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Ejemplar de cangrejo rojo americano en el caño de la Algaida de la Caquera, en Doñana. EBD - CSIC

Cangrejo rojo: 50 años de la madre de todas las invasiones

De entre las especies que los seres humanos hemos llevado de aquí para allá, solo algunas logran establecerse, hacerse abundantes y expandirse por los lugares a los que las hicimos llegar. Las que lo consiguen pasan de ser simples especies “introducidas” a “invasoras”, capaces de cambiar los ecosistemas que las acogen y de convertirse en piezas clave de su nuevo territorio. Entre ellas destaca el cangrejo rojo (o de Luisiana, o de las marismas), Procambarus clarkii, un cangrejo de río que se introdujo en España hace ahora 50 años. Desde entonces buena parte de ríos, arroyos y humedales ibéricos no han vuelto a ser los mismos.

El cangrejo italiano, Austropotamobius fulcisianus, a menudo llamado cangrejo de río autóctono, en realidad no es autóctono de la península ibérica, sino de la italiana. Fue introducido en España en el siglo XVI, mediante envíos de cangrejos en toneles desde La Toscana, presente del Gran Duque al rey Felipe II, que llevaba décadas queriendo tenerlos en los estanques de sus jardines.

Cangrejo italiano (Austropotamobius fulcisianus), una especie introducida en España en el siglo XVI, fotografiada aquí en un arroyo de los Apeninos septentrionales, dentro de su área nativa. Miguel Clavero, CC BY

A mediados del siglo XX nadie recordaba ese origen italiano, ni probablemente hubiese importado. En España se había generado una importante cultura popular asociada al cangrejo de río, que tomó un nuevo impulso por la promoción de su pesca que hizo la dictadura de Franco. Pero en torno a 1970 empezaron a detectarse declives e incluso desapariciones de poblaciones, que generaron una importante alarma.

Por entonces en toda Europa se registraban brotes de la peste del cangrejo, una enfermedad letal para los cangrejos europeos generada por Aphanomyces astaci. Este organismo, parecido a un hongo sin serlo (es un oomiceto), está asociado a los cangrejos de río americanos, que conviven con él (casi) sin síntomas y lo transmiten a otras especies.

Ante el colapso de las poblaciones de cangrejos de río que se vivía en toda Europa, la respuesta generalizada fue echar más leña al fuego, fomentando la expansión de las especies americanas. Siguiendo esa corriente, surgieron voces que incitaban a la introducción de los cangrejos americanos en España, refiriéndose al cangrejo señal (Pacifastacus leniusculus) y a diversas especies del género Faxonius ya presentes en Europa.

Andrés Salvador Habsburgo-Lorena, un aristócrata austríaco con numerosos vínculos con España e interés por la acuicultura, tuvo otra idea.

Cangrejo señal (Pacifastacus leniusculus) en un río de la provincia de Soria. Miguel Clavero

Cangrejos y arroz

Habsburgo-Lorena conoció el sistema de producción de cangrejo rojo en Luisiana, a menudo asociado al cultivo de arroz. En esa época el cangrejo rojo había sido ya introducido en diferentes lugares del mundo (como California, Japón, China y Kenia) y nuestro protagonista pensó que podría introducirse en zonas arroceras españolas. Contactó con especialistas norteamericanos (como James W. Awault, considerado entonces una eminencia en la aclimatación de cangrejos de río), a los que visitó en Luisiana, y recorrió España inspeccionando los lugares que le habían parecido más adecuados para realizar las introducciones. Hace 50 años, el plan se llevó a cabo.

El 17 de junio de 1973 se liberaron en la finca arrocera Malpartida, junto a Badajoz, casi 500 individuos de cangrejo rojo, que habían viajado durante unas 72 horas en bolsas de plástico, directamente desde Luisiana. Los cangrejos se adaptaron sin problema al nuevo ambiente, por lo que Habsburgo-Lorena se animó a realizar una introducción aún mayor.

Cangrejo rojo en el río Almodóvar, Cádiz. Miguel Clavero

En mayo de 1974 se importaron 500 kilogramos de cangrejos, otra vez desde Luisiana, entre los que se dijo que no solo había cangrejos rojos, sino también cangrejos blancos, Procambarus zonangulus. Sin embargo, en el transporte murieron en torno al 80 % de los individuos, y entre ellos, aparentemente, todos los cangrejos blancos, de los que no se volvió a tener noticia. Aun así, se estima que se liberaron unos 7 000 cangrejos rojos en la finca Casablanca, en el Bajo Guadalquivir. Esta segunda introducción fue, por tanto, más de diez veces más numerosa que la de Badajoz.

Mediante estudios genéticos sabemos que a partir de la introducción del Guadalquivir se expandió el cangrejo rojo por la mayor parte de España, mientras que los descendientes de la introducción de Badajoz son mayoritarios en Portugal.

Sembrar cangrejos, recoger tempestades

Las introducciones promovidas por Habsburgo-Lorena pretendían generar explotaciones de producción de cangrejo rojo similares a las de Luisiana, imaginadas en sistemas cerrados. La expansión explosiva de la especie puso de manifiesto que esa visión era completamente irreal.

Prácticamente desde el mismo momento de la introducción los cangrejos aparecieron fuera de los recintos en los que habían sido liberados. Caían entonces en manos de personas que llevaban años oyendo y leyendo sobre las bondades de los cangrejos de río, y sobre los precios desorbitados que habían alcanzado en los últimos tiempos (casi de 300 euros el kilogramo, si los llevamos a precios actuales).

Muchas de aquellas gentes no habrían dudado ni un momento sobre el beneficio que generaría soltar los cangrejos en lugares apropiados para ellos. Ese proceso se llamó “sembrar cangrejos” y se llevó a cabo a gran escala (debió haber miles de sueltas, y siguen realizándose) y a toda velocidad. No es una particularidad ibérica, ya que es éste el modo por el que el cangrejo rojo sigue expandiéndose por medio mundo.

Menos de diez años después de su llegada a España, el cangrejo rojo estaba presente en todos los grandes humedales de la península ibérica y en gran parte de sus ríos y arroyos, en ocasiones con abundancias extraordinarias. Muchas de las zonas ocupadas nunca antes habían tenido cangrejos de río, pero el cangrejo rojo también se expandió rápidamente por los territorios habitados por el cangrejo italiano, precipitando su colapso por la difusión de la peste del cangrejo.

Tritón ibérico (Lissotriton boscai), una de las especies más afectadas por la expansión del cangrejo rojo. Miguel Clavero

Los impactos del cangrejo rojo son complejos, afectan a todos los elementos de los ecosistemas acuáticos y se expanden hacia los terrestres. Muchos organismos se han visto afectados de forma negativa por el cangrejo rojo, entre los que destacan los anfibios –en especial tritones y salamandras–, los invertebrados poco móviles –caracoles y sanguijuelas– y la vegetación acuática.

En cambio, hay especies que han encontrado en el cangrejo rojo un nuevo recurso, y algunas de ellas, como la nutria, las cigüeñas y la garzas, pueden incluso haber aumentado sus poblaciones gracias a él. Estos impactos son positivos en el sentido numérico (el cambio da lugar a más, de lo que sea), pero más y mejor no siempre son sinónimos.

El resultado global, el más importante, es que la mayoría de los ecosistemas ocupados por el cangrejo rojo ya no se parecen a lo que fueron antes de su llegada. Nuestros ecosistemas acuáticos han perdido buena parte de las particularidades que tenían y se parecen hoy más a los de otros lugares del mundo, dando lugar a unos sistemas naturales cada vez más homogéneos.

Resumen de la complejidad de los impactos del cangrejo rojo en los sistemas acuáticos ibéricos, señalando en rojo los negativos y en verde los positivos (referidos al cambio asociado al cangrejo, no confundir con buenos o malos). El grosor de la flecha da idea del tamaño del efecto. Alumnos del Máster Universitario en Biodiversidad y Biología de la Conservación de la Universidad Pablo de Olavide

Un aviso antes de terminar

¿Es Habsburgo-Lorena el culpable de todo esto? Desde la perspectiva actual, sabiendo lo que hoy sabemos, es fácil señalar a la persona que promovió la llegada del cangrejo rojo. En el momento en que se materializó, contando con todos los permisos necesarios, no se supo prever la expansión ni los impactos que tuvo la especie, cuya introducción contó con la implicación de muchas otras personas y administraciones.

Sea como fuere, hoy sí sabemos todo lo necesario para afirmar que las introducciones de especies en general, y en concreto las de cangrejos de río, son indeseables. A pesar de ello, siguen produciéndose, como demuestra la aparición de Faxonius limosus en Cataluña o Cherax quadricarinatus en Asturias. La última adición a la lista es el cangrejo jaspeado, Procambarus virginalis, una especie compuesta únicamente por hembras clónicas que se reproducen por partenogénesis, una bomba ecológica a la que habrá que prestar mucha atención.

Dada la magnitud de la tragedia, quizás el 17 de junio, fecha de la introducción pacense, podría usarse en España y Portugal como fecha para recordar los impactos de las invasiones biológicas y la necesidad de evitar e intentar revertir sus impactos.

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