Menu Close
Imágenes obtenidas de Canva.com y Unsplash.com.

¿Cumplen las universidades europeas con su compromiso de luchar contra la desinformación?

El fenómeno actual de la desinformación, agravado por la crisis sanitaria de la covid-19 y los crecientes conflictos internacionales, es uno de los desafíos más significativos de nuestra era. Expertos de diversas disciplinas y organizaciones internacionales, entre las que se encuentra la Unión Europea (UE), subrayan el papel de la educación en general y de la universidad en particular en la lucha contra esta problemática.

Hoy en día, ningún aspecto de nuestra sociedad escapa al impacto de los trastornos informativos y somos nosotros, los ciudadanos de a pie, y nuestras democracias los principales damnificados.

La educación superior tiene la capacidad y la responsabilidad de alfabetizar en medios digitales y promover el pensamiento crítico para que seamos capaces de discernir la información veraz de la que no lo es.


Read more: Posverdad en la universidad


Soluciones desde la educación superior

Nuestra investigación, vinculada al proyecto europeo FakesPotting cuyo propósito es reforzar la identidad y la relación estratégica de la UE con los Balcanes Occidentales, analiza el papel de la universidad europea en la lucha contra la desinformación.

Nuestro análisis incluye 411 acciones destinadas a este asunto que hemos encontrado en las webs de 140 instituciones de educación superior de Italia, República de Macedonia del Norte, Serbia, Eslovaquia, Albania y España.

La lucha contra la desinformación: una tarea irregular e insuficiente

A grandes rasgos, los resultados obtenidos revelan que no existe una participación generalizada en materia de lucha contra la desinformación. Únicamente 53 instituciones desarrollaron al menos una acción al respecto, siendo las de Italia y España las más destacadas por su plena implicación. Ambos países fueron los más activos al sumar 289 actuaciones de forma conjunta.

La mayoría de estos desempeños fueron actividades y eventos internos que tenían una intención informativa, a la par que educativa, y estaban dirigidos a todos los públicos, sobre todo a estudiantes. Estos trataron por norma la desinformación desde una óptica general. No obstante, pese a que esta temática fue abordada de manera directa, no se profundizó en otras cuestiones relacionadas.

Las competencias y objetivos más repetidos entre las acciones analizadas coinciden con las propuestas de la CE: compartir resultados de investigación y conocimiento científico, alfabetizar mediáticamente o promover el juicio crítico mediante respuestas inclusivas que garanticen la transparencia informativa.

Arriesgar la verdad es arriesgar la democracia

Pese a las limitaciones de un estudio de estas características, resulta imposible no reconocer la necesidad de que la UE, junto a sus Estados miembros y su entorno geográfico más próximo, como los Balcanes Occidentales, tomen medidas en contra de la desinformación. Recordemos que atentar constantemente contra el derecho a la información veraz socava la confianza en las instituciones, fomenta la polarización y debilita el tejido social.

Solo un esfuerzo colectivo, en el que participe la educación superior, y un compromiso decidido con la verdad puede evitar los efectos de esta lacra. De lo contrario, y ante los desafíos que ya plantea la creciente influencia de la inteligencia artificial, el riesgo no será la difícil distinción entre lo auténtico y lo falso, sino algo aún más grave: que esa distinción deje de importarnos, como advierte Michael J. Sandel, premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales 2018.

Want to write?

Write an article and join a growing community of more than 182,600 academics and researchers from 4,945 institutions.

Register now