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Pareja de ancianos caminando por un parque.

Vivir más años y mejores, ¿influye en nuestras decisiones vitales?

Esta es una de nuestras gráficas favoritas. Llevamos utilizándola (y actualizándola) más de una década, desde que lo publicamos por primera vez en Panorama Social, de FUNCAS, en 2011. Muestra la evolución de la edad media a la que suceden los hitos del ciclo vital (primer matrimonio, primer hijo, jubilación…). Tocaba ya una nueva puesta al día y aquí está:

Vivir más años

Nuestra tesis es que, por una u otra razón, que la duración de la vida se prolongue viene acompañado de un desarrollo similar en los hitos más relevantes del ciclo vital del individuo, muchos de ellos fruto de sus decisiones personales.

Hablamos de hitos formativos (la finalización de los estudios), laborales (el primer trabajo o la llegada de la jubilación) o vitales (la emancipación del hogar parental, la llegada del primer hijo) que determinan la calidad de la vida de millones de personas.

Algunos de estos sucesos vitales se deben a decisiones voluntariamente adoptadas (la llegada de los hijos). Otros vienen forzados por las leyes (educación obligatoria), y otros son causa del azar (incapacidad permanente o viudedad). Pero todos ellos son coherentes con una vida más larga (esperanza de vida) y de mayor calidad (esperanza de vida en buena salud o libre de discapacidad).

Hitos vitales

El aumento de la esperanza de vida, más que un fenómeno biológico, es una respuesta a la mejora de los estilos de vida y los sistemas de salud, puesto que las adaptaciones biológicas son infinitamente más lentas.

Parece natural que, si aumenta la esperanza de vida, se posponga la ocurrencia de muchos de estos indicadores, como si el aumento de la longevidad los arrastrase en el tiempo.

El aumento de la esperanza de vida parece conllevar un aumento de la edad de formación del primer hogar (no de la edad de emancipación) y de la llegada del primer hijo (aunque este hito tenga límites biológicos).

Y si la esperanza de vida aumenta, también debería aumentar la edad hasta la que la educación es obligatoria. Esta respuesta institucional a la mayor longevidad de la población dotaría a la sociedad de un mayor y mejor capital humano para afrontar vidas más largas.

Esperanza de vida y buena salud

Respecto a los hitos relativos a la fase más avanzada de la vida, nos encontramos, por ejemplo, con que está aumentando la edad media a la que aparecen la prejubilación, la incapacidad permanente o la viudedad.

En cambio, vemos que la edad media efectiva para la jubilación se mantiene en poco más de los 64 años, a diferencia de lo que sucede con la esperanza de vida y la duración de la vida con buena salud (o libre de discapacidades), que crecen. No obstante, esta discrepancia probablemente se vea alterada con el paulatino aumento en la edad de jubilación provocada por las reformas de los sistemas públicos de pensiones.

Es necesario tener en cuenta que muchas de las respuestas desencadenadas por el aumento de la esperanza de vida (más vida activa, fomento de las relaciones sociales, desarrollo de nuevas aficiones e intereses) pueden ser también determinantes para su evolución, o son fenómenos paralelos. La interacción entre todos estos elementos es compleja y, en cualquier caso, las reglas legales desempeñan un papel muy importante.

Los cambios en el momento vital para la toma de decisiones libres como la formación de un hogar o la llegada del primer hijo pueden estar mediados por incentivos o desincentivos normativos pero parecen responder a la extensión general de la duración de la vida. Y la jubilación temprana tiene implicaciones directas sobre la suficiencia económica posterior.

Riesgos sobre la longevidad

La tendencia hacia una mayor longevidad no es insensible a riesgos vitales masivos y generalizados, como las guerras, las dictaduras o las pandemias, como ha quedado constatado en numerosas ocasiones, la más reciente durante la pandemia de covid-19. Habrá que estar atentos también a los efectos del cambio climático y al aumento de la desigualdad social y la pobreza.

No obstante, ya vemos cómo la severa caída de la esperanza de vida provocada por la pandemia se está absorbiendo rápidamente para recuperar no solo los niveles sino también las tendencias previas a la pandemia.

En resumen, hará mal quien, al observar la tendencia de la longevidad, solo repare en el aumento de la esperanza de vida. Un estudio detallado de las adaptaciones que registra toda la estructura de los hitos vitales, de los que nuestro gráfico es solo es una muestra, revela una extraordinaria riqueza de implicaciones personales, familiares y sociales. Ergo, económicas y políticas.


Este artículo ha sido escrito conjuntamente con José Antonio Herce y publicado previamente en el Blog de LoRIS, una consultora del sector previsional de la que el anterior es socio director.


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