El genocidio de Ruanda de 1994 ha dejado cicatrices duraderas. Los niños nacidos de la violencia sexual y las madres han demostrado una inmensa fortaleza para superar sus historias de violencia.
La prevención de los genocidios debe ser una prioridad de nuestra sociedad, tal como establece la Carta de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea, al garantizar el derecho a no sufrir discriminación por origen racial, étnico, o de religión, y la inviolabilidad de la dignidad humana.
Aunque han pasado muchos años, los crímenes masivos en el país africano todavía tienen mucho que enseñarnos sobre el papel de los periodistas ante la violencia de estado.