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Vecinos en el edificio incendiado en Valencia.
Vecinos en el edificio incendiado en Valencia. RTVE

La psicología de emergencias ante el incendio de Valencia: cómo afrontarlo

El incendio de un edificio de viviendas en Valencia vuelve a centrar nuestra atención en la importancia de la psicología para el afrontamiento de estas situaciones críticas.

En los primeros momentos, todos los esfuerzos de las administraciones implicadas y de la sociedad civil en su conjunto deben estar centrados en acompañar a las víctimas directas y sus familiares más cercanos en el dramático trance de afrontar la pérdida de un ser querido o la angustiosa espera de información fiable sobre el paradero y el estado de los desaparecidos.

Traumáticas experiencias previas como el accidente del Jak-42, el 11-M, el accidente de Spanair, etc. nos dejan la inequívoca lección de la importancia de establecer una comunicación directa, inmediata e individualizada entre la administración (centralizando en una única figura las funciones de interlocución) y las víctimas supervivientes o los familiares de quienes aún permanecen desaparecidos.

Los medios no deben generar falsas expectativas

Por su parte, los medios de comunicación y las redes sociales han de afrontar su esencial tarea de informar sobre el suceso con la máxima prudencia para no difundir ninguna información susceptible de ser falsa o equívoca.

Una buena noticia que después resulte ser errónea puede haber despertado unas expectativas en los afectados que al verse frustradas aboquen a una profunda indefensión emocional. Del mismo modo, una mala noticia que finalmente no sea cierta habrá dejado una huella traumática en sus destinatarios que podría haberse evitado con un manejo responsable de la información.

La clave es siempre la empatía, es decir, escrutar en todo momento tanto las decisiones políticas y de gestión técnica de la crisis como el tratamiento de las imágenes o las informaciones que se publican desde la misma pregunta: ¿qué puede sentir, pensar o hacer frente a esto un superviviente o un ser querido de una víctima?

Por otro lado, en el análisis de la información, no deberíamos centrarnos sólo en lo que no hay que hacer. Hay mucho bueno que aportar desde los medios y las redes sociales para el afrontamiento individual y colectivo de estas situaciones.

La principal recomendación en positivo es acompañar toda noticia de información de servicio acerca de los recursos de apoyo psicosocial disponibles. Los colegios oficiales de psicología (en este caso COP y COP-CV) son siempre el referente.

En julio de 2022, ante el enorme número de incendios declarados ese verano, el Consejo General de la Psicología de España publicó en su página web una serie de pautas psicológicas de afrontamiento de este tipo de situaciones cuya lectura resulta muy recomendable en estos momentos.

Desde el ámbito universitario y de formación profesional a intervinientes de emergencias damos pautas de afrontamiento en tres dimensiones (cognitiva, conductual y emocional) y tres situaciones temporales (antes, durante y después del incendio).

Es importante que ante situaciones críticas que tienden a producirse con relativa frecuencia, como los incendios, las administraciones ya hayan pensado (dimensión cognitiva) de antemano en sistemas de prevención, planes de evacuación, protocolos de actuación, etc. que garanticen la mínima improvisación posible cuando se dan estas situaciones.

La rápida activación de las diferentes dotaciones de bomberos y la posterior movilización de la Unidad Militar de Emergencias son buena muestra de ello.

Las familias también pueden prepararse

Del mismo modo, una familia cualquiera puede prepararse estando al tanto de las vías de evacuación de su edificio, los planos, las señalizaciones de emergencia y los consejos de actuación que nos dan para estos casos los profesionales de la emergencia.

Durante el incidente crítico lo importante es, sin lugar a duda, la conducta. El dilema de actuación se reducirá en la inmensa mayoría de los casos a dos opciones: irse o quedarse. Haber pensado en ello antes y tener cierta información al respecto nos ayudará a optar por las mejores vías de evacuación cuando esto sea posible y a buscar el lugar más accesible y seguro en el que esperar a ser rescatados.

En momentos de emergencia, nuestras emociones pueden jugar en nuestra contra y activar determinados mecanismos de defensa como la negación, que, si bien es desarrollada por nuestra mente para limitar el impacto emocional que estamos sufriendo, nos puede impedir reconocer la gravedad de lo que está sucediendo y retrasar nuestras acciones de autoprotección.

De este modo, puede ser común que las víctimas de estas situaciones se resistan e incluso se enfrenten a sus rescatadores o que dediquen energías esenciales para su supervivencia a agredir o culpar a otros (e incluso a sí mismas) de las causas del suceso.

Seguir las instrucciones es la prioridad

El consejo siempre es la apuesta por la fragmentación de la conducta (tratar de centrarnos en la acción más inmediata) y la postergación (que no represión) de esas emociones y pensamientos disruptivos. Para lograrlo se ha de establecer el acuerdo firme (con nosotros mismos o con quienes estén a nuestro lado) de abordar esas emociones en cuanto nos encontramos en una situación segura.

Por medio de ese compromiso de atender más adelante lo emocional y lo cognitivo, resultará más sencillo centrarse en seguir las instrucciones que nos den los profesionales. Por ejemplo, tratar de desplazarnos pegados al suelo, para minimizar la inhalación de humos aunque resulte más lento, y mantener la confianza en el rescate.

También resulta esencial no correr de forma descontrolada y generar aglomeraciones o precipitaciones por tratar de escapar por vías inseguras como cornisas o ventanas altas.

Técnicas sencillas de respiración consciente haciendo inhalaciones profundas y exhalaciones muy largas ayudarán a las personas agitadas a recuperar la normalidad de su ritmo cardíaco y cierta sensación de calma y control.

Las emociones no deben reprimirse

Después del incendio, cuando ya se esté a salvo, será la hora de cumplir con ese acuerdo al que hacíamos referencia antes.

En cuanto estemos en un lugar seguro será recomendable preguntarnos por nuestras emociones y no caer en la tentación de la represión de lo experimentado convenciéndonos de que estamos bien y no necesitamos nada.

Las primeras horas y días son cruciales en la innegablemente dura tarea de abrirnos a lo sentido. Ese es el momento de pedir y ofrecer ayuda para ventilar nuestro estado emocional y eso nos ayudará a salir de pensamientos circulares que nos mantengan reviviendo lo ocurrido.

Los seres queridos de los fallecidos y desaparecidos

Los seres queridos de los fallecidos tienen por delante un largo y complejo camino de duelo que comenzará a sanar con la expresión de lo que están sintiendo y en el que les recomiendo con todo mi convencimiento que se dejen guiar por profesionales que les sabrán indicar el camino y acompañar por seres queridos que les ayudaran a recórrelo.

A los seres queridos de los desaparecidos, ahora a la espera de noticias, sólo podemos recomendarles que mantengan viva su esperanza sin negarse la realidad de la extraordinariamente grave situación que están pasando. Quienes los acompañan ya hacen mucho estando ahí, aunque en algunos momentos no encuentren las palabras de consuelo que quisieran pronunciar. Suele ocurrir que esa palabra que buscamos no existe en ningún diccionario, pero puede expresarse con la mera presencia.

Por último, a quienes tienen la dura tarea profesional de atender a estas familias, sólo podemos darles las gracias por el valor de empatizar con quien tanto está sufriendo y reafirmarles en el convencimiento de que la peor de las verdades será siempre menos traumática a la larga que la mejor intencionada de las ambigüedades si, con el curso de los hechos, acaba siendo errónea o simplemente falsa.

La verdad sobre todo lo ocurrido, por dura que sea, es lo que las familias necesitan y a lo que tienen derecho.

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