Las condiciones del terreno, la cantidad de agua y el tamaño de las plantas deben ser los adecuados para que el resultado no sea un cementerio de tallos secos.
Las ventajas evolutivas no se dan juntas: las plantas que crecen más rápido son más sensibles al estrés y viceversa. La ingeniería genética permite crear ejemplares que combinan ambas características.
La creación de anillos, cinturones y murallas verdes e islas de biodiversidad es una estrategia ecológica solvente y económicamente sólida para paliar los efectos del cambio climático.
Sembrar el planeta de bosques, como sugiere el Foro de Davos y apoya Donald Trump, no va a contrarrestar el CO₂ liberado durante millones de años e, incluso, puede aumentar las emisiones de este gas.
Australia está sufriendo una de sus peores temporadas de incendios forestales debido a una combinación de temperaturas elevadísimas y meses de severas sequías. El cambio climático tampoco es ajeno a la catástrofe.
Para evaluar una reforestación debemos comprobar si ha cumplido su objetivo principal que puede ser productivo, de restauración hidrológica, de incremento de la biodiversidad o de captura de carbono.
La restauración de ecosistemas no tiene que basarse en tópicos. No por plantar árboles estamos ayudando a recuperar un ecosistema, puede ser hasta contraproducente.
Profesor en el Departamento de Ciencia y Tecnología Agroforestal y Genética de la E.T.S.I. Agrónomos y de Montes de Albacete, Universidad de Castilla-La Mancha