tag:theconversation.com,2011:/us/topics/utopia-58927/articlesutopía – The Conversation2024-03-24T21:31:49Ztag:theconversation.com,2011:article/2249072024-03-24T21:31:49Z2024-03-24T21:31:49Z¿Apagan los relatos distópicos nuestras utopías?<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/581682/original/file-20240313-22-aaibav.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=0%2C2%2C1920%2C948&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">Fotograma _El cuento de la criada_, la serie de televisión basada en el libro homónimo de Margaret Atwood.</span> <span class="attribution"><a class="source" href="https://www.filmaffinity.com/es/filmimages.php?movie_id=494993">FilmAffinity</a></span></figcaption></figure><p>En los últimos tiempos nos abruma la proliferación de relatos distópicos que inundan las pantallas y las librerías de las ciudades. Aunque la narrativa distópica se hace relevante en el siglo XX (con <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/George_Orwell">George Orwell</a>, <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Aldous_Huxley">Aldous Huxley</a>, <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Ray_Bradbury">Ray Bradbury</a> y <a href="https://theconversation.com/el-caos-contado-por-jose-saramago-203266">José Saramago</a>), ha sido entrado el siglo XXI cuando este “género” se ha instalado definitivamente entre nosotros. </p>
<p>Todos reconocemos series y películas de ficción recientes que reproducen un futuro deshumanizado y carente de esperanza: <a href="https://www.filmaffinity.com/es/film800295.html"><em>Black Mirror</em></a> (2011), <a href="https://www.filmaffinity.com/es/film520063.html"><em>Los juegos del hambre</em></a> (2014), <a href="https://www.filmaffinity.com/es/film967260.html"><em>Los 100</em></a> (2014), <a href="https://www.filmaffinity.com/es/film474140.html"><em>Humans</em> (2015)</a>, <a href="https://www.filmaffinity.com/es/film494993.html"><em>El cuento de la criada</em></a> (2017), <a href="https://www.filmaffinity.com/es/film247862.html"><em>Years & Years</em></a> (2019), <a href="https://www.filmaffinity.com/es/film540777.html"><em>El juego del calamar</em></a> (2021), <a href="https://www.filmaffinity.com/es/film368565.html"><em>Extrapolations</em></a> (2023), etc. </p>
<h2>El contrapunto utópico</h2>
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<a href="https://images.theconversation.com/files/582230/original/file-20240315-26-6cgrcs.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="Dibujo de una isla con diferentes edificaciones y pueblos, mientras algunos barcos la rodean desde el agua." src="https://images.theconversation.com/files/582230/original/file-20240315-26-6cgrcs.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=237&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/582230/original/file-20240315-26-6cgrcs.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=851&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/582230/original/file-20240315-26-6cgrcs.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=851&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/582230/original/file-20240315-26-6cgrcs.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=851&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/582230/original/file-20240315-26-6cgrcs.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=1069&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/582230/original/file-20240315-26-6cgrcs.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=1069&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/582230/original/file-20240315-26-6cgrcs.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=1069&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="caption">Xilografía de Ambrosius Holbein para la <em>Utopía</em> de Tomás Moro (1518 noviembre, Johann Froben).</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://commons.wikimedia.org/wiki/File:1518_Thomas_More_Utopia_(Map_November_edition)_(Biblioteca_nacional_de_Portugal).jpg">Biblioteca nacional de Portugal/Wikimedia Commons</a>, <a class="license" href="http://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0/">CC BY-SA</a></span>
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<p>Pero las expresiones distópicas se pueden entender mejor como fruto de una cierta deconstrucción de su opuesta, la utopía. Históricamente, el pensamiento utópico <a href="https://dle.rae.es/utop%C3%ADa">se ha relacionado</a> con la imaginación de un escenario ideal en el que se dibujan aquellos deseos a los que aspiran los seres humanos, individual y colectivamente, para ser más felices o sentirse mejor.</p>
<p>Este concepto se puede rastrear desde las narrativas de las primeras civilizaciones en Mesopotamia o Grecia –representadas por la democracia en la <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Rep%C3%BAblica_(Plat%C3%B3n)"><em>República</em></a> de Platón, por ejemplo–, atravesando los relatos de los libros sagrados, <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Utop%C3%ADa_(Tom%C3%A1s_Moro)">hasta Tomas Moro</a>. El pensador inglés recrea en su libro la isla de Utopía, en la que sus habitantes comparten los bienes y conviven de forma pacífica, fraterna y armoniosa.</p>
<p>Posteriormente, la profundización en el concepto de utopía la asume el pensamiento socialista de finales del XIX, con autores como <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Charles_Fourier">Charles Fourier</a>, <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/%C3%89tienne_Cabet">Étienne Cabet</a> y <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Robert_Owen">Robert Owen</a>. </p>
<p>El historiador de la filosofía <a href="https://elobrero.es/historalia/53403-etienne-cabet-1788-1856-viaje-a-icaria-la-influencia-de-un-libro-sugestivo-movilizador-y-taumaturgico.html">Antonio Chazarra Montiel</a> ha analizado la importante aportación que la obra de Cabet <em>El viaje a Icaria</em> supone para la literatura utópica, con su enumeración de propuestas encaminadas a crear comunidades de bienes, vinculadas a la justicia y a la equidad, no solo de carácter político, económico o social, sino también con implicaciones en el ámbito de la educación. </p>
<p>En el siglo XX, el debate entre pragmáticos y utópicos se visibiliza muy especialmente en la obra <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Apocal%C3%ADpticos_e_integrados"><em>Apocalípticos e integrados</em></a> de Umberto Eco, que ahonda en la influencia que los medios de comunicación tienen sobre la cultura de masas. Si aplicamos a la tecnología la esencia de la discusión que formula Eco, estamos probablemente abriendo la brecha que existe entre sus bondades y peligros. El enfrentamiento dialéctico entre tecnofílicos y tecnofóbicos, entre ciberutopía y apocalipsis tecnológico, se cuela en muchos de los debates sociales que surgieron hace décadas y sostenemos en la actualidad. </p>
<p>Aunque el politólogo estadounidense Francis Fukuyama pronosticó <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/El_fin_de_la_historia_y_el_%C3%BAltimo_hombre">el final de la historia</a> con la derrota del socialismo y la victoria del capitalismo, el debate sigue en carne viva. Y la diatriba entre distopías y utopías es una de sus ramificaciones más intensas. Las utopías están encaminadas a enarbolar un modelo de sociedad en el que la equidad y la búsqueda del bien común imperan para todos sus individuos. </p>
<p>Mientras, las distopías reflejan un futuro en el que han triunfado el egoísmo, el interés particular y la dominación de unos sobre otros. Son la estación final de un capitalismo cuyo propósito desemboca en sociedades en las que el individualismo extremo se ha apoderado del paisaje a través de la violencia, la tecnología y el poder. </p>
<p>En cierto sentido, las narrativas distópicas se pueden convertir en un arma muy útil del capitalismo salvaje. </p>
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<a href="https://images.theconversation.com/files/582232/original/file-20240315-26-wvn5vd.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="Una mujer joven mira desafiante en medio de una multitud de adolescentes." src="https://images.theconversation.com/files/582232/original/file-20240315-26-wvn5vd.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/582232/original/file-20240315-26-wvn5vd.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=400&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/582232/original/file-20240315-26-wvn5vd.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=400&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/582232/original/file-20240315-26-wvn5vd.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=400&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/582232/original/file-20240315-26-wvn5vd.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=503&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/582232/original/file-20240315-26-wvn5vd.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=503&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/582232/original/file-20240315-26-wvn5vd.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=503&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="caption">En <em>Los juegos del hambre</em> las clases más humildes están sometidas a través de la pobreza, la violencia y unos juegos en los que las nuevas generaciones se ven enfrentadas a luchas a vida o muerte para sobrevivir.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://www.filmaffinity.com/es/filmimages.php?movie_id=520063">FilmAffinity</a></span>
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<h2>Cuando se desactiva la esperanza</h2>
<p>Para desarrollar esa conclusión, habría que preguntarse si la generalización de los relatos distópicos en nuestra cultura posmoderna y mercantil diluye las luchas y desactiva la esperanza. Como señala el sociólogo alemán Heinz Bude en su libro <a href="https://herdereditorial.com/catalogo/sociologia/la-sociedad-del-miedo-9788425438417"><em>La sociedad del miedo</em></a>, el poder que han adquirido las emociones genera un clima de inestabilidad que nos pone en guardia ante una posible crisis, haciéndonos sentir consternados y provocando que perdamos la idea de utopía. </p>
<p>Las distopías <a href="https://www.grupo5.net/la-psicologia-del-miedo-en-medios/">nos hacen imaginar un futuro</a>, permiten canalizar el miedo y nos ponen en guardia. Pero a la vez pueden atrofiar, o más bien, intimidar nuestro deseo de buscar otras alternativas, modelos diferentes y más humanos. La contaminación distópica promueve las teorías conspirativas y resulta demoledora para el pensamiento crítico. Las distopías esparcen la sensación de miedo y de que no hay un futuro mejor. En su último libro, <a href="https://www.planetadelibros.com/libro-doppelganger/387930"><em>Doppelganger</em></a>, Naomi Klein se refiere a la pandemia del covid-19 como el “multiplicador de amenazas”.</p>
<p>En 2020, la escritora Layla Martínez publicó el ensayo <a href="http://episkaia.org/"><em>Utopía no es una isla</em></a>. En esta obra se repasan algunos de los episodios históricos más relevantes que dan soporte ideológico a la idea de “utopía”. Uno de los conceptos abordados para darle forma es el de “futuro”. Éste ha sufrido un cierto desgaste en los últimos tiempos, como consecuencia de un progreso que ya no controlamos, o que por lo menos se presenta de forma incierta y no tan optimista. El realismo capitalista nos sitúa en el presente y produce la cancelación del futuro. Para Martínez, la cultura distópica acrecienta ese desasosiego y es conservadora: contribuye a la parálisis colectiva y proclama que no hay alternativa. </p>
<p>Sin embargo, la autora recuerda que en el pasado hubo también futuros oscuros que consiguieron superarse. Por ejemplo, tras la resistencia en la reserva Standing Rock, los pueblos originarios en EE. UU. <a href="https://efeverde.com/impiden-eeuu-construir-oleoducto-dakota-territorio-sioux/">impidieron la construcción</a> de varios oleoductos y terminales de extracción de carbón y petróleo. Martínez apostilla que la esperanza sobre el futuro es, en sí misma, revolucionaria: debemos ser “ferozmente optimistas y a la vez radicalmente pragmáticos”.</p>
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<a href="https://images.theconversation.com/files/582227/original/file-20240315-18-tvyhit.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=1000&fit=clip"><img alt="Una mujer indígena levanta el brazo mientras grita en medio de una protesta." src="https://images.theconversation.com/files/582227/original/file-20240315-18-tvyhit.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/582227/original/file-20240315-18-tvyhit.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=398&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/582227/original/file-20240315-18-tvyhit.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=398&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/582227/original/file-20240315-18-tvyhit.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=398&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/582227/original/file-20240315-18-tvyhit.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=501&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/582227/original/file-20240315-18-tvyhit.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=501&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/582227/original/file-20240315-18-tvyhit.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=501&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px"></a>
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<span class="caption">Concentración en apoyo a los manifestantes contra el oleoducto Dakota Access el 5 de noviembre de 2016 en Toronto (Canadá).</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://www.shutterstock.com/es/image-photo/toronto-november-5-indigenous-woman-chanting-566434117">arindambanerjee/Shutterstock</a></span>
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<p><a href="https://www.youtube.com/watch?v=GaRpIBj5xho">Decía Eduardo Galeano</a> en una de sus frases más célebres: “La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar”. </p>
<p>Seguramente, si abandonamos la senda de la utopía y nos dejamos llevar por el espíritu depresivo de las distopías que asoman constantemente a nuestras pantallas habremos perdido la pulsión para seguir manteniendo la esperanza. El futuro solo es mejor si nos creemos que puede serlo. La utopía no sólo dibuja el horizonte, sino que nos permite iluminar el camino por el que vamos transitando día a día.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/224907/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Juan I. Pagola Carte no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>‘Black mirror’, ‘El juego del calamar’, ‘El cuento de la criada’… Vivimos una proliferación de los relatos distópicos en la literatura, el cine y las series. ¿Desactiva la esperanza en estos tiempos de incertidumbre?Juan I. Pagola Carte, Profesor del Departamento de Comunicación y miembro del Centro de Ética Aplicada, Universidad de DeustoLicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1170092019-05-28T20:09:29Z2019-05-28T20:09:29Z¿Pueden convertirse en realidad las tiranías de la ficción?<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/275888/original/file-20190522-187143-itt56r.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=2%2C2%2C1595%2C895&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">
</span> <span class="attribution"><span class="source">HBO</span></span></figcaption></figure><p>Tal vez, en un mundo futuro superpoblado y sobreexplotado, cuando vaya al mercado, encuentre un producto alimenticio sintético, sabroso y con todas las propiedades nutricionales que necesita. En la etiqueta indica que se elabora con plancton marino muy energético. Hasta aquí, todo parece ir bien, pero ¿qué ocurre si se descubre que no existe ese plancton y que las galletas están hechas con los restos procesados de humanos fallecidos?</p>
<p>Ése es el argumento de la película <em>Soylent Green</em> de 1973, que en España se llamó <em><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Cuando_el_destino_nos_alcance">Cuando el destino nos alcance</a></em>. </p>
<figure class="align-right ">
<img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/275877/original/file-20190522-187169-jwn1cc.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=237&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/275877/original/file-20190522-187169-jwn1cc.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=947&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/275877/original/file-20190522-187169-jwn1cc.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=947&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/275877/original/file-20190522-187169-jwn1cc.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=947&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/275877/original/file-20190522-187169-jwn1cc.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=1190&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/275877/original/file-20190522-187169-jwn1cc.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=1190&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/275877/original/file-20190522-187169-jwn1cc.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=1190&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px">
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<span class="caption">Cartel de la película ‘Soylent green’ (Richard Fleischer, 1973)</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://en.wikipedia.org/wiki/File:Soylent_green.jpg">Wikipedia / Metro-Goldwyn-Mayer / John Solie</a></span>
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<p>Las ficciones políticas cinematográficas y televisivas nos han mostrado mundos terribles. Muchas veces son consecuencia de un comportamiento poco responsable por parte de los humanos respecto al planeta y sus recursos, o resultado de un enfrentamiento bélico generalizado, o crisis económicas que desquician por completo el orden social conocido (<em><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Mad_Max">Mad Max</a></em>). </p>
<p>A veces, ni siquiera tienen lugar en nuestro mundo, sino en otros completamente inventados (<em><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Game_of_Thrones">Juego de Tronos</a></em>). Tampoco tiene por qué tratarse necesariamente de una visión del futuro: <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/El_cuento_de_la_criada"><em>El cuento de la criada</em></a>, por ejemplo, transcurre en nuestros días, como también lo hace la serie británica <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Utopia_(serie_de_televisi%C3%B3n)"><em>Utopía</em></a>.</p>
<p>Aunque no todas las ficciones son pesimistas o presentan un mundo desagradable (<em><a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Star_Trek">Star Trek</a></em> es mucho más optimista), parece que la audiencia disfruta viendo mundos en los que resulta poco apetecible vivir. Tal vez porque consuela comprobar que, en comparación con los ficticios, el nuestro no es tan malo.</p>
<figure class="align-left ">
<img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/275875/original/file-20190522-187176-13eucb5.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=237&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/275875/original/file-20190522-187176-13eucb5.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=788&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/275875/original/file-20190522-187176-13eucb5.png?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=788&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/275875/original/file-20190522-187176-13eucb5.png?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=788&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/275875/original/file-20190522-187176-13eucb5.png?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=990&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/275875/original/file-20190522-187176-13eucb5.png?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=990&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/275875/original/file-20190522-187176-13eucb5.png?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=990&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px">
<figcaption>
<span class="caption">Ilustración de la primera edición de Utopía, de Tomás Moro (1516).</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Insel_Utopia.png">Wikimedia Commons</a></span>
</figcaption>
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<p>A estos mundos no deseables los llamamos distópicos para diferenciarlos de las más apetecibles utopías. Una distinción algo falaz: prueben a leer la descripción de la vida en la <a href="https://ocw.uca.es/pluginfile.php/1497/mod_resource/content/1/Utopia_Tomas_Moro.pdf"><em>Utopía</em></a> de Tomás Moro, o en <em>La Ciudad del Sol</em> de Campanella, y hallarán mil y un motivos para desear que no se hagan nunca realidad. Tanto en las utopías como en las distopías no existe libertad política, se vive bajo un régimen tiránico.</p>
<p>En la mencionada serie televisiva <em>El cuento de la criada</em> (inspirada por el relato de la escritora <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Margaret_Atwood">Margaret Atwood</a>), un grupo, con una visión muy particular del papel que el cumplimiento de las sagradas escrituras tiene para salvar a la humanidad (que se enfrenta a un problema de ausencia de natalidad alarmante), toma el poder en los Estados Unidos e implanta una especie de república religiosa (<em>Gilead</em>) en la que las mujeres son objetos propiedad de los hombres. Se instauran rituales de violación sistemáticos de las mujeres fértiles por los hombres con poder político que se llaman a sí mismos comandantes. </p>
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<img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/275882/original/file-20190522-187179-171ehtq.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/275882/original/file-20190522-187179-171ehtq.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=248&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/275882/original/file-20190522-187179-171ehtq.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=248&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/275882/original/file-20190522-187179-171ehtq.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=248&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/275882/original/file-20190522-187179-171ehtq.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=312&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/275882/original/file-20190522-187179-171ehtq.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=312&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/275882/original/file-20190522-187179-171ehtq.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=312&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px">
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<span class="caption">Margaret Atwood, autora de ‘El cuento de la criada’, junto a un ejemplar de la obra.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Margaret-Atwood-Handmaids-Tale-Folio-Society.jpg">Wikimedia Commons / Kvlakshmisree</a>, <a class="license" href="http://creativecommons.org/licenses/by-sa/4.0/">CC BY-SA</a></span>
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<h2>Todo está en la Historia</h2>
<p>En esta ficción, el sistema político despótico se establece a través de una serie de atentados terroristas con los que, poco a poco, se consigue desmantelar el sistema político previo para instaurar la nueva república religiosa. Margaret Atwood decía que en su relato no hay nada que no haya ocurrido ya en algún momento de la historia. Aún hoy en día el número de regímenes políticos que excluyen de las libertades políticas a parte de su población (especialmente a las mujeres) resulta alarmante y desesperanzador.</p>
<p>Ver <em>El cuento de la criada</em> y otras series similares puede llevar a preguntarnos si es posible que ocurra algo parecido en la realidad. No descarte tan rápido la idea. <a href="https://en.wikipedia.org/wiki/Richard_M._Weaver">Richard Weaver</a> advertía que cuando la libertad de la gente desaparece no lo hace de golpe con una explosión, sino en silencio, en medio de la comodidad de sentirse cuidado. El proceso es terroríficamente sencillo:</p>
<ol>
<li><p>Primero aparecerá un problema. No un problema cualquiera, sino uno que, real o no, por el motivo que sea, se convierte en el más urgente y preocupante, aquél que pone en juego la supervivencia de la colectividad (el problema de la natalidad en <em>El cuento de la criada</em>).</p></li>
<li><p>Como ocurre con todo problema político, habrá opiniones distintas sobre cómo resolverlo. La política es opinión; la verdad es cosa de la ciencia.</p></li>
<li><p>Aparecen entonces los expertos. Afirman tener la solución al problema. Pero, ¡cuidado!, no dicen que la suya sea una opinión más. Los expertos hablan como si estuvieran en posesión de la verdad.</p></li>
<li><p>Como no todos los expertos defienden lo mismo, hay que decidir quiénes son los verdaderos expertos, los mejores.</p></li>
<li><p>Aparece entonces la fe en la medición y en los rankings. Es una fe, porque, como señala <a href="https://press.princeton.edu/titles/11218.html">Jerry Z. Muller</a>, exige creer en tres cosas que son dogmas: que es posible sustituir el juicio, el talento y la experiencia personal por mediciones; que si esas mediciones son públicas las cosas funcionarán como deben; que medir es la mejor manera de motivar a las personas. Por supuesto, esto exige ignorar que no todo lo importante se puede medir y que casi siempre acaba por medirse lo que no importa.</p></li>
<li><p>El ranking acaba por aplicarse a las personas. Los habrá excelentes y los habrá mediocres. El criterio de clasificación es arbitrario en tanto en cuanto no tiene que ver con lo se pretende medir en realidad, pero no importa. La excelencia, que es una ideología totalitaria, ya ha hecho su aparición.</p></li>
<li><p>La única opinión válida es ahora la de los expertos excelentes, los mejores (siempre, claro está, según el ranking elaborado por ellos mismos). Pero cuando sólo hay una opinión, ya no es opinión, sino verdad indiscutible. Por otro lado, la adopción de este sistema meritocrático hace que los expertos estén convencidos de su propia buena fe, de que son justos, de que sus juicios no contienen prejuicio ni error, que los demás están equivocados y, lo que es peor, que actúan de mala fe, que son malos.</p></li>
<li><p>Puesto que las contradicciones de la vida, la creatividad, la invención, el arte, la filosofía, etc. no son medibles, la solución al problema pasa siempre por ser una idea artificial del ser humano. Así que todos han de ajustarse al modelo teórico de los expertos por la fuerza. Recuerde: el que no se ajusta es malo, el que piensa por sí mismo, el creativo, el inspirado, también.</p></li>
<li><p>Para que el ajuste sea completo, todos los aspectos no políticos de las relaciones sociales han de ser públicos: la vida familiar, el amor, la educación, las opiniones (que ya no podrán expresarse libremente porque están equivocadas y cargadas de mala intención). Todo será sometido a escrutinio público (quien haya visto o leído <em>El cuento de la criada</em> habrá comprobado que hasta el sexo es cosa de la que se ocupa el poder).</p></li>
<li><p><em>Et, voilà!</em> El poder político pasa a ser un asunto arbitrario totalmente privatizado, en manos de los expertos, formen estos un partido político (que acabará siendo único), una asociación, un grupo religioso… Pero el caso es que la política no se puede privatizar; si se privatiza deja de ser política para ser tiranía. A quien pregunte, entonces, por el motivo de la obediencia se le responderá lo mismo que a los niños en las escuelas de la Italia fascista: “Obedece porque se debe obedecer”.</p></li>
</ol>
<p>Nos queda, sin embargo, algo de esperanza. Como se ve en muchas de las series de televisión distópicas, el ser humano actúa, y la acción es siempre imprevisible, ambigua, no encaja en los modelos teóricos, los descoloca. Siempre hay un grupo de resistencia que lucha contra la negación de la política que supone la tiranía totalitaria. Al final, la tiranía es derrotada. Aunque, eso sí, puede que haya que esperar mucho tiempo para ver su fin, y como decía Sancho, “¿qué mayor desdicha puede ser de aquella que aguarda al tiempo que la consuma?” Lo mejor será, pues, que hagamos lo posible por evitar que ese futuro distópico nos alcance.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/117009/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Roberto Losada Maestre no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>Aunque no todas las ficciones son pesimistas o presentan un mundo desagradable, parece que la audiencia disfruta viendo mundos en los que resulta poco apetecible vivir. Tal vez porque consuela comprobar que el nuestro no es tan malo.Roberto Losada Maestre, Profesor de Teoría Política, Universidad Carlos IIILicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.tag:theconversation.com,2011:article/1006162018-08-29T22:04:24Z2018-08-29T22:04:24ZLa promesa de inmortalidad: una utopía que acabará con la libertad y la política<figure><img src="https://images.theconversation.com/files/234110/original/file-20180829-195313-119f62i.jpg?ixlib=rb-1.1.0&rect=2%2C0%2C1592%2C646&q=45&auto=format&w=496&fit=clip" /><figcaption><span class="caption">"Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia"</span> <span class="attribution"><span class="source">Fotograma de 'Blade Runner' (Ridley Scott, 1982).</span></span></figcaption></figure><p>Lamento ser descortés, pero quisiera que recordara que es usted mortal. ¡Como para olvidarlo!, pensará. Sin embargo, a pesar de que nuestra propia muerte es la única certeza que poseemos con respecto al futuro, parece que tenemos tendencia a actuar como si no fuera con nosotros.</p>
<p>Esto es así hasta el punto de que a los griegos de la antigüedad les pareció oportuno inscribir en las paredes del oráculo de Delfos: “Piensa como un mortal”. Si recordáramos (y nos lo creyéramos) que vamos a morir, muy probablemente muchos de nuestros comportamientos negativos desaparecerían. Envidias, rencores y venganzas nos parecerían absurdos. Hacer daño a los demás o a sus cosas carecería de sentido. Es probable que nadie hiciera la guerra, por ejemplo, si fuera consciente de verdad de que es mortal. Incluso mentir no parece propio de quien tiene presente que no va a vivir para siempre. Tal vez tenía razón el filósofo <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Hans_Jonas#Bibliograf%C3%ADa">Hans Jonas</a> cuando decía que la mortalidad es una carga, pero también una bendición.</p>
<h2>La promesa de la inmortalidad</h2>
<p>Recientemente, sin embargo, <a href="https://elpais.com/elpais/2018/04/20/opinion/1524237936_044557.html">se dice que podemos alcanzar la inmortalidad, o algo muy cercano a ella</a>. Eliminando la parte de ficción o charlatanería que acompaña a algunos de estos profetas, resulta interesante pensar en las consecuencias que acarrearía. La frase de Delfos ya no tendría sentido para los seres humanos del futuro, liberados de la carga de la muerte. </p>
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<img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/234114/original/file-20180829-195331-7i78zs.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=237&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/234114/original/file-20180829-195331-7i78zs.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=452&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/234114/original/file-20180829-195331-7i78zs.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=452&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/234114/original/file-20180829-195331-7i78zs.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=452&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/234114/original/file-20180829-195331-7i78zs.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=567&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/234114/original/file-20180829-195331-7i78zs.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=567&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/234114/original/file-20180829-195331-7i78zs.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=567&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px">
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<span class="caption">La Sibila de Cumas pidió a Apolo que le diera mil años de vida, pero se olvidó de pedirle la juventud y a los 700 años ya deseaba morir.</span>
<span class="attribution"><span class="source">'Sibilia Cumaea'</span></span>
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<p>Tal vez nos acercamos al momento en que logremos alargar nuestras vidas casi de manera ilimitada gracias a increíbles (hasta hace sólo unos años) avances científicos. Podremos ser inmortales. Ya no tendremos que dedicarnos a buscar, como Ponce de León, la fuente de la eterna juventud. Porque, claro, de lo que se trata no es sólo de no morir, sino de conservar la frescura juvenil para siempre. Lo contrario sería cometer el error de la Sibila de Cumas, que pidió a Apolo que le diera mil años de vida, pero se olvidó de pedirle la juventud y a los 700 años ya deseaba morir.</p>
<p>Por supuesto que esa es una inmortalidad imperfecta: siempre podremos morir de hambre, o atragantados al comer, también si nos cae una maceta en la cabeza. En este caso, lo que se estaría diciendo, más bien, es que vamos a vivir muchos años. Para estos accidentes también habrá una solución. Puesto que es nuestro cuerpo lo que envejece y muere, nos libraremos de él. La promesa de la inmortalidad se completa cuando se nos dice que podremos convertirnos en algo así como un software. Todo lo que somos se podrá traducir a un programa y ese programa ser almacenado del mismo modo que se guarda una película en un ordenador. Basta con ir copiando el programa sucesivas veces para que vivamos para siempre. Hasta se podrían hacer copias de seguridad.</p>
<h2>Política, mortalidad y utopía</h2>
<p>Vamos a dejar de lado los problemas filosóficos que esto plantearía, como, por ejemplo, cuál de las copias sería la original. Hay quienes piensan, como <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/Daniel_Dennett">Daniel Dennet</a>, que puesto que la copia contiene todos mis procesos mentales y toda la información de mi cerebro, no puede ser otra cosa que yo. Para otros, como el australiano <a href="https://es.wikipedia.org/wiki/David_Chalmers">David Chalmers</a>, la cosa no está tan clara. ¿A usted qué le parece? Si realizan una copia perfectamente funcional de quien es, ¿estaría dispuesto a que mataran al original, es decir, a usted mismo? ¿Sería mejor que hubiera dos, original y copia? Y, en ese caso, ¿cuál sería usted? Le dejo pensando en ello porque me gustaría llamar la atención sobre algo diferente, sobre la relación entre la política y la inmortalidad.</p>
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<img alt="" src="https://images.theconversation.com/files/234119/original/file-20180829-195310-1succyc.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=237&fit=clip" srcset="https://images.theconversation.com/files/234119/original/file-20180829-195310-1succyc.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=600&h=723&fit=crop&dpr=1 600w, https://images.theconversation.com/files/234119/original/file-20180829-195310-1succyc.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=600&h=723&fit=crop&dpr=2 1200w, https://images.theconversation.com/files/234119/original/file-20180829-195310-1succyc.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=600&h=723&fit=crop&dpr=3 1800w, https://images.theconversation.com/files/234119/original/file-20180829-195310-1succyc.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=45&auto=format&w=754&h=908&fit=crop&dpr=1 754w, https://images.theconversation.com/files/234119/original/file-20180829-195310-1succyc.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=30&auto=format&w=754&h=908&fit=crop&dpr=2 1508w, https://images.theconversation.com/files/234119/original/file-20180829-195310-1succyc.jpg?ixlib=rb-1.1.0&q=15&auto=format&w=754&h=908&fit=crop&dpr=3 2262w" sizes="(min-width: 1466px) 754px, (max-width: 599px) 100vw, (min-width: 600px) 600px, 237px">
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<span class="caption">William Godwin afirmaba que una vez alcanzada la sociedad socialista se habría desterrado la muerte. Y no sólo la muerte, también el sueño, porque dormir, decía, es imagen de la muerte.</span>
<span class="attribution"><a class="source" href="https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=359796">William Godwin retratado por James Northcote - Wikimedia</a></span>
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<p>O mejor dicho, entre la política y la mortalidad. Porque no existe una política para inmortales. No porque no se haya hecho, sino porque no puede hacerse. La política es un fenómeno humano, como lo es la mortalidad. Los inmortales son los dioses o los personajes de ficción. La inmortalidad nos es tan ajena que cuando imaginamos a dioses pensamos que se comportan más o menos como nosotros. El humano es mortal, y hacerlo inmortal es deshumanizarlo. La promesa de vida infinita es una utopía, y ni siquiera nueva. En 1793, por ejemplo, William Godwin, (padre de Mary Shelley, la autora de Frankestein, la novela en la que un médico vence a la muerte), afirmaba que una vez alcanzada la sociedad socialista se habría desterrado la muerte. Y no sólo la muerte, también el sueño, porque dormir, decía, es imagen de la muerte.</p>
<p>El pensamiento utópico, además de ser de cierto mal gusto al eludir enfrentarse con la realidad, es un pensamiento deshumanizador. En las utopías no habitan seres humanos. Contrariamente a lo que suele pensarse, las descripciones de los mundos utópicos son más bien terroríficas. Lo primero que se elimina es lo más humano: la libertad. En los mundos utópicos, y según el gusto del autor, por ejemplo, no se escoge la ropa, todo el mundo viste igual y, en ocasiones, ni la pareja es elegida por uno mismo. La comida es monótona, los días se suceden los unos a los otros de manera repetitiva… Porque no puede ser de otra manera: en la utopía no existe el mal, ni el error. Lo imprevisto puede dar lugar a distorsiones, a errores, a novedades que estropeen el mundo perfecto.</p>
<p>Pero ahora pregúntese cuál es el origen de lo imprevisto. ¿Lo ha descubierto, verdad? Efectivamente, la libertad. La capacidad del ser humano de tomar sus propias decisiones. Eliminada la libertad, se eliminará el error. Porque, aunque aquí no vayamos a entretenernos en ello, no hay que olvidar que con la promesa de inmortalidad convive otra que le hace de acompañante: la de que las máquinas, la inteligencia artificial, vendrá de una vez por todas a poner fin a nuestra sempiterna obcecación en el error. Es necesario que lo sepa: usted no piensa bien, está sesgado. ¿No lo cree? Le dieron el premio Nobel a un científico por afirmar precisamente eso. Es de esperar que él estuviera libre de sesgo y que lo estuvieran también quienes se lo concedieron.</p>
<p>Así que en las utopías, como hay que erradicar el mal, se elimina la libertad y, claro está, si no hay libertad, no hay política, que es la acción que llevan a cabo seres humanos libres. Los esclavos no tienen política, ni, por supuesto, los robots. Viene de antiguo considerar que la política existe, es necesaria, sólo en cuanto exista el mal. Como si no fuera la política algo radicalmente humano, como la muerte.</p>
<h2>Los inmortales no necesitan la política</h2>
<p>Volviendo, pues a la inmortalidad, resulta que los inmortales no necesitan tampoco la política porque no son nada humanos. Repare en lo siguiente: si no fuera porque tenemos los días contados no haríamos nada. Si fuéramos inmortales no habría razón alguna para hacer algo hoy. ¿Por qué no hacerlo mañana? No hay prisa. Si se vive eternamente no tiene sentido hablar de tiempo. No hay un hoy o un mañana que tengan relevancia. Los dioses inmortales no tienen razones para hacer nada hoy; no más razones que para hacerlo en otro día cualquiera. Y lo mismo les pasará mañana, y pasado mañana… En definitiva, quien es inmortal, al no tener preferencia temporal por el presente frente al futuro, no hará nada. </p>
<p>La inmortalidad es inacción. Pero la vida humana es precisamente lo contrario: no poder dejar de actuar. Intente no hacerlo. No podrá: dejar de actuar es una acción. Negar la acción es una acción. Sorprende que los profetas de la inmortalidad no hayan advertido de los efectos que sobre nuestra psicología tendría el sabernos inmortales. Es tan ajena a nosotros esa condición que no podemos ni imaginarnos en que consiste ese “no hacer” que es la inmortalidad.</p>
<p>Sin acción no hay libertad, sin libertad no hay política. La promesa de la inmortalidad es una nueva forma que han adoptado las viejas utopías. En los mundos utópicos se cree haber hecho innecesaria la política al haber erradicado el mal. Es una vieja (y perniciosa) idea creer que la política (a la que algunos llamarían alienación) es reflejo del mal. Bajo la promesa de la inmortalidad se oculta la promesa de que se nos liberará de la política. En realidad, lo que se está diciendo es que la naturaleza humana es mala y hay que librarse de ella. Algunas ideologías contemporáneas de cierto éxito parten también de este supuesto.</p>
<p>Habrá a quien convenza, cómo no, esta promesa de la inmortalidad, o larguísima vida. Habrá quien esté de acuerdo con la desnaturalización del ser humano, con su deshumanización. Pero debe tenerse presente que en toda utopía lo primero que pierden quienes viven en ella es la libertad. Cuando se rechaza la política se rechaza la libertad, porque la política sólo es posible entre seres humanos libres, es decir, seres que actúan. Y actúan porque saben que se les acaba el tiempo. Los seres inmortales son esclavos de su propia inmortalidad: no necesitan la política porque no son libres.</p>
<p>Antes de elegir la inmortalidad, deberíamos pararnos a pensar si el precio a pagar por ella, la libertad y la política, es decir, nuestra propia humanidad, no es demasiado elevado.</p><img src="https://counter.theconversation.com/content/100616/count.gif" alt="The Conversation" width="1" height="1" />
<p class="fine-print"><em><span>Roberto Losada Maestre no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.</span></em></p>Cada vez hay más avances científicos que acercan a la realidad la promesa de inmortalidad. Pero conviene valorar el precio de ese deseo eterno del hombre. Ganar la eternidad es perder la humanidad.Roberto Losada Maestre, Profesor de Teoría Política, Universidad Carlos IIILicensed as Creative Commons – attribution, no derivatives.