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La importancia del diagnóstico precoz en enfermedades raras mitocondriales

Cualquier organismo vivo se encuentra continuamente subido en una especie de balancín intentando mantener sus dos brazos en horizontal. Este equilibrio, enormemente dinámico, se ajusta a las necesidades y situaciones de cada momento. Y depende sobre todo del metabolismo.

Aparte del metabolismo basal que precisan las células, tejidos y órganos para mantenerse, renovarse y reajustarse, los requerimientos energéticos cambian mucho si estamos en estado de reposo frente a si estamos haciendo alguna actividad. Obviamente, serán tanto mayores cuanta más intensa sea la actividad.

Las encargadas de responder a los requerimientos energéticos son las mitocondrias, presentes en todas nuestras células. Cada mitocondria es todo un sistema complejo dentro de otro sistema complejo, que es toda la célula. Eso implica que cualquier mutación que afecte a alguna de sus miles de proteínas pueden producir enfermedades devastadoras ya que todo el metabolismo celular está fuera de equilibrio.

De hecho, la pérdida de capacidad de la actividad de estas mitocondrias se ha asociado con casi todas las enfermedades crónicas que padecemos. Entre ellas el cáncer, enfermedades degenerativas como el alzhéimer, enfermedades inmunitarias, debilidad muscular, sordera, ataxias (descoordinación motora), cardiomiopatías, diabetes y enfermedades genéticas. Incluso se ha indicado que existe un vínculo directo entre la pérdida de la capacidad funcional de las mitocondrias y el envejecimiento.

Queda claro que la actividad de las mitocondrias es esencial para casi todo lo que ocurre en nuestras células.

Lo que pasa cuando las mitocondrias mutan

En el caso de las mutaciones, la mayoría de las conocidas producen sus efectos devastadores especialmente a niños. Cuando un bebé comienza a mostrar síntomas de enfermedades raras de origen genético, los pediatras se encuentran con un cuadro muy complejo de síntomas, a veces inconexos, que no responden a las patologías comunes. Por eso, cuanto más se tarde en descubrir si estos síntomas se deben a un problema genético, menos tiempo habrá para encontrar alguna solución.

Un diagnóstico precoz es uno de las principales herramientas para afrontar estas enfermedades. De hecho, hace unos días, un consorcio europeo mostraba sus avances en el diagnóstico precoz de enfermedades raras utilizando secuenciación génica, supercomputación e inteligencia artificial. Conocer qué gen está mutado y, por tanto, qué proteína está funcionando erróneamente o no está funcionando es esencial para buscar soluciones terapéuticas.

Pero para afrontar bien el problema clínico también debemos aumentar el conocimiento en ciencia básica, el conocimiento sobre los mecanismos implicados en las patologías. Es decir, hay que conocer qué hacen y cómo funcionan las proteínas afectadas para poder entender qué está ocurriendo en las células y en el organismo. Así podremos diseñar las terapias más adecuadas para cada uno de estos casos, que son, por lo general, casos individuales. Como bien decía recientemente Javier Sampedro, “sin ciencia básica no hay nada que aplicar”.

Conjunción entre investigación clínica y básica

Para entender cualquier patología, pero en especial la complejidad de las enfermedades raras, es obligatoria, por tanto, la comunión entre la información clínica y el conocimiento en biología básica. Con este ánimo, dentro de unos días en los cursos de verano de la Universidad Pablo de Olavide, se tratará este asunto en el curso “Diagnóstico de enfermedades mitocondriales y metabólicas hereditarias: un paso por delante”.

Expertos en enfermedades raras mitocondriales, mostrarán las repercusiones clínicas que acompañan a la pérdida de función de estos orgánulos, sus efectos sobre la bioquímica y el metabolismo celular con especial enfoque en los síntomas clínicos y las enfermedades raras que suelen aparecer a edades muy tempranas.

Las enfermedades raras se suelen tratar como casos excepcionales. Con mucha frecuencia reciben la incomprensión de los facultativos frente a padres que se encuentran totalmente perdidos entre una maraña de especialistas de diferentes ramas de la medicina. Conocer dónde se encuentra el problema genético y cuál es su repercusión biológica se hace obligado para enfrentarnos a este tipo de enfermedades.

Para ello, insisto, es necesario conocernos a nosotros mismos, a nuestros genes, a nuestras proteínas. Conocer qué hacen y como lo hacen.

Las enfermedades raras no son excepcionales

En una perspectiva postpandémica en la que todo esfuerzo investigador y presupuestario se ve obligado a converger en vacunas y en el tratamiento de enfermedades que puedan afectar a millones de personas, las enfermedades raras parecen estar condenadas a quedar relegadas a la incomprensión del sistema de salud y de la sociedad. “Son casos excepcionales, no hay nada que hacer”, parece ser la excusa más socorrida.

Pero, queramos verlo o no, estas enfermedades están ahí, afectan a muchas personas en conjunto -pero a muy pocas de la misma manera-, y esa es su gran complejidad y su enorme condena.

Los esfuerzos por entenderlas, por encontrar qué está funcionando mal, por diagnosticar de manera rápida y eficiente, mejorarán la vida de muchas personas, muchas de ellas niños, y de sus familias. Además, nos ayudarán a adelantarnos, a prevenirlas y, sobretodo, a encontrar terapias eficientes enfocadas a cada uno de los casos de forma individual. En definitiva, nos ayudarán a entender como funciona nuestro organismo y posiblemente ayude a afrontar y tratar otras muchas enfermedades más comunes.

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