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Ciervo en la orilla de una carretera.
Las infraestructuras como carreteras o vías de tren obstaculizan la movilidad de los ungulados. Victor Suarez Naranjo / Shutterstock

Mucha fibra para poco ciervo: por qué hay menos herbívoros silvestres de los que pueden albergar los ecosistemas

Lo que vemos en la naturaleza moldea nuestra percepción sobre ella, pero cuando esta naturaleza está profundamente transformada, como ocurre en la actualidad, tomar lo que vemos como referencia puede llevar a equívocos. Por ejemplo, en un estudio recientemente publicado en Landscape Ecology hemos llegado a la conclusión de que las presentes poblaciones de grandes herbívoros silvestres son muy inferiores a las que podemos considerar naturales.

En el trabajo, hemos estimado las densidades naturales de estos animales en ecosistemas abiertos –como praderas y dehesas– de España con el objetivo de establecer cifras naturales de referencia. Entre otras cosas, este estudio ha revelado niveles muy bajos de grandes herbívoros para las capacidades de alimentación de estos ecosistemas.

El papel de los herbívoros en los ecosistemas

Muchos de los elementos que conforman los paisajes son aún inciertos incluso en el debate académico. Uno de ellos son los grandes herbívoros, representados generalmente por los ungulados. En España son el jabalí, los cérvidos (ciervo, corzo y gamo) y los bóvidos (cabra montesa, rebeco y muflón).

Entender el rol de los ungulados en los ecosistemas es relevante para la gestión del medio natural, trascendiendo también a la gestión de la herbivoría doméstica (pastoreo y ganadería extensiva), por ser a menudo una actividad ecológicamente equivalente.

Estudiar los roles naturales de los grandes herbívoros es una tarea complicada, puesto que han sido y siguen siendo un gremio sensible a las condiciones humanas. Primero, por haber sido históricamente susceptibles a su depredación y segundo, por requerir amplias áreas para sobrevivir, siendo vulnerables a la fragmentación o la competición por los recursos con el pastoreo.

En este nuevo estudio, hemos analizado las abundancias de ungulados de 11 áreas protegidas, relacionándolos con la disponibilidad de alimento vegetal. Estas abundancias se han comparado con modelos de referencia basados en zonas poco humanizadas, pero con una cantidad de vegetación similar, como las sabanas africanas.

El análisis revela que las poblaciones actuales de herbívoros son varias veces inferiores a los niveles de referencia para la productividad vegetal de los ecosistemas abiertos españoles. Esto plantea numerosas cuestiones sobre la forma en la que entendemos la herbivoría en estos ecosistemas.

¿Por qué hay menos herbívoros silvestres?

Las causas para las bajas densidades son múltiples, pero en cualquier caso antrópicas. Por un lado, la competencia con el pastoreo puede reducir la disponibilidad de alimento. Pero probablemente el factor más influyente sea la imposibilidad de migrar.

La producción de alimento en España es estacional y la movilidad es un requisito esencial para la mayoría de los grandes herbívoros. Pero la fragmentación del paisaje, ya sea por infraestructuras como carreteras o vías de tren o por los usos del suelo como vallados agrícolas o forestales, dificulta mucho la movilidad.

Un ejemplo son los espacios protegidos alpinos, como los pirenaicos o Sierra Nevada, donde la fragmentación se suma a las dificultades para la supervivencia en el invierno, llevando así a las menores densidades de ungulados respecto a su productividad vegetal.


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El ganado de pastoreo suple las carencias

Por supuesto, esto no implica la necesidad de aumentar de forma general las poblaciones de ungulados silvestres, puesto que esto podría tener consecuencias indeseadas. De hecho, el Parque Nacional de Cabañeros (Ciudad Real y Toledo) fue el único espacio protegido cuyas densidades de ungulados se encontrarían dentro de los niveles esperados de acuerdo a su productividad vegetal y, sin embargo, se han observado problemas de sobrepastado.

Un estudio explica que en Cabañeros hay una alta densidad de ciervos que tienen preferencia por las encinas jóvenes, impidiendo su regeneración. Existe una descompensación del tipo de herbívoros, con una excesiva proporción de ramoneadores (los que pacen hojas y puntas de los árboles) con respecto a los pastadores (los que prefieren tejidos herbáceos).

Los pastadores han estado representados únicamente por el ganado durante muchos siglos, tras la extinción de pastadores como uros y tarpanes.

El pastoreo se ha convertido así en un componente esencial de los ecosistemas. Por eso, a día de hoy puede ser útil integrarlo estratégicamente para mantener las funciones ecológicas que los herbívoros silvestres no pueden cumplir por sí solos.

Por ahora, las métricas de contabilidad medioambientales (por ejemplo en emisiones de gases de efecto invernadero) consideran que el pastoreo es una actividad cuyo impacto es 100 % atribuible a la actividad humana. No obstante, se ha visto que parte de esos impactos podrían ser en realidad de origen natural, si tenemos en cuenta que sustituyen en muchos casos a los herbívoros silvestres ausentes.


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De hecho, si alcanzasen sus densidades naturales, las emisiones de metano de los herbívoros silvestres podrían representar un 14 % del metano entérico de la ganadería en España (644.2 kt/año). Por eso, nuestro estudio también recomienda considerar estas emisiones naturales en las evaluaciones ambientales del pastoreo.

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