográficas de éxito, como la dirigida por el oscarizado Alejandro González Iñarritu. Los bulos tienen un recorrido muy largo.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/143850/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.</span></em></p>Durante el siglo XIX el espiritismo y los médiums se pusieron de moda. Tanto, que el movimiento atrajo a científicos e investigadores que trataron de dar una pátina de credibilidad a estos fenómenos.Francisco Pérez Fernández, Profesor de Psicología Criminal, Antropología y Sociología Criminal / Investigador., Universidad Camilo José CelaFrancisco López-Muñoz, Profesor Titular de Farmacología y Vicerrector de Investigación y Ciencia de la Universidad Camilo José Cela, Universidad Camilo José CelaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1408332020-06-16T09:50:02Z2020-06-16T09:50:02ZUna interpretación diabólica del origen de las vacunas<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/342109/original/file-20200616-23235-1nztk0u.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=12%2C12%2C4077%2C3255&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">Escolares en fila para ser vacunados en un centro de salud infantil en la ciudad de Nueva York en 1944.</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.loc.gov/item/2006692264/">Library of Congress / United States Office Of War Information</a></span></figcaption></figure><p>Que las vacunas constituyen la intervención médica más exitosa frente a las enfermedades infecciosas es un hecho innegable, <a href="https://theconversation.com/antivacunas-dos-siglos-negando-la-evidencia-cientifica-102428">pese a pronunciamientos estrambóticos</a>. Las vacunas han salvado, y salvan, millones de vidas. </p>
<p>Muchas veces esto se nos olvida porque, por suerte, no asistimos a diario a la muerte y penuria que acarreaban las enfermedades infecciosas que asolaban el mundo hasta el desarrollo de las vacunas. </p>
<p>Curiosamente, esta fortaleza constituye una de sus debilidades hoy en día. Ante la ausencia de un peligro real inminente, muchos no ven la urgencia de vacunar a sus hijos. Esto pone en peligro su vida y la del resto de personas que no hayan podido vacunarse.</p>
<p>La deseada vacuna frente al SARS-CoV-2 no se ha salvado de pintorescos pronunciamientos en su contra. Antonio Cañizares, arzobispo de Valencia, asegura que la vacuna “<a href="https://www.efe.com/efe/comunitat-valenciana/sociedad/canizares-dice-que-una-vacuna-contra-el-coronavirus-se-fabrica-con-fetos-abortados/50000880-4271832">se fabrica a base de células de fetos abortados</a>”, lo cual califica de “inhumano y cruel”. </p>
<p>Cualquiera que oiga estas declaraciones imaginará una fábrica por la que entran fetos humanos a una especie de licuadora y de la que sale un líquido destilado que nos protege frente al virus. Es evidente que esto no es así. Entonces, ¿de dónde procede esa afirmación?</p>
<figure class="align-center ">
<img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/342121/original/file-20200616-23235-1lqiz2i.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/342121/original/file-20200616-23235-1lqiz2i.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=390&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/342121/original/file-20200616-23235-1lqiz2i.png?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=390&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/342121/original/file-20200616-23235-1lqiz2i.png?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=390&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/342121/original/file-20200616-23235-1lqiz2i.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=490&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/342121/original/file-20200616-23235-1lqiz2i.png?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=490&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/342121/original/file-20200616-23235-1lqiz2i.png?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=490&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px">
<figcaption>
<span class="caption">Vecinos de Columbus, Georgia (EE. UU.), esperando a ser vacunados contra la poliomielitis durante los primeros días del Programa Nacional de Inmunización contra la Poliomielitis, en 1961.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Polio_immunization_days_PHIL_2445.png">Wikimedia Commons / CDC / Charles N. Farmer</a></span>
</figcaption>
</figure>
<p>A mediados del siglo pasado vimos vacunas contra enfermedades que asolaban a la humanidad como la polio, el sarampión, la rubeola y la rabia. Fue la gran época del desarrollo de estos fármacos.</p>
<p>Estas vacunas se producían mediante la infección de células en cultivo de laboratorio para permitir que los virus se multiplicasen. Más tarde se inactivaban para producir <em>vacunas inactivadas</em>, o bien se cultivaban en condiciones que facilitaban la pérdida de virulencia para generar <em>vacunas de virus atenuados</em>. </p>
<p>Para poder realizar estas preparaciones de virus se necesitaban cultivos celulares seguros y bien definidos, lo que para la época constituía un reto. Era habitual utilizar células derivadas de monos, lo que suponía el riesgo de arrastrar como contaminante virus de estos animales. Es lo que ocurrió con el papovirus SV-40 en algunas preparaciones de vacuna frente a polio. </p>
<p>Existía también el temor a usar células humanas derivadas de tumores, puesto que las bases del origen del cáncer no estaban claras. La posibilidad de que la enfermedad se transmitiese como un agente infeccioso suponía un enorme riesgo.</p>
<figure class="align-right zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/342100/original/file-20200616-23221-1qp6712.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/342100/original/file-20200616-23221-1qp6712.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=237&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/342100/original/file-20200616-23221-1qp6712.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=778&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/342100/original/file-20200616-23221-1qp6712.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=778&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/342100/original/file-20200616-23221-1qp6712.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=778&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/342100/original/file-20200616-23221-1qp6712.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=978&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/342100/original/file-20200616-23221-1qp6712.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=978&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/342100/original/file-20200616-23221-1qp6712.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=978&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="caption">Hayflick en el laboratorio en los años 60.</span>
<span class="attribution"><span class="source">Archivos de la Universidad de Pennsylvania</span></span>
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<p>En este contexto, el Instituto Wistar de Filadelfia (EE UU), uno de los más activos en el desarrollo de vacunas, decidió contratar a un joven científico local, Leonard “Len” Hayflick, para encargarse de los cultivos celulares que debían servir a los científicos para generar sus vacunas. </p>
<p>Hayflick razonó que el sistema más seguro y definido para generar vacunas debía consistir en un cultivo de células primarias (obtenidas directamente del organismo), no expuesto a infecciones ni a procesos tumorales. Utilizar tejido procedente de fetos sanos abortados le pareció la opción más acertada. </p>
<p>Durante sus primeros intentos consiguió establecer diversas líneas de fibroblastos fetales que numeró WI-1 hasta WI-25 (por <em>Wistar Institute</em> y el número sucesivo de intento). </p>
<p>Hayflick recibía en su laboratorio tejido fetal procedente de abortos practicados por motivos médicos en un hospital cercano. Lo llevaba junto a un mechero Bunsen y, armado de bisturíes y solución de tripsina, lo troceaba y disgregaba hasta obtener una suspensión de células individualizadas. </p>
<p>Estas células se adherían a las placas de cultivo, se adaptaban a crecer con los medios nutritivos que se añadían y se dividían con robustez y profusión. Cada cierto tiempo su número se doblaba. Hayflick anotaba con perseverancia cuántas células sembraba en las placas, el número que obtenía y el tiempo que habían necesitado las células para llenar la placa. </p>
<p>De este modo observó que las células primarias procedentes de un tejido humano sano poseen un periodo “fértil” limitado durante el cual son capaces de dividirse. Sin embargo, tras unas cincuenta las células cesaban su proliferación. Pese a permanecer metabólicamente activas, eran incapaces de volver a dividirse. </p>
<p>Esta observación, contraria al dogma de la época que establecía que las células eran inmortales, supuso el inicio del área de investigación en envejecimiento celular.</p>
<p>Las células que Hayflick había obtenido eran infectables por muchos virus y podían ser congeladas y descongeladas sin perder viabilidad. Esto permitía usarlas para crecer virus y producir vacunas. Por ello, decidió generar una línea celular nueva que expandiría hasta obtener un número elevado de células que poder destinar a ese propósito.</p>
<p>En junio de 1962, Sven Gard, director del departamento de Virología del Instituto Karolinska de Suecia, contactó con Hayflick para ofrecerle tejido procedente de un feto abortado legalmente en un hospital sueco.</p>
<figure class="align-right zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/342105/original/file-20200616-23217-1y0iwt9.gif?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/342105/original/file-20200616-23217-1y0iwt9.gif?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=237&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/342105/original/file-20200616-23217-1y0iwt9.gif?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=334&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/342105/original/file-20200616-23217-1y0iwt9.gif?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=334&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/342105/original/file-20200616-23217-1y0iwt9.gif?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=334&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/342105/original/file-20200616-23217-1y0iwt9.gif?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=420&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/342105/original/file-20200616-23217-1y0iwt9.gif?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=420&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/342105/original/file-20200616-23217-1y0iwt9.gif?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=420&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="caption">Células WI-38 (izquierda: en alta densidad, derecha: en baja densidad). Por Yuanyuan Li y Trygve O. Tollefsbol-</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://commons.wikimedia.org/wiki/File:WI-38-Li-and-Tollefsbol-2011.gif">Wikimedia Commons / PLoS One, 2011</a>, <a class="license" href="http://creativecommons.org/licenses/by/4.0/">CC BY</a></span>
</figcaption>
</figure>
<p>Los pulmones de ese feto, envueltos en gasas humedecidas, viajaron hasta Filadelfia en avión, en donde fueron recibidos por Hayflick. Trabajando del modo que ya conocía, comenzó el cultivo de fibroblastos. Multiplicó las células durante semanas hasta alcanzar, tras 9 duplicaciones, cientos de recipientes llenos de células. Con la ayuda de varios técnicos y tras una sesión maratoniana, las células fueron recogidas, distribuidas en cientos de viales y congeladas. </p>
<p>Así se creó la línea WI-38.</p>
<figure class="align-left zoomable">
<a href="https://images.theconversation.com/files/342117/original/file-20200616-23247-166hkk.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/342117/original/file-20200616-23247-166hkk.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=237&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/342117/original/file-20200616-23247-166hkk.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=492&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/342117/original/file-20200616-23247-166hkk.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=492&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/342117/original/file-20200616-23247-166hkk.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=492&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/342117/original/file-20200616-23247-166hkk.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=618&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/342117/original/file-20200616-23247-166hkk.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=618&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/342117/original/file-20200616-23247-166hkk.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=618&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="caption">Viales originales de las WI-38 que Hayflick congeló en 1962. (Foto: Leonard Hayflick).</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://www.nature.com/news/medical-research-cell-division-1.13273">Nature</a></span>
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</figure>
<p>Estas células fueron usadas en el propio Instituto Wistar por Hilary Koprowsky, pionero del desarrollo de la vacuna contra la polio, y Stanley Plotkin, fundamental en la vacuna de la rubéola. </p>
<p>Además, Hayflick se dedicó activamente a promocionar sus WI-38. Para ello envió viales a todos los laboratorios interesados para buscar apoyo y reconocimiento, así como para favorecer el desarrollo de nuevas vacunas.</p>
<p>Cientos de investigadores y varias farmacéuticas dieron buen uso a las WI-38. Esto permitió descubrir multitud de procesos biológicos, pero también desarrollar vacunas contra la rubéola, el sarampión,la rabia y la polio.</p>
<p>Sin duda, podemos afirmar que las WI-38 han permitido salvar cientos de millones de vidas humanas a lo largo ya de más de medio siglo.</p>
<p>Las WI-38 no son las únicas células humanas primarias derivadas de fetos humanos que han sido usadas. Las MRC-5, obtenidas en 1966 por científicos británicos, permitieron generar vacunas para la varicela, la polio y la famosa triple vírica (contra sarampión, rubeola y paperas).</p>
<p>En cualquier caso, el Vaticano ya se pronunció a favor del uso de vacunas producidas en estas células a través de <a href="https://www.immunize.org/talking-about-vaccines/vaticandocument.htm">un escrito del entonces obispo Elio Sgreccia</a>, presidente de la Academia Pontificia para la Vida.</p>
<p>Confío en que, tras este breve paseo histórico, los lectores comprendan que la afirmación del arzobispo Cañizares desvirtúa la realidad. Afirmar, además, que “primero se mata [al feto] y después se le manipula [para generar la vacuna]” es una tergiversación de la verdad que podríamos calificar de diabólica.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/140833/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Manuel Collado Rodríguez no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>Las palabras del arzobispo de Valencia tergiversan una realidad que ha salvado cientos de millones de vidas.Manuel Collado Rodríguez, Investigador Miguel Servet II, director del laboratorio de investigación en Células Madre en Cáncer y Envejecimiento, SERGAS Servizo Galego de SaúdeLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1328922020-03-12T20:40:04Z2020-03-12T20:40:04ZViernes 13: Por qué somos supersticiosos (la explicación neurocientífica)<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/318301/original/file-20200303-66052-1c1h2gq.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=390%2C197%2C2276%2C1369&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/close-black-cat-yellow-eyes-on-1399694645"> Benny Marty / Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>Hay fenómenos que parecen no tener explicación. No me refiero a sucesos de los denominados “paranormales”, que jamás han sido demostrados por la ciencia. Hablo de situaciones más cotidianas, como el hecho de que muchos hoteles carezcan de planta número 13 y que en las demás plantas resulta imposible hallar la habitación número 13. O que en la mayor parte de los aviones la numeración de las hileras de asientos salte de la 12 a la 14. Lo mismo que en las habitaciones de los hospitales. ¿Quizás la persona que los numeró se despistó? Ni mucho menos. La respuesta, como suele suceder, es mucho más sencilla: se trata de una superstición. Como el viernes 13, que para los anglosajones es día de mala suerte.</p>
<p>Según algunas encuestas, el 25% de la población occidental se considera a sí misma supersticiosa. Pero posiblemente se queden cortos. Porque, ¿cuántos de nosotros cruzamos los dedos o tocamos madera de forma casi instintiva cuando deseamos tener buena suerte? Somos muchos los que evitamos cruzar por debajo de una escalera, cortar el camino seguido por un gato negro o tomar decisiones importantes en viernes o en martes. Y nos llevamos las manos a la cabeza si se nos rompe un espejo.</p>
<h2>Contrario a la razón</h2>
<p>Visto así, podría decirse que todos somos supersticiosos hasta cierto grado. La pregunta es, ¿por qué? ¿Se puede encontrar alguna explicación desde la neurociencia?</p>
<p>Si consultamos el diccionario, una superstición es una creencia contraria a la razón que atribuye una explicación mágica a la generación de los fenómenos, procesos y sus relaciones, sin ningún tipo de prueba científica. Generalmente también significa creer en fuerzas sobrenaturales, como el destino, el deseo de influir en factores impredecibles y la necesidad de resolver las incertidumbres. Algunas definiciones, sin embargo, excluyen las creencias religiosas, que aunque no son científicamente demostrables tampoco constituirían supersticiones.</p>
<p>Diversos trabajos realizados desde la psicología indican que tenemos tendencia a vincular de forma irreflexiva sucesos concurrentes. Aunque no exista ninguna relación de causa y efecto entre ellos más allá de la simple casualidad (que no causalidad). Y este comportamiento <a href="https://royalsocietypublishing.org/doi/full/10.1098/rspb.2008.0981">se ha visto favorecido por la selección natural</a>.</p>
<p>Un ejemplo de esto sería la noción de que los amuletos promueven la buena suerte o protegen de la mala suerte. Solo con que en un par de ocasiones que llevamos un objeto determinado encima se hayan cumplido nuestras expectativas ante un determinado asunto será suficiente para que el cerebro, de forma preconsciente, lo vincule al amuleto. Y, a partir de la <a href="https://www.semanticscholar.org/paper/The-experience-of-coincidence-%3A-an-integrated-and-Elk-Landsman/d757009063eda96dee8f1006c37d9aca0562ff3d">coincidencia</a>, se gesta una superstición. </p>
<h2>No distinguimos causalidad y casualidad</h2>
<p>Esta es, de hecho, una de las funciones básicas del cerebro: establecer relaciones entre sucesos que nos permitan anticipar el futuro, sin tener en cuenta si es un efecto de causalidad o una simple casualidad.</p>
<p>Por otro lado, desde la psicología se ha comprobado que participar en comportamientos supersticiosos proporciona una sensación de control, promueve una actitud mental positiva y reduce la ansiedad. Eso explica por qué los niveles de superstición aumentan en momentos históricos o sociales de estrés y angustia, como podría ser el caso de las crisis económica o políticas. Pero también en tiempos de guerras y conflictos. </p>
<p>A nivel cerebral, sabemos que la adquisición de creencias supersticiosas se relaciona con la cantidad de dopamina y la eficiencia de su función. Este neurotransmisor se encarga de reforzarnos positivamente ante cualquier esfuerzo que debamos hacer. </p>
<p>Además, es el mensajero de la motivación y con el optimismo. Cuanta más dopamina fluya en nuestro cerebro, más propensos seremos a percibir patrones de correlación donde otros no ven ninguno. Esto favorece la anticipación, pero al mismo tiempo puede promocionar las supersticiones si uno no está atento a ellas. </p>
<p>Ante este viernes 13, por lo tanto, usemos la dopamina para ser optimistas y estar motivados ante nuestro futuro, pero sin caer en supersticiones.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/132892/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>David Bueno i Torrens recibe fondos de:
Ministerio de Ciencia, Investigación y Universidades
Cátedra de Neuroeducación UB-EDU1ST</span></em></p>¿Cuántos de nosotros cruzamos los dedos o tocamos madera de forma casi instintiva cuando deseamos tener buena suerte? A nivel cerebral, se relaciona con la cantidad de dopamina y su eficiencia.David Bueno i Torrens, Profesor e investigador de Genética, especializado en Neurociencia y Educación, Universitat de BarcelonaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1327432020-03-05T20:56:31Z2020-03-05T20:56:31ZEl coronavirus es un campo abonado para los ‘conspiranoicos’<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/318442/original/file-20200303-66112-1hn87up.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C0%2C2995%2C1989&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/image-vector/coronavirus-china-novel-2019ncov-people-white-1629512083">Angelina Bambina / Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>El nuevo <a href="https://theconversation.com/es/topics/covid-19-83090">coronavirus</a> no deja de expandirse a lo largo y ancho del planeta <a href="https://gisanddata.maps.arcgis.com/apps/opsdashboard/index.html#/bda7594740fd40299423467b48e9ecf6">con la confirmación constante de nuevos casos</a>. Con la misma rapidez, al menos en apariencia, se están propagando las teorías conspirativas que aseguran que varios actores poderosos preparan acciones siniestras con el virus. La investigación que hemos llevado a cabo acerca de estas ideas que envuelven a situaciones sanitarias demuestra que son, potencialmente, tan peligrosas para la sociedad como el propio brote.</p>
<p><a href="https://www.independent.co.uk/infact/coronavirus-outbreak-conspiracy-theories-fake-news-china-wuhan-vaccine-a9308321.html">Una de las elucubraciones</a> plantea la posibilidad de que el coronavirus sea un arma biológica diseñada por la CIA como estrategia bélica contra China. Otros <em>conspiranoicos</em>, por su parte, se muestran convencidos de que los Gobiernos de Reino Unido y Estados Unidos introdujeron el virus con el objetivo de recaudar dinero gracias a la vacuna que se crearía para combatirlo.</p>
<p>Aunque muchas de estas teorías están cogidas con pinzas, la creencia de que los poderes malignos traman un plan secreto está muy extendida en todas las sociedades, y a menudo hacen referencia a la salud. <a href="https://d25d2506sfb94s.cloudfront.net/cumulus_uploads/document/2c6lta5kbu/YouGov%20Cambridge%20Globalism%20Project%20-%20Conspiracy%20Theories.pdf">Una encuesta realizada por YouGov</a> en 2019 reveló que el 16 % de los españoles que respondieron a las preguntas creen que el virus del VIH fue creado y esparcido por todo el mundo por un grupo secreto. Mientras, el 27 % de los franceses y el 12 % de los británicos <a href="https://d25d2506sfb94s.cloudfront.net/cumulus_uploads/document/2c6lta5kbu/YouGov%20Cambridge%20Globalism%20Project%20-%20Conspiracy%20Theories.pdf">que se sometieron al cuestionario</a> tenían la convicción de que “se estaba ocultando de manera deliberada al público la verdad sobre los efectos nocivos de las vacunas”.</p>
<p>La proliferación de las <em>fake news</em> y de las teorías conspirativas sobre el coronavirus es tal que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha decidido crear <a href="https://www.who.int/emergencies/diseases/novel-coronavirus-2019/advice-for-public/myth-busters">un apartado en su página web</a> para desmontar los mitos que han surgido en torno al virus.</p>
<h2>Propagación de las teorías conspirativas</h2>
<p>La investigación demuestra que las teorías conspirativas tienden a surgir en <a href="https://journals.sagepub.com/doi/10.1177/1750698017701615">situaciones de crisis social</a>, como cuando tiene lugar un atentado terrorista o suceden cambios políticos repentinos o recesiones económicas. Así pues, las teorías se multiplican en períodos de <a href="https://onlinelibrary.wiley.com/doi/abs/10.1002/ejsp.1922">incertidumbre y amenaza</a> en los que buscamos el sentido a un <a href="https://journals.sagepub.com/doi/full/10.1177/0963721417718261">mundo sumido en el caos</a>, con similares circunstancias a las que se producen con los brotes víricos, lo cual explica el alcance de las teorías conspirativas en relación con el coronavirus.</p>
<p>Las circunstancias eran similares cuando tuvo lugar la epidemia del virus del Zika durante los años 2015 y 2016. Las <a href="https://www.nature.com/articles/s41599-019-0243-8">teorías conspirativas sobre el zika</a> defendían que el virus no era un suceso natural, sino un arma biológica. En los comentarios de Reddit sobre el brote <a href="https://asu.pure.elsevier.com/en/publications/conspiracy-talk-on-social-media-collective-sensemaking-during-a-p">se puede observar</a> que las conjeturas conspirativas surgieron como respuesta a la incertidumbre extrema que la población sentía en ese momento.</p>
<p>La confianza en las recomendaciones de los profesionales y las organizaciones sanitarias es primordial para el correcto tratamiento de una crisis en materia de salud. Sin embargo, los individuos que optan por otorgar crédito a las teorías conspirativas no suelen, por lo general, creer en grupos <a href="https://econtent.hogrefe.com/doi/10.1027/1864-9335/a000347">que perciben como poderosos</a>. Entre estos se incluyen los representantes políticos y las compañías farmacéuticas. Si la gente desconfía, es poco probable que siga las directrices de las autoridades sanitarias.</p>
<p>Los investigadores han demostrado que las teorías conspirativas relacionadas con emergencias médicas tienen el poder de incrementar <a href="https://journals.plos.org/plosone/article?id=10.1371/journal.pone.0089177">la desconfianza en las autoridades sanitarias</a>, lo cual puede traducirse en dificultades a la hora de que la población tome medidas para protegerse. Es menos probable que aquellos que siguen estas <a href="https://onlinelibrary.wiley.com/doi/abs/10.1111/ajps.12084">líneas de pensamiento</a> se vacunen o tomen antibióticos, mientras que hay más probabilidades de que consuman suplementos naturales o vitaminas. Además, tienden a expresar que confiarían en los consejos que les proporcionasen personas ajenas del ámbito de la salud, como sus amigos o su familia. </p>
<h2>Consecuencias graves</h2>
<p>A la luz de estos resultados, las personas que dan credibilidad a las teorías de la conspiración sobre el coronavirus son menos propensas a <a href="https://www.nhs.uk/conditions/coronavirus-covid-19/">seguir consejos sanitarios</a> como el de respetar un <a href="https://www.bbc.co.uk/news/uk-51506729">aislamiento</a> o el de lavarse las manos con frecuencia y de forma concienzuda usando jabón de manos con base de alcohol.</p>
<p>En lugar de ello, es más probable que estas personas desarrollen <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC2569474/">actitudes negativas</a> hacia las medidas de prevención, o incluso opten por <a href="https://econtent.hogrefe.com/doi/10.1027/1864-9335/a000347">peligrosos tratamientos alternativos</a>. Esto aumentaría la posibilidad de que el virus se expandiese y pondría a más gente en peligro.</p>
<p>De hecho, ya podemos comprobar cómo proliferan estos “enfoques médicos alternativos” sobre el coronavirus, algunos de los cuales son muy peligrosos. Los seguidores de la popular <a href="https://www.nbcnews.com/tech/tech-news/what-qanon-guide-conspiracy-theory-taking-hold-among-trump-supporters-n897271">Conspiración QAnon</a>, por ejemplo, sostienen que el coronavirus ha sido diseñado por lo que ellos denominan <a href="https://www.govexec.com/feature/gov-exec-deconstructing-deep-state/">“Estado profundo”</a>, y que se le puede mantener a raya <a href="https://www.buzzfeednews.com/article/ryanhatesthis/trump-supporters-coronavirus-deep-state-qanon">bebiendo lejía</a>.</p>
<p>La expansión de las teorías de la conspiración de tipo médico también pueden tener graves consecuencias para otros sectores sociales. Por ejemplo, durante la epidemia de la peste negra en Europa, <a href="https://www.nytimes.com/2009/09/01/health/01plague.html">los judíos fueron tomados como cabeza de turco</a>; las teorías de la conspiración de entonces facilitaron que se produjeran ataques violentos e incluso masacres contra comunidades judías en todo el continente. En nuestro caso, el brote del coronavirus ha dado lugar a un aumento en todo el mundo de los <a href="https://www.theguardian.com/world/2020/jan/31/spate-of-anti-chinese-incidents-in-italy-amid-coronavirus-panic">ataques racistas</a> contra personas con rasgos físicos típicos de los países de Extremo Oriente.</p>
<p>Ahora bien, es posible actuar contra estos brotes de teorías de la conspiración y detenerlos. Las investigaciones al respecto demuestran que las campañas que defienden <a href="https://onlinelibrary.wiley.com/doi/abs/10.1111/jasp.12453">argumentos contrarios</a> a los de dichas teorías pueden cosechar cierto éxito. Existen juegos como el <a href="https://www.getbadnews.com/#intro"><em>Bad News</em></a>, en el que el usuario puede adoptar el papel de productor de noticias falsas, que se ha demostrado <a href="https://www.nature.com/articles/s41599-019-0279-9">mejoran</a> la capacidad de la gente para identificar la desinformación y no caer víctima de ella.</p>
<p>Las teorías de la conspiración pueden ser muy dañinas para una sociedad. No solo influyen en las decisiones que toma la gente sobre su propia salud, sino que pueden interferir en las <a href="https://theconversation.com/conspiracy-theories-fuel-prejudice-towards-minority-groups-113508">relaciones que mantienen los distintos grupos sociales entre sí</a>, lo que puede alimentar <a href="https://www.tandfonline.com/doi/abs/10.1080/00224545.2019.1586637?journalCode=vsoc20">comportamientos hostiles</a> e <a href="https://www.oxfordscholarship.com/view/10.1093/acprof:oso/9780199351800.001.0001/acprof-9780199351800">incluso violentos</a> contra todos aquellos que son percibidos como “conspiradores”. </p>
<p>De este modo, los Gobiernos, y de forma simultánea a como luchan para impedir la expansión del coronavirus, deberían también actuar para evitar que la desinformación y las teorías conspirativas queden fuera de control. </p>
<hr>
<p><em>Artículo traducido gracias a la colaboración con <a href="https://www.fundacionlilly.com/">Fundación Lilly</a></em>.</p>
<hr><img src="https://counter.theconversation.com/content/132743/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Daniel Jolley ha recibido fondos de la Academia Británica.</span></em></p><p class="fine-print"><em><span>Pia Lamberty no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>Las teorías de la conspiración florecen en tiempos de incertidumbre y fomentan la desconfianza en las autoridades sanitarias.Daniel Jolley, Senior Lecturer in Psychology, Northumbria University, NewcastlePia Lamberty, PhD Researcher in Social and Legal Psychology, Johannes Gutenberg University of MainzLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1290912020-01-02T20:28:07Z2020-01-02T20:28:07ZPseudoterapias: entre la fe y el fraude<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/308193/original/file-20191223-11924-17rfw9c.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C0%2C5472%2C3645&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/homeopathic-echinacea-pills-on-wooden-background-472817611">Shutterstock/Bjoern Wylezich</a></span></figcaption></figure><p>La medicina es una ciencia y, como tal, se basa en evidencias, datos y pruebas. Ha dejado atrás siglos de oscurantismo, creencias e ineficacia para convertirse en una herramienta imprescindible en la mejora de la salud. </p>
<p>Los avances científicos han permitido formar a profesionales con conocimientos y recursos suficientes para curar, prevenir y mejorar la esperanza y calidad de vida de muchas personas con enfermedades, como la diabetes y el cáncer, que en otros tiempos habrían causado su muerte temprana. </p>
<p>La aplicación del pensamiento científico racional a la medicina ha contribuido en gran medida a estos logros. Por desgracia, todavía hay enfermedades para las que no hay tratamientos eficaces que disminuyan el dolor y el sufrimiento. </p>
<p>Como contrapartida, la medicina se ha convertido en un negocio para muchos, no siempre lícito, en el que se desenvuelven con soltura las denominadas «<a href="https://magonia.com/2015/11/05/archivo-del-misterio-terapias-alternativas/">medicinas alternativas y complementarias</a>».</p>
<h2>Uno de cada cinco españoles las usa</h2>
<p>Existen decenas de estas <em>medicinas</em> que encajan en la definición de pseudoterapias del <a href="https://www.cgcom.es/observatorio-omc-contra-las-pseudociencias-intrusismo-y-sectas-sanitarias">Observatorio contra las Pseudociencias, Pseudoterapias, Intrusismo y Sectas Sanitarias de la Organización Médica Colegial de España</a>: una “propuesta de cura de enfermedades, alivio de síntomas o mejora de salud, basada en criterios sin el respaldo de la evidencia” científica. </p>
<p>Su <a href="http://www.mspsi.gob.es/novedades/docs/analisisSituacionTNatu.pdf">número va en aumento</a> debido a las grandes ganancias económicas que generan a sus practicantes.</p>
<p>El problema de las pseudoterapias es significativo. En la novena <a href="https://www.fecyt.es/es/noticia/principales-resultados-de-la-encuesta-de-percepcion-social-de-la-ciencia-2018">Encuesta de Percepción Social de la Ciencia realizada por la Federación Española de la Ciencia y la Tecnología (FECYT)</a>, en 2018, se comprobó que uno de cada cinco encuestados había utilizado pseudoterapias como la homeopatía o la acupuntura: un 5,2 % en sustitución a la medicina y un 14,4 % como tratamiento complementario. </p>
<p>Además, uno de cada cuatro (25, 4%) confiaba en la homeopatía y el 16 % en el reiki. Las mujeres (24,7 %) usaban pseudoterapias con más frecuencia que los hombres (14,2 %). Uno de cada cinco encuestados creía que la homeopatía y la acupuntura tienen un carácter científico, creencia que era menor entre personas de mayor nivel educativo. </p>
<p>Un peligro añadido de las pseudoterapias es que, en ocasiones, promueven opiniones contrarias a herramientas de gran importancia en la salud personal y comunitaria, como las vacunas. Así, aunque la amplia mayoría de la población, según la encuesta, confía en la utilidad de las vacunas infantiles, se estima que en España alrededor de 1 250 000 personas (3,3 %) cree que su utilidad es poca o ninguna, y casi el doble que los riesgos superan a los beneficios.</p>
<h2>Aprovechan nuestros sesgos</h2>
<p>El éxito de muchas pseudoterapias se basa en que ofrecen al paciente un entorno relajante, con atención personalizada que genera un efecto placebo. Aunque hacen creer que son curativas, ninguna ha pasado por filtros científicos rigurosos, como los ensayos clínicos, <a href="https://www.mscbs.gob.es/gabinetePrensa/notaPrensa/pdf/20181141118135247771.pdf">que demuestren su eficacia</a>. </p>
<p>Las pseudoterapias se aprovechan de que somos proclives a establecer falsas relaciones entre causas y efectos, lo cual desencadena sesgos cognitivos. Entre estos sesgos están el desconocimiento del curso natural de las enfermedades leves, la existencia de enfermedades episódicas o cíclicas con remisiones espontáneas y de enfermedades raras sin remedio conocido. En muchas pseudoterapias se establecen falsos diagnósticos, se sobrediagnostican enfermedades y se crean otras inexistentes. </p>
<p>Las pseudoterapias presentan como certezas –con una palabrería cautivadora, difusa y recubierta de paternalismo– ideas desfasadas, incorrectas y sin pruebas científicas. Se apoyan en dogmas superados hace décadas por la ciencia. Muchas requieren que la persona enferma tenga fe en su pseudoterapeuta, convirtiéndose en una especie de creencia religiosa. Es más, hay quien percibe una especie de conspiración universal para ocultar la eficacia terapéutica del agua con memoria (homeopatía), de las agujas (acupuntura) y de la imposición de manos (reiki). </p>
<p>Tampoco se percibe que detrás de los que venden, por ejemplo, preparados homeopáticos, hay empresas multinacionales que ganan miles de millones de euros. <a href="http://www.ciencia.gob.es/portal/site/MICINN/menuitem.edc7f2029a2be27d7010721001432ea0/?vgnextoid=e254e56999f29610VgnVCM1000001d04140aRCRD">Si hubiera alguna evidencia de la utilidad</a> de alguna de estas pseudoterapias, sin duda ya sería parte de la medicina porque la medicina mantiene un equilibrio complicado entre el escrutinio escéptico de todas las hipótesis terapéuticas y una gran apertura crítica a las nuevas ideas.</p>
<h2>¿De quién es la culpa?</h2>
<p>El <a href="https://www.eitb.eus/es/noticias/sociedad/videos/detalle/5993967/video-las-pseudociencias-estaran-prohibidas-centros-salud-universidades/">auge de las pseudoterapias tiene múltiples culpables</a>. Destacan las celebridades y gurús que las publicitan, los medios de comunicación que exageran sus virtudes, la propia comunidad científica médica e incluso algunas universidades, por no remarcar el carácter acientífico de aquellas. </p>
<p>Los <a href="https://www.ondavasca.com/#/audios/las-pseudoterapias-a-analisis-en-gabon-de-onda-vasca">medios de comunicación</a> suelen generar una visión positiva y simplista de las pseudoterapias y las combinan con noticias sensacionalistas que magnifican los riesgos de la medicina convencional. Un ejemplo de parodia científica que puso en evidencia la credulidad de muchos medios de comunicación fue la historia del misterioso asesino químico denominado «<a href="https://en.wikipedia.org/wiki/Dihydrogen_monoxide_parody">monóxido de dihidrógeno</a>», un nombre pomposo para el agua. Este hecho demuestra que se puede dar información precisa pero sensacionalista sobre cualquier cosa, incluida el agua, y conseguir que un amplio sector de la población se alarme.</p>
<p>En las consultas médicas se debería dedicar más tiempo, del que no se dispone, a los pacientes con tos, dolores de espalda y otras afecciones leves, para las que existen pocos tratamientos exitosos. Muchas de estas dolencias desaparecerán en el transcurso de pocas semanas. Por esta falta de tiempo, algunos médicos no ven mal que sus pacientes usen remedios que compran en farmacias o en tiendas o que acudan a pseudoterapeutas. Otros profesionales creen en el poder sanador de estas pseudoterapias. </p>
<p>Ambas actitudes pueden conllevar consecuencias negativas, como que se medicalicen problemas leves de salud, no se diagnostiquen enfermedades graves, se inventen otras inexistentes, se apliquen tratamientos nocivos o innecesarios, y se estafe a los enfermos. Además, hay pseudoterapeutas que dan consejos inadecuados o se entrometen en los tratamientos médicos correctos que recibe el paciente.</p>
<p>Por otra parte, algunas universidades han devaluado sus enseñanzas científicas y propician cursos y másteres de pseudoterapias bajo el epígrafe de “medicinas alternativas”, cuando la calidad académica no debería sacrificarse por motivos económicos. <a href="https://en.wikipedia.org/wiki/Edzard_Ernst">Edzard Ernst</a>, reputado luchador contra las pseudoterapias, propone reflexionar sobre la ausencia del pensamiento crítico en las clases de Medicina porque no todos nuestros licenciados y egresados comprenden las bases científicas de las enfermedades, sus causas y su desarrollo. Estas dictan las pautas para realizar un diagnóstico correcto y su tratamiento eficaz. </p>
<p>Las personas que necesitan tratamiento desean un trato honesto. Cuando se prescribe uno probado, el beneficio clínico se ve reforzado por el efecto placebo que causan las expectativas de su efectividad. Un médico nunca debería recomendar una pseudoterapia porque estaría engañando a quien acude en demanda de su ayuda profesional. Recordemos el adagio médico atribuido a Hipócrates: <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Primum_non_nocere">«Lo primero es no hacer daño» (<em>Primum non nocere</em>)</a>. Por eso debemos ser conscientes de que las pseudoterapias pueden quebrantar la salud, provocar daños irreversibles e, incluso, la muerte de los enfermos.</p>
<hr>
<p><a href="https://www.ehu.eus/eu/-/pseudoterapias-entre-la-fe-y-el-fraude">Una versión</a> de este artículo fue publicada en la revista digital <a href="https://www.ehu.eus/es/campusa">Campusa </a>de la UPV/EHU.</p>
<hr><img src="https://counter.theconversation.com/content/129091/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Guillermo Quindós-Andrés no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>La falta de tratamientos en algunas enfermedades provoca que florezcan remedios sin base científica que, en ocasiones, pueden ser dañinos.Guillermo Quindós-Andrés, Catedrático de Microbiología Médica, Departamento de Inmunología, Microbiología y Parasitología, Facultad de Medicina y Enfermería, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko UnibertsitateaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1207762019-07-30T20:09:29Z2019-07-30T20:09:29ZCómo distinguir entre buena ciencia, mala ciencia y pseudociencia<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/285320/original/file-20190723-110195-1382qd0.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C0%2C5542%2C3667&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/pile-newspapers-magnifying-glass-169882310?src=2R28bek9tUWKhuqTrLHM1g-1-6&studio=1">Shutterstock/Mariusz Szczygiel</a></span></figcaption></figure><p>A pesar de su apariencia seria y técnica, algunos documentos que circulan por las redes, y muchos informes elaborados para empresas y administraciones, no son <em>ciencia</em>. No lo son porque no han utilizado el método científico ni pasado filtros de calidad independientes. Eso es <em>pseudociencia</em>. En otros casos, el artículo ha pasado algunos filtros, pero carece de calidad: eso es <em>mala ciencia</em>. ¿Cómo podemos distinguir unas de otras?</p>
<h2>Numerosos filtros de calidad</h2>
<p>El método científico es un proceso de experimentación que se utiliza para explorar observaciones y responder preguntas. El objetivo es descubrir relaciones de causa y efecto. Para ello se reúnen y examinan las evidencias y se estudia si toda la información disponible se puede combinar en una respuesta lógica. </p>
<p>El paso final del proceso científico consiste en comunicar los resultados. Estos suelen hacerse públicos primero en congresos, con un póster o comunicación oral. Los congresos serios cuentan con comités científicos que seleccionan los mejores para su presentación, y rechazan otros si la calidad es insuficiente. </p>
<p>Por último se envía el trabajo para su publicación <a href="http://scielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0465-546X2017000300206">en una revista científica con evaluación por pares</a>. Esta consiste en que el editor encargado y dos o más revisores expertos independientes lean el trabajo y juzguen su calidad, originalidad y rigor. Si el trabajo pasa los filtros, será publicado y sus resultados serán utilizados, criticados y citados por otros. Así pasarán a formar parte del conocimiento científico.</p>
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<iframe width="440" height="260" src="https://www.youtube.com/embed/dGnd9vF_s2A?wmode=transparent&start=0" frameborder="0" allowfullscreen=""></iframe>
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<h2>¿Cómo valorar la calidad de la ciencia?</h2>
<p>Hay científicos, grupos y centros de investigación buenos y malos. También congresos y revistas científicas mejores y peores. ¿Cómo valorar la calidad de la ciencia que hacen? </p>
<p>Fijarse solo en el número de artículos es un error, es mejor medir el impacto de los trabajos. Una forma de hacerlo es ver el uso que hace de ellos el resto de la comunidad científica. En otras palabras, analizar cuántas veces es citado por otros trabajos. Para ello, un indicador muy utilizado, aunque debatido, es el <a href="https://indice-h.webcindario.com/">índice de Hirsch</a> o índice H. </p>
<p>También se puede estudiar la calidad de las revistas en las que se publican los trabajos, ya que las de mejor nivel son también las que tienen mayor competencia para publicar. Esto se mide con los índices de impacto y de uso, que las revistas suelen anunciar en sus páginas web.</p>
<p>Lo ideal es mirar más allá de los índices y considerar el impacto práctico de las investigaciones. Por ejemplo, si han generado patentes y contratos, han dado lugar a la creación de empresas y si han tenido efectos positivos sobre la sociedad en forma de mejoras en la esperanza de vida, productividad y regulaciones. </p>
<p>Pongamos como ejemplo la investigación sobre vacunas. La vacuna contra la tuberculosis BCG, desarrollada a principios del siglo XX por los investigadores Calmette y Guérin del Instituto Pasteur, es todavía la más utilizada del mundo. Hoy todavía salva miles de vidas cada año. Se estima que los 100 millones de dosis administradas anualmente a bebés <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/21420568">previenen 41 000 casos de tuberculosis grave en niños</a>. Los resultados se publicaron en 1927 en forma de libro, que cuenta con más de 200 citas por parte de otros científicos. </p>
<p>Una búsqueda en la base de datos de artículos científicos <a href="https://www.scopus.com/home.uri">Scopus</a> revela su impacto real: hay 48 000 entradas sobre la vacuna BCG. </p>
<p>Hoy la <em>buena</em> ciencia accede con frecuencia a las mejores revistas, suele ser muy citada y genera impactos más allá del círculo científico. La mala ciencia es la que solo sirve para engordar el currículum: se publica mal y ni es citada, ni genera debate científico, ni tiene mayor impacto en nuestra sociedad.</p>
<h2>Pseudociencia y mala ciencia</h2>
<p>Los informes y otros documentos no publicados ni siquiera son ciencia, pues no han pasado por una evaluación por pares. Los mejores de ellos contienen artículos científicos evaluados por pares, o terminarán dando lugar a alguno. </p>
<p>Otros, a pesar de ser rigurosos en los aspectos técnicos, no reúnen los requisitos de calidad y novedad que exigen las buenas revistas científicas, pero sirven a quien los encargó. </p>
<p>En el peor de los casos, la información contenida en tales documentos está sesgada a fin de obtener las conclusiones deseadas por su promotor o su autor: parece ciencia, pero es homeopatía. Gonzalo Casino escribe lo siguiente en su artículo <a href="https://www.intramed.net/contenidover.asp?contenidoid=90253"><em>Contra la mala ciencia</em></a>:</p>
<blockquote>
<p>“La mala ciencia también tiene sus beneficiarios. Y estos son no solo los científicos mediocres incapaces de hacer ciencia excelente, sino también todos aquellos grupos económicos o profesionales que prefieren los resultados defectuosos o ambiguos de la mala ciencia a los de un buen estudio, porque probablemente éstos no les favorecerían”. </p>
</blockquote>
<p>Atención: los buenos científicos también pueden hacer mala ciencia. Por interés, por oportunismo o simplemente porque les convenga disfrazar de ciencia lo que es pura especulación. Dependerá de la ética de cada cual identificar cada texto como lo que realmente es, ciencia u opinión. La ciencia se puede reconocer si se siguen los criterios establecidos para ello. Esa es la que avanza el conocimiento y el desarrollo de la sociedad, y cuya financiación y divulgación debe priorizarse.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/120776/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.</span></em></p>Informes de empresas y administraciones, artículos pseudocientíficos… no todo lo que parece seguir el método científico refleja de verdad el método científico.Christian Gortazar, Catedrático de Sanidad Animal en el IREC, responsable del grupo SaBio, Universidad de Castilla-La ManchaJosé de la Fuente, Profesor de Investigación del CSIC. Biología Molecular y Biotecnología, Universidad de Castilla-La ManchaJose Julián Garde López-Brea, Catedrático de Producción Animal, Universidad de Castilla-La ManchaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1202752019-07-21T20:53:22Z2019-07-21T20:53:22ZCómo estamos luchando contra las pseudoterapias desde la universidad<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/284997/original/file-20190719-116557-5srnrg.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C0%2C8688%2C5787&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/download/success?u=http%3A%2F%2Fdownload.shutterstock.com%2Fgatekeeper%2FW3siZSI6MTU2MzU4NDAwNSwiYyI6Il9waG90b19zZXNzaW9uX2lkIiwiZGMiOiJpZGxfNTgxNzA3MzI3IiwiayI6InBob3RvLzU4MTcwNzMyNy9odWdlLmpwZyIsIm0iOjEsImQiOiJzaHV0dGVyc3RvY2stbWVkaWEifSwieUpXbUNyeVh3YmtzKzVzZmFDN0pNZUR4TVgwIl0%2Fshutterstock_581707327.jpg&pi=33421636&m=581707327&src=CT7l72eF8GiIqQoiDEcqlA-1-37">Shutterstock(Albina Glisic</a></span></figcaption></figure><p>Son muchos los frentes abiertos contra la promoción de pseudoterapias. Ahora se abre uno más. Esta vez desde el conjunto de profesores responsables de la docencia universitaria en Radiología y Medicina Física (APURF) que incluye, entre otras asignaturas, la Oncología Radioterápica, el Radiodiagnóstico, la Medicina Nuclear, la Rehabilitación y la Física Médica.</p>
<p>Las pseudoterapias son supuestos tratamientos sin base científica que se aplican a pacientes de cualquier diagnóstico, comprobado o no. Para ello se invocan todo tipo de propiedades mágicas del cosmos; de la energía benigna recibida, recogida y transmitida por desaprensivos con <em>poderes</em>; de elementos naturales como flores y aromas; o bien de misteriosos puntos anatómicos, solo conocidos por iniciados, que por tocarte una zona de la oreja te arreglan el pie. </p>
<p>Como profesores universitarios es nuestra responsabilidad que este tipo de creencias y supercherías no tengan cabida en la formación de los futuros profesionales de la salud.</p>
<h2>“No pierdes nada por probar”</h2>
<p>Sí que pierdes. Múltiples trabajos científicos han demostrado que <a href="https://academic.oup.com/jnci/article/110/1/121/4064136">pacientes con cáncer</a> que confiesan seguir estos tratamientos tienen mucho peores resultados. Se han <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/29363155">demostrado también las interacciones</a> que algunas hierbas tienen sobre el tratamiento médico y sobre la mortalidad de quien piensa que <em>no pierdes nada por probar</em>. </p>
<p>También se ha observado que los <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/30027204">pacientes con cáncer que siguen estas pseudoterapias son más reacios a seguir el tratamiento científico que podría curarles su tumor</a>. Numerosos y trágicos casos han trascendido a los medios de comunicación y han representado el germen para el movimiento en defensa de la salud y en contra de estas patrañas.</p>
<p>Todo esto sin contar el gigantesco fraude a que son sometidos pacientes y familiares, añadido al triste desengaño al comprobar la falta de eficacia del supuesto tratamiento en el que habían puesto sus esperanzas y su dinero.</p>
<h2>Es hora de actuar</h2>
<p>A pesar de su carácter perjudicial, no ha habido hasta la fecha muchos intentos de regular y reprimir las denominadas pseudoterapias por parte de las autoridades. </p>
<p>Los primeros antecedentes de intervención podemos encontrarlos en 2007 con la creación de un grupo de trabajo formado por el Ministerio de Sanidad y Consumo y las Comunidades Autónomas. En 2011 el Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad impulsó <a href="https://www.mscbs.gob.es/novedades/docs/analisisSituacionTNatu.pdf">un documento de análisis sobre la situación de las terapias naturales</a>, pero no hablaba de pseudoterapias. </p>
<p>En octubre de 2018 la APETP (Asociación para Proteger al Enfermo de Terapias Pseudocientíficas) <a href="http://www.apetp.com/index.php/carta-abierta-a-la-ministra-de-sanidad-maria-luisa-carcedo/">publica una carta abierta a la Ministra de Sanidad alertando sobre las Pseudoterapias</a>. El Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social junto al Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades se hacen eco de la misiva y en noviembre del mismo año presenta <a href="http://www.ciencia.gob.es/stfls/MICINN/Ministerio/FICHEROS/20181108_Plan_Proteccion_frente_pseudoterapias_VF.pdf">un Plan para la Protección de la Salud frente a las Pseudoterapias</a>. Este plan no es cerrado, sino que está abierto a la colaboración con los distintos sectores implicados como Comunidades Autónomas, colegios profesionales sanitarios y sociedades científicas. En <a href="https://www.conprueba.es/">febrero de 2019 estos dos mismos ministros presentan la iniciativa #coNprueba</a> en la que se incluye un listado de 73 pseudoterapias confirmadas como tales y otras 66 en estudio.</p>
<p>En este contexto la <a href="http://www.apurf.es">Asociación de Profesores Universitarios en Radiología y Medicina Física</a> (APURF), en su XXXIII Seminario celebrado en mayo de 2019 en Ciudad Real, incluye las pseudoterapias como tema a debatir dentro del ámbito universitario. También acuerda la emisión de un comunicado en el que manifiesta su adhesión a estas iniciativas, así como su total disposición a colaborar con los citados ministerios.</p>
<h2>Preguntas clave</h2>
<p>Los expertos insisten en que las acciones contra este tipo de <em>tratamientos</em> deben basarse en la convicción. Es provechoso que los críticos entiendan el argumentario de los pseudoterapeutas y se pongan en el lugar de los usuarios. </p>
<p>Estas son tres de las alegaciones típicas de los defensores de estas terapias:</p>
<blockquote>
<blockquote>
<p><strong>¿Qué daño puede hacer, si yo no les incito a que abandonen el tratamiento convencional?</strong></p>
</blockquote>
</blockquote>
<p>Las estadísticas son claras. Los pacientes de cáncer que siguen estos tratamientos es más probable que mueran. Aunque no rechacen de entrada el tratamiento científico, es posible que la adhesión al tratamiento alternativo les genere una falsa seguridad que les haga menos disciplinados con el tratamiento curativo. </p>
<p>Independientemente de las razones, las pseudoterapias empeoran el pronóstico: son intrínsecamente nocivas.</p>
<blockquote>
<blockquote>
<p><strong>Llevo 20 años acudiendo como paciente a la homeopatía (o reiki, o cualquier otra). ¿Por qué no respetan mi libertad para tratarme con una modalidad en la que creo y que me ha ido bien?</strong></p>
</blockquote>
</blockquote>
<p>Las autoridades sanitarias (y en general cualquier profesional sanitario) están obligadas a proteger la salud de todos los ciudadanos, aunque éstos no lo pidan explícitamente. Así, las autoridades obligan a llevar cinturón de seguridad mientras se conduce y promueven campañas en contra de las drogas. Dar libertad para que te engañen o te hagan daño no es libertad. </p>
<blockquote>
<blockquote>
<p><strong>¿Quién les otorga el derecho a ustedes, ciencia oficial, para decir lo que es bueno o malo, para juzgar y condenar?</strong></p>
</blockquote>
</blockquote>
<p>La persona de ciencia odia el autoritarismo. La ciencia no es dogmática, porque esencialmente es un sistema de corrección de errores. También, ante todo, de sus propios errores. </p>
<p>La diferencia entre ciencia y pseudociencia es que la segunda no está dispuesta a someterse a mecanismos de prueba. Y las pocas veces que lo ha hecho, los resultados han sido negativos. De este modo, el auténtico experto no solo está autorizado, sino que está obligado a denunciar falsas teorías y terapias por una doble responsabilidad: el compromiso con la verdad y la servidumbre con la sociedad.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/120275/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.</span></em></p>Las terapias sin evidencia científica pueden matar. Por eso es hora de actuar desde la raíz y erradicarlas de la formación de los futuros profesionales.Alberto Nájera López, Profesor Contratado Doctor de Radiología y Medicina Física, Universidad de Castilla-La ManchaClaudio Fuentes Sánchez, Profesor asociado departamento Medicina Fisica y Farmacología ULL. Jefe Servicio Oncología Radioterápica H Universitario Candelaria. Tenerife, Universidad de La LagunaClaudio Otón Sanchez, Catedrático de Radiología y Medicina Física, Oncólogo, Universidad de La LagunaLuis Fernando Otón Sánchez, Oncólogo Radioterápico, Universidad de La LagunaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1129822019-03-05T21:31:18Z2019-03-05T21:31:18Z¿Aviones misteriosos que nos fumigan en secreto? Los ‘chemtrails’ no existen<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/262121/original/file-20190305-48426-qez8bl.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=22%2C0%2C7326%2C4902&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/many-chemtrails-on-blue-sky-over-747536110"> Lux Blue / Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>A raíz de un tuit de <a href="https://twitter.com/RaquelMtnez_tv">una presentadora</a> de <em>RTVE</em>, ha resucitado la polémica de las estelas de condensación. Hablamos de las líneas rectas que aparecen en el cielo (<em>contrails</em>, en inglés, abreviatura de <em>condensation trails</em>). Estos cristales de hielo aparecen en ciertas condiciones de temperatura, viento y presión (que no siempre se dan) que condensan el vapor de agua que expulsan los aviones al moverse.</p>
<p><div data-react-class="Tweet" data-react-props="{"tweetId":"1101549638052728833"}"></div></p>
<p>Algunos han planteado que estas estelas puedan contener, de manera deliberada, productos químicos (<em>chemtrails</em>). Los objetivos serían variados: desde envenenar a la población y producir esterilidad a alterar el clima.</p>
<p>Esto no tiene ninguna base científica. Todos los estudios llevados a cabo por instituciones relacionadas con la atmósfera, como centros meteorológicos, apuntan a la inexistencia de este fenómeno.</p>
<p>La Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) ha publicado <a href="https://aemetblog.es/2017/03/15/estelas-de-condensacion-las-nubes-que-senalan-el-rastro-de-los-aviones/#more-7088">numerosas reseñas</a> sobre el asunto, que no dejan lugar a dudas sobre la inexistencia de los chemtrails. </p>
<p><div data-react-class="Tweet" data-react-props="{"tweetId":"1102513726580842496"}"></div></p>
<h2>La navaja de Ockham</h2>
<p>Las preguntas que surgen para cuestionar esta teoría son abundantes y contundentes. En este caso, la respuesta más sencilla parece también la más probable, lo que en filosofía se conoce como <em><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Navaja_de_Ockham">la navaja de Ockham</a></em>.</p>
<p>1) ¿Quién lo hace? ¿Se podría hacer en secreto? ¿Las compañías aéreas no lo saben? ¿Ni los gobiernos? ¿Se puede seguir la pista a esos aviones para ver cuáles son, de dónde vienen y van? </p>
<p>Parece evidente que la única respuesta razonable es la inexistencia de dicho proceso.</p>
<p>2) Si se emitieran esos productos químicos, ¿cómo se podría conseguir que llegaran al objetivo previsto?</p>
<p>La atmósfera se mueve de manera compleja, con vientos y turbulencias. Los aviones vuelan a unos 10 kilómetros de altitud, por lo que sería imposible saber en qué punto caería una sustancia emitida desde uno de ellos. Es difícil prever dónde caerá una hoja de un árbol a pocos metros del suelo, así que a varios kilómetros resulta imposible.</p>
<p>3) ¿Qué cantidad de aviones haría falta para que tuviera efecto sobre la población, fuera el que fuera?</p>
<p>Parece absurdo pensar en la cantidad necesaria, si es que el argumento de la puntería no es suficiente.</p>
<p>4) ¿Qué tipo de sustancias químicas podrían ser? ¿Cómo es que no se han observado, a día de hoy, con las ciudades llenas de medidores de contaminación?</p>
<p>No se conoce qué sustancias podrían producir esos efectos. Tampoco se han medido ni hay publicaciones que lo prueben.</p>
<p>5) ¿Podríamos estar ante un caso de <em>modificación artificial de las condiciones atmosféricas</em>?</p>
<p>Es una teoría muy extendida en las zonas rurales de España y otros entornos. Según esta, se puede conseguir que llueva o deje de llover mediante la siembra de cristales o sales desde avionetas misteriosas.</p>
<p>La Organización Meteorológica Mundial (OMM) y AEMET han publicado informes donde concluyen que, a día de hoy, <a href="http://www.aemet.es/es/conocermas/modificacion_artificial_tiempo">no es posible realizarla de forma controlada</a>. </p>
<p><a href="https://public.wmo.int/es/resources/bulletin/sembrando-el-cambio-en-la-modificaci%C3%B3n-artificial-del-tiempo-nivel-mundial-0">Se han llevado a cabo experimentos desde hace décadas, pero con resultados negativos</a>. El movimiento del aire junto al suelo es tan complejo, casi impredecible a pequeña escala, que es imposible de ajustar. El crecimiento de nubes a partir de cristales es un proceso conocido, pero solo se puede controlar en condiciones de laboratorio.</p>
<p>6) ¿Y si es geoingeniería solar? ¿Podrían afectar estas estelas a la cantidad de radiación que recibimos del Sol?</p>
<p><a href="https://www.ipcc.ch/report/aviation-and-the-global-atmosphere-2/?idp=38">Los informes</a> del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC), <a href="https://www.nature.com/articles/nclimate3376">basados en trabajos científicos</a>, estiman el efecto de estas estelas sobre la radiación solar neta. Podría cambiar, sí, pero el valor es muy pequeño, casi imperceptible.</p>
<p>Estos resultados se refieren siempre a vuelos regulares, no deliberados para intentar provocar un descenso sistemático y apreciable de la radiación del sol a una escala climática. Tampoco olvidemos las emisiones de gases invernadero de esos aviones, que contribuyen al calentamiento.</p>
<p>En toda esta historia desempeñan un papel importante las redes sociales y las teorías de la conspiración. Algunos trabajos <a href="https://www.nature.com/articles/s41599-017-0014-3">analizan esta relación</a> y defienden la importancia de separar hechos de creencias y suposiciones personales. </p>
<p>Las estelas que observamos son el resultado del vapor de agua transformado en hielo que expulsan los aviones. </p>
<p>Los <em>chemtrails</em> no existen.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/112982/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Enrique Sánchez Sánchez no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>Aunque es una teoría conspirativa muy popular en redes sociales, las estelas que dejan las aeronaves a su paso no tienen nada de raro.Enrique Sánchez Sánchez, Profesor Titular, Aŕea de física de la tierra (atmósfera y clima), Universidad de Castilla-La ManchaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1106712019-02-12T21:29:08Z2019-02-12T21:29:08ZUn estudio dice que las antenas son peligrosas y otro que no. ¿Cuál me creo?<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/256438/original/file-20190130-112314-hb8to.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C0%2C4025%2C3017&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><span class="source">Alberto Nájera</span>, <span class="license">Author provided</span></span></figcaption></figure><p>Seguro que ha escuchado que no debe dormir con el móvil en la mesilla o no hablar mientras se carga. O que, incluso, produce cáncer. Que los científicos no se ponen de acuerdo. Que existe evidencia científica contradictoria que no permite concluir nada. Que las empresas de telefonía compran a los científicos. </p>
<p>Por el contrario, también habrá escuchado que no hay peligro alguno. Que con los límites establecidos por la <a href="https://www.icnirp.org/en/">Comisión Internacional para la Protección ante la Radiación No-Ionizante</a> no debemos preocuparnos. Es posible que le hayan hablado del negocio existente tras el miedo electromagnético. Si la ciencia es evidencia y objetividad, ¿qué está pasando?</p>
<h2>No hay alarma</h2>
<p>Los posibles efectos sobre la salud de los campos electromagnéticos emitidos por móviles, antenas, wifi y cualquier dispositivo inalámbrico, generan debate en la opinión pública. Mucho menos entre los científicos en el seno de la <a href="http://www.ebea.org/">Sociedad Europea de Bioelectromagnetismo</a> y la <a href="https://www.bems.org/">Sociedad de Bioelectromagnetismo</a>.</p>
<p>Existen estudios <a href="https://www.who.int/bulletin/volumes/88/12/09-071852/en/">toxicológicos, epidemiológicos</a> y <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/28766560">de determinación de dosis</a>. Estudios que han sido reproducidos en diferentes condiciones, por diferentes equipos independientes y en otras partes del mundo. En conjunto, aportan resultados tan abrumadores que, en condiciones normales, <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/26657246">no avalan los riesgos sobre la salud</a>.</p>
<p>A pesar de ello, los científicos no se cierran al estudio de posibles efectos en condiciones muy específicas. Estos no justificarían una alarma generalizada, pero deben ser tenidos en cuenta. En ocasiones no podremos extrapolarlos a seres humanos, pues fueron obtenidos en condiciones de laboratorio, muy diferentes a las habituales. Por ejemplo, en animales o con células.</p>
<h2>Estudios ‘a la carta’</h2>
<p>Existen científicos que, con frecuencia, publican trabajos y artículos de opinión, además de promover plataformas, que apuntan en dirección contraria. Es mucho más fácil encontrar estudios que confirman un efecto que aquellos que confirmarían un <em>no efecto</em>. </p>
<p>Existen muchísimos estudios de <em>un solo disparo</em> que no han sido continuados ni repetidos por los propios investigadores, mucho menos por otros. Muchos tienen defectos técnicos obvios (como la determinación de la dosimetría y el control de la temperatura) que enmascaran artefactos o se mueven en el rango de la variabilidad del propio experimento que no aportan relevancia alguna para la salud humana.</p>
<p>Si mi intención es confirmar el efecto negativo, podré buscar y seleccionar aquellos trabajos que lo justifiquen y seleccionar aquellas evidencias que confirmen mis creencias. Esto se conoce como <em>cherry picking</em>. También podré obviar la generalidad y, en el peor de los casos, manipular las conclusiones a mi gusto. En definitiva, <em>torturar</em> los datos hasta que confiesen lo que queremos. </p>
<p>Un ejemplo de selección interesada de artículos es el <a href="https://www.bioinitiative.org/">informe Bioinitiative</a>, publicado parcialmente en la revista <em>Pathophysiology</em>, no indexada en el índice de referencia JCR. En un número especial en el que Martin Blanck, uno de los promotores del pseudoinforme, actuó como “editor invitado”. </p>
<p>Este informe de más de 1400 páginas alerta de los terribles y peligrosos efectos que la radiación electromagnética de radiofrecuencia tiene sobre la salud. Pero no aporta algo esencial en estos casos: la estrategia y criterios objetivos de inclusión de los trabajos. De esta manera, se presenta como revisión sistemática lo que a todas luces no es más que una selección interesada de aquellos artículos que dicen lo que interesa.</p>
<h2>Forzar la razón</h2>
<p>He podido comprobar que es una práctica demasiado frecuente de los editores del informe, Cindy Sage y David O’Carpenter, y de algunos de los <a href="https://www.bioinitiative.org/participants/">participantes</a>. Entre ellos merece la pena destacar a Lennart Hardell, Henry Lai y a Carl F. Blackman. </p>
<p>Si analizamos alguna de sus contribuciones en el último año, Sage publicó un trabajo en la revista <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/?term=Electromagnetic+Fields%2C+Pulsed+Radiofrequency+Radiation%2C+and+Epigenetics%3A+How+Wireless+Technologies+May+Affect+Childhood+Development"><em>Child Development</em></a>, en una sección especial editada por Lennard Hardell. </p>
<p>En este trabajo, alertan de los terribles efectos de los campos electromagnéticos en adolescentes. Destacan autismo, déficit de atención, aprendizaje y problemas de comportamiento. Estos efectos estarían producidos por daños epigenéticos y sobre el ADN. ¡Ahí es nada! Se trata de una revisión narrativa, sin criterios de inclusión ni metodología y sin que parezca existir la garantía de un proceso de revisión por pares. </p>
<p>En el trabajo tampoco se incluye conflicto de intereses a pesar de que la filiación de Sage es <a href="https://www.mapquest.com/us/california/sage-associates-11573149">Sage Associates</a>, una empresa especializada en proyectos de impacto de campos electromagnéticos sobre las personas que a mí me generaría, al menos, dudas.</p>
<p>En otro trabajo en la revista <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/?term=Fatal+collision%3F+Are+wireless+headsets+a+risk+in+treating+patients%3F"><em>Electromagnetic Biology and Medicine</em></a>, de la que es “editor emérito” Henry Lai, colaborador del <em>Bioinitiative</em>, Sage y Hardell dan por válida la asociación entre teléfonos móviles y cáncer y alertan del uso de dispositivos inalámbricos en consultas médicas por el efecto que podría tener en el tratamiento de los pacientes. </p>
<p>Otro trabajo llamativo, en forma de comentario en la revista <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/?term=Comments+on+the+US+National+Toxicology+Program+technical+reports+on+toxicology+and+carcinogenesis+study+in+rats+exposed+to+whole-body+radiofrequency+radiation+at+900+MHz+and+in+mice+exposed+to+whole-body+radiofrequency+radiation+at+1%2C900+MHz"><em>International Journal of Oncology</em></a>, también de Hardell, insiste en la relación inequívoca de la exposición a radiación y el cáncer. Para ello aporta evidencias a favor de su hipótesis, pero obvia trabajos <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/22021071">epidemiológicos que lo cuestionan</a>, en otro claro ejemplo de selección interesada sin metodología objetiva de inclusión de estudios. </p>
<p>A la misma conclusión se llega en otro trabajo, esta vez de O’Carpenter con Hardell, en la revista <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/30025338"><em>Environmental Pollution</em></a> de la que es coeditor el propio O’Carpenter. En él se citan capítulos no publicados del informe <em>Bioinitiative</em>. </p>
<p>En este trabajo, por ejemplo, se indica que en Navarra (España) el número de cánceres de cerebro se ha incrementado (<a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/25561983">Etxeberria et al., 2015</a>), para justificar la relación causal con los móviles. Olvidan decir que los autores de dicho trabajo destacaron en sus conclusiones que “el aumento se debió al incremento en los grupos de mayor edad, ya que las tasas para los grupos de menor edad se mantuvieron estables o disminuyeron con el tiempo”.</p>
<h2>Cuidado con el sesgo de confirmación</h2>
<p>Son solo algunos ejemplos del último año. Sin duda una selección interesada por mi parte para destacar, casualidad o no, esta aparente intención de los autores de demostrar efectos sin evidencias sólidas, reproducidas y concluyentes. Se trata de un conjunto de trabajos en revistas científicas que parecen dejar clara la existencia de efectos demostrados, pero aportan una visión parcial de la situación.</p>
<p>A todos nos gusta tener la razón. Nos cuesta admitir que estamos equivocados y a veces buscamos argumentos que demuestren que nuestra tesis es correcta. Este fenómeno es conocido en psicología como <em>sesgo de confirmación</em> y no debería tener cabida en ciencia. Inventar o manipular los resultados para confirmar una hipótesis es una conducta inadecuada y censurable.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/110671/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Alberto Nájera López no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>Frente a las evidencias científicas que descartan un riesgo para la salud de antenas y dispositivos inalámbricos, movimientos e, incluso, científicos fuerzan conclusiones con informes ‘a la carta’.Alberto Nájera López, Profesor Contratado Doctor de Radiología y Medicina Física, Universidad de Castilla-La ManchaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1106702019-02-05T21:45:33Z2019-02-05T21:45:33ZLa homeopatía no aprueba estadística<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/256918/original/file-20190202-42594-15tyyic.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C0%2C3484%2C2319&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://es.wikipedia.org/wiki/Homeopat%C3%ADa#/media/File:India_-_Varanasi_pharmacy_-_0830.jpg">Wikipedia/Jorge Royán</a>, <a class="license" href="http://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0/">CC BY-SA</a></span></figcaption></figure><p>En un interesante y divertido <a href="https://theconversation.com/la-homeopatia-suspende-matematicas-105163">artículo</a> publicado hace apenas unos meses, la homeopatía suspendía en matemáticas. Nosotros hemos decidido examinarla en otra disciplina próxima de la que somos profesores: la estadística.</p>
<p>Los ensayos clínicos sobre cualquier medicamento se llevan a cabo siguiendo el método científico. En primer lugar se suministra un placebo a un <em>grupo control</em>, de forma que se puedan comparar los efectos del medicamento que recibe el <em>grupo experimental</em>.</p>
<p>En segundo lugar, los experimentos son de <em>doble ciego</em>. Esto significa que ni los pacientes ni el investigador saben qué individuos están asignados a cada uno de los dos grupos anteriores. El objetivo es evitar sesgos, aunque sean inconscientes, en el proceso experimental.</p>
<p>Una vez obtenidos los resultados es necesario analizarlos estadísticamente. Para eso se contrasta una <em>hipótesis nula</em> con la llamada <em>hipótesis alternativa</em>. Esta última es la que pretende probar el investigador. Veamos un ejemplo:</p>
<p>En un estudio sobre la eficacia de un medicamento, la hipótesis nula (H₀) sería que este tiene un efecto indistinguible del placebo. Es decir, que no <em>funciona</em>. La hipótesis alternativa (H₁) sostendría que su efecto es superior al del placebo. Es decir, que el fármaco es mejor que <em>nada</em>.</p>
<p>Solo si los datos apuntan a una fuerte evidencia en contra de la hipótesis nula la rechazaremos y concluiremos que, efectivamente, la hipótesis alternativa parece ser correcta y el medicamento funciona. Existen otros requisitos, como el tamaño mínimo de cada grupo, para que los resultados tengan validez estadística, pero quedémonos por el momento con lo expuesto hasta ahora.</p>
<h2>Del laboratorio a la imprenta</h2>
<p>Una vez que se ha realizado el experimento, los investigadores redactan un artículo y lo envían a revistas especializadas. Así sus descubrimientos son conocidos por el resto de especialistas. El trabajo puede ser aceptado o rechazado por la revista y, en teoría, los criterios de decisión son el interés y novedad de la investigación, así como el rigor metodológico con que se ha llevado a cabo. </p>
<p>En la práctica, es inevitable que aparezca lo que se conoce como <em>sesgo de publicación</em>: es más probable que sea aceptado un artículo con resultados positivos (el tratamiento funciona) que uno con negativos (el tratamiento no funciona), cuando esto también es relevante desde el punto de vista de la investigación.</p>
<p>Hechas estas aclaraciones, procedamos a analizar lo que sabemos sobre los ensayos clínicos llevados a cabo con productos homeopáticos.</p>
<h2>A la homeopatía no le salen las cuentas</h2>
<p>Vamos a analizar con algo de detalle los dos trabajos que, desde nuestro punto de vista, resultan más interesantes. El primero, de 1997, por ser uno de los puntales en los que se asienta la defensa de la homeopatía. El segundo, de 2005, por haber generado una enorme reacción en la comunidad homeopática. </p>
<p>El libro <em>¿Homeopatia? Va a ser que no</em>, que descubrimos unos meses después la publicación de la primera versión de este artículo, analiza con más detalle ambos artículos, así como muchos otros. Por ello recomendamos su lectura a quienes estén interesados en profundizar en el tema.</p>
<p>Comenzaremos con el análisis de <a href="https://www.thelancet.com/journals/lancet/article/PIIS0140-6736(97)02293-9/fulltext">Linde et al</a> (1997) publicado en la revista médica <em>The Lancet</em>, una de las mejores del mundo por índice de impacto. Este trabajo es lo que se conoce como meta-análisis: una investigación que examina los resultados de un gran número de artículos de distintos autores, a fin de alcanzar conclusiones lo más generales posible. </p>
<blockquote>
<p>Según el análisis, los resultados “no son compatibles con la hipótesis de que los efectos clínicos de la homeopatía se deben completamente al placebo. Sin embargo, no se encontraron pruebas suficientes a partir de estos estudios de que la homeopatía sea claramente eficaz para cualquier afección clínica individual”. </p>
</blockquote>
<p>Es la primera parte de esta conclusión la que ha sido utilizada hasta la saciedad por homeópatas para justificar la validez de sus teorías, pero existe un pequeño problema. O, mejor dicho, tres. </p>
<ol>
<li><p>Como se indica en las propias conclusiones, no se encontraron pruebas de que la homeopatía sea eficaz para cualquier afección clínica individual.</p></li>
<li><p>En este meta-análisis se menciona la necesidad de más estudios homeopáticos rigurosos, lo que parece una crítica al rigor de los trabajos en este campo. </p></li>
<li><p>Los propios autores, en <a href="https://www.jclinepi.com/article/S0895-4356(99)00048-7/fulltext">un trabajo posterior</a> (1999), reconocían que debido a la presencia de sesgos en el artículo original habían sobreestimado, como mínimo los efectos de los tratamientos homeopáticos.</p></li>
</ol>
<h2>No diga homeopatía, diga placebo</h2>
<p>Unos años después, <a href="https://www.thelancet.com/journals/lancet/article/PIIS0140-6736(05)67177-2/fulltext">Shang et al</a> (2005) publicaron en <em>The Lancet</em> un nuevo meta-análisis que levantó ampollas entre los defensores de la homeopatía. En este trabajo se compararon 110 experimentos homeopáticos con otros 110 de medicina convencional de las mismas áreas médicas. </p>
<p>Sus conclusiones son bastante reveladoras: cuando se analizan los ensayos de mayor calidad metodológica, que mejor cumplen con los requisitos exigidos por el método científico, la homeopatía es compatible con el efecto placebo. </p>
<p>Las razones técnicas para esta afirmación se resumen en la siguiente frase: </p>
<blockquote>
<p>“La razón de probabilidades fue de 0,88 (IC al 95%: 0,65-1,19) para la homeopatía (ocho ensayos) y de 0.58 (0.39-0.85) para la medicina convencional (seis ensayos)”. </p>
</blockquote>
<p>Veamos qué significa esto.</p>
<p>En primer lugar, la <em>razón de probabilidades</em> es un concepto aplicado en estudios médicos. Toma valores entre cero e infinito y, aunque su interpretación no es sencilla, basta indicar que es una medida de la eficacia de un tratamiento. Si su valor es inferior a 1, el medicamento es efectivo. Si es 1, su efecto es análogo al de un placebo.</p>
<p>En segundo lugar, <em>IC</em> hace referencia al <em>intervalo de confianza</em>, en este caso a un nivel del 95 %. Esta es una forma habitual de trabajar en ciencia: en lugar de proporcionar un valor único, se ofrece un rango en el que tenemos cierta seguridad de que está el parámetro buscado. </p>
<p>Si quisiéramos saber el peso medio de las mujeres españolas, ante la imposibilidad de preguntar a todas, haríamos un muestreo. Según los resultados concluiríamos que el peso medio real se encuentra en un intervalo de, por ejemplo, 60 y 64 kg, con un nivel de confianza del 95 %. El nivel de confianza es una medida de cómo de seguros estamos, y el 95 % es una medida estándar en ciencia.</p>
<p>En este caso, dado que el <em>intervalo de confianza</em> para la <em>razón de probabilidades</em> de los productos homeopáticos incluye al 1 (IC de 0,65-1,19), aparece el problema. Con un nivel de confianza del 95 % no podríamos rechazar la hipótesis nula de que el efecto observado es indistinguible del placebo para los medicamentos homeopáticos. Por otra parte, sí podríamos rechazarla para el caso de la medicina convencional (IC de 0.39-0.85).</p>
<h2>Meta-análisis e informes</h2>
<p>En 2010, <a href="https://www.mja.com.au/journal/2010/192/8/homeopathy-what-does-best-evidence-tell-us">Ernst</a> llegaba a la conclusión de que los estudios disponibles hasta el momento no mostraban que los medicamentos homeopáticos tuviesen efectos más allá del placebo. </p>
<p>Ese mismo año, el Comité de Ciencia y Tecnología de la Cámara de los Comunes de Reino Unido emitía un <a href="https://publications.parliament.uk/pa/cm200910/cmselect/cmsctech/45/45.pdf">informe</a> en el que afirmaba que “las revisiones sistemáticas y los meta-análisis demuestran de manera concluyente que los productos homeopáticos no funcionan mejor que los placebos”. </p>
<p>En 2015, el Consejo Nacional de Salud del gobierno Australiano, tras una extensa revisión de la literatura académica, <a href="https://nhmrc.gov.au/about-us/publications/homeopathy#block-views-block-file-attachments-content-block-1">concluía</a> que “no hay condiciones de salud para las cuales exista evidencia fiable de que la homeopatía sea efectiva”.</p>
<p>La conclusión es clara: cuando se aplica el método científico de forma rigurosa, con un buen diseño experimental y técnicas estadísticas adecuadas, no es posible encontrar evidencia suficiente para rechazar la hipótesis nula. Es decir, que la homeopatía no tiene efectos más allá de un placebo.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/110670/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Las personas firmantes no son asalariadas, ni consultoras, ni poseen acciones, ni reciben financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y han declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado anteriormente.</span></em></p>Esta terapia no se sostiene desde un punto de vista físico o matemático, pero sus estudios tampoco superarían un examen de estadística.Jose Luis Arroyo Barrigüete, Profesor de Métodos Cuantitativos, Universidad Pontificia ComillasFrancisco Borrás Palá, Universidad Pontificia ComillasLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1104842019-01-24T21:00:34Z2019-01-24T21:00:34ZCiencia y justicia chocan por los efectos de las antenas<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/255473/original/file-20190124-196231-1llv6u.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C0%2C4985%2C3315&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/silhouette-satellite-dish-telecom-network-sunset-1066889852"> Sutham / Shutterstock</a></span></figcaption></figure><p>En los años 90, el despliegue de las tecnologías inalámbricas de comunicaciones vino acompañado de voces de alarma que asociaban antenas y teléfonos móviles a diferentes patologías, generalmente cáncer. Con el paso de los años, estas alertas se han generalizado y multiplicado. Cualquier dispositivo inalámbrico que emita ondas electromagnéticas de radiofrecuencia parece ser susceptible de producir múltiples efectos nocivos sobre la salud.</p>
<p>Pero el tiempo y la ciencia han demostrado que no hay por qué preocuparse. En las condiciones habituales de exposición –por debajo de los <a href="https://www.icnirp.org/cms/upload/consultation_upload/ICNIRP_RF_Guidelines_PCD_2018_07_11.pdf">límites de seguridad</a> establecidos por la Comisión Internacional para la Protección ante Radiaciones No Ionizantes–, no se han reproducido efectos biológicos en las personas.</p>
<p>De existir una relación causal entre la exposición personal a estos campos y la salud, estaríamos experimentando la mayor pandemia a escala global nunca sufrida por la especie humana. Prácticamente todos los lugares están expuestos a esta radiación y, por tanto, poca es la población que estaría plenamente a salvo.</p>
<p>A pesar de las alarmantes advertencias de los movimientos antiantenas, no se ha producido un incremento significativo de casos de cáncer que pudieran estar asociados a este supuesto agente agresor. Tampoco el de otras patologías o síndromes como el denominado hipersensibilidad electromagnética.</p>
<h2>Lo que demuestra la ciencia</h2>
<p>En cambio, desde entonces, se han sucedido <a href="http://radiandando.es/falta-informacion/">numerosos estudios científicos</a> que han caracterizado en detalle la exposición personal a estos campos electromagnéticos. En la actualidad, sabemos que la radiación a la que están expuestas las poblaciones está <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/28766560">por debajo</a> de los límites de la ICNIRP.</p>
<p>También se han publicado otros tantos estudios epidemiológicos que <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/20639214">no han constatado el anunciado incremento</a> de patologías por las antenas o en poblaciones expuestas a las radiaciones. Otro gran conjunto de estudios se ha orientado a <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/26657246">determinar las posibles causas</a> de esos síntomas o dolencias que describían algunas personas en presencia de una antena o fuente de radiación cuando estas estaban emitiendo.</p>
<p>Los dolores de cabeza, los mareos o los problemas para conciliar el sueño, entre otros, son los síntomas que sufren a todas horas los pacientes que dicen padecer hipersensibilidad electromagnética. Según ellos, estos síntomas se producen y agravan en presencia de cualquier dispositivo inalámbrico, y sufren mucho.</p>
<p>Pero lo que nos dice la ciencia es que lo que ellos creen que les está produciendo su dolor y lo que realmente se lo está generando son cosas diferentes.</p>
<h2>¿Qué ocurre con la justicia?</h2>
<p>A pesar de las evidencias científicas, la justicia ha fallado a favor de diferentes afectados por esta patología causada por los campos electromagnéticos. </p>
<p>En 2010, el Juzgado de lo Social número 24 de Madrid reconoció una <a href="https://elpais.com/elpais/2011/07/12/actualidad/1310458634_850215.html">incapacidad permanente y absoluta</a>, así como una pensión bruta de 1.640,80 € a una mujer a quien el Equipo de Valoración de Incapacidades había “diagnosticado”, entre otras cosas, un “síndrome de hipersensibilidad electromagnética” que la Organización Mundial de la Salud (OMS) no define ni reconoce.</p>
<p>En julio de 2016, el Tribunal Superior de Justica de la Comunidad de Madrid reconoció la “incapacidad permanente total para el ejercicio de su profesión” a un ingeniero de telecomunicaciones debido a <a href="https://www.elcorreo.com/bizkaia/sociedad/salud/201608/03/conceden-pension-invalidez-afectado-20160802233249.html">un raro síndrome</a> provocado por la exposición a campos electromagnéticos y una pensión de 1.546,60 €.</p>
<p>Recientemente, el Tribunal Superior de Justicia de Aragón ha ratificado la sentencia del Juzgado de lo Social número 1 de Zaragoza en la que se reconocía como accidente laboral la <a href="https://www.actasanitaria.com/wp-content/uploads/2019/01/TSJ20Aragon20691_2018.pdf">hipersensibilidad electromagnética</a> que un trabajador de una empresa eléctrica tenía “diagnosticada” por un médico desde 2014.</p>
<p>Nos encontramos ante una incongruencia entre lo que demuestra la ciencia y lo que sentencia la justicia. Debemos preguntarnos, entre otras cosas: ¿cómo y por qué un médico diagnostica una enfermedad y asocia su origen a los campos electromagnéticos cuando la OMS dice otra cosa? ¿Qué evidencia científica se ha presentado ante el Tribunal que avale la relación causal que justificaría estas y otras sentencias?</p>
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<span class="attribution"><a class="source" href="https://unsplash.com/photos/rENRXgLsDEQ">Unsplash</a>, <a class="license" href="http://creativecommons.org/licenses/by/4.0/">CC BY</a></span>
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<h2>Existe la ciencia que avala a los antiantenas</h2>
<p>Con respecto a la primera pregunta, se me ocurren dos respuestas: ética y dinero. La segunda me produce mayor interés científico y tiene que ver con el mensaje que muchos de estos movimientos antiantenas y asociaciones de afectados vienen difundiendo: existe evidencia científica que avala sus tesis. Y la hay, pero no toda la evidencia científica tiene el mismo valor ni rigurosidad, aunque sea publicada en revistas de alto impacto, incluso tras un proceso de revisión por pares.</p>
<p>Me limitaré a detallar uno de los últimos ejemplos, aunque hay muchos más. Su autor, Martin Pall, conforma junto a otros, como O’Carpenter o Hardel, un conjunto de científicos cuestionados en el ámbito del bioelectromagnetismo. En junio de 2018, la revista <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/29573716"><em>Environmental Research</em></a> publicó el artículo titulado <em>WiFi is an important threat to human health</em> (la wifi es una amenaza importante para la salud humana).</p>
<p>El artículo recoge resultados de siete estudios, de muy baja calidad, que vinculan la radiación de las wifi con diferentes efectos biológicos, casi todos en condiciones de laboratorio o animales. La elección de esos estudios fue interesada y subjetiva pues no se presentan criterios de selección que justifiquen su inclusión en el estudio.</p>
<p>El autor concluye que la wifi amenaza la salud humana sin aportar pruebas adecuadas que corroboren su hipótesis. Este y otros trabajos son rápidamente difundidos por estas asociaciones y movimientos antiantenas sin atender, por ejemplo, a los <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/30075849">comentarios</a> que la revista ha recibido donde se alerta del uso torticero, erróneo e inadecuado de la información científica.</p>
<p>La ciencia no es cuestión de opinión. Un juez debería centrarse en informes oficiales de instituciones independientes como son la OMS y la ICNIRP, o sociedades científicas como la Asociación Europea de Bioelectromagnetismo (<a href="http://www.ebea.org/">EBEA</a>) o la Sociedad de Bioelectromagnetismo (<a href="https://www.bems.org/">BEMS</a>).</p>
<p>No será un juez quien, en una sentencia, dando por válida la existencia de relación entre campos electromagnéticos e hipersensibilidad electromagnética, demuestre científicamente que esta relación existe.</p>
<h2>Dolor de cabeza incluso con la antena apagada</h2>
<p>Muchos de los trabajos científicos se enmarcan en un tipo de estudios denominados “a doble ciego”. En estas investigaciones, ni los voluntarios ni el equipo investigador sabe a priori si la antena está encendida o apagada. Así se garantiza que los voluntarios o afectados actúan sin ninguna información que sesgue el resultado.</p>
<p>Pero tampoco lo sabrá el equipo investigador que pueda modificar o manipular los datos registrados. En estas condiciones, se ha demostrado que el <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/22245541">simple hecho de instalar una antena</a>, aunque esté apagada, provoca la aparición de síntomas que los habitantes de la zona achacan a la inexistente radiación de un mástil apagado.</p>
<p>Estos síntomas suelen ser inespecíficos: dolor de cabeza, problemas para conciliar el sueño, dolores poco concretos, cefaleas, mareos, etc. Es un claro ejemplo de efecto nocebo. Estos síntomas, de carácter psicosomático, nada tienen que ver con la presencia de campos electromagnéticos de radiofrecuencia, pues ocurren inequívocamente también cuando no hay emisión alguna.</p>
<p>Además, la <a href="https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/23799038">aparición de noticias en los medios</a> que informan o alertan de manera irresponsable sobre este tema incrementa los síntomas de aquellos que los padecen y, además, producen un efecto llamada. Por el contrario, escamotear y esconder las antenas, así como divulgar el conocimiento científico actual sobre este tema, los reduce.</p>
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<p><em>Artículo <a href="https://www.agenciasinc.es/Opinion/Ciencia-y-justicia-chocan-por-los-efectos-de-las-antenas">publicado originalmente</a> en <a href="https://www.agenciasinc.es/">Sinc</a></em></p>
<hr><img src="https://counter.theconversation.com/content/110484/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Alberto Nájera López no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>La exposición a las ondas de radiofrecuencia no es perjudicial para las personas. Sin embargo, un tribunal español ha reconocido la hipersensibilidad electromagnética como accidente laboral.Alberto Nájera López, Profesor Contratado Doctor de Radiología y Medicina Física, Universidad de Castilla-La ManchaLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.