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Los argentinos protestan las condiciones de austeridad que forman parte del rescate del FMI. AP Photo/Natacha Pisarenko

¿Reactivará la economía argentina un rescate internacional de 50.000 millones de dólares?

Una economía en recesión. Fuga de pesos. La peor sequía en décadas. Los tipos de interés más altos del mundo. El mayor rescate de la historia del Fondo Monetario Internacional.

¿Suena alarmante?

Para Argentina es más de lo mismo, ya que ha sufrido muchas crisis económicas en las últimas décadas. Y casi todas las veces, los colapsos catastróficos acabaron con una combinación de deuda nacional insostenible, desempleo elevado, aumento de las tasas de pobreza, saqueos, pánico financiero, fugas de capital e hiperinflación.


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Hemos estado siguiendo las fluctuaciones de la economía argentina durante dos décadas y en este momento estamos rematando un libro sobre política económica y fiscal en Argentina, Brasil y Chile. Nos hemos estado preguntando: ¿esta última crisis de Argentina podría terminar de forma diferente a las otras?

Un hombre sirve comida a las puertas de un comedor social de la avenida principal. AP Photo/Natacha Pisarenko

No tenía por qué suceder de esta manera

Para nosotros no es excesivamente complicado identificar en qué se falló, dado que ya lo pronosticamos el verano pasado.

Pero no tenía por qué suceder de esta manera. Hace solo dos años, los líderes de Argentina parecían haber aprendido las lecciones del pasado y estaban gobernando con bastante eficacia en materia económica.

Después de que la última crisis acabara en 2002 con el incumplimiento del pago y con una pobreza considerable, el Gobierno estuvo trabajando bajo restricciones financieras estrictas. Los líderes de Argentina tuvieron que encontrar formas de respaldar su moneda, aumentar la recaudación fiscal, reducir la pobreza y aumentar el empleo.

Y en buena medida lo lograron, lo que generó un sector financiero y a un peso (la moneda de Argentina) más fuertes, debido a tres razones principales.

En primer lugar, mientras que los anteriores Gobiernos respondieron a las crisis adoptando políticas de austeridad, en 2003, el presidente recién elegido, Néstor Kirchner, aumentó el gasto público utilizando pesos (en lugar de dólares prestados) para ayudar a los pobres, lo que a su vez ayudó a estimular el gasto de consumo. Esto generó menos pobreza, menos desempleo y menos desigualdad de ingresos.

En segundo lugar, se aplicaron controles de capital para mantener los pesos en Argentina. Esto aseguró que no se diera otra huida de la moneda.

Por último, y lo más importante, el Gobierno comenzó a utilizar los ingresos en cuenta para pagar salarios y reportar beneficios, lo que incrementó significativamente el porcentaje de población en el sistema bancario oficial. Antes, más de la mitad de la ciudadanía no tenía una cuenta bancaria o una tarjeta de crédito, lo que dificultaba que el Gobierno conociera sus ingresos reales y le cobrara los impuestos correspondientes.

Gracias a los cambios, la participación en el sistema bancario se disparó hasta un 90%, lo que generó un récord en la recaudación del impuesto sobre el valor añadido, la fuente de ingresos más importante del Gobierno argentino.

Como consecuencia, la ratio entre impuestos y PIB del país —una forma de medir el nivel de recaudación del gobierno— se elevó desde una media de aproximadamente un 19 % en los años ochenta y noventa a un 32% en 2015, la más alta de la zona —algo impensable tan solo una década antes.

El fin de los controles de capital aplicado por Macri puede haber sido un error. AP Photo/Natacha Pisarenko

Avivar una crisis

Por tanto, cuando Mauricio Macri pasó a ser presidente a finales de 2015, existía una base de políticas beneficiosas que financiaban las arcas del gobierno.

Macri también tuvo que lidiar con algunos desafíos. El gasto público subía con demasiada rapidez, mientras que la inflación alcanzaba el 30% anual.

Pero en lugar de ajustar las riendas del gasto y seguir la vía de la responsabilidad fiscal, Macri —de ideología de centroderecha— decidió reducir los impuestos de las empresas y pidió un préstamo de una cantidad récord de dólares para poder hacerlo, todo esto sin reducir el gasto público. Al mismo tiempo, eliminó los controles de capital establecidos en 2002.

Como era de esperar, todo esto hizo que el país fuese más vulnerable a una crisis, que comenzó en mayo, cuando una sequía especialmente grave —la más costosa de la historia de Argentina— secó cultivos de exportación muy importantes, como la soja y el maíz (Argentina es el tercer exportador mundial de ambos.

Los inversores extranjeros, preocupados por la capacidad del gobierno para cumplir con sus obligaciones, empezaron a deshacerse de la deuda a corto plazo del banco central. Mientras tanto, los argentinos, expertos en identificar cualquier indicio de dificultad económica, también comenzaron a deshacerse de sus pesos.

En junio, Argentina pidió ayuda del Fondo Monetario Internacional en forma de una línea de crédito de cincuenta mil millones de dólares estadounidenses, la mayor que un país ha recibido nunca de esta institución.

Pero la inyección de crédito, así como la decisión del banco central de aumentar los tipos de interés a un máximo mundial del 60%, sirvieron de poco para contener la caída del peso. Desde abril, el peso perdió casi un 50% de valor frente al dólar.

A dónde conducirá esta situación

Avancemos hasta el momento actual.

La crisis se ha reducido un poco a medida que el peso se estabiliza en poco menos de 40 pesos por dólar —casi peor que nunca—, algo que ha costado quince mil millones de dólares del FMI. El banco central está vendiendo muchos bonos con tipos de interés de más del 60% para poder mantenerlo.

En otras palabras, tres meses de tipos de interés al 60% y miles de millones de efectivo del FMI han demostrado que es costoso forzar el valor del peso. Y lo que es aún peor, todo el dinero prestado deberá devolverse, lo que pone más cargas sobre la economía.

Mientras tanto, el FMI, que acordó transferir siete mil millones de dólares adicionales, estima una recesión más profunda de lo esperado.

Si bien esto parece alarmante, afortunadamente hay motivos para ser optimistas. Y para responder a nuestra pregunta anterior: sí, creemos que Argentina no está condenada a seguir los errores de las crisis anteriores y que puede volver a una senda sostenible de crecimiento.

Sin embargo, esto dependerá de si Argentina cumple la condición del FMI de acabar con el déficit presupuestario en 2019 y de si adopta otras políticas prudentes, como el incremento de los ingresos públicos mediante la reinstauración del gravamen por exportación y el establecimiento de controles de divisas para garantizar la estabilidad del peso.

Esta es la estrategia que Macri debería haber seguido en diciembre de 2015. Aun así, más vale tarde que nunca.

This article was originally published in English

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