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Siete jóvenes apoyados en una pared leyendo en siversos soportes.

Comprender a Antístenes, clave para el acceso a la universidad

Lea atentamente y responda después a las preguntas:

La renuncia hace del sabio su propio dueño, nada le puede conmover porque el imperio que ejerce sobre sí mismo es total, sabe vivir en sociedad y también consigo mismo. Por ello, desconfiará del amor y de los asuntos públicos. Para Antístenes, el matrimonio es necesario para la propagación de la especie, pero no constituye un acto de importancia considerable. En cuanto a los asuntos públicos, señalaba que el sabio no vive según leyes escritas, sino según la virtud. Se le preguntó hasta qué punto debía uno mezclarse en los asuntos públicos y contestó: “Como cuando uno se aproxima al fuego: demasiado lejos tendréis frío, demasiado cerca os quemaréis”.

Jean Brun. ‘Historia de la filosofía’.

  • Antístenes sostenía que el matrimonio no era:
  1. Social
  2. Consistente
  3. Imprescindible
  4. Cohesionante
  5. Tradicional
  • Lograr el dominio de la sabiduría supone:
  1. Combatir las leyes escritas
  2. Fusionar la virtud con la política
  3. Poseer un cúmulo de conocimientos
  4. Moderar la conducta en función a leyes
  5. Orientarse sobre la base de principios morales
  • En el fragmento se recomienda que el sabio:
  1. Debe abstenerse de la procreación
  2. Está imposibilitado de casarse
  3. Debe ser cauto frente a la virtud
  4. Debe mostrar predilección por el amor
  5. No debe desentenderse de la política

(Solución aquí)

¿Nos ha parecido sencillo, evocador, desafiante? Sea como fuere, la lectura es el mejor antioxidante, la mejor receta para activar una cantidad ingente de áreas neuronales, uno de los mayores aportes de reservas cognitivas, la mejor oferta contra el aburrimiento, el camino hacia el espíritu crítico y mil virtudes más. Sobre todo, es un disfrute.

Para aprovechar todos los beneficios de la lectura, el factor fundamental es comprender lo que se lee, entender el mensaje. Contar con esta capacidad de comprensión lectora nos permite resumir lo leído, explicarlo con nuestras palabras y asimilar la información. Cuando esto falla, el placer y el aprendizaje que proporciona la lectura no son posibles.

Busto de Antístenes. Wikimedia Commons, CC BY-SA

Las causas de no comprender un texto pueden ser varias. Una de ellas es la falta de conciencia fonológica, es decir, la incapacidad para convertir grafemas escritos en sonidos, fonemas, de forma correcta. Es una primera fase en el proceso lector e implica descodificar deletreando y agrupando con esfuerzo las letras en sílabas que formarán una palabra para conseguir ensamblarlas y obtener un significado.

Si un lector está pendiente de descifrar cada símbolo, los recursos cognitivos se invierten en esta tarea y no en comprender el mensaje. Es lo que sucede con los primeros lectores. Cuando se automatiza esta fase y se soluciona este problema, leemos rápidamente de manera eficaz, no necesitamos desgranar cada entidad morfológica para encontrar su significado y conectamos varias áreas neuronales para entender un texto. Un buen lector es un lector rápido.

Otra posible causa de no entender lo que leemos es el desconocimiento de las palabras. Un vocabulario rico es una ventaja para desentrañar el mensaje de un escrito, para no detenerse demasiadas veces en palabras poco frecuentes, para no tener que suponer significados a palabras desconocidas.

Por último, una memoria de trabajo efectiva es crucial para manejar la información. Imaginemos que nada más leer algo ya lo olvidamos y no lo enganchamos con lo que leímos en un párrafo anterior, con recuerdos, con conocimientos previos, con lo ya aprendido en otras ocasiones sobre el mismo tema.

Con todo, la lectura es un proceso de aprendizaje que puede potenciarse desde diferentes ángulos. Siempre, como en cualquier aprendizaje, la curiosidad, el desafío, la intensidad de la emoción positiva por saber, la parte social de compartir lo aprendido y, de alguna manera, la activación del circuito de recompensa, constituirán los motores para que el proceso sea un éxito.

Podemos concretar las evidencias probadas por la neurociencia de cómo aprende nuestro cerebro en las siguientes propuestas:

  • Hablar a los niños pequeños con un lenguaje claro, pero no infantilizado. Los niños no son adultos idiotas.

  • Leerles muchos cuentos y contarles historias adaptadas a su nivel, comprobando que las entienden. El cuento es una herramienta esencial de aprendizaje.

  • Estar atentos a ritmos y tiempos, que nos pueden dar pistas de una posible dislexia, un TDAH, dificultades del lenguaje… Los niños son neurodiversos.

  • Aprovechar cualquier ocasión cotidiana para ampliar su vocabulario. Conocer más palabras es como dotar a un pintor de más colores, una forma de multiplicar sus posibilidades de expresión.

  • Utilizar el juego y la curiosidad para conocer el alfabeto, las partes de una frase, de una palabra, los sonidos asociados a un grupo de letras, leer poemas, escuchar retahílas, terminar una canción con la palabra que siga la rima.

  • Animarles siempre a compartir sus lecturas. Leer es normalmente un acto individual, pero convertirlo en un acto grupal genera nuevos beneficios (debates, clubes, foros, lecturas en voz alta).

  • Cuestionarles y cuestionarse lo leído, plantear otros puntos de vista y manejar así conceptos como sentido crítico, creatividad, pensamiento divergente, otros finales para una historia, adoptar el papel de un personaje o de otro, teatralizar lo leído.

Retomando el título del artículo, es evidente que un buen procesamiento verbal es imprescindible para moverse en cualquier situación, académica o no. Comprender lo que se lee es el único camino que da acceso al contenido escondido en la letra impresa.

Los textos polisémicos, como mucha poesía, pueden ser otra fuente de conocimiento y placer. Asimilar el significado de un texto es esencial para avanzar en los cursos escolares, enterarse de un enunciado es clave para contestar preguntas, para dominar las instrucciones de una práctica, para descifrar un artículo científico, sonsacar la información relevante de un manual. Son recursos básicos sin los cuales el aprendizaje no funcionará bien.

Lo mismo pasa con la escritura y la habilidad para redactar, imprescindible para conseguir claridad y precisión en la composición de cualquier trabajo de una materia, en las respuestas de un examen. ¿Y qué decir de las exposiciones orales? Es crucial atender a la forma además de al contenido.

Menos hombres en la universidad

Los datos señalan que los estudiantes varones están lejos de conseguir el dominio de estas capacidades al mismo nivel que sus compañeras. Esto es un predictor del ingreso en la universidad, ya que en la mayoría de los países desarrollados menos hombres que mujeres se matriculan en estudios superiores.

Esta disminución del número de varones que continúa su formación comenzó en la década de 1990 y es un tema que se discute con frecuencia en los debates sobre educación de políticas nacionales. Actualmente no hay una explicación concluyente de por qué este menor porcentaje de hombres es más grave en algunos países que en otros.

En un intento por encontrar las causas de esta situación, un estudio publicado este año utilizó datos de chicos y chicas de 18 países. Mostraron que el menor número de hombres en estudios superiores está relacionado tanto con las desventajas de los chicos en lectura como con los cambios positivos de actitud social ante las mujeres que continúan una educación superior.

No debemos olvidar en este análisis que en las carreras que incluyen matemáticas intensivas, la mayoría con un futuro prometedor, no se da esta situación y las mujeres siguen siendo minoría incluso con las mismas habilidades matemáticas que sus compañeros.

Es cierto que el porcentaje de estudiantes varones matriculados en la universidad varía de unos países a otros, pero el promedio es de alrededor del 45 % según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Antes de la década de 1990, había más hombres que mujeres en la universidad en la mayoría de los países de la OCDE, sin embargo, la brecha se cerró y luego se revirtió. Los lentos pero positivos cambios sociales hacia la educación de las niñas y las mujeres podrían explicar por qué la inscripción alcanzó la paridad, pero esta única variable es insuficiente para comprender la disminución de los hombres en las aulas universitarias.

Buscando una aclaración, los investigadores usaron datos de los informes estadísticos Education at a Glance de la OCDE, el Programa para la Evaluación Internacional de Estudiantes (PISA) y la Encuesta Mundial de Valores. Observaron los niveles nacionales de competencia lectora de niños y niñas de 15 años y las actitudes sociales hacia las chicas que deciden continuar sus estudios tras la secundaria.

Con todos esos datos diseñaron un modelo matemático muy interesante: si los niveles de lectura se igualaran, manteniendo la actitud social hacia la educación superior de las mujeres, el porcentaje de chicos que se matricularían en la universidad sería del 51 %.

En el caso contrario, si los niveles de lectura en chicos y chicas se mantuvieran como en la actualidad, pero desaparecieran completamente las trabas sociales para que estudien las mujeres, el porcentaje de hombres en la universidad bajaría hasta el 35–42 %.

Además, una extrapolación de la gráfica de su modelo predice que incluso igualando el nivel lector de ambos a la puntuación más alta conseguida en PISA (Corea con 539 puntos), no se alcanzaría la paridad. Predicen que tendríamos que conseguir un nivel lector de alrededor de 700 puntos para equiparar en género la matrícula en la universidad.

Esto suena bastante pesimista, pero debemos pensar que el ajuste matemático se realizó con datos actuales y puede no evolucionar en la misma progresión lineal cuando los datos sean muy altos tanto en lectura como en actitud social positiva hacia las chicas. Los mismos autores apuntan que quizá no sea necesario subir tanto la puntuación en comprensión lectora porque la brecha disminuye considerablemente en niveles altos de competencia lectora. Es decir, cuando los chicos y las chicas leen igual y los dos lo hacen muy bien, entonces las decisiones para continuar con sus estudios siguen los mismos criterios y no hay diferencias en el porcentaje de ingreso en la universidad.

Este es el reto para educadores, que los niños y niñas lean y comprendan lo que leen. Es un desafío complejo si tenemos en cuenta las predicciones nada halagüeñas del modelo. Es necesario recordar aquí que el futuro siempre está por hacer. Por lo tanto, ¡pongámonos a la tarea! Somos capaces de contagiar la pasión por la lectura, de abrir puertas a chicos y chicas, de confiar en ellos y, sobre todo, de prestarles toda nuestra atención cuando nos cuenten lo que están leyendo. Y si hace falta, de prestarles también algunos libros.


Una versión de este artículo fue publicada en el blog del autor, Neurociencia.


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