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Carné con sellos de la primera campaña del Sello Pro Infancia, 1933. Arxiu Nacional de Catalunya

Los sellos proinfancia en Cataluña: solidaridad frente a beneficencia

La primera vacuna contra la tuberculosis se inoculó hace ahora 101 años. Todavía mueren casi un 1,4 millones de personas a causa de esta enfermedad. A principios del siglo XX, los contagios y las muertes por esta causa suponían una lacra mucho mayor. Una gran parte de la población carecía de conocimientos sobre higiene, transmisión de enfermedades y funcionamiento de las vacunas. En muchos países los recursos económicos e infraestructuras dedicados a sanidad eran insuficientes.

Para atajar la mortalidad infantil producida por la tuberculosis, la Generalitat catalana decidió emular una idea que nació en Dinamarca, pero que rápidamente se difundió por otros países. Se trataba de la venta de un sello sin valor postal durante las fiestas navideñas. El importe recaudado se destinaría a combatir la tuberculosis entre los niños.

El sello antituberculoso en Cataluña

La idea original partió de un cartero danés llamado Einar Holboël en 1904. En su reparto postal diario observó que en muchos hogares las personas sanas convivían con enfermos de tuberculosis por falta de plazas hospitalarias. Para remediar esta situación propuso recaudar fondos mediante la venta de sellos sin valor de franqueo. Debido a su bajo coste y su uso común, todo el mundo podría participar de esta forma en la lucha contra la enfermedad. Einar, astutamente, sugirió que los sellos se vendieran solo en Navidad cuando la gente es más receptiva a causas solidarias y el tráfico postal es mayor. Por este motivo en Dinamarca se les llamó de Sellos de Noel.

El Sello de Noel tuvo un éxito notable y pronto otros países afectados por el mismo problema siguieron la estela danesa. Suecia, Islandia, Noruega, Alemania, Estados Unidos, Francia, Bélgica, Japón, Nueva Zelanda, Corea, Australia y hasta un total de 130 países emitieron su propio sello.

A Cataluña el sello antituberculoso llegó en 1933 donde recibió el nombre de Pro–Infancia. Las tormentas políticas que sacudieron la Segunda República (1931–1939) impidieron que el sello se pudiera vender cada año. Entre 1933 y 1937 hubo 4 campañas de venta con resultados desiguales a causa de los avatares políticos.

Impreso de la primera campaña del Sello Pro Infancia. Arxiu Nacional de Catalunya

El Sello Pro-Infancia

Con la restitución de la Generalitat durante la Segunda República, el gobierno catalán intentó crear un sistema de asistencia social propio. Pretendía alejarse del modelo tradicional que había imperado hasta ese momento en Cataluña y España, que se basaba en el voluntarismo y con un gran protagonismo de la Iglesia.

El nuevo sistema de asistencia social no se basaría en la beneficencia, siempre insuficiente y parcial, sino en la justicia social. El traspaso de competencias en asistencia social a Cataluña fue aprovechado para favorecer el cambio de modelo y construir estructuras de estado en materia sanitaria y asistencial. Sin embargo, la realidad era que, a causa de la infrafinanciación desde el gobierno central y carecer de un sistema fiscal propio, la Generalitat no disponía de los recursos necesarios.

Ante este escenario, el Sello Pro-Infancia se publicitó como una gran obra patriótica. Una obra que permitiría superar el modelo de beneficencia para construir un sistema de asistencia social justo realizado por y para los catalanes.

Atajar la mortalidad infantil era de suma importancia para mantener el desarrollo industrial de Cataluña. Los intentos de construcción de este modelo de asistencia pública quedaron recogidos en el segundo número de la revista Nova Iberia que contiene, además, un reportaje sobre el Sello Pro–infancia con bellísimas fotografías.

Revista Nova Iberia nº2, febrero de 1937. Biblioteca de Catalunya

Los logros del Sello Pro-Infancia

Los beneficios de la venta del sello se emplearon fundamentalmente en dos conceptos. Uno fue la divulgación de los beneficios de la vacuna y medidas higiénicas tales como la ventilación de estancias o la higiene para fomentar la prevención. El otro la construcción de centros asistenciales.

Para la difusión de mensajes sobre prevención se emplearon los grandes medios de comunicación del momento: cartelería, prensa y radio. Se llegó incluso a rodar un cortometraje que se exhibía en los cines antes de la película en cartel. La concienciación entre los escolares fue especialmente intensa. Se repartieron numerosos folletos en las escuelas y se involucró a los niños en la venta del sello.

Gracias al Sello Pro-Infancia se construyeron dos guarderías en el barrio barcelonés de San Andrés y en Terrassa, y en Arenys de Mar se inauguró un Preventorio–Escuela. Revista Nova Iberia nº2, febrero de 1937. Biblioteca de Catalunya

Los centros asistenciales edificados, además de ofrecer servicios sanitarios, poseían un marcado carácter educativo. Se construyeron dos guarderías para hijos de familias obreras, una en el barrio barcelonés de San Andrés y otra en Terrassa. En ellas, además de cuidar, alimentar y mantener a los niños en condiciones óptimas de higiene, se educaba a las madres en cuidados infantiles y prevención de la tuberculosis. En Arenys de Mar se inauguró un Preventorio–Escuela para que los menores afectados por la enfermedad pudieran recuperarse sin perder clases.

La Guerra Civil dio al traste con esta iniciativa y el Sello Pro–Infancia desapareció y, con él, la tarea de prevención y educación sanitaria.

La lucha contra las enfermedades infectocontagiosas

La situación de pandemia actual por la covid 19 guarda evidentes paralelismos con la lucha contra la tuberculosis y la venta del Sello Pro–Infancia. Tanto ayer como hoy, las campañas de prevención y educación de la población general en medidas higiénicas han jugado un papel fundamental. Y, ayer como hoy, ha sido necesario el uso de los medios de comunicación, carteles, folletos y audiovisuales.

Tal como en el pasado hemos visto políticos intentando sacar rédito de la situación e, incluso, la construcción de infraestructuras sanitarias que no se sabe si responden a una necesidad real o son un mero acto de propaganda política.

En cualquier caso, la educación y formación de la población sigue constituyendo uno de los ejes centrales de la lucha contra las enfermedades infectocontagiosas.

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