Pegasus no es la única aplicación con capacidad para espiarnos. En nuestro día a día somos vigilados constantemente y proporcionamos nuestro permiso de manera totalmente voluntaria.
En ocasiones, la democracia choca con las labores que hacen los servicios de inteligencia de muchos países, que bajo el argumento de mantener la seguridad nacional, campan a sus anchas y no respetan derechos fundamentales.
Si se emplean programas de vigilancia, debe establecerse una norma que lo prevea y que contenga las garantías adecuadas para no vulnerar derechos fundamentales y para garantizar que su uso es proporcionado.
El ‘software’ malicioso Pegasus puede atacar a cualquier persona y está diseñado para no ser detectado. Infecta un móvil a través de ‘phishing’ o de vulnerabilidades de aplicaciones que tenemos instaladas. Sin embargo, solo se emplea con objetivos de perfil alto. En principio los ciudadanos de a pie no tenemos que preocuparnos por ser espiados, aunque sí por la salud de la democracia.