Entre 2003 y 2022 sólo hubo cuatro ganadores masculinos de Wimbledon. Hay que remontarse a 2002, cuando el australiano Lleyton Hewitt ganó el título, para encontrar un nombre que no sean los “cuatro grandes”: Novak Djokovic, Roger Federer, Andy Murray o Rafael Nadal. Pero el domingo, el español Carlos Alcaraz, de 20 años, rompió ese patrón al vencer a Djokovic en un emocionante partido a cinco sets.
Fue una victoria sorpresa. El dominio de los cuatro primeros jugadores ha generado la expectativa de que, en los Grand Slams, uno de ellos acabe siempre en lo más alto. Dentro de la psicología forense hay un tópico: “el mejor predictor del comportamiento futuro es el comportamiento pasado”. La investigación psicológica respalda este fenómeno, según el cual esperamos que el pasado se repita.
Yo diría que esto excluye a la gente que va a hacer cosas por primera vez: el triunfo de Alcaraz en Wimbledon fue su primera victoria en un Grand Slam sobre hierba.
Carlos Alcaraz fue derrotado por Djokovic en Roland Garros (París) en junio. Sin embargo, quizás Alcaraz percibió esa derrota de forma diferente a la de los jugadores de la misma generación que Djokovic. Alcaraz pareció utilizar la derrota como un mecanismo para mejorar su rendimiento en cualquier revancha, en lugar de permitir que sentara un precedente para futuros enfrentamientos.
Alcaraz es 16 años más joven que Djokovic. A lo largo de su carrera, ha observado el dominio de los “cuatro grandes” y es de suponer que ha aprendido de ellos. Como psicólogo del deporte, creo que tiene una mentalidad de crecimiento, esto es cuando alguien cree que sus logros están influenciados por el trabajo duro, una buena estrategia y la aportación de los demás. Es lo contrario de una mentalidad fija, en la que alguien ve el éxito de los demás como una amenaza y la retroalimentación como un ataque. Estas personas tienden a ser reacias al riesgo.
Cumpliendo el plan
Durante su enfrentamiento de Wimbledon contra Djokovic, el plan de juego de Alcaraz se mantuvo constante, incluso cuando cambió la tendencia del partido. Por ejemplo, en el largo segundo set, que siguió a un primer set claramente dominado por el jugador serbio, Alcaraz rompió el servicio y ganó el juego aunque Djokovic estaba sirviendo.
En el libro A Consultant’s Guide to Excellence for Sport and Performance Enhancement, un equipo de psicólogos del deporte analiza la tentación de los deportistas de alto nivel de ajustar sus tácticas alejándose de lo que ha funcionado en el pasado y acercándose a algo nuevo. Algunos atletas creen que obtendrán una pequeña ganancia de rendimiento al hacerlo.
Pero esto suele ser un error, ya que el éxito deportivo se basa en patrones bien practicados y comprendidos que, cuando se ajustan, pueden perder –no aumentar– su eficacia.
Hubo varios momentos durante la final de Wimbledon en los que Alcaraz podría haber ajustado lo que estaba haciendo como resultado de acontecimientos inesperados. La larga pausa en el baño de Djokovic al final del tercer set, por ejemplo, bien podría haber aumentado la presión sobre él. La pérdida del cuarto set, también, podría haberle empujado a probar tácticas diferentes.
Pero atenerse al plan y creer en su eficacia para sacar la mejor versión posible de sí mismo significaba que tenía el control de la situación. Alcaraz ha tenido el mismo entrenador desde que tenía 15 años y su palco estaba lleno de miembros de su equipo y de su familia de toda la vida, lo que personifica este enfoque.
Quizás sus agresivos golpes de fondo también permitieron a Alcaraz liberar su ansiedad de forma productiva. Si se compara con el juego táctico más controlado de Novak, en el que no hay una liberación evidente de la frustración acumulada, esto podría explicar en parte que el tenista serbio rompiera su raqueta en el último set.
Los aficionados al tenis seguirán ahora con interés el US Open, donde dentro de unas semanas estos dos tenistas serán favoritos para enfrentarse de nuevo en una final de Grand Slam. Veremos entonces si la victoria de Alcaraz en Wimbledon supone un cambio de era o simplemente un aviso al excampeón para que mejore su juego.