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La violencia filio-parental, una realidad que afecta silenciosamente a miles de mujeres

La violencia contra las mujeres es un problema de salud pública y una violación de los derechos humanos. Así se pronuncian la Organización Mundial de la Salud y el Convenio del Consejo de Europa sobre prevención y lucha contra la violencia contra la mujer y la violencia doméstica, conocido como Convenio de Estambul.

Son actos que conllevan sufrimiento físico, sexual, psicológico o económico. E incluyen también las amenazas, la coacción y la privación arbitraria de libertad.

Existen varias teorías para explicar las causas de la violencia contra las mujeres. Las más aceptadas afirman que se trata de una forma de violencia relacionada con el género, entendido este como un constructo social. Su origen es la socialización diferencial, el modo en las personas aceptamos y asumimos los roles y estereotipos de género al educar a niños y niñas de forma diferente.

En pleno siglo XXI, continúan vigentes con una enorme aceptación social. Se relacionan con una mayor sumisión por parte de las mujeres.

Otras formas de violencia

Normalmente se vincula la violencia de género con el maltrato en la relación de pareja. Sin embargo, existen otras formas de violencia hacia las mujeres, dentro y fuera del ámbito doméstico. En todas ellas, si hablamos de factores de riesgo de victimización, el más relevante es ser mujer.

Una forma de violencia que ha aumentado significativamente en las últimas décadas es el maltrato de hijos e hijas hacia sus progenitores. Se conoce como violencia filio-parental (VFP). Se trata de una forma de violencia juvenil de tipo físico, verbal, psicológico y económico.

Las víctimas de esta violencia son, sobre todo, las madres (un 90 %) y, en especial, las que conforman familias monoparentales. Se considera que la mitad de los delitos cometidos en España por menores consisten en la agresión a familiares. Sin olvidar que muchas de las víctimas de este tipo de violencia también sufren maltrato por parte de su pareja.

La punta del iceberg

Se invierten enormes recursos para elaborar programas de prevención e intervención en relación con la violencia de género en la pareja. Estos recursos se dedican fundamentalmente a determinar cuáles son los factores que facilitan que el hombre ejerza violencia contra su pareja y cuáles predisponen a las mujeres a ser víctimas. Sin embargo, sabemos que la violencia contra las mujeres tiene un origen multicausal.

Aunque se están empleando estrategias, tanto jurídicas como sociales, los datos muestran que este fenómeno está lejos de ser erradicado. En España, el Ministerio de Igualdad contabiliza la escalofriante cifra de 1 238 mujeres asesinadas por sus parejas o exparejas entre 2003 y 2023. Y esto es solo la punta del iceberg de la incidencia real, ya que no tiene en cuenta todos los casos. Además, si consideramos todas las víctimas ,no solo las que perdieron la vida, las cifras son alarmantes.

Si a esto le unimos que en el año 2022 la Fiscalía General del Estado intervino en 4 669 casos de violencia de hijos/as hacia padres y madres, la gravedad de la violencia contra las mujeres se convierte en muy preocupante.

Perfil de los jóvenes agresores

Quienes agreden a sus progenitores son jóvenes con poca empatía y baja autoestima, muy impulsivos y con escasa tolerancia a la frustración. Suelen gestionar mal la ira y les cuesta identificar y expresar emociones. Dos tercios son varones.

La agresión de las hijas hacia sus madres se interpreta como un intento de distanciarse de la imagen de vulnerabilidad atribuida a las mujeres.

Las víctimas, por su parte, suelen desarrollar estilos educativos permisivos y sobreprotectores. Aceptan la violencia como instrumento de solución de problemas y presentan grandes dificultades para manejar la relación con sus hijos e hijas.

La dificultad aumenta si en una familia monoparental debe conciliar su vida laboral y familiar. El vínculo con los hijos se ve muy afectado. En cualquier caso, lo más difícil para hacer frente a este fenómeno es lo impenetrable del medio familiar: es una realidad en gran parte invisible.

Los modelos explicativos actuales incluyen aspectos culturales y sociales como base de la violencia contra las mujeres. Destacan la interiorización de la socialización diferencial y el reparto de roles.

La importancia de educar en igualdad

En los años 2008 y 2014 el Observatorio de la Imagen de las Mujeres del Instituto de la Mujer subrayaba, en sendos informes, la permanencia en la sociedad española de estereotipos según el género. Los estereotipos asignados a las mujeres tenían que ver con su papel en el cuidado del hogar y de otras personas. Se da por hecho que las mujeres tienen cualidades para estas labores de las que los hombres carecen, como la empatía o el espíritu de sacrifico.

La interiorización de los roles y estereotipos de género asignados por la socialización diferencial acaban siendo asumidos como mandatos de género por los varones y por las mujeres. Podrían ser considerados la razón principal de la violencia ejercida contra las mujeres por el hecho de serlo, al situarlas en una posición de inferioridad que las hace vulnerables.

Mientras la socialización diferencial y los mandatos de género no desaparezcan, no habrá una igualdad real y efectiva. La educación en igualdad se convierte así en el elemento esencial. Sin ella difícilmente lograremos disminuir estas dramáticas cifras.

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