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Concepción Arenal. Wikimedia Commons

La máxima ‘odia el delito y compadece al delincuente’ no es de Concepción Arenal

“Cuando yo estuve en Cádiz hace treinta años, contestó la tía María, vi una cosa que se me ha quedado bien impresa. Voy a referírtela, Momo, y quiera Dios que no te se borre de la memoria, como no se ha borrado de la mía. Era un letrero dorado, que está sobre la puerta de la cárcel, y dice así: ‘Odia el delito, y compadece al delincuente’. ¿No es verdad, don Federico, que parece una sentencia del Evangelio? Si no son las mismas palabras, respondió Stein, el espíritu es el mismo ”.

La Gaviota. Fernán Caballero (1849).

La vida de Concepción Arenal (1820-1893) como escritora, feminista, cristiana, penitenciarista o penitenciaria fue tan provechosa que sus obras siguen resonando en la actualidad. Durante su prolífica vida, Arenal tuvo una estrecha relación con el mundo penitenciario. Llegó a ser nombrada visitadora de prisiones en 1864 e inspectora de casas de corrección de mujeres en 1868.

De ella se dice que es la ideadora del aforismo “odia el delito y compadece al delincuente”. De hecho, no son pocas las publicaciones, referencias, discursos y documentos que aluden a su autoría. Pero eso es un error.

El jurista y filósofo andaluz José Calvo González (1956-2020) alertó en 2011 de que ese lema era anterior a Arenal. Existió en 1848 en la Cárcel Correccional de Martos (Jaén), 16 años antes de que Arenal fuese visitadora de prisiones. También sobre 1859 se encuentran evidencias de ese aforismo en el Presidio Correccional del antiguo convento de San Agustín (Valencia). Y hay pruebas en registros literarios de 1839 y 1849, esto es, entre 25 y 15 años antes del inicio de la experiencia penitenciaria de Arenal.

Cartel ilegible en en el dintel de la entrada de la Cárcel de Martos (Jaén). Romero de Torres, E. (1913). Catálogo monumental de los monumentos históricos y artísticos de la provincia de Jaén. Catálogo monumental de España original. Tomo X.

Francisco de Paula Madrazo publicó en 1858 Impresiones de un viaje a Barcelona. Eso son seis años antes del inicio de la etapa de Arenal como visitadora. Refiriéndose a la Cárcel de Calatayud, relata: “Nunca he comprendido mejor la elocuencia de aquella máxima que ha pocos años se leía en el umbral de la cárcel de Córte de Madrid: ‘Odia el delito y compadece al delincuente’”.

El 17 de enero de 1823, cuando Arenal tenía 3 años, el Ayuntamiento de Madrid defendía en prensa su política carcelaria con un “odia el delito y compadece el delincuente”. En 1843, Antonio Benavides hacía mención al aforismo en la parisina Revista enciclopédica de la civilización europea. En la publicación de 1846 Clamor Público se referenciaba como la “santa máxima estampada en las puertas de nuestras cárceles”. En el mismo medio, en 1844, se aludió al citado lema en una crítica a la banalidad de los Reglamentos en que se sustancia.

Lo defendió y popularizó

Puede comprobarse entonces que el aforismo “odia el delito y compadece al delincuente” ya existía antes de que lo interiorizara, defendiera y popularizara doña Concepción Arenal. Ella no se apropió de la autoría de la frase, solo la reproducía y agrandaba. Así, en su obra El pauperismo (1867) refiere:

“Hay que recordar y poner en práctica aquella máxima de odia el delito y compadece al delincuente, a la cual puede añadirse: si está arrepentido, ámale y protégele, el odio al delito conviene afirmarle. Conviene comprender que en el sentimiento de repulsión que inspira el presidario hay una parte legítima, la aversión a la culpa, y otra que es necesario modificar, la hostilidad hacia el culpado, que le persigue sin descanso ni piedad, haciéndole imposible la vida social como los demás hombres”.

Antes de que Arenal naciera, el eslogan ya estaba extendido en los diferentes presidios de la época. Ella no los mandó esculpir y colocar en los frontispicios o en los umbrales carcelarios, pero consiguió que su sentido permanezca hoy día de una manera mucho más sólida que en aquellos rótulos en piedra.

Tendremos que seguir investigando para conocer su origen. Con todo, es muy probable que las evocaciones en ese aforismo al delito y a la compasión nos remonten a los mismísimos orígenes de nuestra civilización, en la que siempre existió el crimen y la compasión.

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