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Réplica de la Galera Real. Museu Marítim de Barcelona

Construir para la guerra, decorar para la gloria: La galera ‘Real’ de Lepanto

En 1571 alrededor de 500 naves de guerra se reunieron en las costas de Grecia, cerca de Lepanto. A un lado, la armada del imperio otomano dirigida por el invencible Ali Bajá. Enfrente, la armada de la Santa Liga, una alianza creada por el papa Pío V y dirigida por don Juan de Austria, hermano de Felipe II.

El desenlace de la famosa batalla de Lepanto, de la que acaban de celebrarse 450 años, es de sobra conocido. Por primera vez en muchos años los turcos eran derrotados y obligados a retirarse hacia el Mediterráneo oriental. Tan importante fue para los cristianos esta victoria que Cervantes, que participó en ella, denominó la batalla como la más alta ocasión que vieron los siglos.

La batalla de Lepanto, de Andries van Eertvelt. Wikimedia Commons

Lepanto fue además una ocasión única para que Venecia, España y el Papado, normalmente enfrentados entre sí, tuvieran la oportunidad de hacer ostentación de su poder a través de las extraordinarias decoraciones que adornaban sus galeras.

Y si hubo una nave que superó a todas, esa fue la Real de don Juan de Austria, la galera capitana de la Santa Liga que Felipe II encargó construir en Barcelona y decorar en Sevilla.

Un palacio flotante para ir a la guerra

La corta vida de la Real está llena de anécdotas, imprevistos y decisiones de última hora. Hasta hace escasos años, las noticias se ceñían casi exclusivamente a la Descripción que de ella hizo el erudito Juan de Mal Lara en 1571. El propio Mal Lara cuenta que Felipe II ordenó al virrey de Cataluña que en Barcelona hiciese edificar esta Galera de la mejor madera que se hallase en esas partes, por ser el pino de Cataluña el mejor leñamen que en Asia, África y Europa se halla.

Los mejores artesanos de las Drassanes de Barcelona trabajaron durante más de un año para convertirla en una perfecta máquina de guerra. Se trataba de lo que se denominaba como una galera bastarda, más grande y pesada que las habituales y, por ello, capaz de transportar una mayor cantidad de soldados. Con sus sesenta metros de eslora y treinta remos por banda, su velocidad era muy superior a la media de estas naves.

Mientras la Real se construía en Barcelona, desde Madrid se encargó a un artista italiano que trabajaba en la Corte de Felipe II conocido como Il Bergamasco que diseñara el programa decorativo que debía ornarla.

Es ahora cuando Sevilla se cruza de lleno en el destino de la Real. Sabemos, gracias a una serie de documentos notariales conservados en esta ciudad, que a la vez que la nave se empieza a construir en Barcelona se encarga al más famoso escultor sevillano de su tiempo, Juan Bautista Vázquez el Viejo, que realice la estructura de la popa y todas sus esculturas. En el contrato se le ordenaba también que fuera a Barcelona a montar la popa una vez acabada.

Pero la inesperada muerte del Bergamasco en 1569 lleva a Felipe II a tomar una decisión extraordinaria: nombrar al sevillano Juan de Mal Lara como sustituto del Bergamasco y encargarle la supervisión de la decoración de la Real. También decide que ya no será Juan Bautista Vázquez quien vaya a Barcelona, sino que la Real, una vez construida, será trasladada a Sevilla para ser decorada. Allí llegará, remontando el Guadalquivir, en 1570.

Bajo la supervisión de Mal Lara la decoración de la Real se hará mucho más compleja. Él mismo relata que cada cuadro y cada figura debían significar un ejemplo que don Juan debía seguir. Pero el programa decorativo debía servir también a la monarquía española. Además, las imágenes tenían que exaltar también la gloria de España.

Los dioses y héroes mitológicos navegan en Sevilla

Sevilla era en el Renacimiento una ciudad rica y culta que atraía a artistas de todo el imperio. Los documentos de la época consultados constatan quiénes eran y de qué forma participaron en la decoración de la Real. Por su parte, Mal Lara dejó por escrito la descripción completa del programa ornamental. Este documento no fue publicado hasta finales del siglo XIX, lo que mantuvo perdida la memoria de la galera Real durante casi tres siglos.

Galera Real (réplica). Popa y aleta babor. JL Biel / Museu Marítim de Barcelona

La decoración se centró principalmente en la popa y en la proa. La popa era la parte más noble de una galera y allí se alojaba el capitán, por lo que reunirá en ella los mayores alardes decorativos. Tanto en sus laterales como en la parte central que daba al mar se colocaron nueve esculturas que representaban a virtudes, dioses y héroes antiguos. No podían faltar en una galera de guerra Marte, Hércules o Minerva, entre otros.

Junto a ellos se incluyeron nueve cuadros de pintura de tema pagano que fueron realizados por Pedro de Villegas, uno de los pintores más respetados de su tiempo. Jasón y los argonautas, Alejandro Magno o Neptuno son algunos de los personajes representados. Junto a pinturas y esculturas se labraron y doraron grutescos, figuras fantásticas, águilas y leones. Todo con el único fin de glorificar el poder de España.

El interior de la popa era el aposento del capitán y donde mantenía los encuentros con sus lugartenientes. La decoración, que se realizó con incrustaciones de madera o taracea, simbolizaba las virtudes que debía poseer don Juan como general de la flota. El mensaje es mucho más sutil que en el exterior y fue diseñado por el humanista Cristóbal de las Casas. Aparecen decenas de animales que representaban simbólicamente una virtud. Pero también emblemas, ninfas, héroes menores y hasta el propio emperador Carlos V.

Galera Real (réplica). Interior de la popa. JL Biel / Museu Marítim de Barcelona

Sobre la popa se colocó un tendal de damasco rojo por fuera y de tafetán azul por dentro. A semejanza de un cielo, fue decorado por los pintores Antonio de Alfián y Luis de Valdivieso con figuras celestes y constelaciones.

En la proa la decoración, aunque más reducida, destacaba sobre todo por el extraordinario mascarón que representaba a Neptuno sobre un delfín a punto de arrojar el tridente al enemigo.

Réplica de la Galera Real. Proa. A. Ventosa / Museu Marítim de Barcelona

A principios de 1571 la Real quedó terminada. Pintada de rojo y blanco y protegida por los dioses y héroes mitológicos que la decoraban, partió de Sevilla rumbo a Lepanto.

¿Qué sucedió con la galera Real tras Lepanto?

La Real se reunió en Sicilia con el resto de la armada cristiana. Navegando hacia Oriente en busca de los turcos, la batalla no tardó en producirse. En Lepanto la Real y la Sultana –galeras capitanas de ambos ejércitos– se enfrentaron en el centro de la batalla. Ambas quedaron muy dañadas, pero fue la nave turca la que se llevó la peor parte; su almirante Alí Bajá perdió la vida y, junto a él, cerca de 30 000 de sus hombres. En total, se perdieron unas 80 galeras otomanas y otras 130 fueron apresadas.

Y la Real, ¿qué ocurrió con ella? Según las crónicas de la batalla, de las 285 galeras de la Santa Liga al menos 40 quedaron prácticamente destruidas. Desgraciadamente la Real fue una de ellas. Volvió a duras penas al puerto de Mesina y allí se pierde su memoria. Tan maltrecha quedó que don Juan ya no pudo regresar en ella a España para anunciar a Felipe II la victoria.

De esta nave de leyenda, heredera de las grandes galeras del pasado, tan solo conservamos el estandarte en la Armería Real de Madrid y el pendón azul que colgaba de su palo mayor, hoy en el Museo de Santa Cruz de Toledo. Los dioses, ninfas, héroes de la antigüedad y todas las alegorías que hicieron de ella un auténtico palacio flotante desaparecieron sin dejar huella. Solo la descripción que hizo Mal Lara permite vislumbrar el que fue, sin duda, uno de los ciclos artísticos más impresionantes del Renacimiento.

En la España del siglo XVI, en medio de un panorama cultural donde la Iglesia imponía sus normas, surge la Real como uno de los más completos programas decorativos mitológicos de su época. Los dioses, héroes y emblemas que la decoraron fueron la mejor propaganda del poder de la monarquía española. E hicieron de ella un auténtico palacio flotante al servicio de la guerra.

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