Aunque la musicoterapia todavía no goza de una larga evidencia científica para tratar el dolor crónico, pero es una terapia suficientemente inocua como para aprovechar sus efectos positivos.
No hay una buena razón ni genética ni de factores de riesgo para que las tasas de diagnóstico difieran. Y se sospecha que podría deberse a la discriminación de género.