Contorsionar el Código Penal para que, ante un daño injusto, alguien, quien sea, sea castigado, es una tentación ancestral. En las sociedades democráticas debería contenerse.
Las armas de fuego ya son la principal causa de muerte de los menores estadounidenses, especialmente en casos de suicidio. Desde el 11-S ha habido más muertes por atentados cometidos por radicales de extrema derecha que por yihadistas.
Varón, en situación de exclusión social, con fácil acceso a las armas y violentados internamente por algún motivo. Así son los jóvenes que atacan escuelas en EE. UU. y que casi siempre dejan la huella de su crimen en redes sociales.
Detrás de casos como el de la reciente matanza en una escuela de Texas suele haber personas que mantienen un sentimiento de que han sido tratadas de manera injusta en algún momento de sus vidas.
De los 13 tiroteos masivos en escuelas que han tenido lugar en Estados Unidos, los tres más mortíferos se produjeron en la última década. Los datos de estos ataques ayudaron a los criminólogos a construir un perfil de los pistoleros.
La mayoría de los neozelandeses ve la inmigración como beneficiosa para su país, pero el radicalismo nacionalista ha formado parte del ecosistema durante mucho tiempo.
Tras el asesinato de 11 personas en una sinagoga en Pittsburgh, una académica explica por qué este crimen de odio le recuerda al clima político entre las dos guerras mundiales en Estados Unidos.
En EEUU es 95 por ciento más probable que a un tirador blanco se le atribuya sus crímenes a ‘trastornos mentales’ que a un agresor negro que comete el mismo delito.