Bajo el dominio talibán, las mujeres afganas enfrentan una severa opresión, con prohibiciones educativas, laborales y sociales extremas. La violencia doméstica queda impune, la atención médica es restringida y la vida cotidiana está llena de limitaciones. A pesar de esto, persisten en la resistencia, aunque necesitan apoyo internacional urgente.
Los dos años que los talibanes llevan gobernando Afganistán nos han enseñado que las iniciativas ordinarias en materia de derechos humanos son insuficientes para hacer frente al apartheid de género. Necesitamos una acción internacional colectiva.
Las activistas, líderes y ex políticas afganas que ahora se encuentran en el exilio cuentan la continua lucha por los derechos de las mujeres en Afganistán y sus diversas estrategias de resistencia.
Las mujeres afganas vuelven a vivir en las mismas condiciones de hace 20 años. Las arcaicas tradiciones machistas se han vuelto a imponer y la comunidad internacional mira sin reacción a unas mujeres a las que se les están quitando los derechos fundamentales.
Los derechos de las mujeres ya no lo son en Afganistán desde que los talibanes ocuparon el país. Estados Unidos se marchó y cerró la puerta. Dentro queda una sociedad a merced de un gobierno terrorista.
Se ha iniciado en Afganistán un nuevo tiempo de “prueba y fallo”, que no es otro que, tal y como dijo Biden, dejar el futuro del país en manos de sus propios habitantes (eufemismo para decir en manos de los talibanes, por la vía de los hechos).
El anterior Gobierno afgano recogía datos biométricos de los ciudadanos sin cumplir con las medidas de privacidad necesarias. Ahora, esos datos están al alcance de los talibanes.
Estos veinte años empiezan y terminan en las Torres Gemelas. Allí despertamos del sueño de una gobernanza global y la expansión constante de las libertades y economía de mercado. El mundo, la globalización y los derechos humanos ya no son lo que eran.
Amira Jadoon, United States Military Academy West Point et Andrew Mines, George Washington University
Se trata de uno de las cuatro organizaciones terroristas más mortíferas del mundo y, tras un largo período de crisis, reaparece ahora para intentar demostrar que los talibanes afganos son incapaces de proporcionar seguridad a la población.
El cambio cultural ha sido lento y difícil, pero la voluntad de mejorar la vida de las mujeres afganas estaba ahí. Ahora un gran interrogante se cierne sobre su futuro.
Mientras los talibanes empiezan a reprimir las libertades básicas, muchos temen que Afganistán vuelva a ser un refugio para los terroristas, con consecuencias nefastas para los países occidentales.
La llegada al poder de los talibanes, como la aparición de Al-Qaeda, la emergencia del Estado Islámico y el caos en Yemen, Siria e Irak son resultado de largos procesos sociales y difícilmente pueden cambiarse con intervenciones extranjeras.
La poliomielitis es hoy endémica únicamente en Pakistán y Afganistán, donde los talibanes han bloqueado la vacunación casa a casa contra esta enfermedad durante los últimos tres años.
La ineficacia de algunos organismos internacionales para evitar crímenes de lesa humanidad en países en conflicto envuelve en pesimismo el futuro del pueblo afgano. El recuerdo del fracaso para evitar el genocidio en la antigua Yugoslavia está muy presente.
La resistencia histórica de Afganistán, su situación geográfica y orográfica, el cultivo de la adormidera y la influencia de países como Paquistán y China pueden ayudarnos a entender el conflicto talibán.
Los talibanes ya controlan Kabul, la capital afgana. La situación estratégica del país y el apoyo a las milicias fundamentalistas por parte de los países vecinos sugieren que el desenlace de las últimas horas era inevitable.
Envalentonados por su continuo éxito, la falta de resistencia de las fuerzas afganas y la mínima presión internacional, los talibanes han intensificado su violencia. Para las mujeres, su creciente poder es aterrador.
Profesora contratada doctora en Derecho Internacional Público. Vicedecana de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas, Universidad Loyola Andalucía