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Si la inteligencia no tiene género, ¿por qué hay menos mujeres con altas capacidades?

¿Qué es el talento? Desde luego, nada fácil de definir ni de detectar. Sin ir más lejos, en España las distintas comunidades autónomas, y sus respectivas legislaciones educativas, no han alcanzado consenso en la definición de las altas capacidades.

Aunque en gran medida su conceptualización depende del modelo teórico de referencia que se escoja, parece que hay unanimidad en que se trata de personas que tienen un cociente intelectual (CI), medido a través de un test de inteligencia, igual o superior a 130. Esto hace referencia a tener un nivel de habilidad cognitiva significativamente superior al promedio en áreas como el razonamiento, la memoria, la resolución de problemas, entre otras.

En España, la legislación educativa, concretamente la Ley Orgánica 3/2020 (LOMLOE), reconoce e incluye las altas capacidades intelectuales dentro de las necesidades educativas especiales. Asimismo, especifica que estos estudiantes deben recibir apoyo para alcanzar su máximo desarrollo.

Lo malo es que lo que no se nombra y no se ve no existe. Aunque se calcula que entre un 10 y un 20 % de la población tiene talento, en España apenas se identifica al 0.5 %.

Sin embargo, es importante identificarles para responder y apoyar al alumnado con talento adecuadamente y permitirle el desarrollo pleno de sus capacidades, tal y como establece la LOMLOE.

Leyes intermitentes

Si bien el panorama histórico de las políticas educativas en España en relación con la atención a la diversidad y las necesidades educativas especiales ha cambiado a lo largo del tiempo, la actual ley establece que este alumnado requiere educación específica. No obstante, sigue sin cumplirse en su totalidad.

Este incumplimiento de la normativa es, cuanto menos, asombroso. ¿Hay lugares en el mundo en los que se puede asaltar un banco sin consecuencias? Desde luego que no. Por eso cuesta entender por qué se incumple la legislación en materia de identificación del talento.

¿Y qué pasa con las niñas? ¿Se les identifica más o menos que a sus compañeros varones? El alumnado identificado corresponde, en el mejor de los casos, en un 65 % a chicos frente al 35 % de chicas. Pero eso no quiere decir que ellas sean menos inteligentes. De hecho, aunque multitud de estudios han intentado identificar diferencias en inteligencia, capacidad y habilidades cognitivas entre hombres y mujeres, todo apunta a que las diferencias son prácticamente inexistentes. De hecho, ni siquiera parece que existan diferencias en cuanto a la capacidad espacial, una habilidad en la que durante mucho tiempo se asumió que existían claras ventajas de los hombres frente a las mujeres.

Eliminar sesgos para detectar a niñas con talento

Si no se identifica a niñas con talento, no tendrán una respuesta educativa adecuada a sus necesidades. Los progenitores y profesorado son quienes frecuentemente realizan la detección, por lo que es fundamental eliminar mitos y estereotipos en torno a este alumnado.

Pero además de la escasa respuesta educativa, estas niñas, que siguen sin ser vistas, se enfrentan a otros problemas.

La literatura señala que las alumnas con talento presentan baja autoestima y autoconcepto. Es decir, se ven menos capaces. Lo que es más grave aún: tienen la creencia de que para ser aceptadas deben ocultar su inteligencia. Y ponen todo su empeño en taparlo porque en ellas la necesidad de agradar y de adaptación social prevalece a las capacidades y a los logros académicos. Se conforman con la norma social y los roles de género impuestos y prevalecen los logros personales a los académicos y profesionales. Esto, sin duda, supone una barrera a su desarrollo vital.

Se sabe, además, que el alumnado con altas capacidades y talento presenta altos niveles de perfeccionismo, siendo particularmente importante en las chicas. Este es el cuento de la pescadilla que se muerde la cola, ya que el alto nivel de autoexigencia favorece en estas alumnas la necesidad de ser perfectas en todos los ámbitos, por lo que se fijan objetivos desmesurados, lo que les provoca aún más frustración.

Como consecuencia, acaban cuestionándose sus capacidades y competencias y pueden llegar a desarrollar el síndrome de la impostora o el de la abeja reina, con un perfeccionismo imposible en todos los ámbitos de la vida que puede desembocar en depresión.

Ante esto, ¿qué se puede hacer? La recomendación es clara y directa: identificar a estas niñas para poner en valor sus capacidades y ofrecerles una respuesta educativa adecuada. Y una vez identificadas, trabajar con ahínco la autoestima y el autoconcepto. Sin olvidar el abordaje del perfeccionismo, para que no les pase factura.

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