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Versos pandémicos: poesía en la red frente al coronavirus

La pandemia por COVID-19 ha supuesto la situación de excepcionalidad que hemos padecido de una forma u otra para luchar contra su propagación. Sin duda, hay lecciones históricas que quizá no aprendimos entonces, y no sabemos si aprenderemos ahora. También reacciones sociales, implicaciones económicas, y la búsqueda de soluciones que todavía no han llegado. No en vano, estamos todavía sumergidos en esta crisis sanitaria.


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El sector cultural ha sufrido también un duro frenazo. Este ha mutilado el tejido del espacio creativo: poetas, músicos, intérpretes y muchos más. Las tensiones de la cuarentena llevaron a los actores a proponer un apagón cultural, aunque de escaso recorrido. Pese a todo, la realidad es que las artes, como herramienta de resiliencia, actuaron como el apoyo espiritual que han sido siempre.

En un sector cultural confinado y quizá insatisfecho con la política, los escritores hicieron lo que mejor saben hacer: usar la palabra. Ya en marzo empezamos a detectar las primeras acciones literarias gestadas como respuesta expresa a la pandemia, así como humor y sátira en los medios de este corte.

La comunidad de autores en redes sociales promovió especialmente la acción directa a través de la creación. Así, surgió un popular poema colectivo de cuestionable interés formal. Con todo, esa superficialidad conecta con su público: las figuras simples y el mensaje ingenuo logran su objetivo sacrificando el valor estético. Y eso es legítimo.

El 11 de marzo de 2020, con sorna, el ibicenco Ben Clark llama a compartir poesía bajo el hashtag #coronaversos. La iniciativa del poeta se basaba en publicar los versos propios y también compartir poemas de terceros. Socializar, en definitiva, el arte, para promover una experiencia estética de alivio ante el encierro y las noticias constantes de muerte, dolor y escasa dignidad del debate político. Clark, que algo de viralidad (poética) ha sufrido en sus carnes, ha visto cómo su iniciativa ha llegado a los medios.

En semanas posteriores aparecieron en medios tradicionales reportajes sobre literatos o selecciones de poesía ante la pandemia. Entre esta producción destaca la propuesta de El Cultural del 19 de marzo, con portada de Carmen Calvo y una nómina compuesta (alfabéticamente) por Rosa Berbel, Luisa Castro, el propio Ben Clark, Antonio Colinas, Ariadna G. García, Luis García Montero, J. A. González Iglesias, Karmelo C. Iribarren, Raquel Lanseros, Chantal Maillard, Elvira Sastre y Manuel Vilas.

De forma similar, El Mundo publicó en abril otro reportaje con poemas inéditos de diversos autores. En este caso, la nómina estaba formada (según orden de aparición) por: Manuel Vilas, Ada Salas, Mariano Peyrou, Ana Merino, Felipe Benítez Reyes, Lorenzo Oliván, Xaime Martínez (último ganador del Premio Nacional de Poesía Joven), Marwan y Joaquín Pérez Azaústre. Vilas es, por tanto, el único nombre compartido entre ambas antologías, que han sido la punta de lanza de estas iniciativas en nuestro contexto.

En La Vanguardia se impulsó, también en abril, una propuesta centrada en la poesía visual de Richard Le Manz. Se ratificaba, así, que la línea propuesta con la iniciativa #coronaversos había tenido calado, aunque los medios tradicionales mantuvieron sus esquemas de verticalidad. Frente a ellos, la red con los #coronaversos y otras propuestas similares apostaron por la horizontalidad. Por tanto, no hubo un trasvase conceptual entre ambos paradigmas de la distribución de la información.

La propuesta de Clark en los primeros compases del confinamiento en España se enmarca en la producción de respuestas simbólicas y colectivas. El mismo espíritu que hacía que se aplaudiera en los balcones para apoyar moralmente al personal sanitario (sin olvidar los incidentes de acoso) invitó a compartir poesía. Otros compartieron música, o memes, y tantas otras muestras de creatividad o arte para construir un sentimiento compartido de búsqueda de la felicidad ante el dolor, el trauma y la explotación de las emociones y el miedo por intereses políticos.


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Estamos todavía viendo cómo llegan los poemas “de encierro” a través de la red, con textos de mayo y junio firmados por escritores de España y América. De hecho, webs literarias han recogido varios de estos textos y se han convocado premios. Por tanto, hay una producción, todavía en emergencia, que está destinada a cristalizar en poemarios completos marcados por la COVID-19.

Ante el confinamiento, el contacto virtual en redes sociales reforzaba los lazos comunitarios, sobre todo en los primeros compases de los meses que iban a venir. “La gente tiene ganas de algo positivo, de sentir, pensar y disfrutar ahora que las manifestaciones culturales están aniquiladas por culpa del coronavirus”, explicaba Clark. Pese a ello, el ritmo de publicaciones en Twitter evidencia su propia desescalada. Se asimila la nueva rutina del enclaustramiento y desciende la búsqueda del arte y la preocupación por lo simbólico.

La escritora estadounidense Ada Limón, que ha participado en la antología de poemas pandémicos Together In a Sudden Strangeness, hablaba del silencio que imponía el confinamiento. Frente a la presión de la enfermedad, el proceso creativo se nutre de esa experiencia como estímulo, siguiendo así los postulados de Boris Cyrulnik ya desde Les Nourritures affectives (1993). “Los poetas siempre han sido a quienes recurrimos como testigos”, afirmaba Limón.

Porque el retrato de la realidad mediada por la poesía ofrece un testimonio que ha mostrado ser útil y poderoso. En este sentido, ante un hecho compartido no importa tanto el reflejo estricto de lo real como compartir una conexión estética y emocional con lo experimentado.

Como siempre, el poder del lenguaje se multiplica con la poesía.

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