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Manos sosteniendo un globo terráqueo

La Declaración de Canarias: el aprendizaje-servicio y la universidad del futuro

Lo mejor de la educación universitaria está fuera de la universidad, aunque puede que muchos de sus miembros no se hayan enterado aún. La visión y misión de la universidad está envuelta en un proceso de reformulación, actualización y revitalización; y muchas de las respuestas están “ahí fuera”.

Para algunos, se trata de la crisis de la institución académica más antigua del mundo occidental.

Para otros, es un proceso que, como sucede con el Espacio Europeo de Educación Superior (EEES), tiene que ver con la internacionalización, la digitalización, el reconocimiento y la transferencia de créditos y empleabilidad de los egresados. Pero también tiene que ver con un espacio humanista, cívico y proyectado en el futuro para avanzar en esos valores específicos de la educación superior:

  1. La búsqueda de la verdad (frente a la infoxicación o las noticias falsas).

  2. El esfuerzo (frente a la corrupción).

  3. El pluralismo y la tolerancia como respuesta académica a la necesaria disputa y confrontación de ideas.

Son valores que construyen sociedades justas y democráticas y que, sobre todo, forman a las personas capaces de contribuir a su mantenimiento desde la libertad, la solidaridad y el pensamiento crítico.

Conferencias internacionales

Estas inquietudes nutren la actual Conferencia de la UNESCO sobre educación superior, la WHEC2022, que se celebra en Barcelona en este mes de mayo auspiciada por la Asociación Catalana de Universidades Públicas y la Red Global Universitaria para la Innovación. En su documento de presentación, señala:

“Los sistemas de educación superior pueden contribuir a la agenda global de varias maneras. No sólo deben preparar una mano de obra cualificada eficaz y propiciar la creación, difusión y aplicación de conocimientos para la construcción de capacidades profesionales, institucionales y tecnológicas, sino también conservar los valores y propósitos éticos y académicos que están en la base de la educación superior”.

Profesionales y ciudadanos

En el fondo, la pregunta que se plantea en todas estas cumbres internacionales y también en las propias universidades es cómo formar a los estudiantes para ser excelentes profesionales en un mercado cada vez más exigente y global. Y, a la vez, para ser ciudadanos comprometidos con fuertes convicciones éticas y morales capaces de alargar su mirada por encima de fronteras y generaciones.

Una de las maneras de hacerlo es incorporar el enfoque del aprendizaje–servicio como filosofía de la educación superior. No se trata sólo de una metodología o una técnica pedagógica sino de una filosofía educativa.

Una experiencia universitaria auténtica

Tanto la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE) como la UNESCO inciden en lo importante de una educación que conecte con necesidades reales y sitúe su centro en el estudiante. Una educación relacional que no desprecie la teoría a favor de la práctica, sino que sitúe ambos elementos en la misma experiencia auténtica que deben vivir los estudiantes en la universidad. Experiencia en la que también resulta fundamental la clase magistral.

Pues bien, estas características que apuntamos forman parte del enfoque del aprendizaje–servicio. Un planteamiento pedagógico consolidado y que poco a poco se va extendiendo en más universidades; que cuenta con enormes potencialidades en los tres pilares clásicos de las instituciones universitarias:

  1. La mejora de los aprendizajes y desarrollo de competencias de los estudiantes.

  2. La formación de una ciudadanía más crítica, participativa y comprometida, sin descuidar la empleabilidad y la inserción laboral.

  3. Una mayor satisfacción, calidad e innovación en la docencia de los profesores.

  4. Un vehículo privilegiado para desarrollar la transferencia de conocimiento y la responsabilidad social de las universidades.

  5. Una estrategia para dinamizar y comprometer a las comunidades universitarias con el logro de los ODS contenidos en la Agenda 2030.

Estos aspectos, entre otros muchos, son los que se ponen de manifiesto en las publicaciones científicas que describen las aportaciones significativas del aprendizaje–servicio a la educación superior.

Formarse mejorando los entornos locales y globales

Pero, concretamente, ¿en qué consiste el aprendizaje–servicio? Podemos decir que son propuestas de docencia, investigación o, incluso, de transferencia del conocimiento que integran el servicio a la comunidad y el aprendizaje académico de manera coherente en un único proyecto.

Una manera de que los estudiantes aprendan trabajando, desde la práctica, sobre las necesidades y problemáticas reales de su entorno (local o global) con el objetivo de mejorarlo. Da, además, al profesorado la oportunidad de innovar e investigar de manera responsable y con impacto social.

Un ejemplo concreto

Varios estudiantes universitarios que cursan el grado de Pedagogía o Educación Social (en la UNED y en la Universidad Complutense de Madrid) se han comprometido con estudiantes universitarios africanos (que no tienen posibilidad de realizar una estancia en un país de habla hispana) para ayudarles a mejorar su español hablado a través de entrevistas en línea y reflexionar juntos sobre diversas temáticas que tienen que ver con los derechos humanos, la ética educativa, la situación en la que viven, etc.

Con estas entrevistas y reflexiones, no sólo están desarrollando competencias recogidas en sus planes de estudios. También están prestando un servicio fundamental a esos estudiantes que carecen de recursos, mejorando sus competencias de comunicación oral, al tiempo que superan prejuicios y desarrollan la idea de ciudadanía global y diálogo intercultural.

Otro buen ejemplo de cómo este enfoque puede articularse concretamente en las diversas asignaturas y titulaciones son las clínicas jurídicas (oficinas de atención legal gratuita) extendidas en tantas Facultades de Derecho.

La Declaración de Canarias

Para dar a conocer este enfoque y promover su desarrollo en las universidades, en junio de 2020, tras el X Congreso Estatal de Aprendizaje–Servicio, se redactó y aprobó la Declaración de Canarias sobre aprendizaje-servicio en la educación superior. Ya ha sido adoptada, entre otras, por varias universidades españolas como la UNED, la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, la Universidad de La Laguna, la Universidad Rey Juan Carlos y la Universidad Complutense de Madrid.

La Declaración de Canarias constituye una referencia obligada para todos aquellos que deseen promover el proceso de reconocimiento institucional de este enfoque en sus universidades. No sólo sirve de orientación sino que fija también la aportación específica del aprendizaje–servicio al complejo mundo universitario.

Además, constituye uno de los primeros instrumentos que, impulsado por las propias universidades, establece una definición, unos elementos constitutivos y los ámbitos de acción donde se desarrolla. Ahora bien, como toda declaración institucional bebe de diversas fuentes, documentos y recomendaciones formuladas previamente en el ámbito de la educación superior tanto a nivel regional como nacional e internacional.

Retos futuros

El verdadero reto de esta declaración será su capacidad para proyectarse en nuestra cultura universitaria, en las organizaciones universitarias, las agencias de evaluación de calidad de la educación superior y, sobre todo, en las propias universidades.

Como se afirma en la propia declaración:

“El aprendizaje–servicio es una filosofía de la educación superior que refuerza el enfoque humanista de la Universidad en el siglo XXI. De esta manera, reconoce su responsabilidad social y relaciona entre sí los pilares clásicos de docencia, investigación y transferencia de conocimiento en beneficio de toda la comunidad universitaria y del bien común de la sociedad”.

Promueve la relación y la participación de todos los agentes sociales para afrontar juntos los desafíos a los que se enfrenta la humanidad. La Universidad no tiene por qué tener ya el monopolio del saber, pero sí la capacidad de investigación e innovación para impulsar el desarrollo de una sociedad más humana y solidaria.

Y en este logro el aprendizaje–servicio tiene mucho que decir. Veremos hasta qué punto estas ideas tienen eco en esta WHEC2022 de la UNESCO.

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