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Sembrando salud: el poder de la nutrición perinatal

Seguro que alguna vez ha vivido de cerca todas las preocupaciones que experimenta una persona embarazada. Entre ellas destaca la atención que debe prestar a la alimentación: nada de alcohol, evitar pescado crudo, tomar suplementos de ácido fólico y un largo etcétera. Todo esto apunta a que la nutrición materna es un pilar clave para la salud del bebé.

La alimentación de la madre que tiene lugar alrededor (“peri-”) del nacimiento (“natal”), se conoce como nutrición perinatal, y contempla no solo el embarazo, sino también la preconcepción y la lactancia. Por ende, este delicado periodo es más largo de lo que comúnmente se cree. A esto se suma el desconocimiento general de su impacto: ¿sabemos hasta qué punto afecta la dieta materna a la descendencia?

Programando la salud de sus hijos e hijas

El estilo de vida de las madres puede condicionar en su descendencia un mayor riesgo de sufrir diferentes enfermedades en la edad adulta. Sí, ha leído bien, en la edad adulta. Este suceso se conoce como “programación metabólica” y engloba todos los estímulos que ocurren durante un periodo de vida crítico (en este caso, la etapa perinatal) y que acaban ejerciendo un efecto a largo plazo en la salud. Dentro de estos estímulos se encuentran la dieta y el peso maternos, además del tipo de lactancia.

Las consecuencias derivadas engloban enfermedades cardiovasculares, obesidad o diabetes. Actualmente, estas son algunas de las causantes de una mayor mortalidad mundial. Por tanto, debemos dar a este fenómeno la importancia que se merece.

Durante la gestación, la virtud está en el término medio

Para demostrar con hechos el impacto de la alimentación durante la gestación, no hay mejor ejemplo que la hambruna holandesa de 1944. Debido a la Segunda Guerra Mundial, los alimentos comenzaron a escasear en ciertas zonas de Holanda, llegando a raciones menores a un tercio de la recomendación diaria.

Esta falta de nutrientes coincidió con la primera mitad del embarazo de miles de mujeres de esa área. ¿Y cómo se vieron afectados sus hijos? En la edad adulta, mostraron mayores ratios de obesidad en comparación con los hijos de mujeres de otras zonas que no pasaron hambruna.

La teoría del “fenotipo ahorrador” explica este suceso. Al tener las madres un déficit nutricional durante la gestación, el metabolismo de sus hijos se adaptó para poder sobrevivir: eran más eficientes obteniendo energía de los alimentos. Sin embargo, cuando deja de haber escasez, esta condición puede conducir a la obesidad.

En consecuencia, podríamos pensar que, en el otro extremo, una dieta hipercalórica durante el embarazo resultaría en un menor peso corporal del infante. Sin embargo, ocurre lo contrario. Sabemos que si la gestante come en exceso su descendencia tendrá más grasa corporal. Este hecho es especialmente relevante en nuestra sociedad actual, donde encontramos una superabundancia de alimentos.

Así pues, tanto una desnutrición como una sobrenutrición desembocan en la misma herencia desfavorable. Es con una dieta equilibrada y de calidad cuando el riesgo de obesidad de la descendencia resulta ser el mínimo.

La relación entre la nutrición perinatal y el riesgo de obesidad en la descendencia sigue una forma de U. Adaptado del artículo Early Nutrition and Later Adiposity de R. Martorell y colaboradores, publicado en The Journal of Nutrition, vol. 131, no. 3, pp. 874S880S, 2001.

La leche materna, un verdadero superalimento

La lactancia es otro pilar fundamental en la programación metabólica. Tras analizar a más de 300 000 niños, se ha demostrado que la leche materna, en comparación con la de fórmula, protege frente a la obesidad infantil. Eso sí, si queremos que esta protección sea óptima es necesario alargar la lactancia materna un mínimo de 6 meses. Así, el riesgo de obesidad infantil disminuye hasta un 33 %. Cada mes cuenta: si dura menos de 3, se pierde el efecto protector y los resultados son similares a la alimentación de fórmula.

¿Por qué estas impactantes diferencias? Aunque la leche de fórmula se ha ido perfeccionando, todavía falta mucho para equipararse a un alimento tan complejo como la leche materna. Además de los nutrientes esenciales, ésta también contiene importantes reguladores del funcionamiento del organismo: hormonas como la leptina, reguladores genéticos como los microARNs e incluso microbiota.

Tras años de investigación, el grupo de Nutrigenómica, Biomarcadores y Evaluación de riesgos (NuBE) de la UIB ha demostrado los efectos beneficiosos de estos componentes. Entre ellos hemos prestado especial atención a la leptina, que puede proteger contra la obesidad y patologías.

Pero la leche de cada madre es distinta. Esta composición tan interesante puede empeorarse por unos malos hábitos. Concretamente, estudios en roedores indican que si la dieta es desequilibrada se altera el perfil de estos componentes esenciales, lo que impacta al desarrollo del lactante. Por tanto, la alimentación materna durante la lactancia también es un factor clave y debe cuidarse igual de bien que durante el embarazo.

Y los padres, ¿qué tienen que decir?

Aunque es innegable que la mujer tiene un papel directo en el desarrollo fetal, recientes estudios apuntan también al padre como un actor principal en esta obra. Unos malos hábitos paternos contribuyen a una programación metabólica subóptima (por debajo de lo óptimo). Y en este caso, el periodo crítico es el previo a la concepción.

Esto puede explicarse por modificaciones moleculares en los espermatozoides. La carga genética que portan puede quedar marcada por un entorno negativo, como ocurre con la obesidad, la diabetes, el tabaquismo o una dieta desequilibrada. Así, cuando se fecunda el óvulo, el embrión hereda esta huella que podría acabar saliendo a la luz. Toda acción tiene sus consecuencias.

Rompiendo el ciclo

El ambiente obesogénico de la sociedad actual dificulta adquirir un estilo de vida saludable. Por tanto, son cada vez más las personas en edad reproductiva con malos hábitos que podrían provocar en su descendencia una inadecuada programación metabólica. Así, en generaciones futuras la obesidad se encontraría todavía más extendida, retroalimentando este bucle.

La programación metabólica de la obesidad, alimentada por una nutrición perinatal inadecuada, contribuye a la transmisión de la obesidad entre generaciones. Fuente: elaboración propia con Biorender.

Es de crucial importancia tomar medidas para romper el ciclo de transmisión de la obesidad entre generaciones. Como ahora ya sabemos, el legado a nuestros hijos no se limita a unos genes estáticos. Hay muchos otros factores involucrados en los que sí que podemos marcar la diferencia. Cuidando nuestra salud hoy, apostamos por su bienestar mañana.


Este artículo resultó ganador del IV Concurs de Divulgació Científica de la Universitat de les Illes Balears.


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