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Huesos de la mano de un niño. Puwadol Jaturawutthichai/Shutterstock

Calcular la edad con radiografías puede ser discriminatorio

En términos generales, podemos definir la madurez como el proceso de desarrollo y crecimiento biológico, psicológico y emocional que experimenta una persona a lo largo de su vida. Pero ¿hay alguna manera objetiva de medirla?

Sí. Entre los procedimientos usados para determinar la madurez de un individuo destacan, principalmente, las radiografías, que permiten estimar de manera segura la edad biológica de los niños y adolescentes analizando el aspecto de los distintos núcleos de osificación de los huesos de la mano.

Utilizando este sencillo método, los expertos pueden tanto diagnosticar y dar seguimiento a trastornos endocrinos y genéticos que afectan a la población infantil como resolver cuestiones legales y de asilo relacionadas con la inmigración de menores. Su enorme difusión entre los especialistas en Pediatría y Medicina Legal se debe, principalmente, a la insuperable relación costo-beneficio que ofrece el procedimiento en comparación con otros métodos de evaluación de la maduración esquelética del niño.

La radiografía de la muñeca contiene mucha información

¿Pero qué miran exactamente en la radiografía? Hay dos métodos radiológicos de determinación de la edad, numéricos y cualitativos.

Los métodos numéricos parten de una radiografía de la muñeca y el carpo izquierdo y les asignan una puntuación en función del grado de madurez observado en distintos puntos de osificación, que se desarrollan de manera secuencial a medida que sumamos años.

Si comparamos tres radiografías de la mano de un niño, una persona joven y un adulto, a simple vista comprobaremos que los huesos del carpo en la infancia están lejos de alcanzar el tamaño y la forma definitivas que tendrán en la edad adulta.

La imagen de rayos X de las manos y articulaciones de la muñeca izquierda (vista frontal) permite calcular la edad ósea. Suttha Burawonk/Shutterstock

Los métodos cualitativos se basan en la comparación, bien de una radiografía del carpo o bien de una panorámica de mandíbula (ortopantomografía), con una imagen de referencia disponible en un atlas radiológico ordenado siguiendo una secuencia cronológica de las distintas etapas de la maduración ósea.

A pesar de su generalización en la práctica profesional, un estudio reciente sugiere que estos métodos podrían introducir sesgos significativos en la interpretación del resultado de la prueba. Sobre todo porque se generan errores importantes al intentar calcular la edad de un menor no caucásico empleando como referencia una radiografía tomada de niños caucásicos, que son la base de todos los métodos actuales para determinar la edad ósea.

De lo anterior se puede inferir que, si no tenemos en cuenta la enorme variabilidad étnica que presentan los menores de nuestro ámbito geográfico, el cálculo de la edad biológica de menores pertenecientes a etnias no caucásicas podría ser inexacto. En el caso particular de los niños africanos, se ha observado que los métodos radiológicos tienden a sobrestimar la edad, otorgándoles en todos los estudios publicados hasta la fecha una edad superior a la que les correspondería para su edad cronológica.

Calcular mal la edad puede generarles problemas a los inmigrantes africanos

El problema se acentúa aún más cuando estos niños llegan a suelo europeo como parte de la crisis migratoria que padece el continente africano desde hace algunas décadas. Los sesgos interpretativos previamente mencionados pueden llevar a que los países receptores de menores no acompañados, como ocurre en España, limiten la inclusión de los adolescentes que aún no han alcanzado la mayoría de edad en sus sistemas de protección infantil al considerarlos como adultos.

Frente a esta situación, los profesionales sanitarios que participamos tanto en la asistencia clínica como en la investigación debemos tener claros los principios éticos rectores de nuestra práctica profesional. Primero y ante todo, debemos advertir que la utilización de un procedimiento sesgado podría acarrear una discriminación derivada del uso inapropiado de la información clínica. Sobre todo cuando esa información puede incidir en el acceso a las políticas sociales de acogida relacionadas con la salud, educación y protección del niño migrante.

Además, no podemos obviar que la toma de decisiones basada en pruebas diagnósticas que aún no han sido validadas conforme a criterios étnicos podría acelerar los rechazos de admisión en la frontera, contraviniendo así el principio de no devolución promovido por la Unión Europea.

El respeto a los derechos humanos es la base fundamental para todos los profesionales que trabajan en la red de apoyo a los niños migrantes. Debemos promover, mediante la cooperación técnica, el avance del conocimiento científico encaminado a garantizar, con medidas de protección más sólidas y fidedignas, los intereses de los niños migrantes que llegan a nuestras fronteras huyendo del hambre y la miseria.

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