Menu Close
La úlcera de Buruli es una infección causada por la bacteria ‘Mycobacterium ulcerans’ (imagen). Kateryna Kon/Sutterstock

Misterio resuelto: los mosquitos transmiten la úlcera de Buruli en Australia

La úlcera de Buruli, llamada así porque la primera gran epidemia investigada se extendió por el condado de Buruli (Uganda), está considerada por la OMS como una enfermedad tropical desatendida. Es una infección necrosante de la piel, el tejido subcutáneo y los huesos, causada por la bacteria Mycobacterium ulcerans. No hay constancia de transmisión de persona a persona y, por lo tanto, no está catalogada como enfermedad contagiosa.

Se ceba sobre todo en los niños

Cuando Mycobacterium ulcerans se introduce en el tejido subcutáneo produce una toxina citotóxica e inmunosupresora (micolactona) que provoca una ulceración cutánea rápida, extensa y relativamente indolora. Estas úlceras pueden llegar a ser muy profundas, exponiendo tendones y huesos y provocando osteomielitis (infección de los huesos). Además, la piel circundante puede mostrar edema y cambios en la pigmentación. La mayoría de las veces hay una sola lesión, aunque pueden presentarse pequeñas lesiones satélite.

En muchos casos, la úlcera adquiere infecciones bacterianas secundarias que producen un olor fétido. Las personas afectadas –habitualmente niños– suelen ser estigmatizadas, lo que se asocia a mayores dificultades para mantenerse en el sistema educativo o para acceder a un trabajo.

Oficialmente, la enfermedad fue descrita por primera vez por el médico británico Sir Albert Cook en 1897, aunque el explorador escocés James Augustus Grant podría haber hecho referencia a ella antes. En su libro Un paseo a través de África, donde describe su participación en la expedición de 1860 para encontrar el nacimiento del río Nilo, Grant relata cómo su pierna derecha se deformó por encima de la rodilla con inflamación. Permaneció durante un mes en este estado inexplicable, provocando un dolor intenso, que fue aliviado temporalmente mediante una incisión profunda y una secreción abundante. Durante tres meses se formaron nuevos abscesos y se hicieron otras incisiones. Grant estaba exhausto, y su rodilla, rígida y alarmantemente doblada. Caminar era impracticable.

Una infección reemergente

La úlcera de Buruli es la tercera infección micobacteriana más común en humanos, después de la tuberculosis y la lepra. La enfermedad puede ser tratada con antibióticos (rifampicina y claritromicina o moxifloxacina) y, en algunas ocasiones, las infecciones se resuelven por sí solas. En muchos casos es necesaria una cirugía de la herida e injerto de piel. Si se trata demasiado tarde, la enfermedad puede provocar discapacidad y desfiguración de por vida.

En 1998, la Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoció a la úlcera de Buruli como una infección reemergente, más pronunciada en los países de África occidental. Aquí, la patología es un importante problema de salud pública, principalmente debido a sus frecuentes complicaciones incapacitantes y estigmatizantes.

Aunque esta enfermedad afecta principalmente a la población de África occidental y central, en los últimos años también ha emergido con fuerza en partes de Asia, América del Sur, el Pacífico occidental y Australasia. Entre 1960 y 2015, fue notificada en 34 países, pero no hay consenso sobre su distribución actual.

En 2022, fueron notificados 2 121 nuevos casos de úlcera de Buruli en 11 países. De ellos, 1 775 se localizaron en África, 343 en Australia y 3 en Japón. Desde principios de la década de 2000, la incidencia se ha ido incrementando en la costa de Victoria (Australia), incluidos los suburbios de Melbourne y Geelong.

El caso australiano

En Australia, esta enfermedad también se conoce como úlcera de Bairnsdale o Searls. En 1948, el patólogo Peter MacCallum describió por primera vez las características clínicas de seis pacientes del estado de Victoria. Cada uno de ellos presentaba una úlcera con bordes socavados en un brazo o una pierna, así como los hallazgos histopatológicos característicos, que incluían necrosis extensa. Cinco de los pacientes fueron identificados por los médicos D. G. Alsop, L. E. Clay y J. R. Searls, de la ciudad de Bairnsdale, de ahí los nombres que recibe la patología en aquel país.

Curiosamente, existen diferencias notorias relacionadas con las áreas de aparición de los casos. Por ejemplo, en África, alrededor del 50% de las infecciones ocurren en áreas corporales expuestas (brazos o piernas) de niños menores de 15 años. Sin embargo, en Australia y Japón, la mayoría de las infecciones afectan a adultos. Estas disparidades pueden venir dadas por el modo de transmisión de la enfermedad, sobre la que existen aún muchas incógnitas. Recientemente se acaba de dar un paso gigantesco para resolver el misterio, al menos en Australia.

Una labor detectivesca

En una nueva investigación, publicada en Nature Microbiology, un numeroso grupo de científicos acaba de ofrecer información relevante y fundamental para entender y prevenir la transmisión de la enfermedad.

Los científicos centraron sus pesquisas en la península de Mornington, una región costera en las afueras de Melbourne que presenta una de las mayores incidencias de úlcera de Buruli en el mundo. En el estudio, realizado entre los años 2016 y 2021, fueron atrapados y analizados más de 65 000 mosquitos. Las pruebas moleculares han demostrado que Aedes notoscriptus, el mosquito australiano de traspatio, es portador de la bacteria Mycobacterium ulcerans. A. notoscriptus es una especie muy adaptable nativa de la región del Pacífico suroriental y ampliamente distribuida en Australia, Papúa Nueva Guinea, las Islas Salomón, Filipinas, Nueva Caledonia e Indonesia.

En el siguiente paso, los investigadores utilizaron pruebas genómicas para demostrar que las bacterias encontradas en estos insectos coincidían con las halladas en heces de zarigüeyas y en los humanos con úlcera de Buruli. Las zarigüeyas son un reservorio silvestre local de Mycobacterium ulcerans en Australia.

Después, analizaron muestras de mosquitos que contenían sangre para demostrar que Aedes notoscriptus se alimentaba tanto de zarigüeyas como de humanos. Y por último, para encajar el puzle, un análisis geoespacial reveló que las áreas con casos de úlcera de Buruli en humanos se superponen con las áreas donde están activos tanto los mosquitos como las zarigüeyas que albergan Mycobacterium ulcerans.

La importancia de protegerse de los mosquitos

Esta investigación es extraordinaria porque arroja luz a un enigma antiguo y permite tomar medidas preventivas sencillas. Entre ellas, aplicar repelente de insectos y eliminar los recipientes que acumulan agua estancada en el hogar y que facilitan las puestas de huevos de los mosquitos: los estanques ornamentales, los desagües atascados, las fuentes, los maceteros, los baldes de plástico y otros contenedores que almacenan agua de lluvia, etc. De este modo se protege a la comunidad y se reduce el riesgo de contraer la úlcera de Buruli.


Read more: Mosquitos en las ciudades: un reto para la salud pública


Debemos tener en cuenta que existen más de 3 000 especies de mosquitos y que estos insectos transmiten a los humanos múltiples enfermedades. Entre ellas, y además de la úlcera de Buruli, cabe citar la fiebre del Nilo Occidental, el zika, el dengue, el chikungunya, la encefalitis de San Luis, la filariasis linfática, la encefalitis de La Crosse, la enfermedad de Pogosta, la fiebre de Oropouche, la enfermedad del virus Tahyna, la fiebre del valle del Rift, la infección por virus del bosque Semliki, la fiebre de Sindbis, la encefalitis japonesa, la fiebre del Río Ross, la fiebre del Bosque Barmah, la malaria, la fiebre amarilla…

Casi 700 millones de personas contraen cada año una enfermedad transmitida por mosquitos, lo que provoca alrededor de un millón de muertes.

Las medidas de control puntuales para evitar la proliferación desmesurada de las poblaciones de estos insectos son esenciales, pero también es prudente acometer acciones individuales para esquivar las picaduras. Podemos prevenirlas utilizando repelentes de forma responsable, instalando mosquiteras en puertas y ventanas, vistiendo ropa de manga larga y de colores claros que nos permitan detectar con rapidez a los insectos o evitando las zonas en los que los mosquitos suelen descansar o estar activos.

Want to write?

Write an article and join a growing community of more than 182,600 academics and researchers from 4,945 institutions.

Register now