El brote repentino y descontrolado del virus del Zika en 2016 aterrorizó a las mujeres embarazadas, especialmente a las que vivían en las regiones endémicas del Zika como Brasil.
Su temor estaba justificado debido a la relación entre la infección por el virus del Zika durante el embarazo y el hecho de nacer con la cabeza de un tamaño menor al normal, enfermedad conocida como microcefalia, así como otras malformaciones congénitas.
La ausencia de un diagnóstico prenatal temprano o de un tratamiento para las malformaciones congénitas dejó a miles de futuras madres preocupadas por el bienestar de sus bebés. Otras mujeres decidieron interrumpir su embarazo para no correr el riesgo de tener un hijo con anomalías congénitas.
Read more: Prenatal blood screening may predict Zika virus-associated fetal defects
En el laboratorio de Jae Jung, de la Universidad del Sur de California, estamos investigando los mecanismos que subyacen en las terribles consecuencias de infecciones víricas transmitidas por mosquitos, como el Chikunguña y el Zika.
Cada enfermedad causa unos síntomas distintos. El virus del Chikunguña provoca dolor articular crónico y debilitante en adultos y síntomas neurológicos en niños, mientras que el virus del Zika provoca malformaciones en bebés.
El Zika y el embarazo
El Zika es el primer virus transmitido por un mosquito del que se sabe que provoca malformaciones congénitas.
El Aedes aegypti, una de las especies de mosquito más invasoras y extendidas, es el principal portador y transmisor del virus del Zika. Cuando las personas infectadas por el Zika están sanas y no están embarazadas, a menudo esta infección pasa desapercibida ya que los síntomas son leves o insignificantes.
Sin embargo, la infección durante el primer y segundo trimestre de embarazo aumenta el riesgo de aborto espontáneo y de diversas anomalías fetales, como anomalías oculares, deterioro neurológico y, en los casos más graves, microcefalia.
A partir del segundo trimestre, el personal sanitario intenta evaluar la salud de los bebés infectados con el Zika mediante ultrasonidos, pero es difícil averiguar a partir de esas imágenes si el bebé tiene anomalías del desarrollo.
Por otro lado, la resonancia magnética fetal toma imágenes de alta resolución del feto, pero esta técnica de imagen solo se puede utilizar en el segundo o tercer trimestre, cuando ya es más complicado interrumpir el embarazo.
Una prueba diagnóstica que pueda detectar anomalías al principio del embarazo podría aliviar el estrés de la madre y facilitar la toma de decisiones reproductivas rápidas.
Desarrollar una nueva prueba diagnóstica
Esta es nuestra tarea.
En nuestra investigación reciente, analizamos muestras de sangre de 74 mujeres embarazadas: 30 infectadas por el Zika, 30 no infectadas y 14 de mujeres de Los Ángeles. Durante el brote del virus del Zika en Brasil circularon otros virus transmitidos por mosquitos, como el virus del Dengue o el virus del Chikunguña.
Por ese motivo, también decidimos tomar muestras de sangre de mujeres de Estados Unidos, donde estos virus no son endémicos.
El estudio intenta desarrollar nuevas pruebas diagnósticas prenatales para determinar si los bebés infectados por el Zika se encuentran en buen estado de salud. Fue dirigido por Jae Jung en colaboración con Patrícia Brasil, del Instituto Nacional de Infectología Evandro Chagas de Brasil, y con Karin Nielsen-Saines y Genhong Cheng de la UCLA.
Nuestros hallazgos revelaron una producción elevada de 16 biomarcadores proteicos específicos que están presentes en la sangre de las mujeres embarazadas que dieron a luz a bebés con retrasos del desarrollo y anomalías oculares. Estos biomarcadores son potencialmente útiles para predecir los resultados en embarazos afectados por el virus del Zika utilizando muestras de sangre de las futuras madres en cualquier etapa del embarazo.
Seguimos investigando para comprender cómo el Zika afecta al desarrollo del feto, así como para pensar en estrategias de tratamiento para bebés afectados por el virus y en formas de prevenir la infección por el Zika desde un principio.
El número de casos de Zika ha disminuido de forma drástica después de los graves brotes de 2016. Sin embargo, muchos bebés afectados por el Zika todavía sufren las graves consecuencias de la infección prenatal.
Debido a la abundancia generalizada de mosquitos Aedes y al hecho de que el virus del Zika no se ha erradicado, en cualquier momento puede haber nuevos brotes.