Los recuerdos resuenan, sobre todo cuando son testigos de la emoción genuina de sus protagonistas. Un privilegio sociocultural que une a los seres humanos y a veces desafía nuestra relación con el tiempo. Ocurre en la música, la cocina y el deporte. Memorias pertenecientes a universos románticos, cíclicos y recursivos, cuya pericia artística se manifiesta a través del cultivo y la celebración de sus protagonistas.
Mário Jorge Lobo Zagallo y Franz Beckenbauer se han convertido en leyendas memorables del fenómeno futbolístico. Iconos que trascienden generaciones y culturas deportivas, precisamente por su capacidad para implantar, innovar e influir en el comportamiento dentro y fuera del terreno de juego.
Para las ciencias del deporte, Zagallo y Beckenbauer personifican la pericia. Al ser capaces de identificar y diferenciar patrones de juego, anticipando las secuencias de acciones entre los jugadores de sus equipos con el fin de mejorar el rendimiento deportivo durante una competición, los individuos considerados expertos (ya sean deportistas o entrenadores) se distinguen por su eficacia a la hora de producir beneficios colectivos.
Históricamente, por ejemplo, Zagallo es respetado como el pionero de la variación táctica que reforzó el equilibrio entre los sectores ofensivo y defensivo de la selección brasileña en los Mundiales de 1958 y 1962. Por su parte, Beckenbauer es invariablemente reconocido por su papel de líbero, inicialmente destinado a reforzar el sistema defensivo, pero que le permitió orquestar la construcción del juego de ataque de la selección alemana en el camino hacia su segundo título mundial en 1974.
Dos revolucionarios del deporte
Especialmente en la compleja dinámica práctica de un partido de fútbol, las innovaciones se nutren de especialistas técnicos y tácticos. Quizá por eso la pericia en el ámbito deportivo tiende a evolucionar a través de la adquisición de habilidades técnicas, la capacidad de anticipación y la transferencia en la lectura del juego, así como la experiencia motriz y cognitiva realizada por el individuo que ejecuta las acciones en el alto rendimiento. La práctica y el compromiso continuo con el deporte exponen al deportista y/o al entrenador a diferentes intervenciones perceptivas, motoras y cognitivas, incluidas las oportunidades de desarrollar el talento en cuestión mediante el entrenamiento visual y verbal, que favorecen el aprendizaje implícito.
Al evaluar las posibles etapas de desarrollo de su pericia perceptivo-cognitiva, por ejemplo, los entrenadores amplían sus capacidades para leer, identificar e interpretar patrones de comportamiento en las sesiones de entrenamiento y en las acciones reales de juego.
Estas habilidades están relacionadas con el uso de los movimientos corporales, la dirección visual y la información contextual que pueden ayudar a predecir y anticipar situaciones de juego, contribuyendo a la resolución de problemas y a la toma de decisiones en el entorno competitivo.
Cabe argumentar que el tiempo pule la experiencia humana. Veinte años, pues, propician coincidencias aparte. Y es que mientras Brasil ganó su tercera Copa Mundial en 1970 con Zagallo como seleccionador, Alemania conquistó su tercer título mundial en 1990 con Beckenbauer al timón.
Resumiendo la representatividad de ambos en números, Zagallo estuvo presente en siete Mundiales, disputando cinco finales. Beckenbauer, por su parte, compitió en cinco Mundiales, alcanzando cuatro finales. Un selecto y exclusivo dúo de campeones del mundo como deportistas y entrenadores (ampliado posteriormente a trío histórico, ya que desde 2018 les acompaña el francés Didier Deschamps).
Símbolos del alto rendimiento, sinónimo de conocimiento tácito. Desde esta perspectiva, el entrenador experto profundiza en el significado de los mensajes, se adapta con mayor flexibilidad y reconoce rápidamente los patrones de comportamiento en su campo. Por otra parte, aunque son hábiles propagadores de la confianza y la creatividad, los entrenadores instintivos que se basan estrictamente en el conocimiento tácito y abstracto suelen estar más condicionados por su intuición para articular y explicar sus decisiones.
Parafraseando a Albert Einstein, “sólo quien se entrega a una causa con todas sus fuerzas y toda su alma puede ser un verdadero maestro. Por eso, la maestría lo exige todo de una persona”. Así pues, es posible considerar cómo la pericia y la maestría van de la mano, haciéndose eco de los recuerdos que las acompañan.
Descansad en paz, Kaiser y Viejo Lobo. Los amantes del fútbol os damos las gracias.